VUELO 69... SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARIS
CAPÍTULO 9 – El acuerdo
-María-
Después del orgasmo virtual que había regalado a mi novio a través del móvil con la presencia inesperada de su padre, y lo que había descubierto anteriormente en la tablet de Isabel que por cierto, me había provocado una excitación brutal, intenté recomponerme y tranquilizarme cuando sonó el móvil.
- María, ¿estás ya lista? - la voz de mi madre sonaba al otro lado del teléfono.
- Darme 10 minutos – le inquirí a mi madre a la vez que me empezaba a poner la ropa interior y preparar el vestido que me iba a poner para esa fiesta de recepción en el hotel.
Me apresuré, pues no quería que mis padres me preguntaran que había estado haciendo para no estar ya lista. Normalmente soy muy “tardona” a la hora de elegir mi vestuario, pues me gusta impresionar siempre, pero esta vez, elegí un conjunto de lencería de color rosa bastante a juego con el vestido, pues escogí uno de color rojo, algo vaporoso, pero con un gran escote y bastante corto, además de unas sandalias de tacón que a Sandro le vuelven loco. Confiaba que a Marcos también.
Me coloqué ese vestido rojo corto muy escotado, mirándome al espejo, sin borrar de mi cabeza la escenita con el padre de Sandro... dándole ese show de mi cuerpo desnudo y masturbándome creyendo que estaba sola ante mi chico... pero en el fondo me estaba poniendo cachonda con esa idea, recordando a ese hombre, pues de siempre me han atraído los hombres maduros, y Adrián, el padre de Sandro tiene un revolcón o dos... y sé que yo le gusto, no sólo por cómo me mira siempre que voy a buscar a su hijo a la tienda, sino porque el mismo Sandro me lo ha dicho, que estoy muy buena... y parece que lo dice de broma, pero no se corta a la hora de decírmelo. La verdad es que me encanta escuchar eso de un tío con mucha experiencia en mujeres ¿Se masturbaría Adrián pensando en mi cuerpo desnudo? Eso molaría...
Me alcé en mis tacones de aguja que marcaban esas sandalias y que me hacían realmente más esbelta. Seguro que si Adrián estuviese allá abajo en la recepción acabaríamos follando. Estaba casi segura de eso. Me miré al espejo por última vez, retocando un poco el rímel de mis ojos y me estiré el vestido que se ajustaba a mi cuerpo quizá un poco atrevido para la ocasión, pero es que me encantaba y no quería perder la ocasión de lucirme en un acto así, al fin y al cabo, tampoco se va todos los días a recepciones de este tipo.
Al encontrarme con mi madre en el pasillo, puso cara de desaprobación, como siempre, pero rápidamente la solté dos besos en la mejilla y cogiéndola del brazo nos dirigimos al ascensor para asistir al acto. Era de las pocas veces que no me decía que iba llamando la atención y de hecho ella, estaba igual de espectacular que yo. Papá detrás nuestro nos piropeaba... algo que me animaba aún más. Ay si mi padre, no fuese mi padre...
Ya en el salón se me acercó Marcos que no dejaba de piropearme alabando lo guapa que estaba y sujetándome de la cintura, me alejó un poco de mis padres y acercándose a mi oído me susurró:
- Muy guapa te has puesto, para recibir tu primera lección de manejo de mandos para aprender a volar.
- Oye, que no he dicho que quiera volar contigo... - dije haciéndome la dura, pero con una mirada juguetona.
- Te aseguro que conmigo volarás muy alto. - respondió con soltura.
Se separó de mí con una sonrisa irónica guiñándome el ojo. Aquello me hizo reír, pero además al notar que bajo su pantalón se adivinaba un bulto sospechoso. Eso me fue encendiendo también.
- Veo estás ansioso por enseñarme rápido, aunque las comidas a fuego lento saben mejor, no vaya a quemarse demasiado rápido- le miré a sus ojos mientras la punta de mi lengua recorría con suavidad mi labio superior.
Me encanta seducir, excitar, llevar a los hombres a un punto límite de deseo y en muchas ocasiones dejarles con las ganas, pero esta vez, mi calentura me traicionaba y me veía cerca de perder los papeles, pues había caído en mi propia trampa al ver a Isabel cómo se lo montaba con sus jefes y posteriormente cuando vino a recoger su tablet a mi habitación. Reconozco que aquella chica me había revolucionado internamente, y la verdad nunca había tenido nada con ninguna mujer, de siempre he dicho “donde haya una buena salchicha que se quite cualquier ostra abierta”.
Oteé entre la gente asistente a ese acto y localicé a Isabel, con un pantalón que remarcaba su bien formado culo y una blusa cruzada en su cuello, que le hacía mostrar su espalda desnuda... teniendo una intensa conversación con Raquel, la secretaria de estado, muy guapa también, junto a ellas D. Pedro, el mismo que se masturbaba en el video y a su lado un hombre atractivo y de muy buen porte que yo no conocía.
- ¿Quién ese hombre tan apuesto, que habla con Isabel y D. Pedro? - le inquirí a Marcos que seguía a mi lado, mientras cogíamos un canapé de una fuente.
- ¡Vaya! ¿Me tengo que poner celoso? - apostilló Marcos con una sonrisa desviando la vista hacia donde estaban en amena conversación.
- ¿Tú crees? - le dije mordiéndome el labio y el chico tosió nervioso
- Bueno, podría ser tu padre. - dijo él. Es el director de la empresa francesa, Fabian Tusseau.- apostilló
El hecho de que ese francés me doblase la edad era un aliciente, más que un problema, pero el tío era realmente impresionante: Atractivo, elegante y con un estilo especial. En ese momento mis pensamientos volvieron hacia atrás cuando en la habitación vi en la tablet los balances con desviaciones de dinero a la cuenta de “F. Tusseau”.
- “Mmmm aquí puede que se cueza algo” - pensé para mí misma pensando en ese tipo y desnudándolo con la mirada.
- ¿En qué piensas? - me cazó Marcos en pleno espionaje.
- No, en lo guapas que están todas. - solté sin más.
- Bueno, mejorando lo presente. Tú eres la más guapa. - dijo él adulándome... y le dediqué una sonrisa agradecida.
Isabel en ese momento, desvió la vista y captó mi presencia respondiéndome con otra sonrisa, que me atrapó, disculpándose con sus interlocutores y se acercó a nosotros, saludándonos.
- Hola pareja. ¿Lo estáis pasando bien?
- Bueno, no somos pareja. - dije mirando hacia Marcos que se sorprendió un poco por mi pronta respuesta.
- En ello estamos. - dijo él más atrevido y me guiñó un ojo.
Por un momento pensé en mi madre y sé que, a ella, no le cae muy bien Marcos, le parece alguien que va a comerme, como un lobo feroz, pobrecito, pero si es como un corderito. Claro, que ella, es mucho más inocente... ni siquiera se había dado cuenta como le miraba las piernas y el culo uno de los guardaespaldas de Raquel y la verdad, poco tenía que hacer, pues ella solo tiene ojos para un hombre: papá.
- Hay mucha gente, ¿verdad? - preguntó Isabel, dándole un trago a una copa de champagne y mirándome de una forma muy descarada, primero a los ojos y luego al escote, algo que por cierto me encantó y me calentó más.
- Sí, hay gente muy interesante- dije principalmente refiriéndome al hombre con el que había estado hablando, pero pareció entenderlo como que me refería a ella, por la manera en que me sonrió. Creo que enrojecí, pero me encandiló esa forma de mirarme... con deseo.
Durante un rato entre copa y copa estuvimos hablando de cosas triviales los tres, aunque Marcos también estaba atento a instrucciones que le iba dando mi padre a través de unos mensajes... Y es que papá nunca deja de trabajar, siempre atento a todo, pero no se relaja y disfruta de una fiesta como esta.
Isabel se interesó por lo que íbamos a hacer en los dos días que estábamos en Paris y yo le conté que estaba estudiando historia del arte y me gustaría visitar ciertos lugares.
- Mmm, siempre me hubiese gustado estudiar eso, pero me decidí por ciencias y números... A ti se te nota que te gusta el arte. - dijo ella mirando mis labios, luego mis ojos, mi escote y el resto de mi atuendo.
- ¿Ah sí? - pregunté.
- Bueno, quiero decir, tienes mucho gusto, se te nota.
- Gracias.
Ella me dijo que gustosamente me hubiese acompañado, pero primero no tenía mucha idea de arte y además tenía que asistir a las reuniones que al día siguiente tenían que celebrar…al fin y al cabo esa era la causa del viaje principalmente. Por un momento me pareció que ella prefería otro tipo de escapada por París, más que museos y monumentos.
Lo cierto es que notaba demasiada amabilidad de esta mujer hacía mí, y al fin y al cabo hacía pocas horas que habíamos entablado conversación y eso me trastocaba un poco. Estoy acostumbrada a que los tíos me tiren los tejos, algunos muy descarados, pero esta vez era una mujer quien lo hacía.
Al final, los efluvios del alcohol me dieron ganas de ir al baño.
- Disculpad, voy al baño - dije a Marcos, que también parecía animado sirviéndose otra copa.
- Te acompaño, yo también necesito ir- me espetó Isabel siguiendo mis pasos.
Nos fuimos abriendo paso entre la gente y después de preguntar a uno de los camareros en dónde se encontraban los aseos y recorrer un pasillo, entramos ambas, haciendo resonar nuestros tacones en el embaldosado de ese lujoso baño, que parecía más bien de un palacio, todo de mármol perfectamente decorado, incluso con tocador acompañado de butacas de terciopelo. Había tres baños independientes, bastante amplios......me metí en uno de ellos y cuando iba a cerrar, Isabel puso la mano sobre la puerta impidiendo la pudiera cerrar.
- ¿Perdón? - dije al ver que ella accedía junto a mí.
- Se te ha abierto un poco la cremallera del vestido y quizá tú sola no puedas - puntualizó Isabel, a la vez que señalaba con su dedo índice la parte trasera del vestido.
Me quedé algo confusa y mareada, también producto del alcohol, pero me invadía una sensación extraña, junto a esa mujer, una parte de mí quería decir que no, que ya me las arreglaba yo sola, pero otra me desplomaba a un agujero negro sin saber la profundidad que podía tener. Esa mujer me atraía, eso tampoco lo podía negar y yo a ella, pero también era evidente.
Me acerqué al espejo para comprobar que ciertamente la cremallera estaba bajada, aunque el tiempo que tardé en llegar fue el mismo que Isabel aprovechó para cerrar la puerta con el cerrojo cuyo sonido hizo que me volviera encontrándome a menos de un metro a esa mujer pelirroja con unos ojos verdes que hipnotizaban en juego con el pantalón verde de pinzas bombacho y ajustado en sus tobillos, su camisa blanca estampada con dibujos y cruzada, con la espalda al aire, que le daba un aire muy sensual y elegante.
- Vuélvete, te subo la cremallera – me dijo con una tranquilidad pasmosa segura de sí misma.
Me encontraba nerviosa, pero a la vez excitada ardiente, nunca hubiera pensado encontrarme en una situación así yo tan segura de mí misma ante los hombres y esta mujer me estaba desarmando. Si hubiera sido un tío, al que yo hubiese dejado pasar... de seguro que me estaba morreando con él... ¿pero una tía? A mí no me gustaban las mujeres, ¿o quizás sí?
Observé a Isabel acercarse a mí, noté la suavidad de los dedos de su mano izquierda que se apoyaron a mi espalda mientras con la derecha jugueteaba con la cremallera, nuestras miradas se cruzaron en un breve instante.
- ¿Te gustó lo que viste en mi tablet?- dijo de pronto Isabel, a mi espalda. No me esperaba esa pregunta para nada.
Tardé unos segundos en reaccionar.
- No he visto nada, de verdad, según llegué la dejé en mi cómoda y hasta que llegaste- no sabía cómo salir del atolladero y le respondí lo más fácil de creer, pero mi voz salía a trompicones.
- Sabes que sí lo has hecho, comprobé que el archivo había sido abierto hacía 20 minutos – me respondió muy segura de sí misma, acercando sus labios a escasos centímetros de mi hombro sintiendo su aliento.
- Yo no.........-respondí llena de nerviosismo dándome la vuelta y quedar frente a ella.
Sentí sus labios juntarse a los míos, intenté separarme, pero no podía, nunca había sentido unos labios de mujer, pero eran cálidos, suaves, tiernos, me sentí atrapada... deliciosamente atrapada.
Cuando quise darme cuenta, mis brazos estaban colgando de su cuello, mis tetas pegadas a sus tetas y mi lengua atravesando sus grandes labios buscaba la suya, cálida y húmeda.
Las manos de Isabel se adentraron bajo mi vestido y empezaron a masajear mi culo, sobándolo con ganas, haciéndome ronronear como una gatita y esa lengua que atrapaba la mía sin cesar... De pronto su mano se fue por delante, entre nuestros cuerpos, colándose bajo el vestido y dentro de las braguitas, para acariciar directamente mi sexo. No sé la sensación que era sentir los dedos femeninos en mi coño, pero desde luego Isabel sabía muy bien dónde tocar.
- ¡Ay, joder, qué gusto, cabrona! - decía yo, mordiendo el lóbulo de su oreja o mordiendo el cuello libre que dejaba esa blusa cruzada.
Instintivamente mi mano soltó el broche de su pantalón y también quiso aventurarse dentro de las braguitas de esa mujer, hasta entonces desconocida, pero que me parecía tener como una gran aliada de sexo furtivo e increíble, nosotras dos a solas, en ese baño... toqué por primera vez ese coño, que estaba totalmente empapado, acariciando la rajita, comprobando la tersura de unos labios gordos y un botoncito inflamado, logrando que fuera ella esa vez la que gimiera junto a mi oreja.
- ¡Uf, Maríaa, sí... qué bien lo haces!
Mi mano libre se apoderó de su pecho, que libre de sostén se sentía blandito y terso a la vez, coronado por un pezón durísimo... lo mismo que hacía ella con mis tetas, pellizcándolas, amasándolas o de vez en cuando mi culo, pasando también el dedo por mi tanga, dibujando la línea de la pequeña tela que se colaba entre mis glúteos...
- ¡Qué buena estás, María! -susurraba ella entre jadeos.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, metiéndonos mano bajo la ropa, dejándonos llevar por ese sexo robado en un baño... hasta que de pronto nos sobresaltamos al escuchar voces en el baño de al lado y nos detuvimos al momento.
Nuestras respiraciones estaban agitadas y nuestra calentura estaba al máximo a pesar de estar casi inmóviles, los dedos, a pesar de eso, de forma casi instintiva seguían jugando dentro de nuestros respectivos sexos... y más concretamente en mi caso, ya que Isabel había metido dos dedos bien adentro en mi coño y me estaba follando con ellos lentamente, sin hacer ruido, solo el aliento agitado de mi boca contra su pecho.
- Sí, sí, este negocio está cerrado con la competencia... Fabian Tusseau no quiere entrar en razón... creo que mejor lo vamos a hacer con los alemanes. -oímos que decía una voz femenina al otro lado del baño.
En ese momento Isabel pareció tomar consciencia de lo que se escuchaba, algo grave a tenor del rictus de su cara, momento que sacó sus dedos empapados de mi coño y ambas totalmente quietas escuchábamos esa conversación e identificamos la voz de Raquel, la secretaria de Estado... La información que escuchábamos llegaba entrecortada, que debía ser el tiempo de la contestación de su interlocutor, para de nuevo escucharle a ella:
- Sí, presidente, ya sé a lo que he venido. Lo estamos intentando. Aun nos quedan unos días en Paris, pero Tusseau no cede, está intratable, nos pide comisiones prohibitivas, ni la propia Isabel ha logrado camelarle.
De nuevo un silencio en esa conversación de secretos de alto estado, en la que empezaba a intuir que todo este mundillo se movía a base de negocios de comisiones, algo ocultas, más bien fraudulentas. De nuevo la voz de Raquel:
- Claro que asumo mi responsabilidad, lo tengo claro, presidente y si tengo que dimitir lo haré... no podemos hacer que esto te salpique, pero no se me ocurre qué más hacer. Estoy desesperada...
Más silencios, mientras Isabel me miraba fijamente, pero escuchando las posibles consecuencias de perder un negocio importante con los franceses.
- Presidente, creo que es una batalla perdida... no hemos conseguido convencerle. Hablaré con Isabel, si ella consigue eso, le deberé una gorda.
Nuevo silencio... Isabel seguía mirándome, pero atenta a la conversación y pasando la yema de sus dedos jugando con mi pezón sobre el vestido.
- Vale, voy a intentar buscar a Isabel e intentar entre las dos volver a hablar con él y te llamo en una hora... ya sé que es tarde, pero esto es vital. - añadió Raquel, colgando la llamada y saliendo del baño.
Mi nueva amiga de aventuras y yo nos miramos, hasta que oímos los pasos de Raquel abandonando los servicios.
- Esto es mucho más serio de lo que parece. - me dijo.
- ¿Está en juego tu cabeza?, ¿La de Raquel? ¿La del presidente? ¿Qué ocurre? - pregunté queriendo saber.
- No puedo decirte nada, María. Esto es alto secreto.
- Vamos, Isabel, lo he oído casi todo... bueno, entiendo que hay que convencer de algo a ese Fabian, que tiene negocios oscuros... también pude verlo en tu Tablet.
- ¿Has visto esos datos? - me preguntó con cara de susto.
- Tranquila, que eso y lo que está ocurriendo aquí mismo es también alto secreto. - dije con una sonrisa.
- Bueno, el tema se ha complicado con ese Tusseau... Raquel y yo teníamos claro que le íbamos a convencer con alguna que otra comisión y un poco de armas de mujer, pero ese francés, no está por la labor y eso que le he transferido varias comisiones y muy elevadas.
- Es todo un cabrón.
- No lo dudes. Ni Raquel ni yo, hemos conseguido que acepte nuestro acuerdo, incluso con comisiones mareantes, directas en su cuenta personal en Suiza.
- ¿Está involucrado el gobierno?
- No estoy autorizada a contestarte.
- Ya lo has hecho. - respondí con una nueva sonrisa.
En ese momento Isabel se dio cuenta de que hablaba de más conmigo.
- Es mejor que salgamos – dijo... y yo me quedé algo chafada, pues estaba a punto de caramelo, casi a unos toques más de esos dedos en mi coño para correrme, pero Isabel pareció cortar aquello de raíz, saliendo delante de mí.
- ¡Isabel! – dije casi gritando, antes de que saliera.
- Dime. No podemos seguir... - dijo con esa mirada de ojos verdes tan hipnotizantes y en el fondo debía seguir tan cachonda como yo, aunque el deber, obviamente, le llamaba.
- ¿Yo no podría hacer algo con ese Tusseau? - pregunté de pronto.
- ¿Con Fabian....? - me miró de arriba abajo y yo asentí con la cabeza.
De algún modo, me resultaba perfecto poder contactar con ese maduro y si, además, con eso ayudaba a mi país a cerrar un negocio muy importante, mi granito tendría que servir para algo. Al menos podría intentarlo. Se me dan bien los “maduros duros”.
- María, eso no puede ser.
- ¿Por qué? por intentarlo ¿Qué pierdes?
- Pero es muy arriesgado.
- ¿No dices que está casi perdido?
La mirada de esa pelirroja era penetrante y daban ganas de comerme esos labios de nuevo.
- Sé que le gustan las jovencitas... pero es duro de roer, no creo que... - añadió Isabel negando con la cabeza.
- Déjame intentarlo. Entre tú y yo, Isabel, nadie más lo sabrá.
- Bien, pero ni una palabra a Raquel... como si esto fuera cosa tuya. - dijo ella preocupada.
- ¡Dalo por hecho! - añadí decidida
- Si consigues que acepte... haré todo lo que me pidas. - añadió agarrándome por el culo y dándome un beso tierno en los labios.
- ¿Todo lo que te pida? - dije suspirando.
- ¡Dalo por hecho! - respondió riendo con mi misma frase.
Tras sonreírle, salimos del baño y buscamos a ese Fabian, entre toda la gente que quedaba, pero ni rastro de él, hasta que alguien nos dijo que ya había abandonado la recepción, pues según decían, le gustaba mucho madrugar para salir a hacer running por los campos Elíseos.
- ¿Te gusta correr, María? - me preguntó Isabel de repente.
- Sí, lo hago cada día. - dije
- Creo que es la oportunidad. Vete a descansar y te mando un mensaje para que puedas salir a su encuentro, de forma accidental, recuerda. Creo que sale como a las 7 de la mañana.
- ¡Hecho!
Busqué por aquel hall a Marcos, pero tampoco le vi... y supuse que estaría follándose a otra, al ver que yo no regresaba. Estaba claro que esa noche me tendría que aliviar yo sola otra vez. Me subí a la habitación con un calentón considerable, pues Isabel me había dejado realmente caliente y entre una cosa y otra, ni Marcos, ni Sandro, ni ese encuentro furtivo con esa mujer, habían logrado saciar mi calentura al completo... para colmo, al pasar junto a la habitación de Sonia, escuché unos gemidos intensos dentro.
- ¡Ay, joder, qué grande, ufff, uffff!- se escuchaba la voz al otro lado de la puerta.
Por un momento me pareció que esa voz era la de mi madre, pero claro evidentemente ella no podía ser, no tenía sentido escucharla en esa habitación, menos a mi madre follando, porque papá estaba abajo, por lo que debía estar durmiendo. Tras escuchar unos golpes claros de dos cuerpos follando y unos gemidos intensos, seguí hacia mi habitación, todavía más caliente de lo que ya venía, pero con la intención de que al día siguiente Sonia me contase con quién estaba follando... y me dejase compartir, pues con todo esto, en el viaje no me había estrenado del todo y yo necesitaba algo así dentro de mi coño y esa noche, según parecía, la iba a pasar sin pena ni gloria.
Me metí en la cama, con mi mano metida en mis braguitas rememorando cada momento, especialmente el vivido con Isabel, pero creo que el alcohol o el sueño acabaron conmigo hasta quedarme “frita”.
El despertador sonó temprano y de un salto me puse de pie, pues no quería dormirme, para salir a correr y llevar a cabo el plan establecido con Isabel. Me pegué una ducha, todavía con un calentón considerable, pero quería darme prisa, organizarme bien en el plan y el encuentro con ese hombre, pues había quedado con mis padres más tarde para salir a visitar Paris, pero teniendo en cuenta la fiesta de ayer y a las altas horas que se acabó daba tiempo para correr, desayunar y lo que surgiera. Soy muy activa y a veces el ritmo trepidante me pone.
Sonó mi móvil y después de un cruce de mensajes con Isabel, me preparé para vestirme y salir. Ella parecía tenerlo todo controlado e insistió varias veces en si estaba segura de hacer ese intento con el maduro francés, pero me limité a mandarle un emoticono sonriente y otro con el pulgar hacia arriba.
Me puse mi body de top azul ajustado y pantalón negro de lycra tipo short y aun no eran todavía las 7 de la mañana, con lo cual hice un poco de tiempo para tomar un zumo de naranja en la cafetería del hotel. Algún ejecutivo me miraba de reojo y me sentí de nuevo cachonda por despertar tantas cosas a esos hombres... aparte de que yo ya venía caliente desde el día anterior.
Me senté al lado de la ventana y esperé a que saliera mi presa. La verdad, estaba nerviosa, hecha un flan y aunque me lo había recordado varias veces Isabel por lo peligroso que podía ser, había aceptado ese reto y ahora no podía volverme atrás-. ¿Quién me lo iba a decir...? yo que venía dispuesta a aprender arte en Paris y ahora me encontraba metida en un juego de espías.
Absorta en mis pensamientos, con el zumo entre las manos, una voz de fondo sonó en la cafetería
- Pierre, una botella de agua, por favor – en un perfecto francés alguien se dirigía al camarero.
Al levantar la cabeza observé sobre el mostrador las espaldas de un cuerpo musculoso, con una camiseta sin mangas y un pantalón de lycra, tipo body muy ajustado.
- Joder, cómo está el tío - mascullé para mí, notando un cosquilleo en mi entrepierna.
- Gracias Pierre, cárgamelo en la cuenta del desayuno- la voz grave del hombre sonó en la sala casi vacía a esas horas de la cafetería.
Todos los colores me invadieron la cara cuando ese hombre se dio la vuelta y nuestras miradas efímeramente se cruzaron... era mi presa: Fabian Tusseau, el director de la farmacéutica francesa. Nos cruzamos una leve sonrisa por saludo hasta que salió por la puerta de la cafetería.
Inmediatamente me levanté y a cierta distancia comprobé hacia donde se dirigía, tampoco parecía muy difícil de adivinar pues enfrente del hotel había un parque amplio con zonas en exclusiva para practicar “running” y carriles para bicicletas. Vi que había varias personas corriendo, por lo que podría pasar desapercibida.
Desde lejos observé que empezaba a calentar y a correr lentamente hacia el fondo del parque por la derecha, y yo lo hice por el sentido contrario, si no nos desviábamos del circuito en un momento determinado, en teoría, debíamos encontrarnos. Reconozco que mi corazón estaba super acelerado pudiendo notar los latidos en mis sienes, cuando unos minutos después vi acercarse de frente a Fabian y el corazón todavía se desbocó un poco más, no sé si por lo que iba a hacer o por lo mucho que me atraía ese hombre. Me paré disimulando como si se me hubiera metido algo en la zapatilla, sentándome en el suelo, cuando se apercibió de mi presencia, parándose a mi lado.
- ¿Algún problema madeimoselle? – se dirigió hacia mí con la respiración entrecortada y sudando.
- No, es sólo una piedra que se me ha metido dentro de la zapatilla- dije levantando la cara y con la mejor de mis sonrisas.
- Ah, usted es la chica que estaba en la cafetería del hotel hace un rato ¿verdad? - dijo poniéndose en cuclillas frente a mí e intentando ayudarme a quitarme la zapatilla.
- Sí cierto, estoy pasando unos días con mis padres para conocer Paris- le contesté.
- Sí, lo sé, los españoles que han venido con Raquel. - dijo en ese perfecto castellano, pero con un acento que ya me sonaba sensual. El acento francés siempre me ha gustado y me parece más que sugerente.
- Sí. - dije algo apurada, como si me hubiera pillado fuera de juego y además parecía haberse fijado en mí en la fiesta.
- Fabian – extendiendo su mano se presentó.
- María- le respondí extendiendo la mía y notando la fuerza de su mano atrapándome.
Aquel hombre tenía una mirada impresionante con los ojos oscuros grandes, el pelo moreno echado hacía atrás salpicado con las canas, una sonrisa para enmarcar... y con naturalidad, puso sus manos gruesas sobre mis tobillos para ayudarme a sacar la piedrecita transmitiéndome un calor que fue subiendo desde los pies hasta el último pelo de mi cabeza, observé como sus ojos se desviaban de los míos y se clavaron en mi pecho perfectamente dibujado por el top que llevaba y noté como mis pezones se endurecieron marcando mi excitación, algo que no podía disimular.
Había empezado el juego y debía seguir hasta el final, asi que abrí levemente las piernas y al no haberme puesto nada debajo del pequeño short, se marcaba mi hendidura que empezaba a humedecerse ante la vista de tal manjar de hombre. Supongo que la visión que tenía tan cerca no podía pasar desapercibida y recordé las palabras de Isabel, cuando me dijo que le gustaban jovencitas, por lo que exageré mis movimientos al máximo, mostrando lo mejor de mis encantos.
Noté que su sonrisa se había tornado nerviosa al examinar mi cuerpo y su pantalón dejaba entrever un bulto que en apariencia era fantástico. Ambos habíamos entrado en contacto visual, de una manera mucho más sencilla y rápida de lo que hubiese imaginado, incluso más pronto de lo planeado.
Me invitó a seguir acompañándole a un trote ligero por el resto del parque hasta que llegamos al hotel de regreso. El tío parecía bastante entrenado, pues me costó seguir su paso y eso que suelo trotar bastante.
- María, le invito a un café y un croissant, los ponen riquísimos en este hotel- dijo extendiendo su mano para acercarnos a la cafetería del establecimiento.
- Muchas gracias, pero es que en un rato he quedado con mis padres para desayunar y salir, además de tener el cuerpo sudado y fíjese que estampa tengo- intentando declinar su invitación, aunque sabía que le tenía contra las cuerdas, lo había notado en todo el trayecto.
- Yo también tengo una reunión de trabajo a mediodía con sus compatriotas, pero un café si nos da tiempo – reiteró su invitación hacia mí - además aquí están acostumbrados a que tomemos algo después del running.
- De acuerdo, un café - le dije aceptando la invitación y estrechando esa mano que tiró de mí hasta la cafetería.
Estaba claro que quería hacerme un poco “la difícil”, que no pareciese todo tan evidente, pero intentando sacar mis armas de mujer de forma lenta, pero sin pausa, me inclinaba sobre la mesa haciendo rozar mis pechos sobre la misma, mientras le escuchaba de forma ingenua me ponía el dedo sobre mi boca o chupaba la cucharilla del café de un modo muy provocador. Se notaba cierta tensión sexual, incluso adivinaba que, con cada gesto o comentario mío, el tío estaba empalmado bajo la mesa. Una mujer se da cuenta de esas cosas y estaba segura de haberle atraído de forma mucho más fácil de lo que esperaba. Fabian resultó ser muy hablador y me empezó a contar cosas de su vida, lo que le gustaba, sus aficiones, me dijo que tenía 45 años, casado, que su mujer era una de las mayores accionistas de la empresa farmacéutica y que tenían dos hijos ya en edad universitaria, uno de ellos, precisamente, también estaba estudiando Historia del Arte, de modo que yo debía ser de la edad de uno de ellos. Me gustaba la idea de que un hombre maduro me desease... y que incluso pudiera ser de la edad de mi padre, quizás un poco más joven, pero los hombres de esas edades son los que más me gustan.
Después de un rato interesándose en cómo me iban mis estudios, miré el reloj excusándome que debía subir a mi habitación y él también debía hacerlo pues antes de ir a la reunión tenía que hacer unas llamadas pendientes. Lo cierto es que ambos estábamos muy a gusto y por un momento se me había olvidado a qué estaba jugando realmente, porque me sentí muy bien junto a Fabian.
Entramos en el ascensor y esa era la primera vez que guardábamos silencio en ese cubículo. Pulsé el botón de mi planta y él una planta superior a la mía. Al hacerlo le noté más cerca de mi cuerpo, sentí su calor, ese sudor cercano, su respiración, su mirada...
- Eres muy guapa, María- me soltó de sopetón mientras el ascensor iniciaba el ascenso a las diferentes plantas.
- Muchas gracias, Fabian. - dije haciendo un silencio y a continuación acerqué mi cuerpo al suyo y notaba como mis pechos rozaban su cuerpo.
Sin saber cómo me vi con sus labios rozando los míos, muy suavemente, en un juego lento que nos permitía estar en esa íntima cercanía en el ascensor. Isabel me había advertido y mucho que le gustaban las jovencitas, que eran su perdición y no tardé en adivinarlo cuando nuestras bocas se juntaron en un beso cada vez más intenso... en cierta manera, aunque de cara a él, intentaba mantener una distancia, mostrando la mayor inocencia posible, me dejé llevar por sus labios cálidos y tiernos, mucho más allá de representar mi papel para intentar camelarle... besar a ese hombre era una auténtica delicia y me colgué de su cuello, para sentir su lengua jugando con la mía.
Se abrió la puerta del ascensor y cargándome de valor cogí su mano y tiré de él hacia fuera, aunque él iba una planta superior a la mía.
- Mi planta es la de arriba – me dijo con una sonrisa e inclinando la cabeza hacia arriba.
- Lo sé, Fabian. - le respondí con una mirada pícara.
Tras unos instantes de duda ese francés me siguió mientras yo tiraba de su mano hasta llegar a la puerta de mi habitación. Miré de un lado a otro esperando que nadie nos viera, abrí la puerta y entramos juntos.
Nos envolvimos en un beso aún más tórrido, pasional, acompañado de caricias por todas partes y me sentí envuelta por ese cuerpo musculoso, maduro, fuerte, consiguiendo que me excitara al máximo de forma urgente, sin tener que forzar nada, sus manos apretaron mi culo contra él y noté el bulto de su entrepierna presionar mi pelvis a la vez que mi top desaparecía en pocos segundos por encima de mi cabeza. Sus ojos admiraron mis tetas y su lengua dibujó ambos pezones, poniéndolos aún más duros.
- ¡María! - suspiró...
Yo también quería más y le atraje a la cama para sentarme frente a ese bulto que marcaba su pantalón de deporte y una mirada juguetona, mordiéndome el labio, le indicó cómo me tenía de cachonda. Volví mi mirada absorta a ese vástago que intentaba liberarse de la presión del pantalón para acercar mis dedos que se fueron deslizando a lo largo de ese instrumento maravilloso dibujando su extraordinaria forma. Estaba acostumbrada a tener experiencias con otros muchos chicos, con diversos tamaños y formas, pero aquello que escondía Fabian no tenía punto de comparación con lo que había tocado hasta entonces.
Bajé el pantalón y como un resorte un falo grueso, ligeramente curvado hacia arriba, marcando sus venas con un glande rojo más grande que el resto, presa de la excitación apuntaba hacía mí y él podía notar en mis ojos, el asombro ante ese premio que me había tocado. Empecé a deslizar mis dedos largos y finos por su tronco, me cogió de la barbilla para levantar mi vista e inclinándose hasta alcanzar mi boca, me ofreció su lengua. Sin duda, ese hombre no era el típico compañero de la facultad que no se sabe controlar, Fabian tenía muchas tablas y con su pausa y su saber hacer, me estaba volviendo loca. Chupé esa lengua con mis labios y nos miramos con un deseo mutuo.
Se separó de mí y cogiéndome de las manos me levantó y sin yo dejar de masturbarle, me bajó el pequeño pantalón, dejándome totalmente desnuda. Inmediatamente sus dedos se adueñaron de mi coño que estaba empapado y el muy cabrón sabía dónde y cuándo tocar... unas veces jugando alrededor, sin llegar a tocar mi clítoris, pero metiendo la punta de sus dedos, de una forma sutil, pero tan ardiente que me tenía a mil. Nuestra respiración se agitó visiblemente, me tumbó en la cama y abriéndome las piernas, se metió entre ellas y su lengua empezó a deslizarse con suavidad, explorando cada rincón de mí, sus labios aprisionaron mi clítoris que se había convertido en un micropene de máxima tensión, mientras sus dedos me follaban lentamente, primero uno, luego dos y el pulgar sobre el agujero de mi culo, por lo que apenas podía controlarme y tuve un primer orgasmo brutal en poco tiempo, mientras me masajeaba con fuerza mis pezones endurecidos sobre mi amplia aureola sonrosada.
- ¡Ah, joder, Fabian! - exclamaba yo, con mis dedos enredados en ese pelo canoso mientras su lengua seguía absorbiendo mis jugos.
Una vez recuperada, quería ser yo la que llevara el control y tumbándole boca arriba, cogí su polla envolviéndola con una mano mientras le daba lametones y le miraba con vicio, él inclinaba la cabeza observando lo que le hacía.
- María, eres maravillosa, increíble, sigue, uffff, me estás volviendo loco- exclamaba extasiado y me encantaba conseguir ese placer en un hombre que me doblaba la edad.
Aunque seguramente lo hubiera conseguido en poco tiempo, ya que soy muy habilidosa haciendo mamadas, no quería que se corriese tan pronto, necesitaba probar ese falo dentro de mí y sin soltar su polla me fui sentando sobre ella, mirándole fijamente a los ojos, mientras sus manos dibujaban mis caderas y mi culo. Dejé se fuera acomodando en mi interior, aquella verga era realmente gruesa, según entraba un nuevo orgasmo me invadió hasta sentirla entera dentro de mí, me incliné y sus labios aprisionaron mis pezones, hasta que quedamos totalmente unidos, sintiéndome llena de él.
- ¡Uf, Fabian, qué delicia sentirte! - dije y no era un halago gratuito... era lo que realmente sentía.
Empecé a moverme hacia adelante y hacia detrás para notar con mayor intensidad la fricción de su polla dentro de mí, mientras él seguía mordiendo mis pezones y aferrado a mis glúteos con sus manos, entraba en mí, una y otra vez, follándome y apretando su pelvis cada vez que nuestros cuerpos chocaban... hasta que irremediablemente, el éxtasis nos invadió, nuestros cuerpos convulsionaron y sacando la polla de mi coño empecé a masturbarle con fuerza, cuando de forma repentina un fuerte chorro blanco saltó sobre mi cara y un segundo en mi cabello rubio, impregnándome en varios ríos de leche tibia que saltaban sobre mi cuerpo desnudo...
Quedamos en la cama uno junto al otro mirando al techo resoplando.
- Ha sido increíble, María, eres muy especial – me dijo ladeando la cabeza hacia mí, dibujando el contorno de mis labios.
Le miré con una sonrisa y me acerqué a darle un suave beso en sus cálidos labios. De pronto, miró el reloj y como un resorte se levantó de la cama, mientras yo observaba su desnudez, de ese cuerpo veterano, pero tan bien formado. Me he tirado a unos cuantos tíos, pero Fabian tenía un cuerpazo de diez.
- Perdóname, pero tengo que irme a mi habitación necesito gestionar unos temas urgentemente- me dijo mientras se vestía con rapidez.
- No te preocupes, Fabian... la culpa ha sido mía.
- Espero volver a verte, de nuevo, María, esto hay que repetirlo. Me encantas - continuó guiñándome un ojo
Terminó de vestirse sin dejar de observar mi desnudez sobre la cama y yo acariciaba mi coño que todavía notaba latir después de verse invadido por semejante pene.
Le sonreí, pero no le dije nada, salió de la habitación y esperé unos segundos, miré a la cómoda que estaba a mi derecha, una luz roja seguía parpadeando, cogí el móvil e hice una llamada.
- Isabel, ya se ha marchado. - le dije escuetamente, todavía con el recuerdo del polvo descomunal que acababa de echar.
- Perfecto, María, lo has hecho de maravilla, parecía todo muy real.
En el fondo era todo más que real... no había nada fingido, a pesar de tener ese plan trazado entre las dos, haber follado con Fabián me había llevado al mismísimo cielo.
- Voy a comprobar que la grabación ha salido correctamente – al otro lado del teléfono la voz de Isabel sonaba aliviada.
Después de unos minutos de espera, volví a oír la voz de Isabel.
- Me he excitado de veros, uffff- lo primero que me respondió ella con la voz nerviosa.
- Ya te dije que confiaras en mí.
- Le tenemos pillado, María, no creo le interese que su mujer vea estas imágenes siendo la que tiene el mayor poder de la empresa, firma el acuerdo o.........- la risa de Isabel al otro lado del teléfono sonaba convencida y casi de forma maquiavélica.
Colgué el teléfono me tumbé en la cama y una sonrisa me invadió y poco después sonaba otra llamada, era mi padre.
Continuará...
Fran & Sylke