LA BECA - VIAJE A LOS ÁNGELES. (9).
Algunas mujeres tienen una enorme facilidad para ponerse un par de “trapos” encima y quedar espectaculares, Karina, mi novia, la elegida, la “colo”, era una de ellas. Pantalones de vestir, sandalias de taco alto, camisa blanca, apenas un par de botones desabrochados para mostrar la sutileza del canal de sus tetas, bien peinada, sutilmente maquillada resaltando los ojos verdes, el color medio cetrino de su piel, logrado “a máquina” y una campera negra de fino cuero, ayudaba a enmarcar toda su belleza.
Mi ambo azul oscuro no era de diseñador, pero era hecho a medida y me calzaba perfecto, camisa blanca sin corbata, zapatos al tono, ojos verdes que en nada envidiaban a los de mi compañera, altura, espaldas, facciones masculinas, en definitiva, no desentonaba y cualquiera diría que formábamos una linda pareja. Salimos con el Audi y a las nueve y media de la noche entramos a un selecto restaurant de la zona más cara de la ciudad. No tenía reservaciones, pero el maître me conocía bien y no tardó en conseguirnos una ubicación. Karina, en ese ambiente lujoso se movía como pez en el agua y a mí me agradaba eso.
Cenamos de lo mejor charlando sobre lo que le gustaría visitar en Los Ángeles y coincidimos en que no le alcanzaría el tiempo, lo pasamos bien y luego la dejé en la puerta del edificio en que tenía su departamento, me urgía irme a casa para recopilar toda la información sobre el próximo “trabajo”. Como por inercia, unos cien metros antes de llegar controlé con el celular las cámaras de vigilancia, una vez conforme, pulsé el botón para abrir el portón.
Me reí para mí mismo con estas precauciones, pensé en que, si estuviera como naufrago en una isla desierta, aun sin tecnología, seguiría tomando precauciones similares, lo tenía como incorporado al ADN, no me sentía agobiado, ni perseguido por ello, algo similar me había pasado en el restaurant, el mero ingreso a esas instalaciones y el golpe de vista, me había dado características de las personas que se hallaban ocupando mesas, me salía como algo normal y natural y no me jodía para nada, Raúl había hecho un buen trabajo conmigo. Lo único importante y a tener en cuenta de todo esto era no incurrir en el exceso de confianza y pensando así, me escabullí en mi lugar secreto, tenía mucho que ver.
Ya cómodamente instalado, bajé todos los datos que me habían hecho llegar. Tenía tres fotos del “objetivo”, un rubio carilindo que resultaba ser un actor de segunda o tercera línea en el ambiente cinematográfico, posiblemente un taxi-boy o alguien acostumbrado a vivir de los otros, otro par de fotos de distintas propiedades, una de ellas una casa grande con un parque y piscina enorme y la otra era un piso o pent-house de grandes dimensiones en estilo minimalista. También me hacían llegar fotos de dos automóviles con los que se sabía mover y de lugares que solía frecuentar. Los datos que vertía en sus Redes Sociales lo convertían en un blanco fácil y accesible, pero, se solicitaba un “trabajo” que tuviera que ver con una sobredosis y con “limpieza” de pruebas y posibles dudas, por eso el pago elevado y la búsqueda de un “ejecutor” por fuera de las fronteras de su propio país. Deduje que esto era porque, de alguna manera, el “objetivo” era consumidor o se movía con consumidores y distribuidores locales, con los cuales no se podía contar para hacer un trabajo minucioso y libre de pruebas.
Datos de quien requería el “trabajo” no tenía, pero, las características me daban a entender que sería por dinero, venganza o despecho o todas juntas. No me correspondía averiguarlo, aunque hurgando en las Redes profundas pude averiguar que era o había sido hasta hacía poco tiempo, pareja de una diva cinematográfica de primera línea que había roto con él por su calidad de consumidor y, al mismo tiempo, había sido pareja de un importante productor. Cualquiera de ellos podría ser el “solicitante” pues al tipo parecía gustarle la carne y el pescado. Amores o dinero podrían llevarte a cualquier extremo y a ninguno de estos les convenía la mala publicidad de la violencia explícita o no cuidada.
Luego de que hube “chusmeado” o “cotilleado” un poco me hice una composición o un plan de actuación, deduje que, con dos o tres días para hacerle “la inteligencia” tenía más que suficiente para proceder, además y, aunque podía acceder a un proveedor recomendado, no necesitaba el uso de armas de fuego, mejor, era un problema menos, allá podría conseguir un par de cuchillos o navajas y un juego de ganzúas, conjuntamente con un poco de heroína, metadona y cocaína para hacer un cóctel mortífero. Todo lo demás lo podría resolver con mis manos y piernas, también eran mortales si yo lo quería. Por el dinero ni pregunté, ya sabía dónde lo depositarían y las vueltas que daría para terminar blanqueado en el Banco de mi preferencia, previas “comisiones” abonadas al efecto, el tema es que a mí el millón de dólares me quedaría “limpio”. No tenía nada más por averiguar, salí del cuarto “especial” y me fui a dormir esperando que nadie turbara mi descanso.
Todavía estaba oscuro cuando me levanté, había dormido como un bendito y el sonido del canto de los zorzales actuó antes que la alarma del celular. Me bañé, cambié, desayuné y me fui para el colegio, salí con tiempo y notando con cierta alegría que la llegada de la próxima primavera, aclaraba más rápido los días. Julia, la chica detective no me había vuelto a llamar, pero daba por descontado que se apersonaría por el colegio, la había notado muy entusiasmada por la posibilidad de la beca y quería tener todos los papeles listos.
No bien salía de casa me llamó Karina para darme los buenos días con su voz y risa feliz y para avisarme que estaba yendo a la empresa, que se movilizaba en taxi y pasaría por casa al término de su horario. Le contesté en el mismo tono y me sentí bien. En el colegio no había novedades importantes, eso marchaba como un relojito. Como a las nueve de la mañana recibí a un par de aspirantes para cubrir el puesto de suplente para una maestra que tenía licencia por maternidad.
Conversé en inglés unos veinte minutos con cada una de estas chicas, una rubia y la otra morocha, ambas de veintitrés años y las dos demostraron capacidad e idoneidad para cubrir el puesto, no esperaba a dos, normalmente venían de a una. Ya se sabía en ese ámbito que un puesto en ese establecimiento, aunque fuera en calidad de suplente, le otorgaría un excelente puntaje en su curriculum, además de un mejor sueldo. A las dos les dije que les respondería al día siguiente, todavía me faltaba pasarlas por “el filtro” que implicaban mis equipos de informática.
Eso no se los dije, pero era mi prueba final, la capacidad era pareja, los físicos y la presencia eran de lo mejor y me jodía enormemente tener que decidir por una de las dos. No bien se fueron me quedé pensando, utilicé la computadora de mi escritorio, me conecté con las de mi casa para averiguar lo que quería y, finalmente, le dije a mi secretaria que las llamara a las dos por sus celulares, una cubriría la suplencia de la maestra con licencia y la otra haría prácticas y suplencias, era algo que me podía permitir y el personal con capacidad no se podía desperdiciar.
La policía, su hijo y la hermana fueron puntuales, las saludé y Julia me presentó a su hermana Marta, la que, a la postre, era quien cuidaba mayormente de Ángel, debido a los horarios disímiles que tenía la madre del chico… Me agradó ver la simpatía de ambas y que venían las dos vestidas con ropa de media estación, una de vestido y otra de pollera tableada y camisa, en los dos casos, se hacían notar las curvas y piernas llamativas que hacían lucir las sandalias de taco medio y fino, lo completaban con camperas de cuero hasta la cintura.
Hice una acotación referida a que me había sorprendido, pues la madre de Ángel no era la misma Julia que había conocido el día anterior, “jajaja, cotidianamente hay que mimetizarse un poco, mi zona de trabajo está llena de salidos”, -me contestó sonriendo con simpatía y rompiendo un poco el “acartonamiento” que exhibían las dos-. Me dio los datos de su hijo con las evaluaciones anteriores y expresé sacando los papeles que tenía preparados:
A Julia le comenzaban a brillar los ojos, los pezones empezaban a notarse detrás de su vestido y sus tetas me parecieron atractivas, pero no pudimos seguir hablando, ya regresaba la hermana con su hijo acompañados de la Psicopedagoga que me extendió un informe. Lo leí mientras les preguntaba, dirigiéndome principalmente al nene…
Me sorprendió su respuesta, luego la profesional me levantó el pulgar y se retiró después de saludar-. La madre y la tía quedaron expectantes mientras yo leía el informe que, en síntesis, aconsejaba ponerlo en el grado superior. Luego de esto les dije de irnos a recorrer el colegio para ver si les gustaban las instalaciones. Le pedí antes a mi secretaria que sacara una copia del informe y cuando la tuve en mis manos se la di a Julia diciendo: “Esto guardalo vos, es una copia del informe de la Psicopedagoga en que se hace mención a que Ángel, acorde a su nivel mental, inquietudes e intelecto tiene que cursar un grado superior al que debería por edad, aguarden un segundo que termino de llenar el formulario de la beca, lo firmo y ya está, ahora vamos a buscar el uniforme y les muestro el Colegio, de todo lo demás se ocupa mi secretaria”. Los llevé primero a presentarlo con la maestra del futuro curso de Ángel, luego recorrimos el edificio y después paseamos por el parque. Ellas decidieron que el nene comenzara a los dos días y madre, hijo y tía, estaban más que contentos. Faltaba algo más y me lo recordó Julia al hablarle a la hermana.
Quedaron encantadas con la escuela y luego de retirar el uniforme de la proveeduría se fueron, al despedirlas en la entrada me encontré con Estela que venía a hacerse cargo de su turno. “Hola pimpollo, ¿pudiste salir bien del baño hoy?”, -le pregunté sonriendo-… “Mejor no te contesto, todavía ando entre nubes, en cualquier momento me encierro de nuevo, jajaja”.
Aproveché para decirle de la beca otorgada, que a partir del viernes tenía que viajar a Los Ángeles, por negocios de la otra empresa y durante toda una semana, además, que estaba de novio. Con ella no hubo ningún problema, es más, afirmó, “me alegro por vos, era hora de que te cazaran, decile que la felicito y que voy a arreglar la cerradura del baño”. Las risas fueron de los dos y estuve tentado de decirle que Karina también “entendía de cerraduras”, pero no me pareció conveniente, tiempo al tiempo…
La mañana había sido productiva y me sentía muy bien, había realizado varias obras de las denominadas “blancas” y, en cierta forma, quizás para mi propio convencimiento, atemperaban las “negras” que llevaría a cabo en Estados Unidos. Me fui a almorzar en un restaurant y allí me puse a pensar en que tendría que darle el raje a Gloria, pero de eso se iba a ocupar Karina, la excusa era, que yo estaba furioso porque la policía me había interrogado sobre el trío realizado entre ella, Karina y yo. La “colo” estaría de acuerdo en que no nos convenía rodearnos de bocas-sueltas.
Todavía faltaba para que saliera Karina de la oficina y decidí irme para casa. Luego de tomar una merienda frugal me puse a mirar en la compu el tema del alojamiento en Los Ángeles. Rápidamente le eché el ojo al “Hollywood Roosevelt”, las instalaciones del hotel destilaban lujo y las suites me encantaron, quedaba en pleno centro, de todos modos, lo consultaría con Karina, lo que no le consulté fue con la compra de los pasajes, yo no viajaba nada más que en Primera Clase y estaba seguro que no le disgustaría.
El viaje duraba un poco más de doce horas, hacer Migraciones y Aduana nos llevaría su tiempo y me convino sacar los pasajes para el vuelo del viernes a las once de la mañana, esperando que para las ocho o nueve de la noche estaríamos instalados en el hotel, esto por la diferencia horaria que era de cuatro horas. Me mandaron la respuesta con la aprobación de los pasajes y lo imprimí para mostrárselo a la “colo”, luego me tiré a dormir un rato, sabiendo que ella iría primero al gimnasio, después a su casa y luego vendría a buscarme.
Dormí un par de horas, me despertó el sonido del celular vibrando y vi que era Gloria, ni ganas tenía de atenderla, me había caído para la mierda que hablara sobre el trío que habíamos hecho esa noche en casa, no era por el acto en sí, sucedía que yo no aceptaba ningún tipo de excusas para esa infidencia y terminaría por mandarla al cuerno. El teléfono dejó de vibrar, pero, como ya me había despertado, me levanté de la cama notando que la tarde casi se hacía noche. Fui al baño a hacer mis necesidades y cuando salía de él, el teléfono volvió a sonar. El número era desconocido y estuve tentado a no atender, me decidí a hacerlo, en cierto modo, cruzando los dedos. Resultó ser Julia, la policía, me comentó que llamaba del celular de la hermana porque tenía el de ella sin batería. Casi que no me dejó saludarla…
Me extrañó esa mención a la “colo”, lo canalicé por el lado de lo que pudiera haber pensado Marta, “si semejante mujer está a su lado, debe ser porque la tiene bien atendida”. Corté la comunicación después de saludarlas y me sentí un tanto “caliente”. Los códigos auto impuestos respecto a las madres y al personal del colegio habían quedado en un rincón, ya los había destruido con Estela e iba dispuesto a romperlos con la esposa-infiel “acuchillada” por el marido celoso. No me costaba nada “hacer la vista gorda” con las dos hermanas, además ambas estaban muy bien.
De inmediato dejé de pensar en las hermanas, el timbre y la imagen del portero visor me devolvían el cuerpo y la cara sonriente de Karina, vestía de sport, de jeans elastizados, zapatos de tacos medianos y campera, pero lo que llamaba la atención era la “Sansonite” grande que ayudaba a trasladar con sus rueditas. Abrí la puerta de la casa luego de dejarla transponer el portón pequeño y la esperé para ayudarla con su equipaje. Una vez adentro, se me prendió como pulpo, la “colo” estaba como pantera en celo, me costó muy poco ponerme a tono y el cómodo sofá estaba a mano.
Me costó sacarle los pantalones apretados y cuando terminé de sacarle una pierna, ella ya se había sacado toda la parte superior, me encantó ver el conjunto de ropa interior que vestía, el sostén le quedaba como pintado y me volvió a pasar por la mente que era al pedo que lo llevara, le servía para taparse, pero la función de sostener era una redundancia, esas tetas no necesitaban que nada las sostuviera. Erguidas, desafiantes, duras y a ellas me prendí con mi boca mientras mi glande incursionaba en la humedad de su entrepierna.
El gemido de Karina se dejó oír con fuerza cuando, con el pantalón colgando de una pierna, separó la tanga y llevó el miembro a su oquedad inundada. Me dieron ganas de, ya no penetrarla, sino perforarla pues ella no le haría ascos a ese tipo de sexo duro. Mezclé un poco de ambas ganas, comencé despacio ayudado por la lubricación natural y cuando estaba por la mitad, el caderazo sirvió para que gritara al “acariciar” y casi chocar su útero con el glande. Sabía que me podía recibir todo sin que le causara daño, pero esa rozadura glande-útero en su interior la ponía a mil. “Sí, mi cielo, sí, haceme sentir las ganas de tener a tu hembra, dame, dame más y volveme loca”, -decía con un tono, nivel, grito-, desde ahí en más, comenzó con un par de orgasmos, pequeños, aunque continuados y me decidí a sacarle todos los que pudiera.
Iluso de mí, con cada uno de sus orgasmos sus músculos vaginales parecían palmas de una mano y me daban unos apretones que no llegaban a doler, pero, eran como una “paja” extra. Uno fue más intenso y me llevó con ella, no pude evitar inundarla y su sonrisa como de triunfo me llevó a darme cuenta que gozaba con ello. Nos recuperamos sin apurarnos y con la pierna libre se despojó por completo de su pantalón, quedé sentado mientras ella se iba al baño diciendo que no quería manchar el tapizado del sofá, al rato regresó y se puso frente a mí para que le besara el vientre y le contara por qué me reía solo…
Se contuvo para correr hacia la mesa y me preguntó cuál hotel había elegido porque ella también había elegido uno por Internet. Me dijo el nombre del hotel y le contesté: “Ni loco llevó a mi mujer a ese hotel”. Yo lo había visto y era bueno, pero de “medio pelo”, claro que ella todavía no sabía de mis verdaderas posibilidades y de mi gusto al respecto.
Se sorprendió, aunque no quiso demostrarlo, el “Hollywood Roosevelt” le encantó, para mejor, está en el Paseo de la Fama con sus famosas estrellas en las veredas y frente al Teatro Chino, más cuando le dije que nos instalaríamos en una suite.
La semana pasó sin novedad, Ángel comenzó las clases, el primer día lo acompañaron la madre y la tía que, si bien es cierto que no hablaron conmigo, las miradas que me echaron desde lejos, fueron muy reveladoras. Llegó el viernes y desde las nueve y media de la mañana estuvimos en el aeropuerto, despachamos el equipaje, nos dieron los asientos que pudimos elegir porque viajaban con nosotros un señor mayor y una señora madura, ambos se me antojaron como empresarios. El vuelo salió en horario y el viaje fue fantástico, digan lo que digan, aunque sea un poco más cara, la comodidad, la atención y la comida valen la pena viajando en “primera clase”, pues era mejor que la “clase ejecutiva” y la cambié en el mostrador de la compañía. La “colo” estaba acelerada y desistió del almuerzo, le costó calmarse y no sabía cómo explicar todo lo que sentía, en la tarde se calmó y ambos nos dormimos todo.
Ya en el LAX (Aeropuerto Internacional de Los Ángeles), los trámites fueron rápidos y nos movilizamos hasta el hotel en taxi, disfrutamos del viaje, las calles y las luces de la ciudad durante unos cuarenta minutos y a las diez y media de la noche estábamos dejando las cosas en la suite. Previo a esto había pedido en la recepción que nos subieran la cena pues, a pesar de haber dormido durante el viaje, esa noche se imponía el descanso, pero… después de la cena, estando los dos en bata, el descanso no fue tal…
La copa degustada en el balcón de la suite mirando y disfrutando de todas las luces de la ciudad de Los Ángeles fue un momento de paz y serenidad que, se rompió cuando Karina, luego de apoyarse en el balcón con sus antebrazos, paró su culo y apuntándome con él, me preguntó si me gustaba el paisaje, le contesté que era distinto, aunque ya lo conocía por fotos. No conforme con mi respuesta volvió a insistir, pero ahora quitándose la bata, “no me refería a las luces de la ciudad”, -dijo con voz insinuante- y el proyectado descanso se fue al carajo.
EL MUERTO DEL MILLÓN - (10).
A pesar del “bailecito” con que se despachó Karina, “bailecito” al cual me prendí enseguida, porque eso también hay que decirlo, pues la “colo” tenía la particularidad de “encenderme” con sólo desearlo, eliminaba cualquier tipo de reticencia y eso me agradaba sobremanera. El caso es que el sexo fue mejor que nunca y quedamos casi desmayados, aunque cómodamente despatarrados en la inmensa cama de la suite. Nos despertamos temprano y bien descansados, el día estaba espléndido, el sol parecía estar adentro de la habitación y, a pesar de estar en un octavo piso, el ruido del tránsito no pasaba desapercibido, el paisaje que se veía desde el balcón ya no era tan agradable a la vista, pero, ¡qué joder!, eran Los Ángeles y, en principio, había mucho para disfrutar, Karina podría comenzar a hacerlo antes que yo, es decir, desde ese mismo momento, lo mío pasaba por otro lado, tenía que comenzar a trabajar.
Luego del baño que, a ciencia cierta, se volvió animado, pedimos el desayuno en la habitación y éste te dejaba sin ganas de pensar siquiera en el almuerzo. Después de desayunar de la manera en que lo hicimos, me comentó que pensaba ir a caminar por las inmediaciones de la famosa calle de las estrellas y se movería por algunos negocios cercanos y, de esos, tenía para elegir pues, vaya si había, no tantos como en Miami, ciudad que algo conocía y que era el paraíso de los viajeros latinoamericanos que podían gastar.
Karina no dominaba el inglés, pero, se estima que un 30 o 35 % de la población de Los Ángeles habla el español y eso le venía bien… De todos modos, no fue demasiado problema, mi novia no debería quedar “pagando” en ninguna, ni tener dudas. Ante esto, RR.PP. del hotel te podía brindar el acompañamiento de un intérprete y la “colo” se juntó con una jovencita descendiente de mexicanos que se movería con ella mientras yo no estuviera cerca. La chica irradiaba simpatía, era morocha de tez clara, bastante más baja y enseguida congeniaron, Karina decía dónde quería ir o que quería ver y Rosita, que así se llamaba la intérprete, la acompañaba mostrándole incluso algunos lugares, esto le facilitaría mucho los movimientos en una ciudad desconocida.
Por mi parte, por medio de la gente de recepción, alquilé un coche compacto japonés, con eso, el GPS y los mapas me movería sin problemas para hacer mi vigilancia. Una vez realizado todo esto, le dejé dinero en efectivo y le dije que, dentro de las instalaciones del hotel, incluso en los comercios instalados en el propio hotel, gastara como quisiera cargándolo a la cuenta de la habitación, que yo no tenía límite de gastos. Me miró un poco sorprendida por esto y, posiblemente, pensó quién o quiénes serían los que “bancaban” todos los gastos, pero no preguntó nada.
Era casi mediodía cuando me despedí de las mujeres y me fui a ubicar la casa del “fulano” en cuestión. No tenía ni idea de lo que haría, tampoco ningún plan armado para proceder, de todos modos, no pensaba apurarme pues se imponía evaluar todas las circunstancias. Iba vestido con una camisa holgada, bermudas, zapatillas y con una cámara semi profesional colgada de mi cuello, esta ropa ni siquiera la había visto mi novia, la había dejado en el auto dentro de un pequeño bolso de mano tipo mochila, desde el hotel había salido con un ambo oscuro de verano y zapatos al tono, en una estación de servicio hice el cambio.
Puesto en situación ya no pensé en la “colo”, ni en lo que ella haría, ni como lo pasaría, mi cabeza sólo evaluaba los pros y los contras que me podría presentar el “trabajo”. La casa enorme y ampulosa, con columnas y estructuras de metal que sostenían paredes de pocos ladrillos, gruesos vidrios y con una inmensa piscina al aire libre rodeada de vegetación implantada, seguramente por paisajistas, estaba ubicada en un hermoso barrio residencial, Bel Air, según averigüé. Se me presentaba como muy accesible, a la vez que demasiado vulnerable para la víctima.
Apenas si me detuve, haciendo la pantomima de hablar por el celular porque no pude detenerme demasiado en el lugar, primero pasó un vehículo de lo que parecía ser vigilancia privada y luego un coche patrulla. Era de prever, en ese barrio de casas y terrenos amplios, sin rejas y con apenas algunos paredones altos, vivían, no sólo personajes de la política, sino también de la industria cinematográfica. La mayoría de esas propiedades tenían calles para llegar hasta las casas propiamente dichas, ubicadas las mismas a unos cincuenta metros mínimo de los límites de la entrada y ésta no era la excepción.
A un costado de la edificación pude observar dos coches deportivos y, por lo menos, cuatro personas rodeando la piscina, el varón era de estatura mediana, rubio, de bastante buen porte, vestía un slip de baño de color blanco y, desde lejos se notaba que repartía plumas a mansalva, las tres personas restantes eran mujeres vistiendo solamente la parte inferior de sus tangas y parecía reinar un ambiente de jarana en el lugar. No pude ver a quien me interesaba, pero daba por hecho que estaría en el interior, uno de los coches que le pertenecía lo denunciaba, pues estaba estacionado frente a la puerta principal de la casa.
Ni problemas que me hacía con que pudieran individualizarme algunos de los guardias de seguridad, ni siquiera la policía misma, yo pasaba como un simple turista con ganas de sacar fotos de las propiedades de la zona, de hecho y de pasada, ya había sacado otras fotos en otros barrios similares y solamente a las casas y parques. De todos modos, el momento no daba para seguir husmeando y, si podía evitar mostrarme era mejor y más conveniente. En virtud de esto, decidí irme de ese lugar, no sin antes sacar otras fotos de las casas vecinas, aunque más no fuera por disimular ante cualquier posible requisitoria. Mi objetivo inmediato era ver las posibilidades en el edificio dónde tenía el pent-house y no tardé mucho para llegar, quedaba a unas diez cuadras del hotel y aquí la cosa, en principio, se mostraba un poco más complicada pues la seguridad era bastante nutrida. Era evidente que en ese edificio vivían personas de un alto poder adquisitivo, seguramente estrellas de cine y televisión, gente del ambiente o profesionales de distintos rubros, posiblemente Políticos de segundo orden. No era imposible entrar, pues no hay seguridad perfecta, aunque, llegar al pent-house no iba a resultar fácil…
Cambiar la vestimenta, pasar por proveedor de algún tipo de mercadería, hacerse de credenciales apócrifas, conocer los nombres de algunos propietarios, entablar algún tipo de relación para acercarse, tratar de burlar la seguridad del edificio, eran alternativas para tratar de mimetizarme y el tiempo no me sobraba. De todos modos, me di cuenta que ya no estaba para ese tipo de cosas, mi nivel de “trabajo” estaba por encima de esas menudencias y no pensaba en “disfrazarme”, tendría que desmenuzar mejor los futuros encargos antes de aceptarlos.
Como fuere, se me exigía respetar los términos y debía cumplirlos, el más importante, la ausencia de violencia, sin golpes o disparos, algo que, habiendo gente alrededor era más difícil de cumplir, por otro lado, sabía que, de no hacerlo según lo exigido, pondría todo patas para arriba, incluso mi propio bienestar posterior… No lo pensé más y volví para el hotel, el tipo vivía de joda en joda y me quedaba por averiguar dónde podría ir a bailar, a divertirse y/o a encontrarse con sus amigos o amigas, los cuales, seguramente, tendrían su mismo ritmo de vida.
Pasé antes por cierto lugar ubicado en un domicilio común de uno de los barrios del suburbio, donde adquirí una ganzúa y un pequeño, pero potente spray adormecedor, dar un nombre que me sirvió de contraseña, implicó que los dos tipos que estaban a la entrada de la casa que visité no me pusieran peros para dejarme ingresar, aunque uno de ellos me acompañó hasta la presencia de un hombrecito flaco, esmirriado, de no más de un metro sesenta que se mostró muy deferente y me consultó sobre lo que necesitaba, no hubo otras preguntas, la transacción fue rápida y se extrañó que no quisiera comprar ningún tipo de armas.
Ni siquiera me había cambiado de ropa, con la que había salido del hotel dentro del bolsito, me fui a la habitación rogando para que Karina no estuviera allí. Todavía no había llegado, eso me vino bien, volví a cambiarme usando sólo pantalón y camisa y, ya con mi ordenador portátil, entré en las Redes Sociales y en el Whatsapp por el número que figuraba en su perfil, leí allí que invitaba a dos amigos para juntarse en el “Night Club Lure”. Como decíamos por mis pagos, “había que hacerle el aguante” para ver hacia dónde se dirigía al salir. Estuve tentado de decirle a Karina que me acompañara, pero luego pensé que, si tenía que salir a las apuradas porque se presentaba la ocasión o las posibilidades y/o surgían cambios para hacer el “trabajo”, mi novia sería un estorbo. Me despatarré un rato en la cama sin desnudarme y dormí casi una hora, las risas de Karina con Rosita me despabilaron totalmente y escuché cuando la intérprete le decía: “Cualquier cosa me avisás por el celular, la podremos pasar muy bien”.
Se sorprendió gratamente cuando me encontró en el dormitorio de la suite y dejando un par de bolsas en el suelo, se arrojó sobre mi cuerpo para llenarme de besos. Venía eufórica por las compras y los recorridos, me apabulló contándome lo que había caminado, visto y comprado, pero, además, sus manos no se quedaban quietas y le costó muy poco sacarme el pantalón que tenía puesto, a ella le costó menos desnudarse y pronto me tuvo a punto. No hicieron falta preliminares, con los besos fue suficiente, se montó encima y ella sola se ensartó. Después fue todo un concierto de gemidos, exclamaciones de gozo y un ondular de caderas que me transportaban. No me dejó terminar, cuando notó que estaba a punto, la sacó y el agujerito más chico pagó las consecuencias, “te amo, te amo”, -decía luego de las expresiones de dolor al penetrarse el culito-, una vez estuve incrustado entre sus nalgas, se dedicó de lleno a darme y darse placer.
Descansamos un momento y la miré con cara de nada, como esperando por lo que tenía que decirme, me di cuenta que, quizás era porque yo lo tenía incorporado debido a que así lo había aprendido, hasta no terminar mi “trabajo” mi mente trabajaba en modo “desconfianza” y mi novia no era la excepción. Como fuere Karina no me miraba y, unido a mi cara de póker poco sabía de lo que podía estar yo pensando, hasta que…
Me sentí bien con lo que me contaba Karina, tenía sentimientos para con ella, la necesitaba a mi lado, pero… el haber trabajado como escort y la prostitución de alto nivel, de alguna manera, le jugaba en contra, no se lo diría, tampoco le demostraría nada y está claro que uno puede decir lo que quiera al respecto de que “eso” no le interesaba, que prefería a la mujer desde el momento en que estaba a su lado, que lo anterior era sólo pasado y etc., etc…
Sin embargo, había situaciones en que el “bichito” de la duda hacía su aparición, pensar así me jodía, aunque ella también lo tenía claro y actuaba logrando que sus cambios en beneficio de los dos se notaran. Lo que me contaba con total autenticidad actuó como una especie de afrodisiaco, tal que, luego de que dejó el celular, giré mi cuerpo, me puse encima de ella y atrapé sus manos con las mías para que las mantuviera abiertas y la miré con ganas. Ella me miraba encendida y me ofrecía sus labios entreabiertos mostrando la punta de su lengua. Si me faltaba algo para endurecerme totalmente, bastó con la entrega desesperada de su boca y la apertura de sus piernas para que el miembro se aposentara en su entrepierna.
Se movía con un ritmo cansino refregando su clítoris excitado contra el tronco endurecido y gemía gozando con los besos que, luego de dejar su boca, se ocuparon de toda su cara y de su cuello, “no te apures mi cielo, haceme el amor despacito”, -me pidió con voz sensual- era lo que estaba esperando y con sus propios movimientos acomodó el glande en su oquedad inundada. Más despacio no hubiese podido hacerlo, sus gemidos placenteros y sentir que parecía estar absorbiendo mi pija con la contracción de sus músculos me hacían casi perder el control.
A la introducción del ariete se le sumaba la sensación de notar todas y cada una de las rugosidades de su interior, eso me encantaba, pero tuve que parar cuando llevaba la mitad en su interior pues los movimientos del orgasmo que Karina no quiso retener estuvieron a punto de romper la magia llevándome con ella. Aguanté sus movimientos, sus contracciones, sus gemidos acompañados de pedidos de “más, más, más” que dejaba oír con cierta urgencia sensual y esperé a que se recuperara.
Ingresar la otra mitad utilizando el mismo ritmo pausado hizo que se desesperara y como yo había soltado sus manos, no tardó en abrazarme apretándome contra su pecho y las piernas se cruzaron sobre mis glúteos, apenas si podía tener movimientos desde mi pelvis y con eso fue suficiente para que, ya instalado en su interior, se despachara con un orgasmo que no pudo ser gritado con intensidad porque mi boca se ocupó de sellar la suya. Ese orgasmo, en lugar de dejarla satisfecha, incentivo todo su potencial y se desmelenó, la “colo” se puso medio loquita y al darse cuenta que yo no había terminado me habló al oído… “Amor, necesito que me hagas la cola, primero hacémela sentir y después rompela a gusto” … “A mi juego me llamaron”, -pensé-.
En el poco tiempo en que estábamos juntos Karina se había convertido en una “consumidora” del sexo anal y sabiendo que sus nalgas y sus caderas me enloquecían, se colocó en cuatro y mirándome con la cara torcida me decía: “Mi cola está enviciada con tu verga y dispuesta a que hagas lo que quieras con ella” … Se reía gozando con lo que decía, el agujerito parecía latir y el glande lubricado, conjuntamente con el tronco, no se detuvo hasta entrar totalmente, esto le desdibujó la sonrisa. El gemido largo, casi grito, entremezclado con dolor y placer duró hasta que mi pelvis chocó con sus nalgas. Era lo que ella quería, sus reticencias primarias habían pasado al olvido. Luego bastaron dos o tres segundos para que comenzara a moverse, pero me dejó salir para volver a entrar despacio y con movimientos calculados, decía que no aguantaba el placer cuando la penetraba despacio, sollozaba y temblaba y todo me hacía saber que su estallido se aproximaba. Luego de varias entradas y salidas en que variaba la intensidad de mis penetraciones, no pudo aguantar más.
Se desplomó sobre la cama sabiendo que yo la acompañaría en ese movimiento y la aplasté contra las sábanas mientras la “colo” viboreaba moviendo sus caderas y gritando en sordina con su boca sobre la almohada para que no se escuchara su grito, en principio por el dolor de la penetración total y luego por el placer al estallar en un orgasmo espectacular. Mi eyaculación caliente parecía potenciarla y todavía se movía cuando mi erección comenzó a menguar. Después del baño, plagado de besos y caricias que fue, más o menos, reparador, nos cambiamos para ir a cenar al comedor del hotel, pero, solamente la acompañé un rato pues recordé que le había dicho que yo saldría a cenar con otra gente. Estaba maravillada con el lugar y se sonreía con picardía mientras trataba de acomodarse en las amplias sillas del lugar, “parece como si todavía estuvieras adentro, hoy fue tremendo y me encantó”, -decía acariciándome la cara-.
Desde el comedor del hotel se podía tener una visión con la barra de la confitería y de un vistazo pude notar que Rosita estaba sentada en uno de los taburetes de esa barra y por el modo en que estaba vestida, con una minifalda que, al estar sentada, dejaba sus piernas y muslos al descubierto y una campera de verano por sobre una remera ajustada que no disimulaba sus tetas, bastante llamativas, deduje que, en la noche, las Relaciones Públicas tenían otro tenor, esto se lo comenté a Karina…
La mexicana estaba muy bien y su culito “latino”, parado, duro y bien armado, adosado a su cara y al par de tetas que se hacían notar, daba para intentar algún tipo de incursión. Se me cruzó por la mente preguntarle a Karina por la posibilidad de un trío, pero lo descarté en el acto, en ese momento, mis prioridades eran distintas y luego de saludarla, me fui a tratar de solucionar el tema del “contrato”. La cena la tomé en un pequeño restaurant de camino a la casa del futuro “finado”, la había visto comer con ganas a Karina y tuve que aguantar los deseos de saborear la comida del hotel, no me quedó otra, delante de ella no podía cenar, habida cuenta que había dicho que tenía una cena de negocios en otro lugar. La mentirita de ese momento me jugó en contra, tampoco era algo que me quitara el sueño e hice tiempo allí para proceder.
Había decidido que lo esperaría en la casa pues ésta quedaba mucho más cerca que el edificio en que tenía el pent-house y salir, solo o acompañado, en la madrugada de la confitería bailable, implicaba que se llegara a la casa. Cabía el imponderable de que se fuera a la casa de alguno de sus amigos o amigas o que se fuera al edificio, caso que, de ocurrir así, tenía un par de días de tiempo para cambiar mis planes y proceder de otro modo.
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.