Mismo día. Lunes, 4 de septiembre 2023, 9:14
Carmen
Miré el reloj y arrugué la nariz, otra vez iba a llegar tarde al trabajo. Y otra vez tendría que aguantar al imbécil de Pablo dándome la brasa con mi puntualidad y la falta de respeto a todos. Meneé la cabeza pero me seguí mirando al espejo y sonreí, me gustaba lo que veía, 41 años y seguía estupenda si me arreglaba bien.
El problema era cuando no tenía el maquillaje, que los años estaban ahí y el cansancio hacía que se notaran aún más. “Tengo que bajar el ritmo” pensé por centésima vez. Lo cierto es que llevaba dos meses que no paraba, desde que el cabrón de Jorge me dijo que se quería divorciar porque había conocido a otra, a una putilla de veinte pocos años.
Noté como la mala leche me subía por el estómago. Ese desgraciado ya se podría haber follado a la puta todo lo que quisiera sin romper nuestra relación, a mí eso me daba igual. Es más, lo entendía, entendía que quisiera follarse a esa zorra, las personas no estamos hechos para follar con una sola persona toda la vida. Él tenía bastantes cuernos pero jamás fueron nada serio, solo divertimientos pasajeros. “Joder, si todas mis parejas han tenido cuernos y nunca ha sido eso un problema”. El sexo tenía que ser divertido, excitante, y eso se pierde con el tiempo así que había que buscarlo en otro sitio, pero sin que ello significara romper la relación.
Suspiré, tenía que dejar de pensar en Jorge, me había traicionado, porque eso era, una traición al romper nuestro matrimonio. “Que se vaya a la puta mierda” pensé. El día que firmé el divorcio, fui al médico y conseguí fácilmente una baja por depresión y, con el dinero que había conseguido del divorcio, me fui dos semanas al Caribe, a follarme a mulatos, negros y cualquiera que me atrajera un poco, incluso a alguna mulata, que a veces apetecen cosas distintas.
Y luego, al volver de esas vacaciones, me busqué una casa y me puse a arreglarla. Y como no tenía habitación para mi hijo hasta terminar la casa, él se quedaba a dormir con su padre y yo, todas las noches a salir, a beber, bailar y follar. Y claro, al día siguiente estaba muerta y llamaba a la oficina diciendo que estaba mala o llegaba tarde.
Me volví a mirar al espejo y me dije “Carmen, tienes que echar el freno, esto se te está yendo de las manos, déjate de beber, drogas y orgías como la del sábado”. Puse los ojos en blanco recordando el sábado, había sido un descontrol total. “Y eso que no me gustan las orgías, porque con dos tíos a la vez vale, o dos tíos y una tía, pero más no, que luego una no sabe que polla tiene en el coño, en el culo o en la boca”.
Meneé la cabeza “Se acabaron las orgías y las drogas, me tengo que buscar a uno o dos amantes buenos y dejarme de tanto descontrol, y a un tonto con dinero que se case conmigo”. Eso era importante porque me había gastado casi todo el dinero del divorcio entre el viaje, la casa, los muebles, la reforma “y todas las putas fiestas”.
Pensé en mi plan. En la empresa había gente con mucha pasta en la dirección. Tenía que acercarme a ellos y ya había pensado en algo. “Y Carlos, ese viejo baboso, me ayudará a conseguirlo”. Era una lástima que Carlos no fuera de los directores ricos ya que lo tenía comiendo de la mano, ese asqueroso baboso, pero solo era responsable de los frikis y de recursos humanos, un mediocre, pero el puesto de recursos humanos era importante para mis planes. Hablaría con él y lo convencería sin problemas para que me cambiara de departamento a otro más acorde con mis planes.
Medité un poco en lo que le diría. Con Carlos no sería necesario ir por el lado del sexo, era del tipo caballeroso, de los que siempre intentan ayudar a las mujeres en problemas. Le daría lástima, un par de lágrimas y ya está. Y si se hacía el duro, no sería la primera polla vieja y flácida que me comía, que en mi época de comercial se la tuve que chupar a algún cliente asqueroso, y quizás en las orgías de estas semanas, que algún viejo había. Pero no, con Carlos no sería necesario, estaba segura.
Miré el reloj, iba a llegar a la oficina a las 10, en fin “Que se joda Pablo”. Ese sí que tenía pasta pero era un puto maricón. Recordé el primer día, cuando intenté flirtear con él sin saber que era maricón, “menudo ridículo hice” pensé con rabia.
Me eché un último vistazo al espejo, me retoqué un poco el pelo y cogí las llaves del coche. Llegué a la oficina pasadas las 10. Esperaba la bronca pero Pablo me ignoró. “Pues mejor” pensé mientras encendía el ordenador. Entonces vi que tenía una convocatoria de reunión con Carlos. Me extrañó y alarmó. Miré la hora, era en 10 minutos, un poco más y no hubiera llegado a tiempo. Me levanté y fui a los servicios. Allí, me puse a pensar “¿A qué viene esto?”. Pensaba escribirle hoy para pedirle charlar, pero que él me convocara y de esa forma tan “oficial” me olía muy mal.
Cerré los ojos y supe que había pasado. Pablo se había quejado y me iban a echar. Y no me podía quedar sin trabajo, ahora no que estaba regular de dinero. “Mierda, mierda, mierda… a ver, tranquilízate Carmen, ve a hablar con Carlos, te haces la víctima y si hace falta, te arrodillas y mamada, pero hay que convencerlo como sea para que no te eche”. Me atusé el pelo y me desabroché un botón de la camisa. Me miré y me desabroché otro más. “Así, que a Carlos siempre se le van los ojos a mis tetas”. Luego me subí todo lo que pude la falda para que vieran bien mis piernas.
Cuando estuve satisfecha, salí del baño y fui a su despacho. Allí, al llegar vi de lejos a los frikis y a esa loca. Pensé “joder, no me acordaba de esa”. Me la tenía jurada desde hacía años, y todo porque en una fiesta me hizo tilín su novio y me lo llevé a un baño para enrollarme con él y comenzar una mamada que la muy zorra nos cortó porque se puso a llamarlo a gritos. No vio nada pero la muy zorra lo sabía y se puso histérica. “Pues nada, zorra, todo para ti, tampoco es que el gilipollas ese tuviera una gran polla” pensé mientras sonreía y saludaba a Carlos, el cual se levantó rápidamente y aproveché para darle dos besos y pegarle mis tetas, lo quería nervioso. Y también lo convencí sin ningún problema para que se sentara al lado mía y me aseguré que tuviera una buena vista de mis muslos.
Luego, empecé el recital de victimismo y Carlos se lo tragó todo. Y en cuanto pude, le colé lo de mi cambio a Marketing y comunicación. Y también accedió “Qué fácil es manejar a este asqueroso, que lástima que no tenga dinero” pensé riéndome por dentro.
Mi plan era que en ese departamento podría tener más contacto con todos los directores y seleccionar al que más me podía interesar. Ya había empezado a camelarme a la directora de Marketing, una gorda asquerosa que estaba encantada de que yo le riera sus putas gracias. “En fin, no pasa nada por aguantar a dos asquerosos de vez en cuando”.
La reunión había ido genial, sin ningún problema. Me despedí de Carlos y me aseguré que tuviera unas buenas vistas de mi culo mientras me iba, caminando despacio “mira, mira y disfruta porque este culo tiene muchos dueños pero tú nunca serás uno de ellos”.
En cuanto pude, fui a ver a Patricia, la gorda de Marketing y le di la noticia y a ella le encantó, y hablamos un buen rato de planes, eventos… Luego le dije de ir a almorzar juntas y tuve que aguantar un montón de historias de su marido y sus hijos, dos repulsivos niños regordetes que me enseñó en el móvil, y tuve que esta todo el rato riendo. “Tú tranquila, Carmen, aguanta a esta tía, que todo dará sus frutos, esta vez no la puedes cagar”.
Por la tarde, al llegar a casa, aún estaban los albañiles y me puse a hablar con el responsable, un tipo nauseabundo que no dejaba de mirarme las tetas hasta que le dije:
- En mis tetas no vas a encontrar más excusas, así que déjate de historias, quiero la puta obra terminada esta semana, que estoy hasta el coño
Escuché unas risas y giré la cabeza. Vi a un muchacho bastante atractivo, con una camiseta de tirantes que dejaba ver un cuerpo joven y musculado. Ya me había fijado en él. Le dije:
- ¿Qué te hace tanta gracia?
- Nada, señora
- Pues a callar y a ver si terminas tú también, que me tenéis harta
- Esto ya está casi acabado, señora
- ¿Sí? A ver
Y me acerqué a él. Miré la habitación y la revisé. Le hice varias preguntas y el chico me contestó sin problemas. Me quedé mirándolo y le pregunté:
- ¿Cómo te llamas?
- Santi
- Buen trabajo, Santi
- Gracias, señora
- Deja de llamarme señora, me haces sentirme muy vieja ¿Te parezco vieja?
- Para nada, señ…
- Carmen, me llamo Carmen
- Para nada, Carmen
- ¿Y de qué te reías antes?
- De… de tu contestación
- ¿No me estaba mirando las tetas?
- Sí, claro
- ¿Entonces?
- Me ha gustado como le has plantado cara
- Ya… y tú no me las miras ¿No?
- Claro que las miro, siempre que puedo
Pero el chico me miraba a los ojos. Le dije:
- Pues ahora no me las miras
- Miro algo que también me parecen muy bonitos y excitantes
Sonreí, el chico tenía labia. Entonces escuché un estruendo y me fui hacia allí gritando que qué había pasado.
Un par de horas más tarde se fueron todos y me quedé sola en casa. Mi primer pensamiento fue ducharme y arreglarme para salir pero me contuve, nada de fiestas y llegar a las tantas y mañana llegar tarde al trabajo “Mañana empiezas en el nuevo trabajo, no puedes llegar tarde”. Suspiré, me quedaría en casa aunque me agobiara.
Entonces pensé en el chico, Santi, estaba muy bueno y era joven. Recordé los cuerpos de los chicos del Caribe, todos jóvenes, musculosos, excitantes y muy complacientes. Desde que había vuelto, solo me había acostado con tíos mayores de 30, quizás debería tontear más con el chico. De pronto me sentí muy cachonda, con ganas de sexo, y volví a plantearme salir “No, no, nada de salir, que me conozco… Me ducho y me hago una paja y así me tranquilizo” pero entonces llamaron a la puerta.
Fui y al abrir vi al chico, Santi. Me sonrió y le pregunté extrañada:
- ¿Qué pasa?
- Creo que me he dejado mi mochila
- ¿Tu mochila?
- Sí ¿Puedo pasar?
Me hice a un lado y entró en una habitación. Al poco salió con una mochila y diciendo:
- Aquí está
- Ah, vale
- Bueno, pues no te molesto más
Vi como se dirigía hacia la puerta para salir y le pregunté:
- ¿Quieres una cerveza?
Me miró sonriente y asintió. Me siguió a la cocina mientras yo pensaba que al final no haría falta hacerme una paja en la ducha. Cuando estaba a punto de abrir el frigorífico, el chico me cogió del brazo y me giró empujándome contra la pared y comenzó a besarme apasionadamente. Abrí la boca y su lengua buscó la mía. Nos besamos salvajemente mientras sus manos apretaban mis tetas y mi culo.
Entonces tiró de mi camisa y escuché como los botones caían al suelo. Me lamió y besó por encima del sujetador pero rápidamente metió una mano para sacarme una teta y chupó con ansia mi pezón. Gemí mientras mis manos desabrochaban su pantalón y buscaban su polla. Me costó sacársela porque la tenía totalmente dura. Él seguía chupando y mordisqueando mi pezón mientras sus manos me subían la falda y luego buscaban mi coño. Gemí al notar como introducía sus dedos dentro de mí, en mi coño totalmente mojado. Le dije:
- Fóllame, rápido
Santi se separó de mí y me miró sonriendo, con una sonrisa lasciva y de prepotencia que me puso aún más caliente. Tiró de mis bragas hacia abajo y dejé que cayeran a mis tobillos y me moví para liberar uno de ellos. Nos miramos. Vi su polla dura y me gustó, era una buena polla.
Santi se acercó de nuevo y, levantándome una pierna, me la metió con dureza. Me folló contra la pared, los dos de pie, él sujetándome una pierna mientras me empotraba una y otra vez. No tardamos en corrernos, grité sin parar hasta notar su leche dentro de mí.
Nos quedamos quietos, exhaustos, respirando rápidamente, abrazados. Entonces me soltó la pierna y se salió de mí. Me derrumbé en el suelo, las piernas no me sostenían.
Santi me sonrió con suficiencia y vi como se metía esa gran polla dentro de su pantalón. Entonces salió de la cocina.
Me quedé unos minutos sin moverme, recobrándome. Después me levanté y me bajé la falda. Me quité las bragas del tobillo donde se habían quedado y me metí la teta dentro del sujetador. No escuchaba nada ¿Se había ido?
Salí de la cocina y miré a mi alrededor extrañada, juraría que no había escuchado la puerta al irse. Vi su mochila en el suelo y escuché un ruido en mi dormitorio. Fui hacia allí y lo vi acostado en mi cama, desnudo. Me dijo:
- Desnúdate, zorra
- ¿Ya no soy señora?
- No, ahora eres la zorra que me va a chupar la polla
Lo miré, estaba buenísimo. Su cuerpo era escultural, todos los músculos marcados en brazos, piernas y torso. Y su polla, flácida pero que era anormalmente grande. Noté como me calentaba de nuevo y sonreí. Me quité la camisa y pregunté:
- ¿No necesitas descansar unos minutos?
Me quité el sujetador y sonreí de nuevo al observar su cara excitada al verme las tetas. Su polla reaccionó de inmediato y vi como empezaba a ponerse dura. Dijo:
- No
- Ya veo
Me quité la falda quedándome totalmente desnuda. Dejé que me admirara durante unos segundos antes de dirigirme a la cama. Me puse sobre él a cuatro patas y fui a besarlo mientras le cogía la polla. Él me cogió las tetas y nos besamos, esta vez con más tranquilidad. Luego paró y dijo:
- Seguro que eres una chupa pollas de primera
“No lo sabes bien” pensé. Besé su cuello, su pecho, sus abdominales, bajando poco a poco. Sabía y olía a sudor, fuerte, desagradable pero, a la vez, me ponía aún más caliente ese olor recordando lo salvaje del polvo en la cocina.
Llegué a su polla y la observé detenidamente. Era grande, el chico estaba bien armado. No era mi primera polla grande, ni mucho menos, pero siempre era excitante tener una en las manos. Me moví para situarme mejor, quería que el chico me viera, que no perdiera detalle de como le hacía la mejor mamada de su vida. Me incliné y pasé mi lengua lentamente por su glande. Lo miré y moví mi pelo para que no me tapara. Entonces empecé la mamada, lenta, húmeda, como muchos ruidos húmedos y gemidos por mi parte, como sabía que le gustaban a los tíos.
Me lo tomé con calma, lamiendo y chupando toda la polla y sus pelotas, cambiando de ritmo, siempre buscando su máximo placer pero sin llegar a provocarle el orgasmo. El chico gemía y me insultaba, disfrutando en todo momento.
Cuando noté que ya no iba a aguantar mucho más, me puse encima, ahora iba a disfrutar de mi coño y mis tetas. Empecé a follarlo despacio y sus manos se fueron rápidamente a mis tetas. Lo cabalgué sin poder evitar gritar y gemir, totalmente llena con su polla. Usé mis músculos vaginales para apretarle aún más la polla. Quería que aquello durara pero estaba demasiado caliente y no pude evitar buscar mi orgasmo, el cual llegó rápidamente junto al suyo.
Me derrumbé encima suya, totalmente destrozada y temblando. Luego, me eché a su lado, mirando al techo mientras respiraba rápidamente. Entonces, él se puso a acariciarme lentamente, pasando sus dedos por mi cuerpo mientras me decía al oído, muy flojito, que era una diosa, que estaba buenísima,… Hacía mucho que un tío no me acariciaba y decía esas cosas tras el sexo y me gustó mucho.
Tras un rato, Santi se incorporó y buscó su ropa. No quería que se fuera y le dije:
- Quédate a cenar
Me miró de pie, desnudo, escultural, y sentí un escalofrío que me recorría todo el cuerpo. Dijo:
- ¿Quieres follar más?
- Sí
Me miró pensando hasta que dijo:
- Vale, pide pizza y luego follamos
Y se fue al baño. Sonreí mirando ese culo bien puesto. No recordaba un lunes mejor en toda mi vida.