MENTIRA PARA JULIA - MARTA. (19).
Me acosté como a las cuatro de la mañana, daba para seguir un rato largo, pero a las siete me despertaron con el sonido del timbre de la puerta, me levanté como “tanteando” eran cinco personas y reconocí por el visor a las tres mujeres que hacían normalmente la limpieza de la casa y a los dos jardineros que se ocupaban del parque, las plantas y la pileta que, como el tiempo comenzaba a mejorar a pasos agigantados, había que pintarla como hacía todos los años pues, en un par de días había que llenarla, y nutrir el agua con los conservantes, trabajo que también hacían ellos.
Recordé en el momento que me habían avisado de la empresa que los mandarían y el horario siempre era antes de que yo me fuera al colegio. Había olvidado ese aviso, no obstante, los saludé, les dije que hicieran sus labores, salvo en mi dormitorio porque yo seguiría durmiendo, éste no estaba insonorizado, pero, la puerta doble de madera dura y las paredes gruesas de la construcción me aislaría bastante de sonidos molestos. No escuché ni cantos de pájaros, me desperté y fui a darme una ducha cuando eran pasadas las doce del mediodía, comí algo ligero y avisé que me iba.
Todos ellos cobraban por la empresa y yo pagaba mensualmente, es decir, me lo descontaban directamente de mi tarjeta de crédito legal. Tampoco me hacía problemas por dejarlos solos, tenía mi celular para mirar lo que hacían y cuando se fueran trabaría las puertas electrónicamente, algo que ellos sabían porque desde que habité esa casa venían regularmente. Por otro lado, en la casa no había nada de valor como para tentar a nadie y el sobresueldo que se llevaban mensualmente los inhibía de hacer cualquier trastada.
Cuando llegué a la casa de Julia, ya estaba Marta allí y recibía al transporte escolar que traía a su sobrino, dejé que el vehículo de la escuela se fuera y estacioné junto al cordón cuando ya había cerrado la puerta. La casa en que vivían era un hermoso chalecito cercano al centro de una de las localidades periféricas de la capital, algo típico, con un cerco al frente que imaginé antaño con puertita de madera, pero que ahora tenía todo un cerco de rejas que partían de la pared de material original y un portón también de rejas para la entrada de algún vehículo, que hacía tiempo que no tenía uso, el frente sería de unos doce metros y paredes altas de dos comercios aledaños cerraban bastante a la propiedad.
Luego de esto había unos cinco metros hasta la puerta de la casa propiamente dicha, espacio que tenía un pedazo de parque con el pasto bien cortado y varios canteros en que se notaban flores diversas. La mano de una de ellas o de ambas se notaba en ese lugar. Toqué el timbre en un portero individual y no me contestaron, directamente se abrió la puerta principal y apareció Marta, la cual le gritó a la hermana que era yo. Me saludó con un beso apoyando sus tetas un poco por debajo de mi pecho y expresó: “¡Qué grata sorpresa, pasá, pasá, Julia está en el comedor!”.
Ingresé detrás de ella mirando lo poco que asomaba de sus nalgas y que el shorcito de jeans recortado no llegaba a tapar. Julia estaba sentada en el sofá cubierta con una bata y se ordenaba el cabello con una cierta coquetería. Ya no tenía el vendaje en toda su cabeza, pero se notaba el lugar del golpe, la hinchazón del rostro había disminuido, aunque el color azul-verdoso ocupaba lo que antes había sido una piel clara y lozana. Atinó a tratar de pararse como por inercia y el gesto de dolor se notó, razón por la cual me hizo una sonrisa forzada como diciendo, “no puedo”. Le dije que no importaba y me senté a su lado acorde a su invitación. El hijo venía de la cocina y me saludó con un “hola dire” … “Hola campeón”, -contesté- y, según dijo, se fue a su pieza a hacer los deberes.
La seña por la presencia de Marta no le pasó desapercibida y buscó el modo de hacer que ésta se fuera a atender otro tipo de cosas. Por otro lado, los roles en esa casa estaban bien definidos y Marta parecía tener claro que cuando había que hablar cosas del trabajo de la hermana ella sobraba en la ecuación… “Les preparo un café y voy a ayudarlo a mi sobrinito con sus deberes para que puedan hablar tranquilos, ese trabajo de Julia me pone los pelos de punta”, -dijo y se fue con una sonrisa-. Esperamos por el café hablando pavadas y cuando se fue a las habitaciones, Julia no aguantó…
“Qué pasó, ¿se puede saber?, -preguntó Marta entrando al comedor-… “Nada, le pedí ayuda a José María para tratar de ubicar a mis agresores y me dijo que él lo puede hacer por medio de la Informática, veremos que puede averiguar”, -contestó Julia sin dudar-. Marta hizo una señal con la cabeza dando a entender que era al pedo averiguar nada y expresó: “Dejalo pasar, no vale la pena, hay que dar gracias a que estás viva”. Hicimos un par de bromas al respecto, tomamos otro café y me sentí bien con todo el “paquete” que le había “vendido” a Julia, estaba seguro que ella sería una incondicional que no haría preguntas, ya vería como la ayudaba con su carrera después de la “limpieza” que pensaba hacer en su División.
A pesar del shorcito de Marta, me di cuenta que las ganas de “embocarla” habían pasado a segundo plano, pues había dejado de pensar en ella para urdir la mentira que Julia se había “comido”. Como fuere, mis “ratones” se incentivaron nuevamente cuando, después de saludarla a Julia, Marta me acompañó a la puerta de calle y se largó destilando ganas de más… “José María, tengo ganas de estar con vos, ¿cómo podemos hacer?, tengo la tarde libre” … La localidad en que ellas vivían, tenía, como casi todas, una plaza central y en una esquina de la misma, calle mediante, existía una confitería que solía ser la más concurrida o más conocida del lugar. Así se lo hice saber, diciéndole que la esperaba allí en una hora. Me preguntó si sería en tal confitería y se lo afirmé, ya la buscaría por el nombre, Marta me saludó apurada y se metió en la casa, seguramente para ducharse, cambiarse y salir a mi encuentro.
El lugar elegido no quedaba a más de cinco minutos de la casa de ella, puede que un poco más viniendo a pie y me dio tiempo a dar un par de vueltas mirando lo que parecía ser un calco de otras ciudades conocidas, incluso con la gente que circulaba por la plaza y las inmediaciones. Había estacionado en uno de los costados de la plaza y miraba las edificaciones de la Iglesia y de lo que era la Municipalidad y, aunque no habían pasado ni cincuenta minutos, la vi aparecer a Marta por una de las esquinas. Era un poco más baja que Julia y su cabello era más claro, pero en físico no tenía nada que envidiarle, con botitas de taco medio, no altas, apenas por encima de los tobillos, con minifalda, campera a la cintura y el cabello suelto, estaba para parar el tránsito. Me apuré para no llamarla gritando y la alcancé justo cuando iba a entrar a la confitería.
Le dije que estaba más bella que de costumbre y le pregunté si quería tomar algo o nos íbamos a otro lugar. Primero se sintió halagada por el piropo y enseguida que me dijo de irnos a otro lado, “no me lo vas a creer, estoy tan nerviosa que no podría tragar ni un café”, me reí por esa observación y ella entró en la misma variante, diciendo además que se sentía como una adolescente a punto de “dar el gran salto”. Le pregunté si quería ir a mi casa y me contestó segura: “Queda como a treinta minutos o más, mejor vamos a un albergue que está saliendo hacia la ruta, la visita a tu casa me la debés”.
Con sus indicaciones llegamos rápido, miró el lugar como asombrada cuando ingresamos sorteando un patio descubierto y luego de estacionar en una cochera privada, me contó: “Esto está muy cambiado, aquí tuve mi primera vez con un novio que tenía, no fue una buena experiencia”. Me miró como esperando una respuesta y no tardé en dársela…
Se quedó pensando y cuando entramos en la habitación avanzó unos pasos para que yo, entrando detrás, pudiera cerrar la puerta, miró el entorno, bastante común por cierto y girando el cuerpo se abrazó a mí para besarme con un tanto de desesperación. Lo de la inexperiencia era bastante cierto y cuando se soltó me pidió que le hiciera lo que quisiera, no le contesté, preferí seguir con los besos y acercarla con pasos cortos a la cama. Chocó con la cama y se dejó caer, las piernas abiertas me dejaron ver la piel de los muslos que excedían el puño de sus medias y un triangulito blanco que tapaba su intimidad.
Podía haberme metido de cabeza en su entrepierna, pero comencé a desnudarme y ella, luego de dudar un poco hizo lo mismo con sus ropas. Se dejó puesta la ropa interior, un sostén que no contenía ni necesitaba sostener nada y una diminuta tanga, yo me quedé con el bóxer puesto, no se animó a mirarme el bulto y volvió a estirarse sobre la cama dejando sus pies tocando el piso. Mientras me acercaba a su entrepierna pensé en que no tendría piedad y trataría de hacerla delirar con mi lengua. Estaba empapada, pero tiesa, gemía, aunque no se movía e insistí como para romper el hielo.
No costó tanto, mi lengua lamiendo sus labios íntimos, penetrando lo más que podía su agujerito anegado y alguna que otra chupada aspirando su clítoris diminuto, provocó una especie de erupción, el grito de Marta fue como una liberación, sus jugos se intensificaron y me apretó la cabeza con sus muslos. Provocar esos orgasmos me encantaba y me aferré a sus nalgas con ambas manos mientras ella temblaba alternando contracciones, los gemidos habían menguado, pero al correr un poco la cara me di cuenta que era porque sus muslos me tapaban las orejas, fuera de allí, el concierto seguía.
Poco a poco comenzaron a menguar los temblores, pero como yo no había cejado en mi labor, con la absorción de su clítoris y mis pulgares jugando en su asterisco desde los costados, todo volvió a repetirse, incluso los apretones a mis orejas, aunque ahora me parecía escuchar que decía algunas palabras entremezcladas con los gemidos, me bastó con torcer la cabeza para escucharla… “Metela, cogeme, dame pija, me estás volviendo loca, José María, por favor, esto nunca me pasó” … No valía hacerle esperar y como quería tener su culito a mi alcance, la moví como una pluma y la puse en cuatro, sacándole la tanga y desabrochando el sostén que ella se sacó.
No quedó totalmente en cuatro porque hundió la cabeza en las sábanas, tardé segundos en sacarme el bóxer y vi que, lo principal, quedaba a mi disposición. Los dos agujeritos chiquitos, apetecibles y que parecían palpitar esperaban por mi ariete. Tuve que armarme de muy buena voluntad para no perforarla de una, estaban más que tentadores, pero primó la cordura y comencé de a poco para que me sintiera en su totalidad. Noté enseguida su estrechez, por otro lado, ella ni siquiera me la había tanteado, pero su “¡Ahhh, mierda, mierda!”, me dio a entender que la sentía en su plenitud.
Yo estaba en mi salsa y, a pesar de que se movió y se quejó, en ningún momento amagó con salirse, además, a pesar de haber entrado en su totalidad y aunque nuestras pieles estaban unidas, Marta comenzó con movimientos de retroceso como si quisiera “comer” más. Más no podía ingresar y sentía sus paredes apretando firmes a mi tronco, pero, como lubricación sobraba, mis movimientos de entradas y salidas no se hicieron esperar, sus orgasmos chiquitos y repetitivos, tampoco. Sobre la mesita de luz había tres sobrecitos, dos con preservativos y el restante era de lubricante, no me costó nada tomar éste, romperlo con los dientes y volcarlo en el asterisco de su culito. Froté la lámpara con esto, al volver a introducir de forma alternada mis pulgares Marta pareció enloquecer y me pidió casi a los gritos que le rompiera el culo y que no escatimara pija, así lo dijo y me sorprendió un poco con esto, pero, ni borracho le llevaría la contra…
El agujero abierto en “O” que quedó en su conchita no me interesó, enseguida dirigí el glande a su oquedad más chiquita y empujé de forma moderada. Algo costó, pero casi literalmente, me tragó, el esfínter ofrecía poca resistencia y, aun gritando contra las sábanas, se bancó bastante cómoda la penetración y aquí no me cuidé tanto, ese lugar, aun cuando ejercía una cierta resistencia por el grosor de mi verga, estaba más usado y no me contuve. Mi pelvis rebotaba contra sus nalgas duras al penetrar a fondo y Marta, a pesar de sus gritos en los que mezclaba dolor y placer tuvo un par de orgasmos seguidos, en el último que fue más violento y acompañado de contracciones, temblores y pedidos de más y más, me dejé llevar y la inundé. Al sentir mi líquido se había dejado caer sobre la cama y me apretó fuerte para arrastrarme con ella, luego me quedé allí adentro esperando a que terminara con sus movimientos que parecían estirarse haciéndome una paja interna con un apretar y soltar delicioso. Finalmente salí de allí, prácticamente me expulsó ya vencido y quedé a un costado mirando el techo. Se recuperó de a poco y sacándose el cabello de la cara me dijo:
En el momento del baño quiso intentar con la boca, apenas fueron intentos que a mí no me satisfacían y la hice desistir, además, estaba más que satisfecho y ella estaba entre nubes. Ya tenía a las hermanas como parte de mi entorno y cuando manejaba de vuelta a casa se me dio por imaginar el trío que podíamos hacer con Julia, pero, fue algo que dejé de lado enseguida, tenía otras cosas en que centrar mis pensamientos.
PRUEBAS Y MÁS PRUEBAS - AMENAZAS RESUELTAS. (20).
Había pasado por una pizzería y compré un par de pizzas grandes, no me compliqué demasiado, mozzarella, bastante jamón y unas tiritas de morrones con algo de orégano, desistí de las aceitunas y también de la cerveza que me ofrecieron, aunque no se estilara mucho, si tenía que tomar algo de alcohol, seguiría inclinándome por el fino vino tinto que tenía en casa. Estuve trabajando un rato largo antes de irme a dormir y armé varias carpetas con datos que servirían de pruebas para proceder en contra de los corruptos.
Me había atrasado un poco el tema del paneo de las posibles cuentas de los Bancos extranjeros, eso por el tema de las diferencias horarias, pero ya tenía cuatro cuentas en Entidades bancarias de los denominados “paraísos fiscales”, dos a nombre de cada uno de los Jefes investigados cuyos saldos no pasaban del millón de dólares y otras dos, una a nombre de la esposa del Jefe de Drogas Peligrosas y una a nombre del padre del Jefe de Homicidios y en éstas sí, los saldos pasaban los tres y cuatro millones, además, los involucrados tenían cuenta corrientes en Bancos Nacionales con saldos que excedían los tres años de sueldos netos. Las propiedades eran enormes y ubicadas en sitios selectos, las cuales no habrían podido ser pagadas con sus ingresos normales, algo que, por otro lado, se daba en muchísimos casos en Políticos, Gremialistas, Jefes de Organismos estatales, Jueces o Fiscales, pero todos parecían tener la vista torcida para esto que saltaba tan a las claras.
Estos tipos que ostentaban cargos o un Jefe policial no podía tener una casa valuada en millones de dólares cuando sus ingresos anuales no llegaban ni al 5% del valor del cambio Pesos-Dólares de plaza, ni hablar de los vehículos, dos como algo normal y de alta gama, tampoco las cuotas del colegio privado de sus hijos o los sueldos del personal doméstico y/o el modo de vida nada austero de los integrantes de la familia, todo lo cual parecía ignorarse.
Con los subalternos de ellos no pasaba igual respecto a tener cuentas en el exterior, pero… las casas en que vivían, bien a sus nombres o de sus esposas, los autos, los gastos mensuales y los saldos de sus cuentas corrientes estaban muy por encima de sus ingresos anuales. Siempre pensé que, “ponerle el cascabel al gato” no era tal difícil como se pensaba, bastaba con poner “las pelotas arriba de la mesa” y/o con que varios de los valientes no tuvieran el culo sucio, pero… la mierda, en mayor o menor medida, parecía taparlos o, por lo menos, alcanzarlos a todos y nada tenía que ver esto con banderías políticas, llegado el caso, robaba tanto el oficialista, el opositor y quien se declaraba independiente.
Pensaba que, si mi plan daba resultado, al eliminar a tan altos Jefes policiales las represalias afectarían al bajo mundo de la delincuencia y, al tenor de las pruebas debidamente plantadas y difundidas por medio de la Prensa de Investigación independiente, motivaría que el común de la gente ejerciera una presión sobre Jueces y Fiscales para proceder con los Funcionarios de segundo nivel que quedaban involucrados. Además, tenía un cierto as en la manga, pues ya estaba preparado el hackeo de las cuentas extranjeras para endosar sus saldos a las cuentas nacionales, el dinero estaría blanqueado y ninguno de ellos podría justificarlo, razón de más para poder incautarlo sin tantas tramitaciones con el extranjero.
Me quedaban algunos imponderables relacionados con los Jueces y Fiscales intervinientes en las Causas, pero… si se hacían los tontos o pretendían mirar para otro lado, yo tomaría cartas en el asunto para que pensaran bien sus procederes, después de todo, si se torcían y no procedían acorde a la Ley, descubrir sus chanchullos, amantes, negociados o el extremo de volar un par de autos o de propiedades eran manchas que no afectarían la piel de leopardo.
Me cuidaba muy bien al trabajar manipulando papeles o armando carpetas, de hecho, trabajaba con guantes y cada hoja impresa era pasada por la luz azul que denunciaba cualquier marca ajena al papel. Esto porque, aunque cada archivo armado como una carpeta quedaba guardado en la computadora y no cualquiera podría tener acceso, pero, tal como me había enseñado Raúl cuando todavía no estaba tan en auge la Informática, los archivos me quedaban registrados en papel. En ese momento, no sólo tenía los que él me había dejado, los cuales también me ocupé de informatizar, sino que también tenía los que yo mismo había confeccionado.
Me había encerrado en el cuarto secreto para trabajar con todo lo mío sin darme cuenta de la hora o de cuanto había estado allí adentro, me faltaba poco para tener toda la documentación lista y el cuerpo me pidió un poco de descanso. Lo noté al levantarme del cómodo sillón que usaba ante las computadoras. Recién allí miré el reloj y éste acusaba las once y cincuenta y dos AM, prendí los monitores de las cámaras externas y el sol era el rey del mediodía. No me quedó más que sonreír pues, obsesionado con el trabajo, las horas se me pasaron volando.
“Desayuné” dos porciones y media de pizza que habían sobrado y me fui a dar un regio baño. El agua caliente, lo más caliente que mi cuerpo podía soportar porque así me gustaba en invierno o en verano y medité sobre lo que estaba emprendiendo. En un tiempo no tan lejano, cuando estaba solo y no me había percatado de esa deficiencia que la soledad te ponía sobre el tapete, esto ni siquiera me lo hubiera planteado, únicamente me interesan los “trabajos” que me podían dar algo de dinero y, ya a esa altura, cuanto más fáciles mejor, eso dentro de lo que en mi ramo se podía considerar “fácil”.
El colegio, la empresa, el contacto con la gente de trabajo, la cercanía con las problemáticas de los demás, darme cuenta de que mi propia soledad me afectaba, el surgimiento de sentimientos que pensé no tener, rodearme de afectos y de un entorno afín, me hizo dar cuenta de la podredumbre que nos rodeaba a todos. Expresaba para mí que, a todos, aunque tenía claro que lo mío solamente afectaba a los corruptos y en un círculo muy reducido, pero… mis acciones no le hacían mella al conjunto, tal como se daba con los corruptos y delincuentes cuyo proceder perjudicaba a una gran cantidad de personas, es más, que los usaban o se cagaban en ellos.
Ni por asomo era algún tipo de justificación, estaba claro que algún día tendría que “pagar mis cuentas”, pero, hasta tanto llegara ese día, no iba a permitir, en la medida de mis posibilidades, que eran muchas, que nadie afectara de ninguna manera al entorno que me rodeaba ni a los afectos que me eran cercanos. Como dice el dicho, “Cada loco con su tema” y a mí, desde hacía mucho tiempo, me importaba tres carajos lo que pensaran de mí los que no me interesaban. Sin más, me “desenganché” de todo, terminé de bañarme y envuelto con la toalla me puse a mirar desde la enorme ventana de mi habitación, el día estaba hermoso, daba gusto observar el parque y las ramas pobladas de verde de la vegetación más grande que rodeaba la casa, pensé en ir a buscarla a Karina, pero… al desviar la mirada, la cama pudo más y allí me zambullí, ya vería lo que pasaba cuando hubiese descansado.
Cosa rara en mí, me desperté dando un salto en la cama y con una erección enorme, no era de soñar y, mucho menos cuando el sueño era erótico. Recordaba, como en una nebulosa, que en el sueño aparecía Karina junto a Marta, ellas estaban desnudas y decidiendo cuál de las dos se penetraría con mi falo erguido, yo me encontraba acostado de cara al techo, mis manos estaban cruzadas por detrás de mi cuello y esperaba sonriendo. El detonante y lo que me despertó fue la voz en off de Julia que decía, “déjenme a mí, todavía no la probé y ya no me duele nada” …
Mi fuerte no era lo psicológico ni la interpretación de sueños, pero era evidente que algo iba a tener que tener en una cama con esas tres o no, la idea no me desagradaba para nada, ya se vería, lo cierto es que, al mirar hacia afuera, vi que ya estaba oscureciendo y decidí cambiarme para ir a cenar en un restaurant y como ir a comer solo ya no estaba tan arraigado en mí, opté por ir a buscar a Karina, le daría la sorpresa y luego me quedaría en su departamento. Estaba por salir y vibró mi teléfono, fueron sólo dos veces y se cortó la comunicación, miré el número para saber quién era y, si bien es cierto que el número aparecía, no era uno agendado en el celular y opté por ignorarlo, además, como estaba con el teléfono en la mano, la llamé a mi novia. Podía haber ido sin avisar, nada me lo impedía, pero… tampoco es que quería ser descortés, avisarle que iría y que quería llevarla a cenar era lo más lógico, por otro lado, le daba un poco de tiempo para cambiarse y maquillarse un poco.
Me extrañó la contestación de una grabación por máquina: “El número solicitado no corresponde a un abonado en servicio”. No podía ser yo no discaba los números sólo apretaba el nombre agendado y el celular se encargaba de lo demás, tal como se hace en millones de teléfonos en el Mundo. No obstante, volví a insistir y la respuesta fue la misma, entonces me preocupé, no había razón para eso, por lo menos, ninguna razón que yo conociera. El viaje desde mi casa en el conurbano hasta el edificio dónde vivía Karina en plena capital duraba algo así como treinta minutos, por la hora, el tránsito reducido y con mi apuro debo haber tardado unos doce minutos. Me prendí al timbre del portero eléctrico y tampoco contestaba, no entraba ni salía nadie en esos momentos como para entrar e hice algo propio de delincuentes que suele tomar por sorpresa a algunos de los moradores. Toqué insistentemente todos los timbres esperando que alguno abriera.
Después de varios “hola, hola” y de algunos insultos porque yo no contestaba, un desaprensivo de los que nunca falta, apretó el botón para que pudiera ingresar por la puerta principal, ya adentro del hall me dirigí a los ascensores y tomé uno que estaba en planta baja, era de los pisos pares y no me importó que Karina viviera en un piso impar, bajé un piso casi volando por las escaleras y toqué el timbre repetidas veces. Ni siquiera me puse a pensar en que podía haber salido, que el celular me siguiera contestando la misma cantinela me ponía los pelos de punta. Escuchar la llave y la corrida del cerrojo me produjo un alivio inmediato, la cara llorosa de la “colo” cuando se arrojó en mis brazos y el “viniste, viniste” activó al José María que nadie conocía. La mantuve abrazada mientras miraba al interior del departamento y al ver que estaba vacío ingresé con ella manteniéndola entre mis brazos. No bien la senté en el sofá, le pregunté qué pasaba con el teléfono.
Karina ya lloraba abiertamente y estaba al borde de una explosión nerviosa, lo único que podía hacer en ese momento era abrazarla fuerte y es lo que hice pidiéndole que se calmara, luego la miré con firmeza y levantando su rostro le pedí que comprendiera que yo estaba de su lado, que la quería y que me contara que había pasado, además le aseguré que no estaba enojado ni me enojaría por lo que me pudiera contar. Enseguida me hice una idea de lo que podía pasar, ¡me cago en la mismísima hostia!, los problemas parecían perseguirme. Se aferró a mi brazo como si quisiera que no la apartara y entre, balbuceos comenzó a contarme. El tipo que alguna vez fuera cliente, el mismo que le había gestionado la visa para EE.UU. que ella usó conmigo, había vuelto a aparecer y la reclamaba como si fuera de su propiedad. “¿Estuvo aquí?”, -le pregunté, aunque ya con los cables un poco pelados-…
No le contesté, estaba furioso, pero no con ella, aunque mostrar una determinada cara de enojado o de desilusionado no me venía mal. Le pedí de un modo imperativo, que me diera los datos del tipo en cuestión y el nombre de la empresa de la cual era dueño. Conocí enseguida al tipo del que me hablaba, era un empresario allegado a ciertos Políticos y que solía ganar licitaciones de obras públicas sin mayores problemas. El “futuro finado”, de unos cincuenta años, físico delgado y espaldas angostas, medía unos escasos ciento setenta centímetros, en realidad era una altura promedio, lo que sucedía es que yo ya lo medía desde mis ciento noventa centímetros y me parecía insignificante. No sólo había aparecido en los medios visuales acompañando la campaña de algunos Políticos, sino que también se codeaba con la gente de la farándula haciéndose pasar por pareja de ocasiones de algunas “figuritas” de ese ambiente. En definitiva, era un triste “paganini” y los acercamientos eran, indudablemente, por su bolsillo un tanto alocado.
Haciéndome una idea del lugar en que lo encontraría o dónde lo buscaría para hacerle pagar las vicisitudes por las que había pasado Karina, me di cuenta que estaba bastante caliente, pero ahora tenía que ver con mi entrepierna, el gemido placentero de la “colo” me hizo dar cuenta, le había levantado el top y una de mis manos acariciaba su teta dura dejando que el pezón endurecido quedara entre mis dedos. “Te venía a buscar para ir a cenar, ahora quiero el postre primero”, -fue lo que se me ocurrió decirle-. Con ella no tenía necesidad de aclaraciones, además, estaba acelerada por demostrar que era solamente mía.
Me desnudé rápido y el top de la pelirroja pronto quedó tirado en un rincón, “tengo muchas ganas mi cielo, mamalo para dejarlo ensalivado y date vuelta”. Lo tragó un par de veces, tuvo una pequeña arcada y la saliva espesa quedó colgando del tronco y el glande, no era necesario insistir, al darse vuelta sobre los almohadones, se arrodilló y escupiéndose la mano untó todo su culito con saliva. Relajó su cuerpo esperando por lo que venía y no fue suficiente, se aguantaba el sexo duro, pero su culito era bastante principiante en estas lides y ahogó su grito mordiendo el respaldo del sofá cuando mi pelvis chocó con sus glúteos.
Para mí fue coser y cantar, las entradas y salidas se intensificaron y le di una cogida monumental, “cogeme y rompeme como quieras amor, pero no te mentí, no te mentí”, -me repetía con vos llorosa-. No era necesario que me lo dijera, sabía que no me había mentido y lo preocupada que estaba por mi reacción, pero mi bronca y la adrenalina me llevaba al ritmo que estaba imprimiendo, no obstante, escucharla hizo que disminuyera la violencia de mis penetraciones y que cambiara de lugar, de todos modos, aunque pareció agradecerlo, la entrada violenta ameritó otro grito casi destemplado que nuevamente el respaldo ahogó.
Por su orificio “natural” fue otra cosa, se acostumbró rápido y sus músculos vaginales comenzaron a trabajar apretando al tronco, ella misma comenzó a disfrutar la cogida y cuando se acercaba al orgasmo, volví a cambiar de lugar, ya no fue igual, por aquí también denotaba el placer y la dejé llegar a un orgasmo anal que no tuvo mucho de ostentoso. No paró de temblar contrayendo el cuerpo y su vagina empapada me recibió nuevamente. Se acercaba rápido a un orgasmo más grande y acariciando sus nalgas prietas y su espalda tersa me dejé ir cuando ella tuvo su orgasmo, ahora sí, un tanto escandaloso, potenciado con mis líquidos.
Esperé a salir solo de su interior y la giré para abrazarla y besarla, a la par que le decía que se olvidara de ese tipo, “alguien se irá a ocupar de que no joda más a nadie”, -le dije al oído y sólo atinó a decirme “gracias amor”-. Después del baño en que se mostró mimosa al extremo, pedimos comida al catering y le dije que no tenía ganas de volver para casa, pero como me tenía que volver temprano para el trabajo, me iría un poco antes de que ella se levantara para ir al trabajo. No hubo plan ni nada que se le pareciera, apenas amaneciera lo buscaría en la casa, pues mientras Karina preparaba la mesa para servir la cena no bien llegara, me puse a hurgar en su ordenador y allí aparecía la casa del acosador, las Redes Sociales estaban llenas de fotos de la propiedad ubicada en uno de los barrios residenciales de la periferia de la capital, no me costó nada he identifiqué enseguida la dirección, tampoco pensaba en llevar armas, con el celular anulando cualquier cámara y con mis manos me bastaba.
Estaba enojado y caliente, pero no era tonto, todo dependería de la cantidad de custodios o la gente que hubiera en la casa, ya se vería, pero, aunque él no lo sabía, le quedaba poco. Luego de cenar Karina me dijo de irnos enseguida a la cama y muy poco tiempo se perdió en levantar la mesa. No conocía su dormitorio y me agradó, estaba bien decorado, pero hasta ahí llegué con la observación, mi novia estaba excitada por demás y cuando estuvimos desnudos sobre la cama, no me dejó hacer nada, tuve que hacer esfuerzos para que no me secara y apenas si pude despegar la espalda de las sábanas, luego dormimos como si fuera la última vez.
Al despertar me cambié para salir y, un tanto adormilada, me dio las llaves para abrir la puerta del palier por si estaba cerrada, luego siguió en la de ella, le quedaban unas dos horas más de sueño. Cuarenta minutos después estaba frente a la casa de quien me ocupaba, ni siquiera había amanecido y lo único que saqué de la guantera del auto fue la ganzúa y el rociador para dormir que me había dado resultado en otras ocasiones. El coche quedó en una de las esquinas y caminé unos cincuenta metros, saltar las rejas no me supuso problemas y entrecrucé los dedos para cruzar corriendo el claro del parque hasta la edificación.
No había perros ni custodios en la casa, estimé que lo vendrían a buscar antes de salir de la casa porque sólo había un auto semi deportivo en la cochera descubierta. Mis cuentas me decían que me quedaba una hora o quizás un poco más de tiempo. Una puerta corrediza al costado de la casa no me supuso ningún problema y pronto estuve en el living. Me acordé de Raúl cuando recorría las seis habitaciones que tenía la casa, siempre lo hacía cuando “trabajaba”, en este caso tenía que ver cuando se reía de mi diciendo que yo me esmeraba para ser “una sombra”.
Finalmente, en la habitación principal me lo encontré al “macho-menos” durmiendo desnudo y destapado en una cama enorme, apoyada sobre la almohada había un ordenador portátil y un celular cargaba su batería sobre la mesa de luz. Se me cruzó por la cabeza despertarlo y hacerle saber que venía de parte de Karina y que lo que le iba a suceder era por las amenazas que había vertido hacía mi novia. De inmediato descarté todo eso era una idiotez inspirada por el ego y podía complicar todo lo que hasta ese momento era bastante fácil.
Los guantes de uso medicinal que siempre llevaba conmigo habían cumplido con creces su función, además, me había cuidado muy bien de dejar cualquier tipo de huellas en mi recorrido por la casa y decidí actuar con rapidez. Nunca llegó a saber lo que pasaba, entreabrió los ojos en el último instante y fue lo único que hizo, una toalla chica que estaba sobre una silla sirvió a los fines, le pasé una mano por el cuello sosteniéndola y sujetando la cabeza, la otra punta de la toalla se afirmó con la otra mano sobre la barbilla y parte de la boca, lo incorporé un poco y le hice girar la cabeza.
El ruido seco de hueso que se rompe siempre me había impresionado, pero hasta ahí, sabía bien lo que estaba haciendo. La cabeza quedó ladeada hacia un costado en una posición rara y lo volví a acomodar tal como estaba durmiendo antes, dejé la toalla dónde la había encontrado, notando que el sol todavía no había salido y prendí la portátil, había archivos con listado de pagos a Políticos y varios pedidos sobre algunas licitaciones. Mandé todo a mis equipos porque en ese momento no podía ponerme a revisar nada, luego borré todo rastro de estos traspasos, lo mismo hice con el celular, borré las comunicaciones que hubiera tenido con Karina y quedó todo como si no se hubiera tocado, yo sabía bien como se hacía todo eso.
Si había algo comprometedor yo me encargaría de sacarlo a la luz, por ende, desviaría todas las sospechas a cualquiera de ellos que hubiera negociado con el “finado”, ya que, lo que sí quedaba claro era que se había hecho un “trabajo” por medio de un “profesional” y esos se contrataban para tal fin. Salí tal como había entrado y el amanecer se dejaba ver a lo lejos, controlé mi celular cuando subí al auto y me sentí bien porque nada funcionaba en las inmediaciones, arranqué despacio y me fui para mi casa pensando en que mi novia nunca más se sentiría amenazada.
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.