VUELO 69... SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARIS
CAPÍTULO 10 – la importancia de una documentación
-Fran-
- María, ¿dónde andas? - le pregunté a mi hija que respondía con la voz agitada al otro lado del teléfono.
- Estoy en mi habitación.
- ¿Con quién has estado? - pregunté algo alterado.
- Con nadie, papá, me acabo de levantar.
- María, no me mientas.
Hubo un silencio, en el que esperaba su confesión, pero ella parecía esquivar el tema. Por un momento no quise pensar si lo que me había comentado el camarero del hotel, era cierto.
- No sé por qué dices eso, papá. - comentaba ella al teléfono.
- Me acaban de decir que has subido en el ascensor con Fabian y que habéis desayunado juntos. - pregunté.
- ¿Fabian? Ah, sí, el empresario francés... bueno, sí. Salí a correr esta mañana y nos encontramos, me invitó a desayunar y luego se subió a su planta. Eso es todo - dijo – es muy majo.
- Pero hija, ten cuidado.
- Papá, soy mayorcita y se cuidarme... no todos los hombres son unos lobos. Hay hombres buenos, como tú. Fabian ha sido muy amable.
A mí no me gustaba mucho el Fabian ese y no sé cómo se lo montaba el tío, pero todas las mujeres andaban detrás de él, lo que menos me apetecía es que mi hija María tontease con él, me sentía responsable como padre que no cometiese ninguna locura en este viaje y además tampoco quería que le diera ningún disgusto a su madre que siempre la quiere “atar en corto”. Sin embargo, por un momento pasó por mi mente mi aventura con Sonia de espaldas a mi mujer o las insinuaciones continuas que me hizo Raquel durante la fiesta, ya que estuvo buena parte de la noche recordándome lo elegante y apuesto que estaba con mi traje. De no haber sido un hombre casado, de fijo que habría tenido una noche tórrida con esa mujer.
- Ya lo sé, cielo, pero ese Fabian, es un tío clave en las negociaciones y no debemos inmiscuirnos, porque podemos deteriorar las relaciones. - le intenté explicar a mi hija.
- Ay, no empieces tú como mamá... sólo nos hemos encontrado en el parque- decía ella protestando.
- Bueno, bájate a la cafetería que tu madre bajará también ahora y tenemos muchas cosas que hacer. Hay que visitar varios museos y monumentos. ¿Recuerdas?
- Sí, papá... ya voy. - respondió ella.
Me sentí un poco aliviado al saber que solo habían corrido y desayunado juntos. Pedí un par de cafés cargados y en ese momento apareció mi mujer en la cafetería. La vi espléndida nuevamente, a pesar de haber pasado mala noche, pero estaba preciosa, con un vestido floreado que tampoco le conocía, luciendo un escote mucho mayor de lo habitual y buena parte de sus piernas y en el fondo me estaba gustando esa nueva Marta, que sin duda me estaba complaciendo en su forma de vestir y de comportarse, yo en cambio, había perdido la cabeza y el control por otras faldas, teniendo a esa mujer tan impresionante como esposa.
- Hola, cielo. - la saludé cuando se sentó frente a mí - ¿has dormido bien?
- Sí, muy bien. - dijo sin mucha más conversación y dándole vueltas a la cucharilla de forma mecánica, suponía que fruto de tanto alcohol y tanta fiesta, a la que evidentemente no está muy acostumbrada.
- Parece que este viaje te está trastornando...
Marta levantó la cara y me miró sorprendida.
- ¿Por qué? - me preguntó.
- Mujer, no por nada... entre el mareo en el avión y anoche por haberte pasado con el champagne... no has empezado con buen pie, pero es normal que ahora estés algo aturdida y mareada. Por suerte, Sonia ha cuidado de ti esta noche, porque yo no podía...
- No te preocupes, Sonia cuidó muy bien de mí. - dijo desviando la vista ida y siguió dándole vueltas al café.
De pronto, uno de los guardaespaldas de Raquel, concretamente el hombre de color se acercó a nuestra mesa y noté que Marta estaba inquieta, al verle acercarse, seguramente porque no se creía estar con ánimos, sin embargo, me pareció más hermosa que nunca. El tipo, corroboró mis pensamientos, cuando le echó una buena ojeada al vestido floreado de mi esposa y ella parecía sentirse algo cortada por esa mirada de ese tipo, aunque yo en el fondo, me sentía orgulloso de ser su hombre y la mirara otro apuesto y mucho más joven que yo. Marta siempre ha sido muy cortada para lucir sus atributos y se veía cortada ante ese hombre, seguramente arrepentida de mostrar “más de la cuenta”.
- Disculpe, caballero. - me dijo ese hombre cuando llegó a nuestra mesa.
- ¿Qué ocurre? - pregunté.
- Verá, ha ocurrido un contratiempo y la señora Martínez, necesita hacer algún cambio en la agenda prevista.
- ¿Raquel?, ¿Pero ahora? - dije mirando a Marta, aunque ella no levantaba la vista y seguía algo cortada con la presencia de ese chico fuerte a nuestro lado.
- Sí, por favor, acompáñeme a la piscina, doña Raquel está allí ahora con una videollamada muy importante.
Miré a Marta encogiéndome de hombros.
- Ve, cariño, puede ser importante. La niña y yo vamos saliendo y te vamos avisando donde estamos. - dijo ella, todavía con sus carrillos sonrosados y sin dirigir la mirada a ese chico, que sin duda la estaba devorando con sus ojos claros.
- Vale, espero no tardar mucho. - dije levantándome y dándole un piquito a mi esposa, pero ella no sostuvo mucho tiempo sus labios en los míos, se sentía cohibida con la presencia de ese hombre y nunca ha sido muy dada a mostrar esa efusividad.
Puse mi boca junto a su oreja para comentarle en un susurro.
- Luego compraré los condones, que esta noche tenemos que darnos un homenaje.
La cara de Marta se puso aún más roja, pobrecita, como si ese hombre pudiera haberme escuchado y yo me despedí de ella lanzándole un beso y acompañando a ese gigante que caminaba a mi lado y me sacaba una cabeza.
Al llegar a la piscina del hotel, el guardaespaldas me hizo una indicación estirando el brazo y encontré sobre una hamaca a Raquel, con una pequeña mesita al lado haciendo una videollamada a través del portátil, se apercibió de mi presencia y levantando la mano me hizo un gesto para que me acercara.
- Fran, ven, ven... - me dijo como si tuviera prisa.
Me acerqué aprovechando el momento para admirar la belleza de esa mujer. Estaba envuelta en un pareo medio transparente bajo el que se adivinaba un bikini amarillo, ya que en la parte superior sí que se veía un busto portentoso sujetado con el sostén de ese mismo color. Llevaba gafas de sol y el pelo recogido. Raquel estaba imponente en esa pose de piernas cruzadas, lo cual hacía que el pareo de color verde estampado se abriera y vislumbrara unas piernas largas y firmes. La verdad, era una mujer que podía quitar el hipo a cualquiera. Por un momento miré a su gorila que la vigilaba de cerca y me envió una sonrisa, como si adivinara mis pensamientos. Por un momento me compadecí de esos tipos, teniendo que ir de viaje todo el día, mientras el resto de la gente se divertía... debía resultar frustrante estar rodeado de mujeres hermosas y no poder tener nada con ellas. Le devolví la sonrisa.
- Siéntate un momento, Fran – me dijo ella mientras desconectaba el portátil, colgando la llamada y a la vez me hacía un gesto con la mano invitándome a sentarme a su lado, en la misma hamaca.
- Raquel, usted dirá...
- Fran, por Dios, no me digas eso. No hay que guardar los formalismos, anoche ya me tuteabas ¿recuerdas? - me dijo mordiéndose ligeramente el labio y mirándome de forma pícara.
Por un momento se me olvidó lo que había ocurrido en la fiesta de la recepción, ya que atendiendo a los invitados, volaban las copas y en mi empeño por representar a la compañía, quedar bien y no rechazar una invitación, recuerdo haber bailado con varias mujeres de la fiesta, algo que nunca hago y es que perdí la cuenta... entre ellas, también Raquel, eso sí que lo recuerdo mucho más, sobre todo por cómo se me pegaba, algo que en principio quería achacar al exceso de alcohol por su parte, pero sí que me resultó muy excitante estar adherido a las curvas de esa belleza, que ahora resultaba aún más impactante con ese bikini y ese pareo. Recordé también la conversación que tuvieron ella y Sonia días atrás, hablando de mí y aquellas palabras me dejaron impactado, como su propio cuerpo pegado al mío durante esos bailes y eso que ella andaba loca con su gran objetivo y no era otro que Fabian Tusseau y a todas luces, todas parecían ir tras él, todo un Don Juan, como se suele decir, que incluso debió tirarle los tejos hasta María, menos mal que ese tipo no es de su edad, ya que podría ser de la mía.
- Bueno, pues tú dirás, Raquel... - le dije a la secretaria de estado - iba a salir con mi mujer y mi hija a dar una vuelta por la ciudad
Ella me miraba fijamente y yo tampoco podía apartar la mirada de esas piernas que o bien tomaba mucho el sol o se daba sesiones de rayos uva, por ese moreno intenso que lucía... Cuando levanté la vista me pilló de lleno en la inspección y tras sonreírme, me explicó su problema.
- Verás, Fran, tenemos un problema. No encuentro una carpeta con una documentación importante para la reunión que tenemos en dos horas y he estado hablando con mi secretaria en Madrid y dice que allí no está y que seguro la tengo que tener yo – por su tono y su expresión parecían de preocupación.
- ¿Y qué puedo hacer yo? - le respondí sin saber muy bien cual era mi papel en ese asunto.
- Tengo que pedirte un favor Fran, esa documentación no puede estar en otro sitio que no sea el avión, estuve trabajando allí y quizá pueda estar en algún compartimento... necesito ir a comprobarlo- me dijo medio implorando.
- ¿En el avión?
- Sí, necesito que des la orden para que me dejen acceder al hangar. Ya he avisado a Omar para que pida un coche y vayamos al aeropuerto- continuó mientras cerraba el portátil y se ponía las sandalias de tacón, lo que hacía levantar ostensiblemente ese precioso culo.
- No te preocupes, Raquel, voy a llamar a Marcos, por si él lo ha visto y en todo caso que nos diga algo, porque él fue el último en revisar el avión - le respondí inmediatamente cogiendo el teléfono.
Llamé con impaciencia a mi segundo de abordo, pero no hubo contestación mientras miraba a Raquel que no dejaba de examinarme esperando mi respuesta hasta que por fin terminó saltando el buzón de voz.
- Joder ¿A qué zorra se estará follando? - mascullé en voz baja.
- ¿Perdón? - dijo ella.
- No, nada, que no lo coge – le dije con una mueca en mis labios.
- Pues tengo que ir a comprobarlo. Es un dossier de alto secreto. ¿Lo entiendes verdad, Fran?
- Bueno, no sé...
- Fran, estoy casi convencida de que está allí. Tengo que ir. Es un caso de vida o muerte.
- ¿Tan importante es ese dossier?
- Mucho. - afirmó convencida.
Miré a su guardaespaldas que permanecía allí, plantado y luego pensé que debía hacer algo. Entonces le dije:
- Si tan importante es, no te preocupes que yo te acompaño, todo sea por el bien del país - continué con una sonrisa y a la vez pensando en que no iba a poder acompañar a Marta y María en nuestro tour por Paris.
- Perfecto entonces, voy a cambiarme, la embajada nos pone un coche oficial y nos espera en la entrada principal. Nos vemos allí - asintió levantándose de la hamaca y dirigiéndose a la salida de la piscina.
Mientras su gorila, un tal Omar, ibas tras ella, yo admiré una vez más el meneo de esas caderas, mientras su otro guardaespaldas permanecía a mi lado. Supongo que notaba la forma en que miraba a su jefa, pero debía comprenderlo a tenor de su sonrisa.
- Creo que voy a avisar a mi esposa, estará esperándome.
- Yo le acompaño, por si necesita ayuda en lo que sea. - dijo y agradecí el gesto de ese hombre que estuvo muy atento.
Ambos regresamos a la cafetería del hotel y Marta nos miró a ambos cuando nos acercamos, volviendo a notar su rubor cuando ese chico se quedaba prendado de su escote. Mi mujer, acompañada por María y por Sonia, escuchaban mis explicaciones, mientras Nabil a nuestro lado hacía afirmaciones, cada vez que yo hacía comprender la importancia de acompañar a la secretaria de Estado. No se lo tomó a mal y además me animó a cumplir con mi trabajo y terminó la frase con un “te quiero” con solo mover sus labios. Ella siempre mimándome y pensando sólo en mí, mientras que mis ojos iban detrás de todas las tías. ¿Qué me estaba pasando?
- Te lo compensaré esta noche. - le dije al oído, haciendo que sus colores volvieran a aflorar en sus mejillas.
Al llegar a la entrada del hotel vi que el coche oficial ya nos estaba esperando con su chofer de pie frente a la puerta y de pronto apareció Raquel, absolutamente espectacular con una falda vaquera corta abotonada de arriba abajo en su parte delantera y una camiseta blanca que marcaba sus redondos pechos y las mismas sandalias de tacón, me quedé estupefacto ante la presencia de esa mujer, vestida informal, pero sin bajar un ápice su tremenda belleza... al contrario, parecía hasta más cercana y mucho más joven... con unas piernas que serían la envidia de cualquier chavala. Esa imagen no dejaba de revolucionarme internamente, lo noté en mis manos que sudaban de nerviosismo.
Omar, tras ella, se adelantó un momento para abrir la puerta trasera del vehículo para permitir la entrada de su jefa en primer lugar, lo que me regaló una panorámica increíble de su redondo trasero y luego me acomodé a su lado. Me temblaba todo de estar junto a esa impresionante e importante mujer.
- Gracias por acompañarme, Fran. Te debo una. - me dijo mientras me dedicaba una bonita sonrisa y luego se retocaba el pelo con mucha sensualidad.
Raquel, sin duda, sabía de la belleza que irradiaba a su alrededor, era además alguien con los pies bien puestos en el suelo, muy inteligente, a la que lógicamente el Gobierno había encomendado una gran misión... supongo que la erótica del poder también llamaba a mi puerta, pero, sobre todo, era ella, toda ella la que me tenía absolutamente loco desde que crucé mi mirada con la suya. Allí, junto a esa preciosidad, me estaba excitando por momentos y su poder de atracción era incontrolable. Yo en el fondo, no sabía dónde mirar, intentaba disimular oteando hacia el infinito, procurando que la tensión que había bajo mi pantalón se notara lo menos posible y miraba a través de la ventanilla del coche alabando lo bonito que era Paris, en una conversación de lo más banal, pero cada vez que volvía mi cabeza hacía ella, mi vista no podía evitar desviarse al perfil de esa mujer, que me miraba y asentía sobre lo que le decía. Mirar esos labios rojos, me llevaba a pensar cómo la chuparía... ahora que ya tenía experiencia al lanzarse Marta a ese mundo, era inevitable pensar en la comparación... ¿lo haría igual? ¿Mejor?
- Mira, Fran, la torre Eiffel. - dijo ella de pronto emocionada, viendo ese monumento que se distinguía lejano por mi ventanilla.
Al decirlo, se abalanzó más de la cuenta sobre mí, apoyando su mano en mi rodilla y su teta en mi hombro. MI polla dio un espasmo inmediato.
- Es preciosa. - dijo y luego su mano subió ligeramente a mi muslo... no sé muy bien si de forma accidental, pero aquello me calentaba al máximo.
El caso es que el continuo roce de su pecho sobre mi brazo terminó de convulsionarme por dentro. Me subieron los colores al apreciar que mi polla quería reaccionar, quería pensar en otra cosa.
- Siempre he quedado admirada de este símbolo de Paris – me dijo con voz suave acercándose de tal forma a mí que sentí su aliento muy cerca de mi cara a la vez que admirábamos el monumento.
- Sí, es majestuoso. - dije.
- ¿No te parece como algo fálico? - comentó con esa boca tan cerca de la mía, que casi podía besarla, mientras esa teta seguía aplastándose en mi costado.
- ¿Fálico?
- Sí, perdona, pero siempre estoy obsesionada con eso.
- ¿Perdón?
- Uy qué tonta soy... - dijo – lo siento. No me hagas caso. A veces, no sé ni lo que digo.
- No, tranquila...
Raquel parecía algo colorada por esa confesión impetuosa y se volvió a poner sobre su asiento disimulando mientras miraba por su ventanilla.
Mi cabeza no dejaba de dar vueltas y más vueltas, a su presencia, a su olor, a su calor a sus palabras..., notaba su mirada disimulada, como si se sintiera observada por mí... y eso ya terminaba de deshacerme. Me entretuve en ver la forma de su pecho, con esos pezones ligeramente abultados bajo su camiseta, su vientre liso, los portentosos muslos morenos sin un ápice de grasa, lo cual me daba a entender que intentaba mantenerse en forma, su pelo, su perfil tan delicado... y cuando quise darme cuenta llegamos por fin al aeropuerto después de identificarnos y comentar la causa por la que accedíamos al hangar en donde se encontraba el avión. Nos entregaron unas tarjetas de identificación de visitantes y procedimos a entrar en ese hangar a buscar la dichosa documentación.
Omar, el otro guardaespaldas de Raquel, se quedó esperando fuera en el vehículo y no vi por allí al otro, que debería estar en el hotel para cualquier otro imprevisto, mientras ella y yo accedíamos por la escalerilla del avión y los focos del hangar que estaban encendidos se colaban por las ventanillas del mismo y al menos permitían vislumbrar por dentro, lo suficiente. Después de abrir la puerta de la zona del pasaje, Raquel iba detrás de mí, pero tan cerca que cuando tropecé con la primera fila de asientos, sus tetas impactaron en mi espalda... su turgencia era una auténtica maravilla y me hubiese gustado estar así eternamente.
- ¡Ay, perdona Fran! - dijo ella restregándose un poco y luego separándose.
- Tranquila, no pasa nada – dije pues ese “golpe de pecho”, fue contundente, pero había sido, además, una auténtica delicia.
- Menos mal que tienes una espalda fuerte y no te has caído. - dijo pasando la yema de sus dedos por mis hombros.
Mientras yo tragaba saliva, seguimos avanzando hasta llegar al asiento que ocupó ella durante el viaje y efectivamente, en el bolsillo del asiento delantero sobresalía la famosa carpeta roja con esa documentación tan “sensible”
- ¡Ahí está! - exclamó con alegría Raquel al ver el dossier.
Yo creo que, si le hubiera tocado la lotería, no hubiera recibido tanta alegría como encontrar esos documentos. Debían ser realmente importantes.
- Muchas gracias, Fran- me dijo dándose la vuelta con la documentación abrazada contra su pecho, como si fuera el bien más preciado.
- Sabes que te dije, que en lo que pudiera ayudarte... a tu disposición estaba –con una sonrisa le respondí.
- ¿De verdad? - el tono de voz de Raquel se volvió tenue a la vez que se acercaba a mí.
- En serio, lo que necesites. Para eso estoy aquí - repetí.
- Gracias Fran. - dijo - dejando los documentos en el asiento.
Esta vez se abrazó a mí con esas tetas pegadas a mi pecho y mis manos se fueron instintivamente a su cintura, pero sobre todo para no caer de espaldas, algo que inevitablemente sucedió ya que la efusividad de ella en su abrazo y mi postura, me hicieron perder el equilibrio por lo que mi cuerpo se fue venciendo hasta quedar tumbado boca arriba en el pasillo del avión al mismo tiempo que esa mujer caía entera sobre mí.
- ¡Oh, Fran... lo siento otra vez! - dijo con su boca a milímetros de mis labios, al tiempo que sus ojos brillaban frente a los míos.
- No pasa nada. - dije aun sujetándola por la cintura.
El tiempo pareció detenerse en ese momento y así me habría quedado eternamente, con el cuerpo escultural de Raquel sobre el mío... sus redondas tetas oprimidas contra mi pecho, su boca tan cerca de la mía y sus piernas abiertas mantenían nuestros sexos en contacto. Sin duda, ella tenía que notar la dureza que había en contacto con su entrepierna.
- Soy una torpe. - dijo con esa boca que me parecía cada vez más cerca, tanto que sus palabras eran calor en cada letra.
Y sí, sus labios se tocaron con los míos, en lo que parecía casi inevitable, pero no tanto cuando mi boca se abrió y la lengua de Raquel se introdujo para empezar a enredarse con la mía. Mis manos masajearon ese trasero redondo que rápidamente quedó al descubierto al subirse su falda hasta prácticamente su cadera, mientras nuestro beso era cada vez más intenso, sentido y deseado... no sé por cuanto tiempo, pero me parecía un sueño hasta que ella separó sus labios y abrimos los ojos nos quedamos mirando fijamente.
- Fran, qué ganas tenía de esto. - me dijo con su voz melosa.
A continuación, incorporó su cuerpo sobre el mío que seguía tumbado en el estrecho pasillo del avión y con un hábil movimiento se despojó de la camiseta, mostrándome sus tetas en vivo, ya que no llevaba nada más debajo.
- ¡Uf, Raquel! - dije alzando mi mano hacia esas perfectas protuberancias y amasándolas con ambas manos.
- ¡mmm, qué cachonda estoy! ¡necesito tu polla, comandante! - dijo haciendo varios movimientos de su pelvis apretando el bulto que tenía bajo su sexo.
En un visto y no visto, aun sentada en la parte alta de mis muslos y con gran habilidad, soltó mi cinturón, bajó mi bragueta y sacó a la luz mi polla que estaba rebosante y dura.
- ¡Ummm, Fran... qué maravilla! - dijo y empezó a pajearme lentamente mientras mis manos jugaban con sus tetas y sus duros pezones.
- ¡Me tienes loco, Raquel! - dije acariciándola y admirándola esta vez mostrando mis sentimientos y mi máxima excitación que se reflejaba en el miembro enhiesto que sostenía entre sus dedos.
- ¡Y tú con esto me vas a volver loca a mí! - dijo apretando su mano alrededor de ese cilindro duro y venoso del que salían las primeras gotitas.
El cuerpo de esa bella mujer se fue deslizando por mis muslos hasta que su cara quedó frente a mi polla mirando al techo del avión. Me dedicó una bonita sonrisa y succionó el glande, haciéndome temblar al sentir esos labios gordos rodeándolo.
- ¡Ah, joder! - exclamé exhalando todo ese calor que me invadía.
La boca de Raquel empezó a tragar mi miembro con una habilidad increíble, produciendo miles de sensaciones en cada milímetro de mi vástago, mostrándome lo que era una mujer habilidosa en una felación, tragando hasta que se metía en lo más profundo de su garganta y aquellos sonidos guturales eran música para mis oídos, además de una lengua que se apoyaba por debajo aumentando mi desesperada tensión, hasta el punto de que si seguía así me correría irremediablemente en pocos segundos y así se lo indiqué tan solo sujetando su cabeza con firmeza.
Raquel, lo entendió a la primera y dejó de mamarme la polla, para ponerse de pie entre mis piernas y desabrocharse y bajarse la falda vaquera en un armonioso meneo de caderas, arrastrando con ellos sus braguitas y mostrándome su increíble desnudez.
- ¡Eres maravillosa, Raquel! - le dije admirando cada curva de esa diosa.
Ella halagada y excitada a tenor de ese coño rasurado que brillaba, se acercó hasta que sus piernas quedaron a cada lado de mi cabeza y en esa pose se fue agachando lentamente hasta que su sexo impactó en mi boca. Sujeta a los asientos empezó a frotar su pelvis en mis labios que no paraban de degustar tan apreciado y deseado manjar... mientras ella prácticamente sentada en mi cara, gemía como si estuviera poseída.
- ¡Uf, sí, Fran... qué lengua tienes! - exclamaba retorciéndose de gusto.
Mi boca se afanaba en sacarle el máximo placer y cuando podía abrir los ojos, encontrarme con esa mujer danzando sobre mí, con sus bamboleantes pechos y ese sexo invadiendo mi boca, era la máxima fantasía hecha realidad. Nunca había hecho nada parecido con ninguna otra mujer... mucho menos con Marta, ajena, pobrecita a mi desvergonzada infidelidad con la secretaria de Estado.
De pronto, Raquel se detuvo, sintiendo que mi lengua bordeaba su clítoris y mis manos amasaban ese culo redondo, captando las sensaciones de sus temblores en esa fina piel de sus nalgas. Y fue entonces cuando se corrió entre gemidos y temblores.
- ¡Ah, joder, sí, Fran, Fran, Fran...! - gemía convulsionando y llenando mi boca de sus jugos que salían a borbotones de ese coño mientras yo seguía lamiendo sin parar.
Además de guapa e inteligente, esa mujer sabía deliciosa. Sus manos sujetaban mi cabeza, captando los últimos estertores de su orgasmo, queriendo sentirlos al máximo y me sentí orgulloso de haberle proporcionado ese placer... ambos sabíamos que eso no iba a quedarse así, pues íbamos a follar, a culminar lo que ambos estábamos deseando con todas nuestras fuerzas y así me lo hizo saber, leyéndome la mente.
- ¡Fran, fóllame!
El cuerpo de ella fue bajando de mi cara, recorriendo el mío hasta que su sexo entró en contacto con mi polla. Pude notar ese calor de su coño rozando mi glande cuando de repente una voz nos asustó.
- Disculpe, señora secretaria, tiene una llamada urgente – dijo su gorila detrás nuestro, que debía estar viendo toda esa tórrida escena.
- ¡Ahora, no, Omar, joder! - gritó ella agarrando la punta de mi polla entre sus dedos y lubricándola con sus propios fluidos.
- ¡Es el presidente! - dijo el otro secamente.
La cara de Raquel tan cerca de la mía y mi polla a punto de entrar dentro de ella seguían siendo una fantasía y así se quedó, porque ella se levantó como un resorte y desnuda, recogió el teléfono que le estiraba su guardaespaldas.
- ¡Sí señor presidente! - dijo mirándome y poniendo cara de evidencia, pero con un brillo en los ojos que demostraba su máxima excitación.
Verla desnuda caminando por el pasillo de ese avión no apaciguaban mi calor y tuve que sujetar mi polla y mecerla, observando esas tetas moviéndose ese culo redondo, ese coño brillante que tantas ganas tenía de penetrar.
Omar miraba la escena como si fuera la cosa más natural del mundo y no parecía extrañarle nada de lo que estaba ocurriendo, sin embargo, yo me sentía un poco avergonzado de la situación, pero no mi polla que seguía firme con una excitación tremenda y alentada por esa imagen de Raquel hablando desnuda dando vueltas alrededor del pasillo del avión y el guardaespaldas como espectador de dicho momento. Me parecía todo tremendamente surrealista.
Mientras yo me volvía a poner los pantalones, Raquel desconectó el móvil y acercándose a Omar le dijo:
- Prepara el coche, nos vamos inmediatamente.
Su guardaespaldas se dio la vuelta y bajo las escalerillas del avión, y ella se acercó a mí con una sonrisa de felicidad, mirando al mismo tiempo a mi polla que seguía pletórica.
- La empresa francesa, acepta el trato y por tanto va a firmar el convenio entre los dos países- me dijo dándome un pico en los labios.
- ¿Y ese cambio tan repentino? - le pregunté mientras intentaba vestirme aun impactado.
- La estrategia para convencerlos ha funcionado - me respondió guiñándome un ojo.
“Cuestiones de intereses político” pensé para mí y ella también se fue vistiendo para salir del avión, dejando a medias algo que ambos deseábamos y aun veíamos reflejado en nuestras miradas. Procedí al cierre del mismo y nos acomodamos de nuevo en el vehículo que nos llevaría de vuelta al hotel. Volví a sucumbir con esas piernas cruzadas de Raquel en su pequeña faldita mientras hablaba con alguien al teléfono, dándole indicaciones que supuse era miembro de su equipo en España.
Yo seguía con dolor de testículos después del “coitus interruptus” que habíamos tenido en el avión y me resultaba difícil calmarme, Raquel se daba cuenta de la situación pues el bulto de mi pantalón era evidente y sin dejar de hablar al teléfono miraba la montañita que se formaba mientras se mordía el labio.
- Omar, vamos a ir por la Avenida de los Campos Elíseos. - ordenó a su empleado que miró a través del espejo.
- Pero, ahora hay mucho tráfico por el centro de Paris - dijo el otro.
- Perfecto para admirar la belleza de esos lugares, especialmente esa torre única. - añadió apretando ese bulto en mi pantalón.
- De acuerdo, señora- una sonrisa, que pude apreciar a través del espejo retrovisor, se dibujó en el guardaespaldas pues parecía entender cuál era el verdadero interés de su jefa.
Raquel colgó la llamada por fin y presionando un mando situado en la parte central entre los dos asientos, de forma inmediata una mampara totalmente tintada de oscuro en juego con los cristales del vehículo se subió hasta el techo del vehículo, manteniéndonos aislados de Omar.
- Ahora estaremos más tranquilos – me susurró Raquel poniéndome de nuevo la mano en el muslo deslizándola al bulto de mi pantalón esta vez frotándolo y haciéndola revivir al máximo.
- Uf, Raquel...
- Tenemos un asunto de vital importancia.
- ¿Más que un asunto de Estado?
- Mucho más. - añadió sacándose la camiseta y dejándome ver esas preciosas tetas de nuevo.
Todo iba de sorpresa en sorpresa menos el calentón que tenía. Raquel acercó sus labios a los míos mientras de nuevo el cinturón de mi pantalón lo soltaba con una asombrosa rapidez y en un visto y no visto, sin dejar de explorar mi boca con su lengua, había bajado la cremallera de mi bragueta e introduciendo su mano izquierda, sacó mi polla que sujetó firmemente bajando el prepucio e inclinándose de nuevo volvió a palpar mi glande con la punta de su lengua, recorriéndolo con suavidad hasta terminar enlazándola sobre mi tronco, mis caderas subían, quería que sintiera mi polla por completo dentro de su boca.
- ¡Raquel cómo la chupas! - dije acariciando su espalda desnuda.
Desvié la vista hacia su cuerpo y pude ver su falda subida, y la tira de su tanga negro corrido hacia un lado mientras los dedos de la otra mano friccionaban su coño, totalmente empapado, por el ruido que provocaba al masajearse. No cabía ninguna duda de lo cachonda que estaba.
Le retiré la mano de su coño y la sustituí por la mía, primero un dedo y luego dos se introdujeron en esa cueva que deseaba más, tenía que follarla ya o me correría en su boca.
La agarré por su cabeza para acercarla a la mía y nos besamos degustando el propio sabor de mi polla y cogiéndola de las axilas la invité a sentarse sobre mí, la respiración estaba agitada, el olor de nuestros cuerpos sudorosos llenos de lujuria cogió con sus dedos mi polla y después de restregarla sobre la hendidura de su coño, la colocó fija en el punto de entrada, momento en el que nuestras caras estaban pegadas y nuestros ojos a pocos milímetros. De un movimiento hacia abajo de sus caderas hizo que quedara totalmente empalada hasta que mis huevos chocaron contra su pelvis.
- ¡Ufff, Fran qué polla! - exclamó exhalando aire en un gran suspiro posterior
- ¡Sí, joderrr! - gemía yo al sentir cómo ese coño me atrapaba.
Lo que vino después fue un movimiento indescriptible de ambos cuerpos llenos de éxtasis, nuestras manos recorriendo nuestros cuerpos mi boca succionando sus pezones y la suya mordisqueando el lóbulo de mi oreja, mi cuello mis propios pezones, abriendo la camisa.
- ¡Quiero ver cómo me entra! - dijo abriéndose los botones de su falda lo que me permitió ver como entraba y salía mi polla de ese coño estrecho mientras su tanga estaba corrido a un lado.
- ¡Uf, Raquel!
- ¡Me tienes loca, Fran, desde el primer día que te vi!, ¡Cómo me gusta sentirte bien adentro!
Aquellas palabras dichas en un susurro y su precioso cuerpo cabalgando sobre el mío era demasiado, más todavía cuando noté que sus pezones se endurecían y se corría apretando los músculos de su vagina, como si quisiera atraparme con ellos.
Calores intensos y repetidos envolvían mi polla fruto de ese orgasmo y eso fue demasiado para mí.
- ¡Me corro Raquel! - le dije con la voz nerviosa, entrecortada.
Se subió ligeramente sacando mi polla de su coño y agarrándola firmemente entre sus dedos empezó a masturbarla con fuerza, mirándola, como si fuera en esos momentos el bien más preciado, gemíamos descontroladamente hasta que inclinando mi polla hacia su cuerpo hizo que un chorro de leche fluida se disparase contra su bajo vientre y esos intensos goterones se deslizaban por su pubis jugando con los pliegues de sus labios vaginales.
Nos quedamos exhaustos abrazados, sin hablar... las pulsaciones aceleradas, las respiraciones agitadas y los cristales totalmente empañados. Raquel me pasó una caja de pañuelos de papel y con ellos nos limpiamos mutuamente, entre miradas de deseo y risas nerviosas, hasta que procedimos a vestirnos.
Miré a esa compañera de aventuras, sin perder detalle de cómo se recolocaba el tanga en su precioso coño, o como se abotonaba la minifalda y de nuevo se colocaba la camiseta sobre esas perfectas tetas. Y otra mirada de ambos, indicaba sin decir nada, lo que habíamos alcanzado juntos.
No estaba dando crédito a lo que estaba sucediéndome en este viaje, una mezcla de culpabilidad y desenfreno acechaban mi mente, nunca había sido infiel a Marta y me estaba superando, ya no fue un polvo salvaje con Sonia, al sentirme desarmado, ahora lo había repetido, nada menos que con la secretaria de Estado.
Llegamos al hotel y llamé inmediatamente a mi mujer para saber dónde estaban e ir a su encuentro.
- Estoy en Montmartre, con María y Silvia, te esperamos en el Sagrado Corazón - oí al otro lado del teléfono.
Me angustiaba saber cómo sería capaz de mirarle a los ojos a Marta, después de esa tropelía que yo acababa de cometer, mientras ella iba con nuestra hija María de visita turística, ajena a todo.
Continuará...
Fran & Sylke