RAQUEL - PROBLEMAS Y DECISIONES - (10).
Casi salta de la silla Raquel cuando pasé por su escritorio, le dejé el papel con la hora y mi dirección y le dije que era sin compromiso, pero no la dejé reaccionar ni contestar, enseguida aclaré que yo me iba porque tenía otras cosas que hacer, que no me llamara salvo si se presentaba alguna emergencia. Tiempo me sobraba y cuando llegué a mi departamento me bañé, perfumé y me moví vestido sólo con un bóxer, luego fue el momento de tomar unos mates mirando desde el balcón el hermoso parque que hacía de centro a toda una edificación de casas, casi palacios que albergaban a Embajadas extranjeras y Organismos Gubernamentales propios. Pensaba en cómo se aparecería vestida la pelirroja y mi teléfono vibró, al diablo el relax, atendí enseguida.
Cuando corté la comunicación noté que faltaban un par de horas para que apareciera Raquel, estaba muy seguro de que lo haría y dispuesta a todo, entonces me tiré un rato a descansar, nunca venía mal una siestita. Me relajé completamente y me desperté con el zumbido y la luz que me anunciaba que llamaban al portero eléctrico, la hice pasar, luego me puse una bata corta y el perfume, apenas si hice tiempo a peinarme y fui hasta el palier dónde se detendría el ascensor. La “colo” estaba fantástica, el cabello suelto y cepillado, los tremendos ojos verdes que parecían hablar, boca y ojos delineados muy sutilmente y una cierta timidez y picardía contenida que me ponía a mil, le dije que pasara tomándole la mano y la sentía vibrar al tocarla, le pedí disculpas por la ropa alegando que me había dormido y la hice girar diciéndole que estaba bellísima. Se había cambiado, llevaba una camisa blanca con volados y la pollera plisada que no llegaba a ser minifalda, todo, en conjunto con los zapatos de taco la mostraban infartante.
En realidad, no tenía necesidad de hacer toda esa especie de entrada para poder acostarme con Raquel, después de todo, si había ido hasta mi casa era porque la calentura se lo exigía, lo más lógico hubiera sido ir directamente “a los papeles”, pero, ya me había dicho que mi padre la hacía sentirse “usada” y yo le daría otra imagen. Me senté a su lado y le acaricié los cabellos mientras me contaba que su ex marido estaba tan ensimismado y obsesionado por el juego que ella había sido dejada de lado. No había juegos previos y prácticamente habían dejado de lado la “cama”, él había sido su primer hombre y la libido se le fue muriendo, se arreglaba y se vestía más o menos bien a instancias de la madre, pero el sexo había pasado a un segundo plano, tampoco fue algo necesario cuando tuvo que comenzar a trabajar y conocer a otras personas, hasta llegar a mi padre que iba a su casa, la cogía y se regresaba, salvo algunas salidas, compras de ropa, incluso vacaciones de días entrecortados, no había sido para “tirar cohetes” o festejar nada.
Lo mejor o peor de esto es que le creía y me lo demostraba, se moría de ganas cuando le acariciaba el cuello, sus pezones estaban a reventar y se le marcaban haciéndose notar por debajo del sostén y la camisa, los gemidos se le escapaban y cuando una de mis manos pasó por su hombro y se adueñó de una de sus tetas abarcando su volumen y apretando su pezón, se desarmó y tembló, pero no tomaba decisiones, sólo se dejaba hacer como adolescente inexperta. Que temblara y vibrara me encantó, estaba seguro que había sido un orgasmo y sólo me quedó hacerle girar el rostro y comerle la boca con pasión, el beso fue hermoso, su boca incitaba a ser besada y mi lengua se paseaba por el interior, “me estoy muriendo Ignacio, nunca sentí así”, -dijo cuando dejamos de besarnos y me levanté para tomarla de la mano y llevarla a la habitación-.
Se mostró un poco torpe para saber qué hacer cuando estuvimos parados al lado de la cama y le pedí que no se moviera, a la vez que procedía a desabrocharle los botones de la camisa, se la saqué besando su cuello y Raquel mantenía los ojos cerrados, sólo se mordía suavemente los labios gozando de un placer que no esperaba y que me trasladaba. Mi verga estaba a reventar, pero no la abracé ni le hice sentir el bulto sobre su cuerpo, su pollera cayó al soltar el broche y bajar el cierre, eso fue un espectáculo aparte, ver su cuerpo de forma perfectas vestido solamente con el sostén, la tanga, las medias hasta el muslo y sus zapatos de taco por poco no me descontrola.
Me acuclillé para bajarle la tanga y noté que sus piernas temblaban, el aroma agridulce de su entrepierna me invadió todos los sentidos y la levanté aferrando sus nalgas para depositarla de espalda en el lecho, dio un par de grititos que no contuvo y sus piernas entreabiertas me dieron lugar para mirar sus labios íntimos gorditos, cerrados, tentadores y zambullir mi boca allí. “¡Cristo, Cristo, Cristo, no puedo más!, haceme lo que quieras, enseñame a gozar”, -decía retorciéndose como víbora y yo pensaba hacerme un festín. Los orgasmos se sucedían, mi cara estaba empapada con sus flujos, su vagina, su clítoris y su asterisco parecían abrirse y cerrarse ante lengua, pulgares y anulares, los gritos de Raquel ya eran incontenibles y pedía que la cogiera sin esperar más. Lógicamente que las “gotitas” tenían su preponderancia en esta historia, pero yo haría que trascendiera todo de un simple “polvo”, pretendía su dependencia y su entrega y estaba dando todo lo que podía para lograrlo.
Seguí y seguí, la lengua se me acalambraba, pero todo allí era delicioso, un verdadero manjar de dioses para alguien un “poquitín” obsesionado con el sexo, ya ni sabía cuántos dedos metía en su interior, hasta que estalló, pareció como que algo se había quebrado en su interior y me tomó de los pelos, lloraba a viva voz y gritaba como enloquecida para que subiera y la penetrara, “¡metelo, por Dios, metelo!, cogeme Ignacio, quiero ser tuya”, -decía entre espasmos y, como yo ya me había desnudado, el “misionero” se impuso-.
Ni se imaginaba la que se iba a “comer”, ella misma levantó las piernas para tratar de cruzarlas por sobre mis caderas y el hueco lubricado quedó a disposición. Sólo faltaba el himen allí, lo estrecho de sus carnes se hizo sentir en el tronco y mucho más en ella que elevó la voz entremezclando placer y dolor, pero dentro de todo y aun cuando no me detuve en la penetración, se aguantó envuelta en lágrimas y golpeando los costados con las palmas de sus manos. Ya estaba en mi salsa y había hecho bastantes deberes como mimoso, ahora se imponía la cogida y le di con ganas. Afirmó entre balbuceos que le dolía, que no la aguantaba, los chillidos de multiplicaban cuando el glande presionaba en todo su conducto hasta tocar su útero, pero todo eso cambió cuando tuvo su primer orgasmo con mi verga en su interior y luego fue un concierto de llantos, risas, pedidos de más, abrazos y el paso a un ritmo más cansino para besar y apretar sus tetas sin que las entradas y salidas profundas dejaran de sentirse, al fin, tal como pretendía, Raquel quedó laxa, su cuerpo ya no se movía y quedó en un estado de semi desmayo.
Todavía tenía resto, aún quería seguir y el toque de sadismo no me podía faltar, la giré como si fuera un paquete, puse las almohadas bajo su vientre y su maravilloso y bien armado culo plagado de pequeñas pecas quedó frente a mis ojos. Ya lo había dilatado bastante con los dedos y lubricación sobraba, apoyar el glande en el hueco y empujar fue “coser y cantar” o “coger y romper”, da igual, entrar en su estrechez de su ano incentivó mis ganas de acabar y tras seis o siete movimientos profundos haciendo sonar mi pelvis contra sus nalgas, le llené las tripas de leche. Raquel, en su semi inconsciencia, había amagado con algún tipo de quejido, pero no más, eso me vino bien, no perdí tiempo en convencimientos, dilataciones, gritos y contracciones, estaba allí y lo usé, además, lo rompí pues se notaba casi sin uso y fui duro con él. Como fuere, ya estaba roto y mi ego agradecido.
Saqué mi verga mirando lo que hacía, hasta me di el gusto de filmar el momento en que mi verga salía de su interior y su culo quedaba abierto y con un par de hilos de sangre que se notaban, para mejor, sus caderas se movieron satisfechas, creo que fue por inercia, pero nadie podría decir que no estaba gozando. Me levanté para ir a darme una ducha, luego de secarme me puse sólo la bata y me dediqué a preparar algo para comer con lo que tenía, Raquel seguía en la cama, abrazaba una almohada y parecía ronronear por lo que la dejé seguir. Tenía dos opciones, o comía solo o la esperaba y opté por esto último, estimé que, a lo sumo, “picaría” algo de fiambre y queso, pero primero me serví una copa y me fui a sentar al balcón, la noche estaba espléndida y yo estaba muy bien “servido”, no quedaba más que disfrutar el momento y recordar lo que la “colo” seguramente no olvidaría. Se estaba bien allí y lo templado de la noche, la tranquilidad del lugar sumado el cansancio por la actividad sexual hizo que me durmiera por más de una hora, me despertaron las manos de Raquel que, parada detrás del respaldo de la reposera, acariciaban mi pecho. Estaba descalza, pero vestía su ropa interior.
Había algo especial en Raquel, lo notaba en su mirada y sus gestos, ni hablar de su físico tapado por su pequeña ropa interior que se movía en la cocina preparando lo que juntó para cenar. Durante la cena la descubrí, alegre, chispeante, inteligente, despierta y, fundamentalmente, entregada, algo que, en definitiva, era lo que yo buscaba. Me dijo que no se quedaría porque tenía que cambiarse de ropa y dormir algo, eso también me gustó, me hubiera desagradado que fuera un tipo de mujer absorbente y se fue a la casa un poco después de medianoche.
En la mañana siguiente hubo mucho movimiento en la empresa, José Luis había comenzado con “escoba nueva” y estaba barriendo de plano con los “amigos”, “amigos de los amigos”, “enchufados” y “nepotes” que abundaban en las distintas empresas. Los diferentes reclamos que pudieran existir no llegaban hasta mí, morían en las oficinas de José Luis o en la Dirección de Legales, hubo sólo un inconveniente que zanjé con prontitud y se dio con cuatro Delegados sindicales que subieron sin permiso a nuestra área.
Salí de la oficina cuando escuché las discusiones con Raquel ya que no eran de buen talante. Mi presencia ante ellos los amilanó, por lo menos con tres de ellos mientras que un cuarto, que parecía ser el que movía las voluntades de los otros, me encaró gritando que el Sindicato no permitiría que se despidieran a los compañeros y que se iban a tomar medidas extremas en contra de mis decisiones. Esto, naturalmente para ellos, versaba en huelgas, paros sorpresivos y presiones a la patronal para lograr sus cometidos, algo tan viejo como la creación de los Sindicatos en sí. Yo no estaba en desacuerdo con que los empleados estuvieran unidos en Sindicatos, estaba convencido de que conformaban una buena solución para muchos problemas de sus afiliados, pero… el mayor problema era que estaba dirigidos por hombres y mujeres a los que se les otorgaba determinado Poder y, normalmente, ese Poder era usado a conveniencia de sí mismos, para peor, algunas Leyes jugaban a favor de ellos, sin embargo…
Santo remedio, hasta ahí llegó el “apriete” de esos buenos para nada, las presiones de los damnificados con los despidos, de las autoridades del Sindicato Central y del propio Gobierno que tendría que salir a dar la cara, no sería nada agradable para ellos. Todo el personal que verdaderamente trabajaba y no traía problemas cobraba muy buenos sueldos, mantenían un buen estándar de vida y no tolerarían que cuatro gatos locos lo arruinaran. Esa era una política establecida por mi abuelo que se mantuvo, si ganaba 10 y con 5 vivía como un rey, ¿para qué explotar a la gente quedándose con 8 y repartiendo sólo 2?
Después del altercado suscitado en las oficinas de la Secretaría General que, a ciencia cierta, repercutió de forma positiva en gran parte de los empleados de la empresa, le viniera bien o no a quien fuera que sea, se aplicaba aquello de: “si cobramos muy buen sueldo y trabajamos tranquilos no nos arriesgaremos a perder todo por otros, por algo habrá sido que echaron a los que echaron”, parece egoísta, pero es lo que sucede y José Luis lo sabía bien porque ya me lo había anticipado. Evidentemente, la horma del zapato le cabe a cualquiera que no quiera perder.
El personal de las oficinas se tomaba una hora de descanso para almorzar y un poco antes apareció Clara para preguntarme si iba a almorzar allí, habida cuenta que yo no almorzaba en el comedor de la empresa, le dije que lo haría junto a Raquel en mi oficina y preparó todo antes de traernos la comida, previa consulta a ambos sobre lo que queríamos comer y no bien se fue, mi Secretaria entró a mi oficina.
Iba a seguir con la charla y el sonido del ascensor arribando al piso hizo que Raquel volviera a su escritorio, resultó ser Agnetha que solicitaba hablar conmigo, la escuché y le dije a la “colo” que la dejara pasar. La rubia entró decidida, elegantemente vestida con un traje liviano con pollera y un sobre de papel madera tamaño oficio en la mano.
Tras cartón entró Raquel para decirme que tenía una llamada telefónica de un taller de reparaciones de autos, le pedí que lo pasara, ya antes había mandado un mensaje vía mail a uno de los restauradores más prestigiosos pidiéndole turnos para arreglar y restaurar los autos que habían sido del abuelo. Conversamos un rato, les di mejor las características de cada auto y me dijo de ir a buscarlos para comenzar a trabajar en por lo menos dos de ellos y quedamos en que pasaría a retirarlos allí en unas dos horas. Hablé luego con el señor que estaba encargado de cuidarlos y con el Encargado de la Seguridad del lugar para avisarles de dónde irían a retirar dos o tres de los autos, con todo encaminado y hablado me evitaba de ir nuevamente a ese lugar porque mi prioridad era hablar con mi abuela para que ella se hiciera cargo de la conversación con mi padre, seguramente se producirían problemas allí, probablemente lo expulsarían de la mansión y de la familia en sí y yo no quería estar en el medio.
Estuve, estoy y estaré convencido de que la genética no tiene nada que ver con generar una buena relación hijo-maternal o hijo-paternal, está más que comprobado que tratar con amor, cariños, brindar apoyos y consejos, estar cuando se los necesita, formar, enseñar, educar, poner límites no siempre tiene que ver con lo genético, muchísimos son más madres o padres que lo que los genes puedan exponer al respecto. En mi caso, la figura paterna jamás cumplió y estaba seguro que yo no llegaba al odio, pero de la completa indiferencia no me sacaban y una situación violenta podría derivar en algo no deseado.
Se me cruzaron esas ideas por la cabeza y, casi por inercia, pensé en Mario y sus padres, por supuesto que entendía a mi amigo, yo había visto los fuertes lazos afectivos que los unían y que, aunque no existieran ya en lo físico, permanecían en lo espiritual. Como fuere, teniendo todavía el celular en la mano se me ocurrió llamarlo a Mario para saber su respuesta a lo que le había ofrecido, ya hacía un par de días que había hablado con él y aún no tenía una respuesta, pero, no llegué a apretar el “Send”, a mí no me apuraba nada y estimé conveniente no presionarlo.
Leí en detalle lo que me había hecho llegar Agnetha y de allí surgían un par de delitos que, aunque podían ser excarcelables, dejaban expedito el camino al despido con causas más que justificadas sin que se pudiera alegar nada en su favor. Para peor, imaginaba la bronca que levantaría Amalia porque los desfasajes habían comenzado desde el momento en que mi padre quedó a cargo porque el abuelo había dejado la empresa aquejado de una enfermedad de la que no se recuperó, desde allí se implementaron los Gastos Reservados y los gastos personales con dinero de la empresa, idea a la cual se sumaron otros a los que ahora les comenzaba a apretar el zapato.
Raquel me trajo un par de comunicaciones de José Luis referidas a vacantes que se habían sucedido en distintas áreas, también me avisaba que se había producido la vacante esperada en la Dirección Contable y en la parte de Administración lo llamé para decirle que no tocara nada en lo Contable y que, por lo demás, decidiera a conveniencia, que confiaba en su criterio. Luego la llamé a Agnetha y le pedí que se dedicara de lleno y con todo el plantel a la parte Contable con ayuda de la Dirección de Informática para posible hackeo ante discos borrados.
A esta altura mi capacidad operativa estaba superada, le pedí a la “colo” un cortado que consumí con sorbos cortos y pausados mientras apretaba sus nalgas duras y pecosas por debajo de la pollera, luego de esto y de deleitarme con sus gemidos y temblores, a la par que se aferraba con fuerza a los bordes de mi escritorio, me levanté de mi asiento, no le permití que me diera la mamada que deseaba alegando que no tenía tiempo y dejé la empresa para irme a la casa de mi abuela, todavía quedaba paño por cortar.
De camino la llamé para preguntarle si estaba en la casa porque tenía que hablar algo importante con ella, me dijo que si, que recién terminaba de tomar un poco de sol de la tarde porque no dañaba tanto como el de principio de la tarde. Medio que le corté la charla, en realidad a mí me interesaba que estuviera en la casa, haber tocado y acariciado el culo de Raquel me había predispuesto para embocarla a mi “nona” por dónde fuera, máxime al saber que ella estaría esperando por lo mismo, con Amalia existía una comunicación especial en la que no eran necesarias las palabras. No bien estacioné el auto salió a recibirme, tenía puesto un short de jeans que le marcaba las nalgas y una remera que no le tapaba el ombligo, el cabello aún estaba húmedo y se veía como la mejor de las pendejas, aunque me di cuenta que sus ojos brillantes eran de una mujer más que plena y deseosa de la verga de su macho.
No sé quién desnudó a quién, pronto me tuvo sentado y se montó sobre mi verga endurecida que se humedeció entre sus labios empapados, nuestro beso nos transportaba y aferrar sus nalgas mientras se estremecía era casi irreal. “Quiero cabalgarte mientras me chupás las tetas”, -expresó dejándome de besar y acomodó la verga con su mano colocando el glande en su asterisco lubricado, después se dejó caer y comencé a entrar-. “¡Ayy mi Dios!, ¡ayyy mi Dios!, esto es la gloria”, -decía al penetrarse y hacía gestos en que se mezclaba el dolor con el placer-.
No hicieron falta más palabras, todo lo demás fue una cabalgada espectacular, llena de quejidos, gemidos, besos, pedidos de más, temblores y contracciones provocados por los orgasmos de la mujer más importante de mi vida. Apenas si pude controlarme una vez, pero mis huevos y mis ganas no podían contenerse demasiado y aproveché uno de sus orgasmos para llenarla desde lo profundo, tuve que sostenerla porque el líquido caliente potenció su descarga y se movió como enloquecida.
“Más, más, dame más, no me alcanzará el tiempo para recuperar estos cincuenta años de no tenerte, ¡qué delicia!, me siento la mejor de las hembras confabulada con una puta tremenda, soy tuya, totalmente tuya, ¡qué placer, por Dios!, qué placer”. Su cuerpo se abandonó sobre el mío luego de su orgasmo, pero sus caderas seguían moviéndose y mi verga seguía durísima. “Poneme en cuatro sobre el sofá y rompeme toda, no me tengas piedad, cogeme más fuerte que a todas las otras”, -expresó dejando mi verga al aire y se giró exponiendo sus huecos al adoptar una posición de lo más excitante-.
Lógicamente que me aproveché de lo que se me brindaba y Amalia gritó como condenada a la par que gozaba de las penetraciones indistintas en cualquiera de sus huecos de placer. Me sentía el amo del mundo perforando a mi abuela y haciéndola delirar de placer, pero, “no hay polvo que dure cien años ni cuerpo que lo tolere”, Amalia pidió casi rogó con voz quebrada alegando que no daba más y a mí me estaba pasando algo parecido cuando le llené la vagina del líquido, a esa altura, casi hirviendo, consecuentemente, los dos quedamos derrengados y despatarrados buscando aire con desesperación.
“Gracias amor, gracias mi vida”, -dijo mientras se tiraba encima de mi cuerpo abrazándome y se quedaba quieta, satisfecha y vencida. Como pude me recuperé antes y la levanté para llevarla hasta la bañera de su baño privado. La ducha caliente, entre besos y mimos nos recuperó bastante, me puse bien cuando comenzó a bromear sobre el destrozo que sentía en su culito, a la par que afirmaba que no le importaba porque su “amo-nieto” podía hacer con ella lo que quisiera. “Lo supe cuando me entregué a ti la primera vez y lo reafirmo ahora, me siento tu esclava para todo”, -dijo besándome profundo-. Le devolví el beso apretándole suavemente los pezones y me pidió que no siguiera porque tenía la presión a mil y, a su edad, no podía joder con eso.
Comenzó a leer todos los datos que me había hecho llegar Agnetha, yo no quería ni opinar, ella estaba a punto de explotar y no me parecía lógico “echar leña al fuego”. Ya nos habíamos vestido y se acercó al bar para servirnos un par de trago, no me hablaba, no me decía nada, pero parecía que se escuchaban los ruidos de bronca en el interior de su cabeza. Cuando me dio la copa me dijo que había que hacerlo “mierda”, me la tiró así y continuó, “esto no se lo hubiera hecho a tu abuelo, a él no se le hubiese escapado nada”, luego me preguntó que pensaba hacer.
Luego de esto y con nuevas ansias dando vueltas, salimos del privado porque desde allí vimos que ingresaba el auto de mi madre por el portón principal. Se apuró a entrar cuando vio mi auto estacionado y me abrazó besándome en las mejillas, enseguida preguntó si me iba a quedar a cenar, le contesté que era muy temprano y que había venido a hablar con la abuela por un problema importante en la empresa. “Las dejo porque seguramente tendrá que conversar un rato largo, las quiero”, -les dije, luego las saludé y me fui de allí.
La venganza que podrían llevar a cabo ambas mujeres, la bronca que trasuntarían por el engaño o los engaños a que habían sido sometidas o la maldad en lo que decidieran era algo que estaba más allá de mi opinión, mi indiferencia era absoluta, entendía que ya había aportado lo mío y que no debía estar presente. Tenía claro que en la familia ninguno podía alzar el dedo en contra del otro, los “muertos en el placard” sobraban, lo mismo que la “basura debajo de la alfombra”, pero tenía claro algunas cosas más.
Existía un hipócrita devenir en esto, había una determinada y bizarra escala de valores implícita, si el de más arriba hacía las cosas mal y cometía errores engañando al de más abajo, el tema tendía a minimizarse, por el contrario, si el que ocupaba un escalón más bajo engañaba, robaba o lastimaba al que estaba arriba, nunca sería el perdón la mejor opción y mi padre nunca había ocupado un escalón más alto que mi abuelo, abuela o esposa, por lo que quedaba claro que el escarnio, la vergüenza y la pérdida en lo económico serían las primeras puñaladas a asentar.
Al margen de lo que podía pasar que no me jodía para nada, me sentía bien, el sexo con la “abuela-putita” había sido de lo mejor y mi libido estaba adormecida y satisfecha, sin embargo, la mención de mi madre a la comida, me había provocado ganas de cenar bien, pero, no tenía ninguna gana de hacerlo solo en mi casa, una compañía femenina sería de lo más agradable, ni siquiera era el sexo lo que me impelía a esto y tomé el celular para llamarla a Raquel, fue la primera que ocupó mi mente…
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.