Antes de empezar con la continuación de la parte 7, quiero dar las gracias a todos los lectores que me habéis ido dando ideas y comentarios para poder seguir con los relatos.
Fruto de la colaboración con algunos de vosotros, ha salido esta parte.
Espero que os guste...
Desperté a Jaime cuarenta minutos después, como me dijo.
La camiseta, aún estaba algo mojada. La mancha de tomate no se había acabado de ir del todo.
- Mierda, la Olga me va a matar – Dijo mi vecino.
Aún así, cogió la camiseta (un poco mojada) y se fue a su casa.
Aquello se repitió durante algunas semanas más. Jaime, venía a mi casa el día que yo teletrabajaba, yo le hacía la comida, me follaba como un animal, se quedaba dormido en mi cama, le despertaba 30-40 minutos después y se iba a su casa hasta la siguiente semana. Era, como una relación con un “follaamigo” al que, además de follar, le hacía la comida.
Uno de esos días, estaba trabajando, concentrada, frente al ordenador, cuando mi móvil recibe un mensaje de Jaime. “Sal un momento a la terraza, zorra”. Casi pego un brinco en mi silla giratoria. Por un lado, no quería salir a la terraza. Me venía fatal. Tenía que terminar un trabajo y necesitaba concentrarme. Por otro lado, su mensaje no hacía más que inquietarme, no me podía concentrar. Así que, dejé lo que estaba haciendo y salí.
- Has tardado demasiado, zorra – Me dijo Jaime, algo serio.
- Estaba terminando… - No me dejo acabar.
- Y encima, sales así ¿Te crees que es manera de recibir a tu chulo? – Dijo él, con un tono de fastidio.
Me había pillado trabajando y no caí en que llevaba puesto unos vaqueros y una blusita. Ropa muy de calle. O de estar cómoda en casa.
- Bueno, me has pillado trabajando – Dije, a modo de excusa. Además, era cierto.
- Me suda la polla. Cuando yo te llamo, te presentas – hizo una pausa – Como es debido. Ahora, ve a cambiarte, ponte algo más propio y vuelves a salir – Mientras lo decía, me miraba muy serio.
No me lo pensé dos veces. Me metí al interior de casa, me fui directa a la habitación y empecé a rebuscar en mi armario. Mi cuerpo, temblaba solo de saber que Jaime me llamaba. Lo que sentía por él, era demasiado. Me estaba acostumbrado. Era, como una droga. Algo, que yo necesitaba a todas horas. Él lo sabía. Y abusaba de ello. Cosa, que a mí me encantaba.
Después de unos minutos, encontré un tanguita color gris. Estaba sin planchar, pero daba igual. Me lo puse. En la parte superior, me puse un top blanco algo pequeño (era de otras temporadas), me quité el suje y me calcé los tacones. Antes de salir de nuevo, me miré al espejo de mi habitación. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Iba a salir, con tanguita, un top, marcando pezones a la terraza porque me lo había ordenado el cerdo de mi vecino.
Me sentía una puta. Y lo que sentía…me gustaba. Salí a la terraza y le encontré fumando.
- Ahora sí. Ahora, ya eres digna de mí – El muy cabrón, reía mientras me lo decía.
- Gracias. Ya sabes, que soy cumplidora – Le respondí, devolviéndole la sonrisa. Me fijé que él llevaba unos calzoncillos y una camisetita sin mangas. Sin duda, dormía con eso. El muy cerdo, ni se había cambiado.
- Te tengo que comentar una cosa – Dijo, apurando una calada al cigarro.
- Tu dirás – Le respondí.
- No, aquí no. Ven a mi casa y te cuento – Y dicho eso, se metió hacia el interior de su casa. Sin ni siquiera mirarme.
Eso, era extraño. Hasta ahora, siempre habíamos quedado en mi casa. Siempre me follaba en mi casa. ¿Por qué ahora en su casa? Me quedé unos segundos tratando de averiguarlo. Pero nada. No se me ocurría nada. Además, me había hecho vestirme, como una puta, salir a la terraza, para decirme, que fuera a su casa. No entendía nada.
Mi corazón latía. Rápidamente, salí al pequeño rellano que separa una puerta de otra. Así, como iba, con mi tanguita y mi top marcando pezones. Menos mal que solo hay 2 puertas por rellano. La puerta de la casa de Jaime estaba cerrada. Llamé. El muy cabrón me hizo esperar unos segundos.
Finalmente, abrió la puerta, con una sonrisa.
- Pasa, zorra – Me dijo.
Pasé al interior. Mi instinto de cotilla me hizo echar una mirada rápida al interior de la casa. Esa mirada solo duró un par de segundos. Aun no se había cerrado la puerta y Jaime ya se había abalanzado sobre mí.
Nos estábamos morreando en el recibidor de su casa. Su lengua, se metía con fuerza en mi boca, llegando casi a mi garganta. La barba de varios días que él llevaba raspaba mis mejillas, pero no me importaba.
En un rápido movimiento, sin decirme nada, Jaime, me dio la vuelta, colocándome de espaldas a él, empujándome contra la pared.
- Joder, qué culazo tienes, zorra – Dijo, dándome un azote.
Aquello, me ponía. Demasiado. Ser manoseada a su antojo, me ponía. Así que, con una sonrisa, le dije.
- Ya lo conoces. El culo de tu zorrita – Meneé el culete, tratando de parecer sexy. Pero Jaime, solo mostraba una leve sonrisa.
- Hoy tu chulo quiere un….servicio especial – Lo dijo, riéndose. Esta vez, con esa sonrisa maliciosa que tanto me pone.
- Ahora entiendo por qué querías que viniera…eh – En el fondo, no tenía ni idea. Pero las palabras “servicio especial” rondaban mi cabecita. Solo oírlas, repetirlas en mi mente, hacían que me mojara.
- Pasa – Dijo, y comenzó a caminar hacia el salón. Al llegar al mismo, se sentó en el sofá y enchufó la tele.
Me fijé en que había ropa tirada por el suelo, la mesa de centro llena de latas de cerveza vacías, un cenicero lleno de colillas y ceniza de tabaco y cáscaras de pipas. Jaime, no me miraba. Daba un poco de asco todo aquello. Pero como una novia enamorada, solicita, me fui hacia el sofá, al lado de Jaime.
- Eh, qué haces. Te he dicho servicio especial – Me dijo, apartándome de su lado. Mostrando un enfado.
- No, no entiendo – Le dije, temerosa. Era verdad. No entendía nada. De repente, me miró, de nuevo con esa sonrisa malévola.
- El servicio especial consiste en que limpies y recojas toda esta mierda antes de que venga la Olga. Y – hizo una pausa – Si lo haces bien, te follaré a lo bestia en mi cama.
Yo, trataba de asimilar lo que acababa de oír. O sea, me había hecho vestirme así, me había hecho ir a su casa….para limpiarle el salón. Y encima, el muy cerdo, decía que, si lo hacía bien, tendría mi premio. Si se hubiese tratado de otro hombre, incluso de mi chico, le habría “cantado las cuarenta” y de follar..nada.
Pero Jaime, era superior a mí. Me dominaba. Y lo peor, es que me encantaba sentirme dominada por él. Así que, empecé a recoger.
Para mi sorpresa, Jaime, me cogió del hombro.
- Espera, traéme otra cerveza de la cocina. Total, luego vas a recoger la lata – El cabrón, se rió a carcajadas y continuó viendo la tele.
Mientras caminaba hacia la cocina, me sentía como una especie de esclava sexual. Un tipo de Geisha complaciente. Le llevaba cerveza, le hacía la comida, le limpiaba el salón. Aquello, me excitaba. Demasiado.
Le llevé la cerveza al salón. Cuando se le entregué, me cogió de la mano y me dijo.
- Ahora limpia. Y déjalo bien limpito. De lo contrario, te irás a tu puta casa sin que tu chulo te folle.
Qué cabrón. Como sabía lo que me excitaba. Ni corta ni perezosa empecé a recoger. Iba y venía del salón a la cocina (a tirar las colillas, la ceniza, las cáscaras, las latas). Recogí la ropa y la metí en una especie de cubo de la ropa sucia que me dijo Jaime que estaba en la galería que daba a la cocina (y que, por cierto, era horrible).
En total, estuve casi unos 30 minutos. Todo ese tiempo, Jaime estuvo mirando la tele. Solo se interrumpió, tres o cuatro veces, para decirme “Joder, qué culo tienes” y seguir viendo la tele.
Cuando ya hube acabado de recoger y limpiar (con limpia cristales incluido) la mesa de centro, me quedé plantada, ante mi vecino.
- Ya he terminado – Le dije, esperando mi ansiado premio.
Jaime, se levantó, miró alrededor. Durante unos segundos, no dijo nada. Solo miraba como un águila escudriñando la presa.
- No está mal – Dijo, asintiendo con la cabeza
- ¿He cumplido con el “servicio especial” ?, ¿Voy a tener mi premio? – Le dije, con una sonrisa luminosa, de oreja a oreja.
- Lo has hecho bien – Sonrió. Se acercó a mí, me cogió del pelo, que estaba un poco sudado, por el esfuerzo de la limpieza. – Pero…falta una última cosa – Me miró de nuevo, con esa sonrisa que tan excitada me pone.
- ¿Qué es? – Dije…nerviosa. Ansiosa.
- En el mueble bar – me señaló el mueble bar que hay al lado de la tele – Hay una botella de Whisky y unos vasos. Ponme una copa – Dijo mientras permanecía de pie, mirándome.
Creo que no he preparado una copa a nadie tan rápido en mi vida. Creo que no pasaron ni 10 segundos cuando Jaime tenía ya el vaso de whisky en la mano. Él seguía de pie. Esperándome. Mirándome.
- Así me gusta. Ahora – me miró, muy serio y añadió – Arrodíllate y cómeme la polla.
Por fin….Me arrodillé, tiré de sus bermudas hacia abajo. Pude ver su miembro, aún encogido, flácido. Acerqué mi cabeza, que quedó encajada bajo la descomunal barriga de mi vecino y empecé a mover el cuello.
Yo estaba como loca. Os juro que le estaba haciendo una mamada de las mejores que he hecho en mi vida. Notaba como su miembro, crecía en mi boca hasta alcanzar los 13 cm de longitud máxima. Mientras yo, como loca, metía y sacaba aquel velludo miembro de mi boca y mientras mi frente, en ocasiones, chocaba contra su blanda barriga, Jaime, seguía de pie, sorbiendo el Whisky. Lo sé, porque no se ocultaba en disimular los ruidos. Quiero decir, que hacía, a propósito, el ruido de sorber el Whisky.
Incluso, un par de veces, eructó. Sin duda, le gustaba humillarme. A mí, lejos de molestarme, me ponía mucho. Mucho.
Pero la humillación, no acabó ahí. Cuando hubo terminado de sorber el Whisky me dijo:
- Para. No te muevas – Aun tenía su miembro en la boca.
Noté como algo pesado se posaba en mi cabeza. Jaime, había puesto el vaso de Whisky en mi cabeza.
- Ahora, voy a follarte la boca, suave. Despacio. Y la copa, no se va a caer. Si se cae, recogerás los cristales y te irás a tu puta casa.
Y dicho eso…empezó a follarme la boca. Despacio. Sin ritmo. Simplemente, quería que yo notase la humillación. Me esta tratando como si fuese una puta mesa de centro. Yo, estaba, mojadísima. Y eso que ni siquiera me había tocado. Daba igual. Esa manera de humillarme, de tratarme, me ponía demasiado.
Estuvimos así unos tres minutos. No mucho más. Finalmente, Jaime, quitó el vaso de Whisky.
- Muy bien, perrita…muy bien. Ahora…recibirás tu premio.
- Gracias – Le dije, con una sonrisa.
- Vamos a mi habitación. Tu delante, zorra.
Al pasar por delante, me dio un azote. Y de nuevo, volvió a elogiar mi culo.
No tardamos en llegar a su habitación. Como los apartamentos son iguales, yo ya sabía el camino.
Nada más llegar a la habitación, me quedé de pie, en el centro de la misma. De nuevo, mi lado de cotilla echó una rápida mirada. Sin duda, la mujer que había seleccionado los muebles carecía de gusto. Las mesitas, negras, ¿Negras? Qué horror. Un crucifijo en la parte alta de la pared donde se apoya el cabecero. En una de las mesitas, una foto de la boda. Joder, Jaime no tenía barriga en esa foto. Ambos novios posaban contentos. Me imaginé…
No importa. Mi imaginación se interrumpió por las palabras de Jaime.
- Túmbate, boca arriba – Le oí decirme.
- ¿Me vas a comer el coñito? – Le dije entre seductora y juguetona mientras me descalzaba los tacones.
Él no respondió. Me devolvió una mirada. Fría. Gélida. Me tumbé boca arriba en el centro de la cama. Abrí mis piernas, esperando la mano o la lengua de Jaime.
- Date la vuelta…con la cabeza hacia mí– Me dijo.
Yo tenia la cabeza apoyada en el cabezal de la cama. Entre las dos almohadas. Pero quería que la pusiera…donde van los pies. No entendía nada. Pero lo hice.
Jaime, se acercó hacia mí. Por donde tenía mi cabeza. De repente, noté como me cogía de las axilas y me tiraba hacia fuera de la cama.
Mi cabeza se quedó colgando fuera de la cama. Sin darme tiempo a respirar, Jaime…se agachó, hundiendo sus 13 cm en mi garganta.
Os juro que casi me ahogo. Y eso que no es la primera vez que tengo un miembro en la boca. Incluso, hacía unos minutos, se la había chupado de rodillas en el salón y me había introducido ese mismo miembro en mi boca. Pero, tal vez por la postura, notaba como todo ese miembro entraba por mi boca e iba directo a mi garganta. Además, notaba los mas de 130 Kg de Jaime, empujando ese miembro.
Me ahogaba, me faltaba aire. Tampoco ayudaba sentir esa inmensa barriga a escasos milímetros de mi cabeza y a sus testículos, casi tapándome la nariz. Pero no me quejé. Aguanté como una campeona.
Jaime, entonces, empezó a moverse. Hacia fuera. Saliendo de mi boca. Aproveché para tomar una buena bocanada de aire y de nuevo, con un movimiento seco, violento, la volvió a introducir en mi garganta.
Yo estaba en la gloria. Y más, cuando noté la mano de Jaime, haciendo a un lado mi tanga y notando sus dedos, hurgando en mi sexo.
Me introdujo un dedo a la vez que follaba mi boca mientras mi cabeza seguía colgando de la cama. Dos dedos. Empezó a follarme boca y coño (con los dedos). Casi a ritmo. Aunque los dedos se movían mucho más rápidos que su miembro. Este último salía y entraba violentamente, de golpe.
- Joder, que mojada estás, puta. ¿Has visto como tu chulo sabe darte placer? – Me dijo, riendo.
Y continuó sus secas y salvajes embestidas a mi boca a la vez que sus dedos me penetraban rápidos.
Yo estaba en la gloria. Tanto..que no pude evitarlo. Me corrí. Noté como mi líquido salía de mi sexo, inundaba los dedos de Jaime y seguía hasta mojar la colcha.
- Hostia, que vas a manchar la colcha. Joder – Lo dijo con tono de fastidio.
Pero me daba igual. Yo estaba flotando. En una nube. Había alcanzado el Nirvana.
- Ahora veras, puta. – Me dijo Jaime. Mientras se separaba de mí, me cogió del pelo, obligándome a ponerme boca abajo.
- Ponte a 4 patas, joder. – Me gritó.
Evidentemente, lo hice. Si me hubiera dicho que bailara una rumba, también lo habría hecho. Yo seguía en la nube. Nube de la que me sacaron los fuertes empellones que el miembro de Jaime introducía en mi sexo.
Me estaba follando. Bruto. Con empellones lentos y agresivos. Le oía gruñir. Tanto que, cualquiera que no estuviera viendo lo que pasaba pero escuchase los gruñidos pensaría que allí había un oso.
Así estuvimos unos pocos minutos. Cuando le oí resoplar. Sin decir nada, apoyó su miembro en mi culo. Su mano derecha, empujó mi nuca, obligando a bajar desde mi cintura hasta la cabeza que estaba, más o menos, a la altura donde se encontraba la mancha de mi flujo sobre la colcha. Mientras su miembro se hacía paso en mi trasero, unos azotes duros, fuertes, ablandaban mis nalgas.
Cuando esos 13 cm en su totalidad estuvieron dentro de mi agujero trasero, Jaime empezó a follarme. De nuevo, salvaje, incluso, violento, por la fuerza en la que azotaba mi culo.
Pese a que el culo comenzaba a dolerme, yo estaba encantada. Es más, habría deseado que aquello durase horas, días, incluso años. Pero pocos minutos después, entre gruñidos, oí
- Que me corro. Ven. Abre la puta boca
Ni que decir tiene que me giré más rápida que un rayo. Mi boca, abierta, recibió todo el miembro de Jaime, mientras él apretaba con fuerza la base de su miembro. Cuando se hubo cerciorado de que el resto de sus 13 cm estaban en mi boca…soltó la mano.
Yo noté como su leche, caliente, me inundaba la boca. Incluso, caía en mi garganta.
- Como caiga un solo grumo a la colcha, te hostio, puta. Que el flujo se va, pero el semen…
Así lo hice. No abrí mi boca hasta varios minutos después. Hasta que del arrugado miembro de Jaime no salía ya absolutamente nada.
Tenía la boca llena de semen. Mis carrillos casi no podían contener todo lo que salió de aquel volcán de semen. Jaime, caía derrengado a la cama. Yo me levanté, para ir al baño, a escupir.
- Eh, ¿Dónde vas? – Me preguntó- Le señalé mi boca cerrada, mis carrillos hinchados.
- De eso nada. Trágatelo – Me gritó - ¿Pero qué clase de puta eres que no se traga el semen de su chulo? – añadió Jaime, malhumorado.
Así que me lo tragué. Entero. Él me miraba, mientras su rostro esbozaba una sonrisa.
- Joder niña, qué follada. Eres una buena puta mamona. Y menudo culazo tienes.
- Gracias, papi – Le dije. En ese momento, me sentía orgullosa. Henchida.
Me tumbé en la cama, junto a Jaime.
Esta vez, se giró hacia mí. Sus manos fueron directas a mis pechos, aun envueltos en el top (no me lo había quitado).
- Joder, qué buena estás, coño. – Decía Jaime, mientras me levantaba el top. Tapándome la cara. Magreando mis pechos.
- Jajaja. Gracias. – Reí, como una adolescente enamorada a la que su novio piropea. Encantada. Feliz. El culo, seguía ardiéndome, pero me daba igual.
- ¿Sabes, puta?, llevo tiempo pensando en algo – Me dijo Jaime, en un tono pensativo.
- ¿Sí?, ¿Qué es? – Le pregunté, curiosa.
- Joder, ya verás – Añadió, mirando al techo - ¿Sabes hacerte una cuenta de correo? – Me preguntó de repente, sin dejar de mirar al techo.
- Claro, de hecho tengo varias, la mía, la del trabajo… - Comencé a responder.
- No, coño. Una cuenta de correo nueva – Esta vez sí me miraba, a los ojos. Con un brillo especial. Esa mirada malévola.
- Claro!!!. Pero, ¿En qué estás pensando? – Le pregunté, muerta de curiosidad
- Ya te avisaré. Ahora, recoge y vete – Se puso mirando al techo, las manos, entrelazadas en su nuca.
Estaba claro. Ya me había usado y yo ahí, sobraba.
Me recompuse el top, me coloqué el tanguita, me calcé los tacones y me fui de la habitación. Cuando estaba en el quicio de la puerta, Jaime, me llamó.
- Joder, qué culazo tienes, puta. Me encanta follártelo. – Dijo Jaime, riendo.
- A mi me encanta que lo hagas – Le respondí, devolviéndole la sonrisa.
- ¿Y como te has corrido eh? . Si es que, me tendrías que pagar tú a mí, por lo bien que te trato – El muy cabrón se reía.
- Si claro, encima. Con el dinero que has ganado conmigo….- Comencé a decir, entre risas, aún en la puerta.
- Y el que me falta por ganar. Ya te avisaré - Y se dio la vuelta. Dándome la espalda.
Lo tuve claro. Recorrí el pequeño pasillo, crucé el salón y salí al rellano para entrar, enseguida a mi casa.
Me quité la ropita que llevaba y la eché a lavar. Mientras me duchaba, recordaba como le había limpiado el salón, como había apoyado el vaso de Whisky….me estaba acariciando mi sexo. Otra vez.
De nuevo, excitada. Nerviosa. ¿Qué había querido decir Jaime?, ¿Por qué quería que me abriera una nueva cuenta de correo?
Si os ha gustado este relato, decídmelo y publicaré la continuación.