Definitivamente no era lo mío besar a otra chica, pero Victoria era tan hermosa y pasional que al sentir sus labios y experimentar el jugueteo de nuestras lenguas, no pude hacer otra cosa que dejarme llevar por sus besos y la forma tan sensual como me acariciaba los senos.
Escucharla gemir mientras acariciaba su concha esparciendo en ella el semen de mi marido, se sintió tan natural que, a pesar de nunca haber estado con una chica, experimenté la necesidad de probar su cuerpo y beberme todo el semen que escurría de su culo y se esparcía por sus piernas.
La tiré en la cama sin pasar por alto la forma tan lasciva como me miraba mientras hundía mi cara entre sus piernas, las cuales levanté por encima de mis hombros para tener un mejor acceso a los labios de su vagina y poder meter mi lengua entre sus nalgas, con la firme convicción de tragarme hasta la última gota del semen de mi marido, sintiendo como sus labios hinchados apresaban mi boca suavemente, dejando que su olor a hembra invadiera mis sentidos y su sabor se esparciera por mi lengua mientras jugaba a torturar su clítoris, para disfrutar la sinfonía de gemidos que escapaban sin descanso de su garganta.
No podía creer que disfrutara tanto del cuerpo de una mujer, que gozara de una forma tan intensa el sentir sus aromas y sabores a la vez que me erizaba la piel escuchar los gemidos que provocaba con mis caricias.
Casi sin pensarlo moví mi cuerpo para que mi concha quedara a la altura de su boca, sintiendo de inmediato la forma como besaba mis labios, gimiendo al sentir los habilidosos movimientos de su lengua sobre mi clítoris mientras dibujaba círculos con sus dedos sobre la apertura de mi vagina.
Era increíble escuchar la sinfonía que se formaba en la conjunción de nuestros gemidos, una armonía perfecta y erótica que me erizaba la piel y me inyectaba la impasible euforia que me llevó besar su vulva aún con más pasión, a disfrutar de la tremenda hembra con quien estaba cogiendo delante de mi marido y de mi hijo.
Sentir sus dedos penetrando mi vientre para luego moverse lentamente en círculos, me hizo poner los ojos en blanco y gritar de placer antes de experimentar la mano de mi esposo hundiendo mi cabeza entre las piernas de mi amante; era demasiado intenso vivir toda aquella colección de sensaciones, era tan caótico como excitante y morboso resultaba el ser consciente de que mi esposo y mi hijo atestiguaban todo lo que estábamos haciendo esa chica y yo.
Victoria fue la primera en llegar, en medio de gritos y gemidos, apretando mi cabeza con sus piernas, sintiendo cómo se contraía su abdomen mientras mi lengua no paraba de castigar su clítoris hasta que sus fluidos bañaron mi cara y yo restregué mi rostro en su vagina, dejándome bañar por la esencia de esa chica a la vez que mis oídos eran acariciados por los hermosos sonidos de placer que emitía una y otra vez.
Sus besos se reanudaron cuando la euforia del orgasmo se agotó. Yo me levanté para quedar sentada sobre su cara, echando mi cabeza un poco hacia atrás mientras movía mis caderas sobre el rostro de mi chica, sintiendo la forma tan sensual como me comía, la manera como sus dedos me penetraban y su lengua jugaba sin parar con mi clítoris.
Mis ojos se encontraron primero con los de mi hijo, quien miraba atónito el espectáculo que su madre le estaba dando, para luego mirar a mi esposo, quien con una expresión y una sonrisa astuta movió los labios sin hablar, haciendo que llegara a mí un mensaje tan claro que me arrancó una sonrisa mientras mis gemidos se hacían cada vez más intensos y mi orgasmo se acercaba más y más: me encanta que seas tan puta.
Gemí en medio de aquella lasciva sonrisa que se dibujó en mis labios, sintiendo la oleada de placer que me invadía mientras mi amante me comía de una forma magistral, sin detenerse aún sabiendo que me estaba viniendo, haciendo sus movimientos más intensos, penetrándome con sus dedos con más fuerza y avidez mientras mis manos se prendaban de mis senos y pellizcaban mis pezones con fuerza, al mismo tiempo que mis caderas se movían con locura sobre el rostro de mi chica hasta que el último espasmo de mi vientre ocurrió y todo volvió nuevamente a la normalidad, regresando a la paz que hubo mientras dormíamos, tirándome en la cama a un lado de Victoria, mirándola a los ojos mientras ambas sonreíamos, un segundo antes de besarnos con tanta pasión como si hubiéramos sino amantes toda la vida.
Esa mañana, después de haber estado con Victoria, se cruzó por mi pensamiento la idea de ser tomada por mi esposo y mi hijo ahí mismo, pero aquella fue una idea que rechacé de inmediato, pues si bien añoraba que ocurriera, que mis dos machos me cogieran al mismo tiempo, no quería que lo hicieran estando cansados ni que lo hicieran por las razones equivocadas.
Así que solamente me limité a besar los labios de mi esposo y luego los de mi hijo para compartirles el sabor de la chica que en aquel momento yacía feliz, recostada en la cama, con una enorme sonrisa en el rostro.
- Quiero refrescarme en el mar ¿Quién se apunta? - dijo Victoria con un tono de voz tremendamente cargado de sensualidad.
- Yo voy - dijo Andy con una voz risueña mientras nos miraba a mi esposo y a mí, en pleno intercambio de miradas de complicidad, dejándonos poco después solos en la habitación.
- Yo también quiero refrescarme, ¿Me acompañas a la ducha, amor? - le dije a mi esposo mientras miraba sus labios y acariciaba su rostro. Él no me respondió, simplemente se puso de pie y me tomó de la mano para ayudarme a bajar de la cama antes de salir desnudos de la habitación y meternos bajo el agua.
Aquella ducha fue un momento hermoso entre el hombre de mi vida y yo, un instante tan íntimo que me hizo sentir plena al saber el profundo amor que mi hombre me tenía, el inmenso amor que yo le profesaba; en esa ducha, él lavó mi cuerpo con suavidad en medio de caricias tiernas y gentiles, tratándome con la atención y delicadeza que necesitaba sentir esa mañana, como si supiera qué era lo que quería justo en ese instante, una habilidad que parecía tener desde que lo conocí y que no había perdido con el pasar de los años.
Besarnos en la ducha e intercambiar miradas alegres y enamoradas, era un placer indescriptible, mucho más allá del que podría sentir al hacer el amor con mi hijo o con Victoria, pues esa conexión que tenía con mi marido era simplemente única e irreemplazable.
- ¿Disfrutaste tu noche con Andy, amor?
- Mucho - respondí sonriendo ante el simple recuerdo que me evocaron las palabras de mi esposo - y a ti ¿Qué tal te fue con Victoria?
- Es una chica muy apasionada, lo pasamos bastante bien, aunque… - mi esposo se detuvo, dibujando en sus labios una hermosa sonrisa que delataba que estaba a punto de decirme algo atrevido - si he de ser honesto, hubiera preferido estar contigo y con mi hijo.
- ¿Ah sí? Pues hace rato no se notaba mientras los dos se cogían a Victoria - contesté, sin poder contener los celos que me provocaba el saber que ella los había disfrutado a los dos al mismo tiempo antes que yo.
Mi marido me tomó de la cintura y se pegó a mi cuerpo por detrás, haciendo que su pene se hundiera entre mis nalgas mientras me tomaba de los senos con mucho cuidado y suavidad.
- ¿Acaso percibo un poco de celos, mi amor? - dijo con un tono travieso que me provocó una sonrisa primero, antes de soltar una risa nerviosa.
- ¡Déjame en paz! - dije en tono de broma, pero instantáneamente giré un poco mi cabeza para besarlo.
- Bueno, si hoy te portas bien, tal vez en la noche se pueda hacer realidad, amor - mi cuerpo giró inmediatamente ilusionada con lo que las palabras de mi marido sugerían, para rodear su cuello con mis brazos y mirarlo a los ojos.
- ¿En serio estarías dispuesto a hacerlo, mi amor? ¿No te molestaría que lo hiciéramos también con Andy? - el negó con la cabeza antes de besarme, haciendo que mis ojos se pusieran en blanco mientras disfrutaba de sus labios.
- Por ti haría lo que fuera - dijo mi esposo antes de darnos un pico para luego seguir enjuagando nuestro cuerpo y salir de la intimidad de la ducha, directo a nuestra alcoba, apenas cubiertos por un par de toallas.
Fue estando en la recámara cuando vi el hermoso cuerpo de mi marido y recordé el momento en que lo encontré cogiéndose a esa chica, sintiendo un estremecimiento en mi interior que me hizo entender que en realidad me había gustado verlo así, con otra mujer, enfrente de mí, haciendo que una extraña se retorciera de placer mientras lo miraba.
- ¿Te confieso algo, amor?
- Dime.
- Creo que me gustó mucho verte con Victoria, en serio, de verdad lo disfruté y, bueno, no lo sé, pero tal vez cuando regresemos a casa podríamos intentar… - mi marido me miró con los ojos muy abiertos en medio de la sorpresa que evidentemente lo invadió.
- ¿Lo dices en serio? - asentí sonriendo.
- Es solo una idea, pero quizás al regresar a casa nos vendría bien probar, experimentar a ver cómo nos sentimos.
- Tal vez no sea tan mala idea - dijo mi marido, mientras se acercaba a mí y me abrazaba, antes de volver a besarnos en la antesala de hacer una vez más el amor, sobre aquella cama que aún conservaba el aroma de mis hombres y la chica a quien minutos atrás habían compartido.
Aquella mañana transcurrió entre hacer el desayuno y comer todos juntos, hablando de lo divertido que fue ir a bailar y lo increíble que estaban resultando nuestras vacaciones en esa casa de playa en compañía de nuestra nueva amiga
El celular de Victoria sonó inesperadamente y ella respondió la llamada alejándose un poco para hablar con más privacidad, pero sin lograr que mi mirada se apartara de ella, ni siquiera cuando nuestros ojos se encontraron y en su rostro vi una expresión de duda, antes de sonreírme y decir algo que no escuché, pero de lo cual fui consciente al leer sus labios: de acuerdo, estaré lista.
Victoria se quedó quieta y mirando el celular por un momento, con una expresión extraña que resultaba en algo entre la tristeza y la desilusión, un gesto que borró de su rostro antes de regresar a la mesa con una enorme sonrisa y sentarse a continuar nuestra conversación, integrándose en ella sin interrumpir lo que en aquel momento mi marido estaba diciendo.
Cuando el desayuno concluyó, los chicos se fueron a la playa mientras yo me quedaba en la cocina lavando las platos y Victoria me acompañaba sin dejar de mirar su celular.
- ¿Sabes algo? - comenzó a decir sin llamar mucho mi atención - un amigo me invitó a ir de acampada con él y con otros chicos, irán un par de amigas que conozco de hace años y… - hizo una pausa dramática que me hizo voltear a verla, encontrando una expresión tímida y aprehensiva en su rostro - te confieso que ya había experimentado estar con otras chicas, pero lo de hoy en la mañana, no sé, fue diferente, fue especial y me gustaría que volviera a pasar algo entre nosotras - dijo mirándome a los ojos mientras se retorcía un poco las manos - pero creo que ahora lo mejor sería que me fuera a ese campamento y los dejara solos, yo no…
- ¿Por qué me dices todo esto con tanta seriedad?
- Es evidente que ellos quieren estar contigo, incluso ayer cuando estuve con tu esposo, lo noté distante, no me malentiendas, me encantó todo lo que me hizo, pero no suelo ser ignorada de esa forma cuando estoy con un hombre, suelen verme todo el tiempo, disfrutar de mi cuerpo, poner toda su atención en mí, pero tu esposo me estaba cogiendo mientras su atención estaba centrada en los ruidos que escapaban de la habitación que compartiste con tu hijo.
- ¿En serio? - pregunté y ella asintió.
- Disfruté mucho estar con ustedes, tienes una familia maravillosa y debe ser hermoso el saber que ahora podrás disfrutar a tus hombres más de lo que lo hacías antes, y me encantaría estar con ustedes hasta que se fueran, me encantaría volver a estar contigo en la intimidad, pero hacerlo solas en una habitación; sin embargo, aun así creo que lo mejor es que me vaya, siento que hay un par de cosas que deben cerrar entre ustedes y que tal vez no lo harán de la mejor forma si yo estoy aquí. Aunque, si no te molesta, me gustaría intercambiar números telefónicos para encontrarnos de regreso en la ciudad, de verdad quiero explorar más lo que pasó hace rato entre nosotras.
Una acalorada sonrisa se dibujó en mis labios tras escuchar aquellas palabras, así como un calor intenso se dispersó por todo mi cuerpo en cuestión de segundos ante la idea de quedarme sola en casa con mis dos hombres, con la posibilidad de sentirlos dentro de mi cuerpo al mismo tiempo, de ser usada por mis machos y gemir por horas enteras hasta no poder más.
A pesar de las posibilidades que se abrían ante la ausencia de Victoria, su partida nos dejó a todos un vacío molesto, pues ella era una descarga continua de energía y alegría a donde quiera que fuera y resultaba evidente que durante esa tarde la extrañamos mucho en la casa mientras comíamos, al dar un paseo por la playa y posteriormente al regresar a un hogar donde nos hicieron falta los escandalosos comentarios y estruendosas risas de nuestra amiga.
Sin tener mucho que hacer y sin poder apartar de mi cabeza la posibilidad de ser dominada por mi esposo y mi hijo, me dí un baño especialmente largo en el que dediqué el tiempo necesario a cada parte de mi cuerpo, disfrutando de la caricia de la esponja y los chorros de agua mientras mi cuerpo se estremecía al recordar a mi hijo bombeando mi vientre e imaginando esa sensación acompañada por la de ser sodomizada por mi esposo, sacudiendo mi cuerpo, tomándome de los senos con fuerza.
Salí del baño apenas conteniendo mis ganas de masturbarme dentro de la ducha, pero decidiendo contenerme para reservar toda esa energía sexual para el momento de estar con mis hombres.
Entré en la habitación con la intención de tomarme algo de tiempo para seleccionar cuidadosamente lo que me pondría, sin embargo y para sorpresa mía, en cuanto abrí el armario, justo frente a mí encontré un lindo, ligero y atrevido vestido que me había dejado Victoria con una nota que decía simplemente: acábalos.
Pasé un par de horas cuidando de mí cuerpo como hacía mucho tiempo no lo cuidaba, usé algunas cremas para dejar mi piel suave y tersa, me perfumé con cuidado de no exagerar, poniendo atención en zonas especiales y me puse un poco de maquillaje en el rostro, no demasiado, pues no quería perder el toque de naturalidad.
Cuando la noche llegó preparé una cena ligera con algunas botanas mientras se enfriaban un par de botellas de vino en la nevera, pues desde el momento en que llegamos a casa, la idea de montármelo con mi esposo y mi Andy se hacía cada vez más presente en mi pensamiento.
Los chicos jugaban un videojuego cuando salí de la cocina con una tabla de quesos y frutas y la puse sobre la mesa de la sala, a lado de una botella de vino y tres copas. No pasó desapercibido para mí el que aquellos hombres intercambiaran una mirada y una sonrisa nerviosa mientras mi hijo apagaba la consola y se acomodaba en el sofá, a la vez que mi marido abría la botella de vino para luego servirlo en las copas.
Bebimos por un par de horas encantados con las bromas de mi esposo y la forma tan jovial como mi hijo disfrutaba de sus tonterías, estaba muy contenta de recuperar a mi muchacho, de ver cómo le había sentado bien lo que hicimos desde aquella primera ducha, sin dejar de asombrarme que todo aquello hubiera llegado tan lejos como para poder pensar en que, tal vez lo que empezó como una acción desesperada, podría convertirse ahora en un nuevo estilo de vida para mi familia.
Conforme el tiempo avanzó, el calor en mi cuerpo fue aumentando, en la misma medida en que se hicieron más frecuentes los silencios incómodamente divertidos, vacíos que querían ser ocupados con lo que todos queríamos hacer esa noche, pero que nadie se atrevía a expresar con palabras.
Fui yo quien se levantó y bajó un poco las luces, quien se acercó a la colección de discos del jefe de mi esposo y puso uno de jazz suave en el componente, para escuchar cómo los seductores sonidos del saxofón llenaban la casa mientras mis caderas comenzaban a moverse, llevadas por el ritmo de la música, antes de acercarme a mi hijo y extenderle mi mano para que bailara conmigo.
Andy se veía nervioso, me miraba con ese gesto dubitativo que parecía ser provocado por la presencia de mi esposo, pero fue justamente su padre quien lo animó a levantarse y bailar conmigo.
- Anda hijo, nunca dejes a una chica con la mano extendida - dijo mi marido sin dejar de mirarme a los ojos mientras mi hijo, un poco sorprendido, extendía su mano para tomar la mía y se ponía de pie.
Los nervios hicieron que mi hijo no se animara a tocarme de inmediato, era claro que su padre lo intimidaba, pero yo no quería la versión pasiva de mi Andy, quería sentir de nuevo ese macho dominante que yacía en su interior, aquel que me hizo suya la noche anterior, que usó mi cuerpo como le vino en gana; así que sin contemplaciones me di la vuelta tomando las manos de mi hijo y colocándolas sobre mis senos, parando el culo para sentir su miembro restregándose en mi trasero.
Andy fue soltándose poco a poco mientras mi esposo y yo intercambiábamos miradas cómplices continuamente, sonriendo con gestos de excitación en el rostro, a la vez que sentía a mi Andy moviendo sus caderas para hacerme sentir con más fuerza su pene endurecido.
Fue en el momento en que la mano de mi hijo se aventuró por debajo de mi falda, cuando un gemido escapó de mi boca y mis ojos se pusieron en blanco, cuando pude sentir la humedad que escapaba de mi cuerpo por entre mis piernas, mientras mi Andy me acariciaba, inyectando en mi cuerpo un sin fin de experiencias placenteras.
Con los ojos cerrados, la cabeza recargada en el hombro de mi Andy y sintiendo los besos que mi muchacho me daba en el cuello, me sobresalté al sentir un par de manos abriendo mi escote con algo de violencia antes de experimentar un par de labios succionando uno de mis senos y una mano apretando el otro.
Abrí los ojos para encontrarme a mi esposo comiéndome las tetas, chupando y mordiendo mi pecho mientras mis gemidos sonorizaban la casa entera, retorciéndome de placer, temblando de pies a cabeza al ver que mi deseo se estaba haciendo realidad, que al fin podría sentirme dominada por mis dos hombres.
Me abracé al cuello de mi esposo mientras mi hijo me hacía gemir sin darme tregua, acariciando mi clítoris, penetrando mi vientre con sus dedos y restregando su verga en mi trasero. No pude más con el deseo que oprimía mi pecho, necesitaba tener adentro al menos a uno de mis machos, quería ser su mujer y que me usaran a su antojo por la noche entera.
Deslicé mi mano por el abdomen de mi hijo y la fui bajando mientras jalaba su ropa y metía mi mano entre sus bóxers para atrapar su miembro, sonriendo al sentirlo tan endurecido como una roca, sintiendo un inmenso placer al experimentar la textura de su piel y las palpitaciones propias de un hombre excitado.
Tomé por la barbilla a mi esposo para hacer que besara mis labios mientras agarraba el miembro de mi hijo y los dirigía a ambos al sillón, haciendo que mi esposo se sentara mientras yo colocaba una rodilla en el sofá, dejando mi culo expuesto a los deseos de mi Andy, quien no se contuvo al hacer a un lado mis bragas y bajar sus pantalones, mientras yo liberaba el miembro de mi esposo para masturbarlo un poco, mordiéndome el labio al ver que estaba listo para comérmelo, para saborear sus jugos de hombre.
Fue sublime sentir el aroma de su miembro y el cúmulo de sabores que se esparcieron por mi boca mientras el pene de mi hijo entraba en mi cuerpo, tan despacio que pude sentirlo centímetro a centímetro entrando en mi vagina hasta que no hubo nada más que meter y mi concha quedó retacada de su verga.
- Hazlo como te enseñé en la mañana hijo, le va a encantar - dijo mi esposo, haciendo que abriera los ojos sorprendida mientras sentía a mi hijo sacar su miembro casi por completo de mi vientre para luego mandarlo al fondo de un solo empujón, robándome un largo gemido de placer que se repitió muchas veces mientras Andy me sacudía con sus embestidas, haciéndome el amor cada vez con más fuerza, tomándome de las caderas, provocando aquel sonido tan excitante que surge del choque de dos cuerpos copulando.
Fue tanto el placer que mi hijo me hizo sentir, fue tan intenso el choque emocional que me provocó, que no me di cuenta que había dejado de besar el miembro de mi esposo hasta que él me agarró fuertemente del cabello y me obligó a descender mi cabeza sobre su miembro, imprimiendo mucha fuerza al empujarme a él, haciendo que me lo tragará por completo hasta provocarme arcadas, hasta sentir esa delirante sensación de asfixia, antes de que comenzara a mover sus caderas para coger mi boca como tantas veces ya lo había hecho.
Me sentía en la gloria experimentando tantas cosas a la vez, sintiendo cómo se me abrían los labios ante las incursiones de mi hijo, experimentando los sabores de mi esposo, atestiguando la forma como mis senos se bamboleaban suspendidos en el aire ante los frenéticos movimientos de los dos hombres que en aquel instante me estaban cogiendo, era fantástico, me sentía como en un sueño que quería que no se acabara jamás.
En ello estábamos cuando mi hijo salió de mi interior e inesperadamente comencé a sentir su boca besando mi ano, su lengua metiéndose entre mis nalgas alternándose con sus dedos que comenzaban a trabajar en abrirme el culo.
Las manos de mi esposo no se quedaron pasivas pues no tardó en acariciar mi vulva, manteniendo el calor que mi hijo había provocado al cogerme de esa forma tan rica, haciendo que gimiera mientras la verga de mi esposo entraba y salía de mi boca sin detenerse, sin que su mano dejara de apretar mi cabeza sobre su pene.
Era sorprendente la pericia que mi hijo ya había desarrollado en tan poco tiempo, era casi increíble que en pocos minutos hubiera logrado meter tres de sus dedos en mi culo, en el cual ahora entraban y salían sin piedad, haciendo que me retorciera de placer deseando que sus dedos fueran inmediatamente sustituidos por su sexo.
- Ya está lista papá - dijo mi Andy, tomándome por sorpresa al notar que habían hablado previamente, que estaba siendo víctima de un plan preconcebido, mientras de una forma inocente había creído que fue mi idea provocar que mis hombres me tuvieran en aquella posición.
Mi esposo me tomó del cabello y tiró de él para hacerme levantar. Mi hijo me empujó del culo hasta quedar montada encima de su padre y dejarme caer sobre su miembro, sintiendo como ese hermoso pedazo de carne me penetraba entre gemidos y exclamaciones, mientras mi esposo me abrazaba de la cintura, sonriente, desafiante.
- Para el culo, porque tu hijo también te va a coger - ordenó mi esposo y yo obedecí hipnotizada por sus palabras, sintiendo cómo mi hombre me habría las nalgas antes de que mi hijo me penetrara, antes de que sintiera el más grande placer que jamás había experimentando, teniendo a mis dos hombres dentro de mi cuerpo, temblando de pies a cabeza mientras mis caderas comenzaban a moverse solas, con autonomía, sintiendo las manos de mi hijo aferradas a mis senos mientras la de mi esposo me abrazaban por la cintura como apresándome para asegurar que no escaparía.
Mi cuerpo se sacudía con tanta violencia como jamás lo había hecho, el placer que sentía me recorría todo el cuerpo, desde mi trasero siendo perforado por mi hijo, mi vientre al ser penetrado por mi esposo, hasta cada rincón de mi ser al sentir los tocamientos de mis dos hombres. Era maravilloso estar así, gritando de lujuria y deseo, del placer que me provocaban mientras me cogían convirtiéndome en la puta de mi esposo y de mi hijo al mismo tiempo.
Fue mi orgasmo el primero que llegó mientras mi Andy me tomaba del culo y mi esposo me comía los senos, fueron mis gritos y mis gemidos los que terminaron siendo acallados cuando mi hijo metió sus dedos en mi boca y yo los mamé como si fuera su miembro, alcanzando tal estado de placer que estuve a punto de llegar a la inconsciencia mientras mis machos no dejaban de cogerme.
El segundo en acabar fue mi hijo, quien repentinamente me tomó de las caderas y de un golpe mandó su verga al fondo de mis entrañas, descargándose ahí, en medio de los gruñidos y gemidos que escaparon de su boca mientras me llenaba de semen, haciendo que lo extrañara poco después cuando salió de mi cuerpo y fue a sentarse a un lado de nosotros, cansado, con la respiración agitada.
Mi esposo me hizo levantarme para colocarme en una nueva posición, dejando que mi cabeza quedara a la altura de la verga de mi hijo mientras él se colocaba detrás de mi cuerpo y comenzaba a cogerme de esa forma.
- Límpiale la verga a tu hijo, haz que se ponga duro de nuevo, quiero que te siga cogiendo, zorra - ordenó mi marido, provocando con sus palabras que mi cuerpo fuera recorrido por esa energía tan morbosa que me hacía sentir cada vez que me hablaba de esa forma tan agresiva.
No dudé un solo segundo en llevarme la verga de mi hijo a mi boca, en succionarla para volver a levantarla, disfrutando cada segundo que la tuve entre mis labios, en que pude saborear su semen y besarlo con tanta energía como me era posible imprimir en cada uno de mis besos, hasta sentirlo endurecer nuevamente, hasta que mi hijo me tomó del cabello y fue él quien, al igual que su padre minutos atrás, comenzó a cogerme por la boca con tanta violencia que incluso sacudía mi cabeza, llenándome de un placer tan intenso que nuevamente me sentí a punto de desvanecerme.
Fueron varios los minutos en que mis hombres me estuvieron cogiendo en esa posición, en que me hicieron gemir y gritar como loca sin que esos sonidos lograran escapar del yugo que la verga de mi hijo ejercía sobre mis labios y mi lengua.
Un nuevo orgasmo me atacó segundos antes de sentir el semen de mi esposo llenando mi coño mientras mi hijo presionaba mi nuca para meter toda su verga hasta mi garganta y vaciarse ahí, en medio de gruñidos y gemidos que los tres emitimos al llegar juntos al primer éxtasis de una noche que sería muy larga, pues esos machos aún tenía mucho que darme.
Mi esposo se sentó en el sillón atrás de mí mientras yo me dejaba caer cerca de mi hijo y él me abrazaba, aprovechando la oportunidad para tocarme los senos y acariciarlos con la ternura con que siempre lo hacía, dejando que los hechos hablaran por si solos sin que nadie dijera una sola palabra mientras nuestros cuerpos se recuperaban.
Pasaron un par de minutos antes de que mi esposo se pusiera de pie y me cargara entre sus brazos, besando mis labios y probando con ello el semen de su hijo, sonriendo después de besarme para luego mirar a nuestro muchacho.
- Vamos Andy esta zorra aún tiene mucho que ofrecernos, dijo, haciendo que mi hijo sonriera una vez más mientras se ponía de pie y nos seguía a la habitación, donde esos hombres no dejaron de cogerme hasta que la noche se hizo día y caímos rendidos sobre la cama, entre los olores del amor que hubo entre nosotros, de la lujuria que se desprendió de nuestros cuerpos, que hizo revivir a mi hijo y regresarnos al viejo Andy soñador y feliz que siempre había sido nuestro muchacho, dejando atrás todo aquello que lo derribó haciéndolo caer en depresión, dejando en el olvido a la puta que lo lastimó.
FIN
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