KARINA - TRATANDO DE CAMBIAR. (3).
Mientras esperaba a la “colo” recordé algo que se me había pasado por alto y regresé al garaje. El archivo del GPS del auto no había sido borrado. No me llevó más de tres minutos manipularlo y para quien quisiera averiguar, ese auto no se había movido del garaje. Parecían ser idioteces, pero… yo no me podía permitir el lujo de cometer esos errores, me estaba descuidando demasiado y ya era suficiente con la “cagada” que me había mandado ese día. Luego de eso regresé al interior, fui hasta el bar y me preparé un whisky con hielo, lo degusté despacio mientras miraba las noticias en la Tablet, ella no tardaría mucho más y sentí que tenía muchas ganas de verla.
Escuché cuando se estacionó el auto de alquiler frente al portón de la casa y vi cuando descendía Karina, las hermosas piernas de la colorada parecían tardar una eternidad para bajar del auto de alquiler y las cámaras de la entrada terminaron por enfocar su delicioso cuerpo cuando se paraba frente a ella y me mandaba un besito y un saludo con su mano derecha enarbolando su hermosa sonrisa. Conocía el lugar y sabía de esas cámaras, sólo de esas. Había unos treinta metros hasta la puerta de la casa propiamente dicha y mirando por la ventana esperé unos segundos a que el coche se fuera. No tardó en llegar a mi lado mientras la observaba, la minifalda que cubría el encaje de las medias y tapaba apenas sus intimidades, el polerón blanco, amplio en el cuello no podía disimular sus tetas erguidas, las botas de caña alta con tacos infartantes y completaba el cuadro con un oscuro y largo tapado abierto. La sonrisa, el movimiento de su cabello largo, ondulado, suelto y su caminar seguro te ponía al borde del infarto.
No tuvo necesidad de golpear la puerta, le abrí dejando que estirara sus brazos y se apretara contra mí. El beso profundo, conjuntamente con el abrazo, no se hizo esperar y si había algo que me gustaba de “ellas”, salvando lo físico, claro está, era precisamente la “entrega” que manifestaban, quizás lo hacían solamente conmigo, como fuere, parecían “novias”, nada que ver con lo “profesional” y Karina era el mejor exponente de esos modos.
No existían apuros y luego de desprenderse del abrazo preguntó cómo estaba, se sacó el tapado y con una sonrisa amplia dio toda una vuelta para mostrarme y mostrarse, luego se acercó al bar a servirse una copa. Me contó que estaba en una reunión con compañeras del Secundario y que salió “volando” cuando la llamé. Con ella, al igual que con Mercedes existía una relación, si se quiere, “distinta”, cobraban y cobraban bien, aunque sin “tarifas”, no me hacían sentir un “cliente”, venían a pasar un rato con un “amigo con derecho a roce”, aunque, sin dudas había mucho de sexo y también bastante de diálogo.
Después de un rato de charla, dejó el vaso y comenzó a ponerse “mimosa”, diciendo que adentro hacía calor y para que no existiera diferencia con lo mío, ella se quedaría también en ropa interior. No tardó en cumplir con lo que decía y pronto quedó enfundada en un sostén exiguo que no tenía necesidad de sostener nada, el pedacito de tela de la tanga que tapaba los labios de su vagina y las medias oscuras que apretaban sus muslos. Ni se imaginaban los de “Victoria Secret” la modelo que se estaban perdiendo, el conjunto de sus curvas donde no existía un gramo de más, junto a su rostro y a esa mirada que podía pasar de la dulzura e ingenuidad a los de una loba o una pantera en celo, enloquecía al más pintado. Su altura, merced a las botas de tacos altísimos, era similar a la mía y luego de un parpadeo, estiró los brazos esperando el beso que no se hizo esperar.
Luego del concierto de lenguas, de gemidos y la cuota de dulzura acostumbrada, se separó y tomándome de la mano, encaró la escalera y me llevó al dormitorio. Ya sobre la cama pidió que la terminara de desnudar y esperó, yo entendía porque lo hacía… acorde a mi proceder sabría si yo quería iniciar una sesión con visos de dulzura o pretendía sexo un poco más duro, ella se adaptaba enseguida y, en ese caso, a pesar de mis ganas de “ponerla”, me dediqué a besar todo su cuerpo.
Por más que fuera sexo pago, ella no tenía por qué aguantar ningún tipo de desenfreno o de calentura mal canalizada. Karina gemía y se retorcía cuando mi boca descendía por toda su piel, según me había hecho saber, era al único al que le permitía jugar con la boca en su intimidad y tenía claro porque era esto, besar y pasar la lengua por sus labios íntimos la desquiciaba y absorber su clítoris le provocaba una seguidilla de orgasmos que no podía disimular.
Esa vez no fue la excepción, comenzó a temblar, a moverse y a gemir en un “in crescendo” que me ponía los pelos de punta, levantaba la pelvis y golpeaba la cama con los puños mientras movía los antebrazos. La lengua pasó por su clítoris y me apretó la cabeza con los muslos, no me molestó porque su fuerza no me sacaría de allí. Su gemido continuo se convirtió en un grito cuando me prendí al “botoncito” y el pulgar perdido en su culito que lo apretaba, terminó de completar la escena.
El orgasmo fue intenso y se prolongó en algunos más, aunque ya no tan fuertes, así y todo, no abandoné ese lugar y fue ella la que tirando de mi cabello me instó a subir, lo hice reptando hasta llegar a su boca que me esperaba. Mientras nos besábamos, el miembro quedó acomodado en el lugar que irradiaba humedad y calidez a la par que ella cruzaba sus piernas sobre mis caderas, entonces, despacio y firme, fui introduciéndome en su, increíblemente estrecho interior, me gustó ver como cerraba los ojos y se mordía los labios aguantando el grosor.
Me moví varias veces entrando y saliendo de su intimidad, mis ritmos variaban y Karina se acoplaba a cualquier de ellos, más rápido o más lento, con suavidad o con un poco de dureza y la sentía gozar en cada una de mis estocadas, hasta que se dejó ir en un orgasmo que gritó con ganas y ya no me pude contener, los apretones de sus músculos vaginales parecían exprimir el pene tratando de absorber el líquido de mis testículos. “Así mi cielo, así, ¡es increíble cómo te siento!, me encanta como me hacés el amor”, expresó Karina sin cortarse en nada. Tenía razón, por un lado, me había servido para descargarme, pero, por otro lado, con ella no sentía la necesidad de “usarla”, gozaba con hacerla sentir una mujer querida y deseada. Me sequé con esa descarga y apenas unos segundos después ella trató de moverse para limpiarme con su boca, no se lo permití y le dije:
No quise decir nada más, nos fuimos a bañar, nos enjabonamos mutuamente, nos reímos los dos gozando del baño compartido y notar después cuando Karina se dormía abrazándome me hizo replantear todo un montón de cosas respecto a la doble vida que estaba teniendo desde hacía muchísimo tiempo… ¡Mierda!, eso nunca me había pasado, de pronto me vi y me sentí “solo”.
Lo más cercano a compartir con alguien más lo había experimentado únicamente con mi madre, mucho más cuando quedó viuda y, en ese momento, se me dio por entender algo que, alguna vez, me había dicho Raúl. Esa noche habíamos salido “de copas” para festejar no sé qué cosa, esperábamos “enganchar” a alguna de las chicas “de nivel” que podríamos encontrar en ese lugar y resultó que no hubo chicas que nos interesaran, pero si muchas copas, nos excedimos con ellas.
Sabía solamente que Raúl había quedado viudo hacía como unos cinco años y esa noche, sin hacer mención a su mujer fallecida, expresó: “Ojalá nunca te pase que tengas que llegar a un momento de tu vida en que te toque entrar a tu casa y no tengas quien te espere del otro lado de la puerta”. En ese instante no tomé conciencia de lo que decía, uno por la edad que tenía, por las emociones que vivía y, por último, porque no se me ocurría pensar que él podría estar solo, tenía dinero, auto de lujo, las mujeres que quería, ¡qué importaba la que podría estar esperando detrás de la puerta!...
Casi diez años después, ayudado por el error y el descuido que había cometido con la madre-infiel y el marido, sumado a lo que me había dicho Karina, se me trastocaron todos los papeles. Eran como las cuatro de la mañana y no me podía dormir, se me cruzaban por la cabeza miles de interrogantes y la miraba dormir a la “colo”, en cierto modo, envidiándola porque lo hacía como si se sintiera protegida al estar a mi lado.
Dormí de a ratos y me desperté como a las nueve de la mañana, el día estaba espléndido, el sol invernal penetraba por el ventanal que daba al balcón y parecía enfocar sus rayos en la espalda, el culito y las piernas de Karina que dormía despreocupada, boca abajo y totalmente destapada. La miré y daba para un “mañanero”, pero preferí ir al baño y vestido sólo con el bóxer, bajé a preparar el desayuno, se me dio por el café con leche, tostadas con manteca y dulce de leche. Pensaba en llevarle el desayuno a la cama y me ganó de mano, bajó alegre las escaleras con una sonrisa radiante y me dio los buenos días colgándose de mi cuello para besarme con ganas. Su única vestimenta era la tanga y cuando se apartó buscó su mini y, poniéndosela, quedó vestida solamente con esa prenda visible, luego se acercó a la mesa diciendo con alegría:
Todo en ella indicaba veracidad en lo que estaba exponiendo, las manos que untaban el dulce sobre la tostada dejaban entrever un ligero temblor y en los ojos asomaba un brillo de lágrimas que pugnaban por salir y, además, para que negarlo, los ojos de Karina me podían. Para mejor o peor, todavía me daba vueltas en la cabeza lo que había recordado de Raúl y yo mismo me imponía cambiar, pero, nobleza obliga, no me entregaría sin pelear…
Me miraba y se la notaba expectante, dio el último trago al café con leche, seguramente ya estaba frio, pero no le dio mayor importancia, siguió esperando y yo me daba cuenta de que no había sido muy explícito o que, por lo menos, había estado un tanto aturullado en lo que explicaba.
No dudó en ningún instante de su respuesta y transé, al final transé y le pedí ser mi novia, no era muy convencional ni tenía eso de “enamoramiento” o de “amor a primera vista” pero yo me sentía fenomenal con Karina, necesitaba tener a alguien al lado y a ella le pasaba igual, además, estaba convencido de que no me iba a fallar, de todos modos, le pedí que, por favor, no me diera motivos para no confiar en ella. No hizo falta explicar nada, ella sabía perfectamente de lo que yo hablaba, me conocía más de lo que yo pensaba y saltó de la silla para comerme la boca con un beso que no tuvo desperdicio. Lo que ella no sabía era que, por más que me sintiera bien a su lado o le ofreciera posibilidades, si se torcía en lo que prometía, yo podría llegar a ser mortal.
El mediodía, ya casi encima de nosotros, nos encontró a los dos sobre el sofá en un metiers que nos agradaba por demás. Yo transpiraba a punto de pedir por mi madre porque ya rogaba por un poco de resto mientras bombeaba en el voraz y ex estrecho culito de Karina y ella se desgañitaba gritando su enésimo orgasmo aferrando con fuerza el respaldo del sofá y arrodillada sobre el asiento. Me tenía medio agotado después de haberse traspasado varias veces la garganta y de haber tragado directamente mi acabada sin degustarla, no contenta con eso me brindó luego unos masajes vaginales a los que mi ariete no se pudo resistir y me volvió a exprimir dejándome los huevos como pasas de uva. Pensé erróneamente que ya no quería más y, como resto es lo que a las mujeres les sobra, fue con su boca que volvió a hacerme reaccionar.
Entre mamada y mamada profunda al miembro y a los testículos, me decía que su culito también me necesitaba y, dejándolo a mi disposición, se dispuso a darme una virginidad con la que nunca había querido transigir. Debo reconocer que, en principio, no lo creí, sin embargo, costo lo suyo y con mi glande pidiendo clemencia, tuve que convertirme en un “Marlon Brando” de entrecasa, usando la manteca que había sobrado del desayuno. Se aguantó la introducción como una duquesa, pero durante los choques de mi pelvis contra sus nalgas duras, tuvo orgasmos y gritó lo que quiso. Terminó disfónica cuando dejé las últimas gotas en lo profundo de sus entrañas. Fue una batalla sin vencedores, más bien, de vencidos porque, si bien es cierto que me senté buscando aire en un costado del sofá, ella se desplomó haciéndose un ovillo en la otra punta del mismo.
Finalmente usamos un baño de la planta baja, nos movimos abrazados y el agua caliente nos reconstituyó un poco a los dos. Me preguntó si quería comer algo y cuando fue para la cocina le contesté que esa materia me la debía, tomé mi teléfono y pedí comida a un restaurant, el delívery no tardaría demasiado y lo esperamos sentados y abrazados en el mismo sofá en que nos habíamos desfasados.
Mientras comíamos me dijo que debería irse a su casa a cambiarse, “la ropa interior que tenía puesta parece de papel”, -me dijo sonriendo-. No pude menos que reírme también, pues después de mi primer tirón, la tanga había quedado reducida a unas tiras de tela totalmente desconectadas entre sí, de casualidad, la minifalda no corrió la misma suerte, pero parecía un trapito arrugado.
De resultas de esto, acordamos que ella seguiría viviendo en su departamento, pero le dije que se llevara el Toyota y regresara más tarde con la ropa que usaría el día siguiente cuando tuviera que presentarla como Encargada y Administradora con la gente de la empresa. Por primera vez recorrió gran parte de la casa y se quedó maravillada cuando fuimos a la cochera y se encontró con los coches…
Me saludó con un beso y se fue más que contenta. Al quedar solo la cabeza comenzó a elaborar pensamientos, me encontraba fenomenal, iniciaba algo nuevo con Karina, estaba convencido de que la iba a pasar bien, aunque hubiera que imponer cambios de parte de los dos, lógicamente, la mayoría serían de parte de ella. De todos modos, como el episodio de la madre infiel y su marido fue un detonante, quería averiguar qué había sucedido con eso y mejor no podría haber resultado, el hackeo a la computadora de la Comisaría de la zona en que vivía la pareja me permitió leer el informe policial.
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.