NEGOCIO - IDEAS DE MANADA. (21).
Cuando llegué a casa el día pintaba para ser espectacular, sin embargo, mi plan era darme una ducha fría para bajar los niveles de adrenalina que se me ubicaban en la entrepierna y recuperar las horas de sueño. Estela no me había llamado, por lo que deducía que en el colegio estaba todo más que bien, en realidad, ya me había dado cuenta hacía tiempo, con ella al frente, no hacía falta que yo me apersonara en el establecimiento escolar, era una garantía y, sabía tratar a los padres y el personal no jodía con el carácter que dejaba traslucir, por cierto, bastante mentiroso, de eso yo podía dar fe, pero el personal no la conocía en la intimidad.
Justo cuando estaba por entrar a casa la vi venir corriendo a Gloria, la vecina viuda vestía un conjunto deportivo y se acercó rápido al auto haciendo señas para que la esperara, ya se me había pasado el disgusto por lo que había hablado con Julia e ignorarla sin más no era propio de mi proceder como hombre educado. La esperé bajando del auto y cuando llegó a mi lado no me dejó hablar…
El pantalón elastizado para hacer gimnasia que no disimulaban sus labios íntimos abultados y sus muslos firmes, más la remera ajustada que perfilaba sus senos erguidos que parecían desafiarme, activaron al morador de mi entrepierna y le pedí que pasara a tomar un café conmigo. Para hablar de la venta de la casa y para darle una despedida sin rencores, eso fue lo que le dije y, sin dudas, era lo que estaba esperando porque me contestó rápido, “dale, yo te lo preparo, quedarme sin correr no me afectará”.
La acompañé a la cocina mostrándole dónde estaban los pocillos y el café, sería todo muy rápido porque la cafetera express tenía dos bocas. Parado detrás de ella, estuve atento a que pulsara el botón de encendido, cuando lo hizo pasé mis manos por debajo de sus brazos y apreté sus tetas, a esta altura, de pezones totalmente endurecidos. El gemido de placer que dejó escapar, conjuntamente con el retroceso de sus nalgas para apoyarse en mi vientre no me dejó ningún tipo de dudas. “No sabés las noches que me la pasé pensando en tu cuerpo y en tu, tu…”.
Estiré la mano para apagar la máquina y ella se giró para comerme la boca, la rubia veterana me encantaba y mi descarga de adrenalina lo pagaría su culito poco usado. No la dejé que me hiciera sexo oral, ya me había demostrado que poco podía recibir por su boca y estando en la habitación, no bien se sacó la ropa le di un pequeño empujón para que cayera en la cama y su entrepierna quedara a mi disposición. El orgasmo que tuvo cuando me entretuve con mi boca en su clítoris, creo que hasta a ella misma la sorprendió, no era para menos, recordé que la había puteado a Karina cuando ella le mordía con suavidad su botoncito de placer y yo había hecho lo mismo.
No me insultó, pero tampoco podía hablar, temblaba y gemía casi a viva voz al tiempo que me mojaba la cara con sus jugos. Al poco rato, un tanto recuperada me pedía que se la metiera sin contemplaciones… “La voy a sentir, yo sé que la voy a sentir, pero cogeme, ¡por Dios! cogeme por dónde quieras, haceme la cola, quiero sentirla, aunque llore metela toda”. Era una tontería hacerla desear y poniéndola boca abajo, puse dos almohadas bajo su vientre y me senté en sus piernas para jugar con su agujerito más chiquito.
Mis dedos se hicieron un festín, primero uno, luego dos y hasta tres la perforaban mientras ella aguantaba, pero se quejaba para sí incrustando la cara en las sábanas. “Dame unos chirlos”, -dijo ladeando la cara- y mis manos sonaron lindo en sus nalgas que quedaron marcadas con ambas manos, los sintió, aunque eso pareció incentivarla y movió las caderas para que el glande que estaba en la puerta entrara en su interior. No quise ser muy brusco, pero más lento no lo pude hacer, fueron tres empujones y en cada uno gritó más fuerte. “¡Ayyyy!, rompelo, rompelo”, -pedía un tanto desaforada- y le di el gusto.
Traté de que mi ritmo no bajara y no me importó que ella no pudiera estar muy limpia que digamos en su ano, la posición se prestaba y su vagina estrecha también recibió intempestivamente la visita del ariete. Su alivió fue un tanto evidente, aunque acusó la penetración, ya, aparte de gemir arañaba las sábanas y nuevamente su orgasmo se hizo sentir, “dame más, dame más”, -pedía entremezclando gemidos y sollozos, pero yo no quería estirarlo, tampoco estaba por esa opción y, muy en el fondo de sus tripas, me descargué por completo. Creí que había cortado su orgasmo cuando cambié de lugar y lo que logré fue incentivarlo. Gloria se movió enloquecida y tuve que esforzarme para tomarla fuerte con mis manos apoyadas en sus caderas. Así, totalmente incrustado en su ano, esperé a que los dos nos fuéramos apaciguando y cuando salí de ella, de forma casi natural, ninguno de los dos quería más y sólo me quedó abrazarla, un mimo no le vendría mal a ninguno de los dos…
Gloria me dio un beso, se levantó renovada, pasó al baño y salió vestida, peinada y acelerada rumbo a su casa. Yo aproveché a pasar a la cuenta del Banco nacional el importe que le pagaría sabiendo que había hecho un buen negocio y le daba uso al producido del “trabajo” de Los Ángeles, dejé el cheque preparado y me desmayé hasta que ella viniera a buscarme. Karina no llamaría porque pensaba que estaría en mi “trabajo” de la “Agencia secreta”, pero, por si las moscas, apagué mi teléfono, necesitaba recuperar algo de sueño pues la canalización de la adrenalina me había dejado para el arrastre, aunque el culito y mi vecina toda, valió el esfuerzo.
El llamado de Gloria después del mediodía activó todo, fuimos a la Escribanía, firmamos el Boleto de compra-venta, ella dejó firmados los papeles para iniciar la escrituración, yo le entregué el cheque por el importe convenido y se despidió con un abrazo invitándonos a Karina y a mí para que la visitáramos en su casa de la Costa. Tenía un hambre que me comía las paredes, por eso me fui a sentar a un buen restaurant-parrilla dónde me empacharía de carne y achuras. En el interín, mientras esperaba que me sirvieran traté de relajarme leyendo las noticias del día en mi tablet.
Lo de relajarme fue un decir porque la noticia que ocupaba todas las planas era la del “accidente” que había sufrido en su casa un conocido empresario de la construcción. ¡“Accidente” las pelotas!, me quedaba claro con eso que había alguien y varios de ellos con el culo sucio, presumiblemente Políticos, que querían tapar las investigaciones. No daba para enojarse, junté toda la información que tenía, con los listados de los Funcionarios que recibían coimas del infeliz, las fechas de los pagos y como se habían logrado las millonarias licitaciones de las Obras Públicas.
Puse toda esa información a pasear por varias partes del Mundo para que no se pudiera individualizar la fuente y finalmente lo hice llegar al mail de un conocido Periodista de Investigación, aclarándole de paso que tratara de obtener los resultados de la autopsia del occiso, por cuanto la quebradura de cuello que éste tenía nunca se podría haber producido estando dormido en su cama, “tenga por seguro que ese fue un trabajo “profesional” ordenado por algún Político enojado al que no le convino la suma de la coima recibida y no me obligue usted a buscar otra fuente de información”.
Con esto alborotaba suficientemente al avispero, sabrían quién era, en definitiva, el que les pasaba la información y por qué estaba enterado de lo de la quebradura de cuello, eso no me importaba, no tenían modo de ubicarme, ya se vería lo que pasaría con estos datos, pero a más de uno le iba a temblar la pera porque la Justicia pediría las pruebas al Periodista y no quedaban dudas sobre los datos de las mismas extraídos de la computadora del empresario muerto. Después de esto y bastante conforme con lo realizado, cerré la tablet y le entré con ganas al vacío y a las mollejas que me habían servido. Bien comido y bebido, lo suficiente, pero bueno, volví para casa, tenía ganas de pasar una tarde disfrutando del sol y me sentí mejor cuando me entró un mensaje de Karina, “Gracias, te amo”, -me decía y no era necesario más-.
El sol estaba espectacular y se complementaba todo con el parque bien cuidado y los distintos verdes que dominaban el lugar. No estaba para pileta, pero el agua, de un color azulado claro, que llegaba hasta el borde de la misma era tentadora, aunque desistí de bañarme allí. Debo haber estado sentado al sol, nutriéndome de sus rayos y haciendo meditación por casi dos horas, me había aislado de las tentaciones de las mujeres que conocía y hasta Karina cayó en la volteada, pero, sin dudas, rondaba por mi mente más que cualquiera de ellas.
Cuando el calorcito de los rayos del sol comenzó a amainar, me fui para adentro a darme un baño con agua bien caliente, después de disfrutar y ya cambiado, prendí el televisor, nada más que para escuchar alguna voz dentro de la casa. Era viernes y, como hacía varios días que escapaba de las obligaciones laborales, a urgencias u horarios, ni me había dado cuenta del día de la semana que transcurría. Me senté para ver una película en el canal pago y el noticiero de la T.V. me hizo saber que el fin de semana se presentaría con una temperatura elevada, prácticamente de tórrido verano, algo que enseguida me dio una idea.
Hacía tiempo que no lo hacía, desde que mi madre vivía y me dieron ganas de cocinar un regio asado juntando a las cuatro mujeres a las que consideraba como parte de un entorno que cada vez se consolidaba un poco más. Una era Karina, la otra Estela y por último Julia y Marta, quizás, si todavía andaba por la capital, la quinta podría ser Mercedes. Si jugaba bien mis cartas cada una de ellas sabría el lugar que ocupaba en ese entorno y podríamos llegar a experimentar placeres similares a los de una convivencia, aunque ésta no fuera tal, eso sí, dejando claro quién de ellas ocupaba el lugar preponderante, algo así como un “macho Alfa” junto a una “hembra alfa” que las demás acompañaban.
Tenía claro que, posiblemente, no sería “soplar y hacer botellas”, pero ganas de intentarlo me sobraban. Pensaba en eso sin darle mayor importancia a la película que me mostraba la televisión y me decidí a dar comienzo a mi plan. Lo primero que hice fue llamar a Karina para decirle que se viniera a pasar el fin de semana a casa, que pensaba hacer asado y le pregunté si no tendría inconvenientes en que invitara a Marta, a Julia y a Estela, además le dije que, si Mercedes estaba en la capital, también le iba a pedir que viniera y de paso le festejábamos la obtención del Título de Ingeniera Agrónoma… La respuesta de mi novia me hizo pensar que, muchas veces, uno menosprecia la capacidad innata que tienen las mujeres para ver más allá o de percatarse de cosas que los hombres creemos que tenemos dominadas cuando se trata de las relaciones con otras mujeres… Me quedó claro que, cuando quieren, están siempre un paso o dos por delante de nuestra “supuesta superioridad de macho” …
Cuando corté la comunicación con Karina no pude más que sonreír, no había tenido en cuenta ni su inteligencia ni su experiencia en el trato con los demás. Si mi ego decía que ella merecía estar a mi lado, mi inteligencia me decía que era la mujer que necesitaba, despierta, inteligente, experimentada, leal, discreta, hermosa y con un físico que daba gusto llevar del brazo y exhibir. Estela se puso contenta y dijo que, como se levantaba temprano, estaría en casa a primera hora. Julia y Marta se alegraron, mucho más cuando les dije que lo trajeran al nene y a una amiguita de su misma edad que había quedado a su cuidado todo el fin de semana. Las cartas estaban repartidas y en este juego yo era la banca, veríamos que tal se daba el dicho que decía que, “la banca siempre gana”.
El finde pintaba para ser harto agradable, pero si todo se daba como yo pensaba, iba a ser un tanto “cansador” … Pensaba ir al supermercado de la multinacional que funcionaba abierto hasta las veintidós horas, pero, como recién se escondía la tarde, me dirigí a una carnicería de barrio que siempre tenía muy buena carne. Se me dio por pensar así, yo no me fijaba en el precio y si tenía que gastar, era preferible darle una ganancia al laburante de siempre. Estaba por cerrar y guardando la carne en la heladera cuando entré…
Usó un teléfono adosado a la pared, llamó sin discar y estimé que era un negocio instalado en la parte baja o en la delantera de la vivienda-. Al poco rato apareció la hija, calculé que tenía unos veintidós años, cabello renegrido, de piel blanca y facciones finas y agradables, las calzas y la remera dejaban adivinar un cuerpo de casi un metro con setenta que daba para quedarse mirándolo. Mi cara de póker funcionaba a la perfección y le debe haber gustado de lo que estaba viendo porque se mostró algo insinuante y me observó con una mirada pícara, detrás de ella apareció la que, sin dudas, era la madre, un calco, con veinte años más y apenas un poco más rellena, fue ella quien se dirigió al marido y no con buen tono.
La voz del carnicero no sacó del chichoneo, traía dos bolsas grandes en las manos con los cortes recién realizados y se puso a apartar las achuras, pesándolas y colocándolas en bolsas más chicas, Laura, mientras tanto colocaba toda la verdura en una caja grande y Alicia con una bolsa chica en la mano y un maple de huevos en la otra, me preguntaba con que llevaría todo eso. “Hágame la cuenta señor, primero le pago y luego acerco el auto para no caminar tanto”, -contesté-.
“¿Me va a pagar con tarjeta?”, -preguntó el carnicero, pero la vista del grueso fajos de billetes de alta denominación le dio la respuesta-. Madre e hija miraron mi billetera y luego se miraron entre ellas, hasta que la mayor de las mujeres anotó algo en un papel y me dijo: “Mañana vaya a comprar el pan en esta panadería, es el mejor de la zona y recién horneado” y luego de darme el papel en que vi anotados los números de teléfonos, pagué y cuando el marido acercaba las bolsas a la puerta, les di la tarjeta personal en que sólo tenía impreso el nombre y el número de celular. Los dejé esperando, me fui hasta el auto para acercarlo a la puerta del local y las miradas interesadas de las mujeres se intensificaron al ver el Audi.
Al llegar a casa, ya estaba el auto de Karina estacionado frente a la cochera, estacioné frente a la puerta principal y salieron las dos a recibirme, ambas tenían puestas remeras ajustadas y los shorcitos de jeans les quedaban como pintados en la piel. Después de que las dos me saludaron con besos que parecieron querer comerse mi boca, les pedí que me ayudaran a bajar las mercaderías del auto, los hicieron riendo por todo lo que había comprado y viendo el movimiento de sus nalgas, me puse a pensar que esa sería una noche muy larga...
FIN DE SEMANA ESPECIAL. (22).
Karina parecía una criatura, se le iluminaron los ojos cuando dije que era mi pareja y agregué si quería ir a ver la casa, tardó lo que un suspiro en llamarla a los gritos a Mercedes para que nos acompañara. De nada valieron los pedidos de espera de ésta porque trataba de hacer algo para cenar. Abrazándolas a las dos nos fuimos caminando para ver la casa recién adquirida.
La casa vacía parecía más grande, pero ni a Karina ni a mí nos conformó, arriba había cinco habitaciones de distintas medidas, pero abajo había otras dos que limitaban el espacio del living y de la cocina propiamente dicha, dos baños comunes arriba y abajo y dos baños internos en los cuartos más grandes, allí no habría que hacer modificaciones, el tema estaba en la planta baja y convenimos en llamar a un arquitecto para hacer algunas remodelaciones mediante arcadas y espacios más grandes, luego pintura a nuevo y el trabajo de un buen jardinero la dejaría hecha un chiche.
“¿Para que la vas a usar, cielo?”, -preguntó mi novia-, le contesté que no sabía, aunque, si quedaba bien, me daría pena venderla o alquilarla, estuvo de acuerdo conmigo y agregó, “paso a paso, vida, primero se arregla y luego se verá”, no podía rebatirle nada. Mercedes opinó que le encantaría decorarla, pero que desgraciadamente, no podría multiplicarse y aprovechó para decirnos que ya tenía el Título homologado y que los padres se llevarían una hermosa sorpresa. No faltaron besos, abrazos y algo más, tal que tuve que decirles que había que cenar y allí no había comodidades.
Se estaba haciendo tarde y cenamos un par de bifes a la plancha con algo de ensalada, después, bueno después ni siquiera levantamos la mesa, la flamante Ingeniera Agrónoma se paró detrás de mí y me besó el cuello mientras descendía sus manos por mi pecho, eso fue como el puntapié inicial y la siguió Karina sacándose rápido la ropa, creo que, de casualidad, pudimos llegar a la cama de la habitación principal. No hubo demasiados estiramientos en la duración del acto en sí, cumplí con las dos, pero me contuve bastante pensando en el trajín que podría acontecer a partir de mañana, menos mal que ellas se conocían bien y continuaron un rato más, nadie quedó insatisfecho.
La primera en llegar temprano en la mañana fue Estela, le abrí el portón desde adentro de la casa y la recibí en la puerta vestido solamente con un short de lycra, ella miraba asombrada la casa, vestía unos jeans elastizados y de remera con zapatillas deportivas, me encantó verla a “mi maestra” vestida como una adolescente y con el cabello suelto. “No podés recibirme así vestido, ¿querés que me dé un infarto?, decime que estás solo”, -me dijo con los ojos brillantes-. Le contesté que no, que mi novia estaba en la habitación con Mercedes que era una amiga en común. Se sorprendió con la respuesta y preguntó:
Estela disimuló bien la sorpresa por la repentina aparición de ambas beldades y me abrazó por el cuello para, de puntas de pies, comerme la boca tal como a mí me gustaba. No esperaba esta reacción de mi maestra de cuarto grado y menos esperé los gemidos que daba cuando, al devolverle los besos, se prestó al beso que le dio Mercedes en el cuello y a las caricias que les brindaba a ambas tetas pasando las manos por debajo de sus brazos.
Mucho “Macho Alfa”, pero dieron media vuelta y se fueron las tres dejándome parado en el medio del living esgrimiendo mi mejor cara de boludo. Me fui para la cocina a preparar el desayuno, en realidad, me preparé unos mates sólo para mí y los acompañé con unas tostadas dulces. Atiné a llamarla por teléfono a Julia y me atendió Marta diciendo que estaban a punto de salir, eso me venía al pelo y le pedí que compraran leche para los chicos, además de pan y facturas para desayunar en casa, también algo para la merienda, la condición fue que me aceptaran el reintegro de lo gastado, “nos queda de paso, contá con eso”, -me contestó-.
Calculaba que las que faltaban llegarían en aproximadamente una hora y escuchando las risotadas de las tres mujeres en la habitación me tenté para ir a averiguar lo que estaban haciendo, pero, me quedé a mitad de camino, no correspondía inmiscuirme, volví para tomar un par de mates más y decidí que tenía que ir a preparar la parrilla y acomodar mesa y sillas debajo de unos árboles cercanos a la parrilla en sí, allí comeríamos y el lugar no sólo se prestaba para eso, sino que era muy acogedor y rodeado de verde por dónde se mirara.
Muy atinadamente, el carnicero me había dicho que llevara un par de paquetes de leña fina para comenzar el fuego, compré sólo dos, pero mi fuerte no era hacer fuego al “estilo campo” y compré también unas pastillas que parecían velas de adorno, éstas se colocaban debajo de la leña y las briquetas y/o el carbón, cuando se encendían mantenían la llama haciendo que se expandiera prendiendo lo más sólido sin necesidad de tragar humo o andar soplando para avivarla, jajaja, que me disculpen los paisanos o los que saben los secretos de hacer un buen fuego, pero, la comodidad hay que disfrutarla.
La mesa no necesitaba manteles y cuando dejé todo preparado, parrilla inclusive, entré nuevamente a la casa y me encontré a las tres vestidas con mallas enterizas, ni siquiera me puse a pensar a cuál le quedaba mejor, sólo noté que las tetas, los culos y los físicos no podían disimularse por más trapos que se pusieran encima, aunque debía reconocer que la elegancia era distinta.
Les comenté que en unos quince minutos llegarían las demás y que traerían algo para desayunar. “Tu casa es hermosa, no me la imaginaba tan bonita, tenés que mostrármela”, -expresó Estela-… La contestación fue la lógica, “de eso que se ocupe Karina, dicen que eso es función de la anfitriona”, -las tetas de mi novia pareció crecer de tamaño ante mi respuesta y otra vez volví a quedarme solo mirándolas cuando se iban riendo hacia el interior de la propiedad-.
Al rato llegaron Julia, Marta, Ángel y una nena de su misma edad que se llamaba Azul. Ángel, el hijo de Julia me saludó con su desparpajo habitual, “hora Dire”, -dijo-, pero se mostró cauteloso con Estela, “buen día señora vicedirectora”, sin embargo, Estela que no tenía pelo de tonta, se agachó frente a él, le dio un beso en la mejilla y le dijo: “Ahora no estamos en el colegio, me podés llamar señora Estela o sólo Estela”. El nene le agradeció, a mí siempre me sorprendía porque se mostraba mayor que su edad cronológica y éste mismo nos presentó a su amiga y vecina Azul, de su misma edad, rubia, gordita, simpática y muy despierta, la cual se mostró con ganas de salir a correr por el parque.
Marta había apoyado sus manos en mis hombros y me había dado un beso en la mejilla, luego saludó a Karina diciéndole “hola jefa” y se presentó con todas las demás, a la par que le daba a mi novia los paquetes con las compras. La que estaba un tanto dura era Julia, que recibió los saludos de todas, pero sin abrazos debido a que ya sabían de sus golpes. Yo entendía que su tensión era por varios motivos, indudablemente porque sus costillas rotas y fuertemente vendadas no daban para manifestaciones de alegrías, además se le notaba la admiración por la casa y, por otro lado, estaba yo y dudaba en cómo tratarme debido a mi presunto “trabajo secreto”.
Ambas hermanas vestían de remeras y calzas a media pierna que dejaban notar que sus físicos no tenían nada que envidiarles a las demás. “Primero les muestro sus habitaciones y luego vamos a desayunar, las estábamos esperando con hambre”, -les dijo Karina y pronto fueron a ocuparse de ello-. Al rato se acercó Julia sola y me habló con un respeto notorio:
Mientras le decía eso me había acercado a Julia y tomando su nuca con una de mis manos acerqué mis labios con intenciones de besarla con suavidad, tanto como para ir tanteando el terreno. ¡Al Diablo con la suavidad!, no me lo esperaba y Julia se prendió a mi boca con ganas de comerme la boca y, a su vez, deseando que mis labios se hicieran dueños de la suya. Las lenguas se buscaron con frenesí y el gemido de satisfacción me sonó glorioso. Nos separamos y me contuve de abrazarla recordando lo de su lesión, a ella le pasó igual, pero me dijo:
Salí de la casa dejándola a Julia con todas las ganas y las intrigas. Pronto estuvieron todos comiendo las facturas, tomando café o café con leche en las inmediaciones de la parrilla y, aunque a mí no me decían nada las conversaciones entre ellas y los cuchicheos eran moneda corriente y me alegró ver que no surgían diferencias. Cuando, más o menos, se dieron por satisfechas, limpiaron la mesa, los chicos se pusieron a jugar en el parque vigilados por Marta, Karina, Mercedes y Julia siguieron charlando al costado de la pileta y Estela se acercó a preguntarme si necesitaba algo de ayuda.
El fuego estaba adelantado y le pedí que me trajera la carne, achuras y un pollo para salarlo y ponerlo en la parrilla, la noté mimosa y luego de darme un beso en la mejilla me dijo cerca del oído: “Después de lo que hablamos con las chicas, yo necesito carne en barra, jajaja, estoy subida en una nube, mi alumno me hace muy feliz y ahora es él, el que me enseña” … No me dejó contestarle, su fue a buscar las cosas moviendo ese culo que me había desvelado siendo un adolescente. Sin aflojar en la charla se fueron todas las demás a preparar la ensalada y Marta no aguantó, me avisó que mirara a los chicos y se fue juntó con todas.
Lo admito, a pesar del calor del fuego, me corrió un escalofrío por la espalda, vaya uno a saber lo que estaban ideando esas cinco fieras, por lo pronto no había notado garras y colmillos, eso me ponía de mejor humor, después, bueno… habría que “poner el pecho a las balas”. El sol se hacía sentir y luego de terminar de preparar las distintas ensaladas se fueron todos a la pileta y hacía allí me arrimé, me encantó que disfrutaran del agua con risas por sus juegos y con chillidos porque estaba bastante fría, “yo también voy a ser parte y estoy odiando estas costillas rotas, jajaja”, -me dijo Julia, ya totalmente suelta-.
Había cargado la parrilla y un poco después del mediodía comencé a servir, vino del bueno y gaseosas tampoco faltaron, incluso Marta hizo un comentario respecto a la bodega surtida que tenía en casa, ésta estaba debajo de la cochera y ninguna se pudo resistir a ir a conocerla cuando se habló de traer las bebidas. En la sobremesa y cuando estábamos en los cafés, Julia les dijo a los chicos que se fueran a jugar entre los árboles y que no se metieran solos a la pileta, así lo hicieron y al estar solos, todas dirigieron sus miradas a mí.
Todas la aplaudieron, saludaron, gritaron dando vivas y besaron amén de chocar los vasos, provocando las casi lágrimas de la Ingeniera. Yo continué con lo que pensaba decir, estaba embalado y no me quería salir del libreto.
Yo sabía que era un logro personal al que ella siempre aspiró, capacidad le sobraba y en la Educación Pública nunca lo iba a lograr. En definitiva, pasó lo que esperaba, Estela rompió en llanto, no sabía cómo agradecer y, al ver que las chicas no la podían calmar, hice una chiquilinada que dio lugar a que todas la siguieran riendo y soltándose por completo. La levanté en brazos y acercándola al borde de la pileta, la dejé caer en el agua, en segundos, todas, salvo Julia, se tiraron al agua divertidas por la situación. Marta llamó a los chicos que también se metieron al agua y yo le hice una seña a Karina, luego la tomé del brazo a Julia, el “cuarto secreto” me esperaba y si hacía las cosas sin apuros y con suavidad, el culito de Julia iba a disfrutar de unas buenas estocadas.
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.