Pedro y Dora seguían en el descampado, completamente desnudos. La mujer estaba preocupada ante la decisión del vecino de querer volver a penetrarla para correrse dentro. Justo cuando el hombre hizo amagos de volver a subirse sobre el cuerpo de la mujer, sintieron como una bandada de pájaros salía volando de los matorrales, como si algo o alguien los hubiera asustado. Inmediatamente decidieron cubrirse ante la posibilidad de ser descubiertos.
El hombre se acercó hasta el lugar, comprobando que se trataba de un gato que había asustado a la bandada de pájaros. Para cuando volvió al descampado la vecina ya se había marchado. Aquel maldito gato le había fastidiado la tarde. Se había quedado sin poder correrse.
Pese a lo ocurrido, el hombre continuó espiando por si la vecina se atrevía nuevamente acudir a esa zona. Pero, todo fue en vano. Fueron pasando los días y sus esperanzas se desvanecieron, al igual que tampoco regresó la hija de los vecinos.
Sin embargo, aquel encuentro en el descampado había causado un gran impacto en Dora, la vecina. La casi nula actividad sexual de su esposo, pronto la hizo añorar aquellos momentos. Cuando fueron pasando los días, cada vez que veía en el jardín de la casa del vecino a Pedro, sus hormonas se revolucionaban. Ansiaba volver a sentir la verga de aquel semental en su vagina, que la atravesara una y otra vez hasta volver a correrse como una autentica puta. Pero, no se cuidaba. Pensó en volver a tomar anticonceptivos, pero tenía la experiencia lo mal que le habían ido, y que le ginecólogo le había recomendado que dejara de tomarlos. Pese a las consecuencias, era consciente de que aquel hombre la volvería a coger.
Una mañana se levantó bastante acalorada. Había intentado hacer el amor a su marido, pero se quedó a medias. Aquel no estaba en condiciones y al poco tiempo perdió la erección. Se sentía decepcionada. Era media mañana, su esposo se había marchado a trabajar, y comenzó hacer la comida. Desde la ventana de la cocina observó al vecino que se dirigía al huerto. Dedujo que iría a realizar algún trabajo en el mismo, ya que poseía varios frutales en aquella zona. Aún recordaba que quedan ciruelas, y otras frutas empezaba a estar propicias para recoger. Ya casi había terminado la comida del medio día. En ese momento recibió una llamada de su esposo diciéndole que no le esperara para comer, que comería en un restaurante con unos compañeros y luego volvería al trabajo. Tenía toda la mañana y hasta casi la noche para ella sola. Se notaba tan caliente que estuvo tentada de marchar al encuentro del vecino y que le pegara una follada. Una y otra vez lo intentaba y desistía.
Pedro por su parte, se había olvidado de la vecina, pensando que nunca más volvería a tener una ocasión similar. Se había puesto a regar unas hortalizas que tenía sembradas, y limpiar algunos hierbajos. Hacía calor, por lo que se había calzado únicamente un pantalón corto y una camiseta recortada. En un momento dado, sintió pasos, verificando una persona se hallaba bajo el ciruelo. La posibilidad de que fuera Verónica o su madre, lo hizo ponerse en guardia. Dejó lo que estaba haciendo, se lavó las manos y decidió acercarse. Como esperaba encontró a la vecina bajo el ciruelo, la cual con un palo intentaba hacer caer unas ciruelas que colgaban de una de las ramas del ciruelo.
Dora, había estado dudando sobre si acercarse o no. Al final su excitación era tal, que fue al baño, se lavó sus partes, y se colocó una braga nueva, ya que la que tenía estaba mojada por la excitación. Siempre usaba ropas bastante conservadoras, pero esta vez, localizó en el armario una falda de su hija. Tenían casi las mismas medidas, comprobando que le servía, aunque dejaba a la vista gran parte de sus blancos muslos. Busco una blusa blanca, y dejó suelto varios botones, para que pudiera entreverse su hermosa delantera. Se miró en el espejo y se excitó. Si su esposo la hubiera visto con aquella indumentaria la hubiera regañado. Sabía que presentarse así ante el vecino, era una completa provocación. Pero era lo que pretendía. Estaba tan caliente que se olvidó de sus prejuicios de mujer conservadora, casta y estrictamente religiosa. ¡Necesitaba un polvo!
Observó como el hombre se dirigía hacia ella. Su corazón se agitó. Aquel se fue acercando, y observó la cara de sorpresa del mismo ante la vestimenta que llevaba.
Y no era para menos. Pedro, al ver la forma en que iba vestida la vecina, dedujo al instante lo que iba a ocurrir. Su verga emergió bajo el pantalón mostrando un abultamiento difícil de ocultar. Observó los hermosos muslos blancos de la vecina, quien, al intentar alcanzar las ciruelas, se alzaba pudiendo dejar a la vista una parte de las bragas blancas que portaba. Llegó hasta ella, casi sin decirle nada. Una vez a su lado, le dijo: ¿te ayudo?
La mujer se giró, y lo observó. ¿Cómo? … ¿ah estabas ahí? le comentó haciéndose la sorprendida. Tras mirarlo a la cara, no pudo evitar bajar la vista y contemplar el abultamiento que mostraba en la entrepierna el vecino.
Pedro se acercó colocando su cara cerca del cuello de la mujer, diciéndole al oído: Uhm Dora. Me encanta como vas vestida. ¡estás encantadora! ¡pareces una jovencita!
La mujer sin girarse, le contesta: ¿de verdad te gusta? ¿si mi esposo me ve así se divorciaría de mi?
_pero, ¡tu esposo no está ahora aquí! ¿Te he hecho mucho de menos? Le comentó mientras la tomaba por la cintura y la atraía hacia él, haciéndole sentir la dureza de su falo.
El corazón de la mujer comenzó a revolucionarse. Había percibido la dureza del pene del vecino, y dada su extrema calentura, aquello la excito. Notó como mojaba su braga. Girando la cabeza, le contesto: ¿de verdad me echabas de menos? Y echando la mano hacia atrás, hasta atrapar los genitales del hombre sobre el pantalón. Al notar la dureza del nabo del vecino, exclamando: ¡ya veo que si!. ¡Oh cabronazo, ya estas empalmado!
-Es que se alega de verte. Le dijo Pedro, mientras comenzó a subir sus manos al encuentro con los pechos de la mujer, atrapándolos sobre la blusa. Los apretó, manoseándolos, haciéndola gemir. Decidió soltar los botones de la blusa, dejando aquella abierta, para poder palpar los pechos de la mujer, para lo cual metió las manos bajo el sostén hasta terminar subiéndolo y dejando al aire sus hermosos senos.
-Uf preciosa. Ansiaba volver a sentir esos pechos. ¿Oh Dora como me pones?
Pero el vecino no se quedó ahí, sino que su mano fue descendiendo hasta meterse por entre las piernas de la mujer, alcanzando la braga que llevaba. Quedo sorprendido al percatarse de que la prenda estaba mojada. ¡La vecina estaba bien caliente! Oh… que mojadita estas. ¿Andas caliente verdad vecina? Le comentó el oído, mientras la toqueteaba desde atrás, intentando calentarla aún más. ¿Veo que estas bien necesitada? Volvió a comentarle. La mujer gemía y no le contestaba. La realidad es que Dora lo estaba buscando, y había decidido entregarse. Pedro, la hostigaba con su lenguaje soez, con la finalidad de ponerla a punto: ¿Necesitas mi verga verdad? ¡Has visto como me tienes! ¡oh vecina te voy a dar mucha verga!
La mujer se dejó manosear, e incluso apoyó las manos sobre el tronco del árbol, abriéndose de piernas para que le vecino pudiera toquetearla a placer. Sintió los dedos del mismo abriéndose paso por entre sus labios vaginales, para introducirse en su panocha, agitándose y aumentando su excitación.
Og… uhhh gimió Dora, al sentir los dedos del semental penetrando su vagina. Pero se dejó hacer, viendo como le tomó las bragas por los laterales y pronto acabó de bajárselas, extrayéndolas por sus pies. La vecina estaba a la completa disposición de aquel potro. Notaba a la tremenda excitación del vecino, sintiendo como aquel pasaba toda su mano por su vagina, y recreándose igualmente con su trasero.
-¡Uf Dora!. ¡Que clavada te voy a dar! Uf… vecina, “tienes falta de polla”. ¡Lo tienes bien mojado!. Le dijo, sin parar de manosearla y toquetear su trasero, hasta terminar por levantar la falda más arriba de la cintura. Luego, sin poder contenerse, se bajó los pantalones, dejándolos caer al suelo, haciendo lo mismo con su slip. Observó la tremenda erección de su nabo. Agitado lo acercó al trasero de la mujer, diciéndole: ¿Sientes mi polla? ¿Quieres sentirla dentro?
La mujer entonces, presa de auténtica excitación, al saber que estaba cerca de ser nuevamente penetrada por el vecino, se dignó contestar: ¡que esperas para clavarme! ¡ Si cabronaza,…estoy bien caliente! ¡Vamos … no esperes más… atraviésame!
Pedro ante la suplica de la vecina, abrió un poco más las piernas de la mujer, acercando su falo hasta los mismos labios vaginales. Aquel coño le pareció tan mojado y lubricado, que no hizo falta nada más. De dos estocadas, le terminó de ensartar la totalidad de su falo. ¡Nuevamente estaba dentro del coño de la vecina! Su ego aumento de forma considerable. No solo tenía clavada a la vecina, sino que percibía con sorpresa la tremenda calentura de la misma. ¡Aquel coño ardía! Era como si la vagina de la vecina fuera una caldera en ebullición. Eso más lo enardeció. Su verga se pasó rígida como una viga dentro de aquel coño. -Uhm vecina. ¡como tienes ese coño!¡parece una caldera hirviendo!
El hombre decidió aprovechar aquel momento y la excelente receptividad de la vecina. Por ello se empleó a fondo, bombeando sin para a la mujer, clavando una y otra vez su mástil en el coño, con gran potencia y vigorosidad. Esa dureza y vigorosidad fue advertida por Doña, que se sintió sorprendía ante el poderío que estaba demostrando su vecino. Su agitación aumentó cuando sintió como el vecino alcanzó sus desnudos pechos, sobándolos y masajeándolos, sin dejar de perforar en ningún momento su encharcado coño. Dora se vio obligada a sujetarse con fuerza al tronco del árbol, a fin de poder aguantar las tremendas arremetidas que le propinaba aquel semental. Pedro, la estaba culeando de una forma, que ningún hombre lo había hecho. ¡Era lo que necesitaba!
Estaba tan caliente que no tardó mucho en alcanzar el primer orgasmo de la tarde. Sus bramidos, y gritos de placer se hicieron evidentes, mientras el vecino le ensartaba una y otra vez su pene hasta los mismos testículos. Tan intenso fue el orgasmo, que tuvo que ser sostenida por el hombre tras acabar su éxtasis. Había tenido un orgasmos descomunal, viendo que le fallaban las fuerzas.
Pedro entonces, salió del coño de la misma. Miro y vio el tronco en forma de banqueta que había utilizado con la hija de la vecina, y sentándose en el mismo, invitó a la mujer a que lo montara.
Dora, observó que aquel semental continuaba con su verga inhiesta y mirando hacia el cielo. Estaba anonadada contemplando el mástil. No se la había bajado ni un ápice. Excitada, se abrió de piernas, para irse sentando sobre los muslos del hombre, acercando su coño justo a la altura del tremendo cipote. Una vez encima, se fue dejando caer, hasta volver a clavarse íntegramente el falo del vecino. ¡Nuevamente se retorció al sentirse llena por aquel sable!. Ahora estaban frente a frente. ¡Oh cabronazo como la tienes! Joder... Pedro, ¿parece que la tuvieras mas rígida que el otro día?. Uf me llenas…
-Eres tu la que me la pone así. Uhm Dora deseaba volver a tenerte. No sabes cuanto ansiaba volver a clavarte. ¿Jamás pensé que la mujer de mi vecino estuviera tan buena? Vamos… preciosa…sigue así… ¡sé que quieres volver a correrte de nuevo!…
-Oh si… oh joder como me abres… Uhm gemía la vecina, subiendo y bajando, clavándose una y otra vez la verga del hombre. Lo cabalgó, disfrutando del polvo, intensificando su cabalgada como una auténtica amazona. Pedro mantenía su completa erección, viendo como los voluminosos los pechos de la mujer, se bamboleaban ante la subidas y bajadas de su cuerpo. No pudo resistir la tentación, y decidió tomar en sus manos aquellos hermosos senos. Sus manos se apoderaron de los mismos, acariciándolos mientras la mujer lo seguía cabalgando. Esa acción fue el acicate suficiente para que, Dora volviera alcanzar el segundo orgasmo de la tarde.
La mujer al sentir que le llegaba su segundo orgasmo, se retorció sobre los muslos del hombre, apretando fuertemente las paredes de su vagina, como si intentara estrangular entre sus músculos vaginales el pene del varón. Al propio tiempo realizó movimientos como si retorciera su cuerpo, disfrutando del tremendo polvo, hasta terminar, viniéndose de forma ostentosa, vociferando y gritando, mientras llegaba al éxtasis.
Tras acabar, apoyó su cabeza en el pecho del hombre. Se sentía tremendamente satisfecha. Llevaba tiempo sin alcanzar el orgasmo, y el semental del vecino la había hecho venir dos veces. Le miró a la cara y volvió a besarlo en la boca. Se quedó unos momentos sobre los muslos del hombre, recostada sobre el mismo, permaneciendo con todo el falo dentro de su vagina.
Una sé hubo recuperado, se percató de que el vecino seguía con su pene como un mástil dentro de ella. ¡Tenía claro que aquel semental quería descargar! Y, ¡sabía que deseaba hacerlo dentro de ella! En la ocasión anterior, un gato había evitado que lo hiciera. Estaba vez era consciente de que no iba a poder evitarlo. Sabía que se hallaba bastante caliente, y que era temerario permitírselo, pero, ella también ansiaba sentir el semen de aquel hombre. Ese pensamiento la volvió agitar. Instintivamente se incorporó sacándose el falo de su vagina, comprobando la tremenda oquedad de su coño. Luego observó los genitales del hombre y metiendo sus manos alcanzó los testículos de Pedro. Se quedó electrizada. Notó la gran dureza de los mismos, evidenciando que estaban bien cargados. Excitada lee dijo: - ¡Los tienes bien cargados! ¿No seguirás pensando en correrte dentro? Ya te dije que no me cuido.
-Dora. En el fondo quieres sentir mi lechita dentro. La otra vez te escapaste. Hoy no ocurrirá lo mismo. ¡Quiero llenarte con mi semilla! -le contestó el hombre, denotando la mujer que no lo decía en broma. Percibió que aquel estaba decidido hacerlo.
Dora se estremeció. Tenía claro que quería hacerlo dentro. Pero su agitación aumento, cuando le hablo de sembrarle su semilla. ¿Acaso quería embarazarla de verdad? Eso la trastorno. Por ello le pregunto: Pero… ¿es que quieres dejarme embarazada?
-¡Me encantaría hacerte un hijo!. Aun eres una mujer preciosa, y como me has dicho, sigues fiendo fértil. Solo tienes una hija. Tu marido no creo que sea capaz de embarazarte más. Le comentó el hombre con total descaro.
Dora no se creía lo que aquel vecino le estaba diciendo. Quería embarazarla. ¿Lo estas diciendo en serio? Me quieres preñar. … ¿estás loco o qué? . Asustada se levantó intentando marcharse.
Pedro, no estaba por la labor. Tenía una excitación de caballo. Aquella vecina no lo iba a dejar a medias otra vez. Por ello, la tomó con fuerza, la sujetó, obligándola a apoyarse en cuatro obre el tronzo que había servido de banqueta, y pese a las protestas de la mujer, logró encajarle la totalidad de su falo nuevamente en el coño.
Dora sintió a la extrema dureza de la penetración. El vecino la estaba arremetiendo con tanta intensidad que hacia estremecer todo su cuerpo con cada una de las penetraciones. Oh no para … no los hagas…. Oh me revientas …..
El vecino no quiso hacer caso a ninguna de las quejas de la mujer. Continuó perforando el coño de la vecina suma dureza. Su verga entraba como un misil dentro de la caliente vagina. Su excitación era tal, que pronto percibió como emergía por la ureta los primeros chorros de semen. ¡Se iba a correr dentro de aquella hembra! Era consciente de que la podía embarazar, pero necesitaba descargar. Había deseando hacerlo durante muchos días. En ese momento nada le importó. Lo iba a terminar haciendo. No tardo mucho.
Dora se sorprendió al percibir las primeras lechadas del vecino. ¡Se estaba corriendo dentro de ella! Se quedó paralizada. El vecino estaba cumpliendo su palabra, y se estaba viniendo dentro de ella. Pero su preocupación aumento al sentir la intensidad y potencia de aquellas lechadas, que, además, le llegaban bien adentro. Profundamente. Prácticamente el vecino estaba regando su coño. ¡oh cabrón lo estás haciendo!,ooo ….me vas a embarazar ooooo
-Oh si Dora… me vengo. Oh que placer… Uf te voy a regar bien ese caliente coño. toma … toma… ooo
La vecina estaba más sorprendida al ver que aquel semental no paraba de desecharse dentro de su caliente y receptivo coño. Sentía cada lechada, y pensaba que jamás había sentido el semen de su marido de esa forma. El semen del vecino le llegaba profundo, e intuía que estaba regando bien sus ovarios. Aquel cabronazo la iba a terminar embarazarla. Oh… joder… para …me llenas… oh joder…
Cuando por fin Pedro acabó de vaciarse dentro de la vecina, salió de la misma. Observó que fluía del coño de la mujer restos de su semen, ya que la mujer realizó un intento de expulsar el mismo de su vagina. Él sabía que su corrida había sido copiosa, y que había sido lanzado bien adentro del caliente coño de Dora. Se quedó igualmente satisfecho, ya que había descargado a placer. Llevaba tiempo sin una descarga como aquella.
Dora se giró, e increpó al hombre: ¿Cómo te has atrevido? ¿Y si me has embarazado? ¡te dije que no te corrieras dentro!
El vecino, la atrajo hacia él, y la besó ardientemente en la boca. Pese a los intentos iniciales de Dora se retirarse, terminó aceptando. Oh Pedro… ¿Por qué lo has hecho?...
El hombre la acarició y le dijo: Será un verdadero placer poder hacerte el amor embarazado. Ya me lo estoy imaginando. Vamos no te preocupes tanto. Seguro que no ocurrirá nada.
Tras unos momentos de descanso, ella le indicó que iba a marcharse. Cuando se retiraba Pedro le susurro: ¿vendrás mañana?
Dora se sintió agitada ante la pretensión del vecino contestándole: ¿pretendes volver hacerlo mañana? ¡está claro que pretendes dejarme embarazada!
El vecino no le contestó. Simplemente le dijo: ¡te estaré esperando!
Dora se retiró dirigiéndose hacia su casa. Pensaba en todo lo ocurrido, y en el descaro del vecino que quería volver a cogerla al día siguiente pese a conocer que podía estar en días fértiles.
¿accederá la vecina? Se pregunto Pedro, viendo cómo se retiraba aquella.
.....