DUDAS - AYUDA A MARIO - LAURI. (8).
“Tengo el culito destruido, aún me parece sentirte adentro, jajaja, dejame al lado del auto así me voy enseguida, no quiero entrar a ver a mi madre”, -me dijo-, tampoco me besó antes de bajar, sólo me apretó el bulto y se bajó tratando de caminar sin renguear antes de subir a su auto y salir del predio de la mansión paterna. Ninguno de los dos sabíamos que, desde la ventana espejada de su privado, Amalia no se había perdido nada de sus movimientos, esto me lo hizo saber apenas entré en el cuarto. “Jajaja, no podía ni caminar, muy hija de puta la nena del medio, le debe haber quedado el culo peor que a mí, ¿comiste algo mi cielo?”, -primero comentó y luego preguntó, pero siempre riendo-.
Me gustaba verla así a la abuela, le contesté que no había almorzado nada y la besé profundo a la par que le apretaba las nalgas, luego del besó me dijo que no estaba para ninguna clase de juegos, pero demostró que se lo tomaba con soda, “estoy toda mojada, pero también en carne viva, algo igual experimenté hace tiempo y la pomada tampoco resultó como creía, jajaja, si todavía tenés ganas te la puedo mamar”, -aclaró mimosa-. Decidí dejarlo allí, le seguí el juego de las risas y le pregunté si la habían llamado de todos lados como a mí.
Le conté lo que había pasado con mi padre, la orden que había dado con el tema del ascensor interior y lo que había decidido hacer con Raquel. “Me gusta que me cuentes, pero son decisiones que no me competen, mucho más si ya las tomaste, estén acertadas o no, todos deben saber que tus decisiones no cambian, ganan muy bien y viven mejor que muchos, de última, saben que son empleados tuyos y se sacarán los ojos para evitar que tus decisiones los perjudiquen”. Mi falta de experiencia para el trato y conocimiento de la gente me jugaba en contra, pero tenía un respaldo excepcional.
Mientras ordenaba al personal de servicio que me llevaran la comida al privado le pregunté por mi madre, me había resultado raro que no me saliera al paso cuando entré, “tu madre debe estar también bien cogida porque está contenta y salió de shopping, seguramente almorzará afuera”, -me dijo echándome una mirada muy significativa-. Yo no le contesté, le devolví la mirada y me dispuse a preguntarle sobre las Contadores que harían la Auditoría, pero a la “veterana” no se le escapaba nada.
Las carcajadas de la abuela atronaban en su privado y la chica que venía a traer mi almuerzo la miró asombrada porque era raro ver a “la señora” con esas manifestaciones de alegría. Ella misma, después de decirle a la chica que podía retirarse, me acomodó las cosas para comer y, a mi pedido llamó al Contador principal del Estudio que había contratado para concertar una cita, en realidad para decirle que se presentara en horas de la mañana siguiente, esto porque yo le había dicho que tenía el resto de la tarde ocupada, quería visitar a Mario, saber cómo estaba y, si podía, hacer que me asesorara en algunos temas. Entendía que, si lo arrancaba un poco del ostracismo y del trabajo solitario en su laboratorio, se le aclararían algunas ideas y dejaría de pensar en cosas raras respecto de la vida de sus padres fallecidos. Se me hacía que las ideas que defendía a rajatabla respecto de no cambiar nada del pasado, parecían no aplicar para él, era como que no podía superar el hecho de no haber podido compartir sus logros con los padres y eso no estaba nada bien.
Después de la charla con Amalia en que abundaron las caricias y algunos besos con los que logré que se sintiera bien y con alegrías que se notaran, me despedí de ella con un beso acompañado de un par de apretones a las nalgas y me fui para la casa de Mario. Me lo encontré viendo una vieja película de los “Thunder Cats” y me reí a carcajadas con eso, luego de las chanzas me dijo que se distraía muchísimo con los dibujos animados y que siempre tenía que buscar alternativas agradables para que no le explotara la cabeza.
Luego de hablar un par de pelotudeces más con él y de ver que la idea lo entusiasmaba, saludé y le pedí que me avisara lo que había decidido. El abrazo y el agradecimiento fue sincero y regresé a casa convencido de que lo sacaría de la soledad que él mismo se auto infligía. Era un poco más de las siete de la tarde, temprano para ir a cenar y ameritaba tomar un aperitivo antes, por lógica, nada de meterme en ningún bodegón y me dirigí a una de las confiterías de moda, comer acompañado no me vendría mal.
Me fui a sentar a la barra y pedí una bebida energizante con vodka, tenía ganas de un poquito de alcohol y luego de que me sirvieron el trago me puse a observar el ambiente y la posible invitada a cenar, no había mesas allí, eran cómodos silloncitos con una mesita enana donde se colocaban las consumiciones, eso hacía que los que se sentaban quedaran bastante juntos, lo cual, de entrada, implicaba cierta intimidad. El pequeño pulsador de las gotitas estaba lleno y lo hice girar entre mis dedos buscando a quien podía “adobarle” el trago, después bastaba acercarme, cruzar unas palabras y el perfume completaba el círculo.
Había sentada de a dos, tres o cuatro chicas solas, nivel “chetas” como las llamaban en mi país o “pijas” como les decían en España. Sabía que me podría llevar chascos con la supuesta soltura de estas jovencitas, pero no cabían dudas de que sus carnes eran duras y sus conductos resultaban más que estrechos. Tampoco me hacía problemas si la compañía de la chica en cuestión era masculina, cuando las “gotitas” hacían su efecto, más de una le había dado salida al galán o novio para irse conmigo o, en su defecto, los baños servían para un “rapidito”, aunque esto era incómodo y tenía ganas de cuerpos desnudos y cama.
No había “buen material” y no pensaba levantarme de la butaca para ir a mirar en la zona con más penumbras, ya estaba hecho a la idea de irme a cenar solo al restaurant aledaño y, desde atrás, me taparon los ojos un par de manos, decididamente, femeninas. “Qué pena que ande solo tan bello ejemplar de hombre millonario, creo que no tiene novia o pareja porque le gustan todas”, -dijo quién estaba detrás-, “linda voz tiene y buenas tetas también”, -pensé al sentir que se apoyaba en parte de mi espalda-.
Pagué la consumición de ellas, le alcancé el chupito a Lauri y ella le llevó el de la amiga, claro que, en el traspaso de mano, un par de pulsos en cada uno fue algo como de “Religión”. La amiga de Lauri tendría unos veinte años, la misma edad que mi prima, luego me enteraría que eran compañeras de la Facultad, que vivía sola y trabajaba para pagarse los estudios, lo cual no le dejaba mucho resto para andar saliendo de noche. Era rubiecita, de cabello corto, delgada y portaba unos hermosos ojos celestes.
Lauri me la presentó como Karina y no le gustó mucho ver que su amiga se acercaba a su lugar llevando del brazo a un hombre, por más “bueno” que estuviere. Mi prima aclaró que yo era su primo Ignacio y cuando me acerqué para darle un beso en la mejilla a modo de saludo, su mirada recelosa cambió enseguida, el perfume obraba maravillas y no hacía diferencias en gustos sexuales, bastaba con que fuera mujer. Hubo un par de bromas porque allí no se veía ni lo que se hablaba y cuando dije de ir a cenar, acabaron sus tragos y arrancaron enseguida. La cosa comenzó mejor de lo que esperaba, entramos al restaurant con una de cada brazo, Lauri me apoyaba descaradamente su teta en mi brazo, indudablemente, era de las “de familia”, en cambio, a pesar de hacer lo mismo, las de Karina parecían de nena adolescente, pero duras y con un pezón más grande que se notaba en la remera que tenía puesta. Toda la charla fue con doble intención hasta que Lauri que estaba sentada a mí lado movió la mano y me acarició la verga…
Estaban muy aceleradas, menos mal que en el auto, apenas Lauri quiso sacarme la verga y Karina acotó que ella también quería disfrutarla, me puse serio diciendo que así no podría conducir, lo entendieron, pero hasta ahí nomás, las dos se sentaron en el asiento trasero y se prendieron con besos y dedos inundando el interior del vehículo con gemidos y un aroma más que característico, fue difícil conducir en esas condiciones, los ojos se me quedaban fijos en el espejo retrovisor interior.
En el ascensor sólo las tangas desacomodadas las cubrían, la demás ropa estaba tirada en un rincón, pero no había nada para decir, disfrutaría ese rato. Las tetas, las formas y el culo de nalgas paradas de mi prima me tenían a full y no escatimé manos y dedos para tocar por donde fuera, claro que Karina quería recibir su parte y también le metía manos a mi prima, logrando varias veces recibir mis dedos en sus intimidades, lo cual le provocaba estremecimientos y sus gemidos se dejaban escuchar. Lo de la rubiecita no era para tirar manteca al techo, era demasiado delgada, sus tetas eran un poco más que dos limones en punta, pero me hacía la cabeza pensando en cómo sentiría mi verga cuando entrara en ese culito esmirriado, porque, romper no creía que rompería nada, pero sentir la sentiría. Lauri había juntado la ropa y la dejó sobre el sofá grande, luego se abrazó con la amiga y se pusieron a mirar el departamento, yo aproveché para sacarme la ropa y quedar vestido sólo con el bóxer.
Ni hablar de lo que fue la mamada de Karina, saber no sabía, lamer una vagina no es lo mismo y un consolador de plástico es distinto, nunca entra hasta el fondo y se lo puede rozar con los dientes. La rubiecita me hizo quejar por sus rozones y Lauri le pidió que quería intentarlo, ésta lo hizo mucho mejor, no fue un dechado, aunque era morboso verlas, ya que en ningún momento dejaron de tocarse, acariciarse y mandarse dedos, de todos modos, yo no haría de mirón y era hora de que comenzaran los gritos.
“Yo primera, vos sos la prima y podés pedirle que te “arrime” en otro momento, jajaja”, -dijo Karina que estaba sacadísima y apurada por recibir su primera verga real. Se puso en cuatro pidiéndole a Lauri que se sentara frente a su cara abriendo las piernas y me dejó a la vista su culito flaco y su vagina anegada. Si creía que sería fácil sentir mi verga en su interior y aun así darle una mamada a Lauri, se equivocó de medio a medio, pues entrar, entré despacio y los quejidos comenzaron desde que notó que sus carnes se abrían al paso del ariete, claro que Lauri la tomó de los brazos y no la dejó sacar la cara de entre sus piernas.
Quedó casi un cuarto de verga afuera y, aunque el lugar era muy estrecho y se sentía apretando todo el tronco, me moví con un ritmo cansino y comenzó a gozar, entonces se dedicó más a mi prima que gemía. Entrar y salir de allí no me provocaba nada, por eso mis pulgares jugaban con el hueco de su culito provocando que Karina tuviera un par de orgasmos que, de no haber sido ahogados por la concha de mi prima, habrían resultado escandalosos, así y todo, estuvieron cargados de temblores y movimientos de caderas.
No tardó mucho para recuperarse y giró la cabeza, “no fue tan dramático, me gustó, seguí”, -dijo con un poco de dificultad por la posición y volvió a lamer como desesperada. Seguí también con los dedos, el esfínter había dilatado bien y esperé a que tuviera otro orgasmo para incursionar por allí. No tardó y apenas comenzó con los temblores cambié de lugar, “por ahí no, todavía no”, -gritó chapoteando en los jugos de mi prima- y, como yo sabía que pasaría, no le di bola y entré sin detenerme. Los gritos fueron tremendos y ya no se ocupó de Lauri, pero a ésta no le importó, la mantenía con firmeza y en su cara se dibujaba una sonrisa de gozo sádico.
“Relajate y tratá de gozarla, cogedora, aprendé que no es lo mismo una pija verdadera”, -le expresó haciéndose escuchar por sobre los gritos de dolor de la rubiecita-, no supe porque lo decía, pero tampoco me tomaría el tiempo de averiguarlo. Con el recto y el músculo amoldado a su conducto trasero el entrar y salir se hizo más placentero, por lo menos para mí, Karina no dejaba de llorisquear y pedir que se la sacara, que no la aguantaba, hasta que hizo silencio y aguantó la cogida como si se resignara. Así y todo, llegó a tener un orgasmo sin tanta alharaca, pero decidí que no valía el regalo de llenarle las tripas y apenas se quejó nuevamente, se la saqué para irme a bañar.
Comencé a ducharme cruzando los dedos para que le hiciera caso y suspiré aliviado cuando Lauri se metió debajo de la ducha conmigo, “Karina se fue, tenía que llegar a un lado, ahora tenés que hacerme mierda a mí”, me dijo sin más explicaciones. Luego de besarme y refregarse con todo el cuerpo sobre el mío se giró y puso su culito en pompa moviendo las caderas.
Metía parte de mi lengua en su culo y apretaba sus nalgas mientras el agua caía sobre mi cabeza, se estaba bien allí y Lauri se puso como loquita, gritando que la hiciera gozar como la puta que se sentía. Podía haber usado el jabón líquido para ayudarme, pero preferí secarla y la llevé a la cama colgada de mi cuello, las ganas le brotaban y se colocó en cuatro hablando con la cara torcida. “Llename a mí por dónde quieras, estoy protegida, ya vi que no acabaste con la boluda de Karina, vas a ser mi sueño cumplido”, -decía sin parar de mover las caderas-.
No le contesté, volví a jugar con mi lengua alternando en sus orificios y Lauri no tardó en explotar en un orgasmo gritado a viva voz. Su cuerpo era como para incentivar todos los sentidos y me dediqué a tratar de lograr que se enloqueciera. Los temblores aparecieron nuevamente y el grito se presentó junto con un ruego. “No doy más primo, por favor, cogeme antes de dejarme seca a lengüetazos”, -pidió-. Lo siguiente que hice fue arrodillarme detrás de sus nalgas y coloqué el glande en su orificio empapado.
Se desgañitó cuando el glande y luego el tronco fueron deslizándose por su conducto estrecho, las carnes se abrían mientras el ariete profundizaba y, sin dudas, estar cogiendo con una mujer de “la familia” era distinto. Me encantó que mi verga se perdiera en su interior sin que quedara nada afuera e impuse un ritmo tranquilo a mi cogida, aunque la profundidad era siempre la meta. “Hijo de tu madre, me abriste toda, dame con más fuerza, ¡ayyy, por Dios!, otro más, esto es la gloria, agggg”, -vociferaba y terminó aplastando la boca en la almohada.
El agujero de su ano parecía tirarme besitos, los pulgares se movieron con facilidad y supe que era hora de tener el último culo de las “féminas familiares”. “¡Ayyy, madre santa!, ya me imagino”, -dijo cuándo la saqué de su vagina y el glande más que lubricado se apoyó en su culo que estaba pidiendo-. Media verga la aguantó bastante bien, aunque se escuchaban los quejidos ahogados por la boca aplastada, “gritá si querés prima, acá adentro, salvo nosotros dos, nadie escucha”, -le dije sabiendo lo que sucedería-, todas se soltaban cuando sabían que podían expresarse sin tapujos y con ella no fue distinto.
“¡Primo, primo, la puta madre, me estás rompiendo el culo con ese monstruo!, dame más, dame más, carajo, el anal me encanta, pero nunca me cogieron así”, -dijo totalmente entregada y entrando en una sucesión de orgasmos que yo incentivaba dándole unas estocadas firmes, seguras y profundas-. Comenzó a entremezclar risas y sollozos cuando la saqué y la guardé en su vagina, la cogida se convirtió en una constante de entradas y salidas cambiando de orificio cada cuatro o cinco movimientos, eso hasta que no aguanté y su culo recibió toda la leche acumulada. Con lo último que quedaba de sus fuerzas se dejó caer despacio sobre la cama y no me despegué, yo no la había sacado muy barata, la verga me ardía por el roce de su estrechez y mis pulmones pedían aire desesperados, pero no salí de ella, al contrario, mis caderas se movían despacio todavía con la inercia de la cogida y el miembro perdía rigidez muy despacio.
Saqué la verga morcillona con cuidado y, entre risas, la llevé al baño, “no me puedo mover Ignacio, esta noche me quedo con vos y mañana me voy en un taxi, ando sin auto, está fundido y mi padre con el asunto del divorcio, me extorsiona para que hable mal de mi madre y se niega a pagarme el arreglo”. Me contó que sólo faltaba retirarlo del taller y me porté bien, después de todo era “familia” y no sabía qué medidas tomaría la abuela con el padre de Lauri.
Se enloqueció cuando la llené de mimos y la bañé, pero no llegamos a más porque habría que usar pomadas para las rozaduras en ambos. Mientras Lauri gemía gozando de la enjabonada, abrazos y besos, yo pensaba en que tenía mucha razón, la abuela había hecho la vista gorda en muchas ocasiones, hasta que había dicho “basta” y, seguramente, se avecinaba un tiempo de lágrimas para los “manos largas”. Nos dormimos rápido y Lauri lo hizo abrazándome, también se le notaba la falta de cariño.
Me despertó la alarma del celular esa mañana tenía que estar en la oficina para recibir al Contador en jefe que con el equipo de profesional iniciaría la Auditoría en todo el edificio central de la empresa, Lauri se movió a mi lado, ronroneó, aunque aún seguía en el quinto sueño, su culito parado apuntando hacia la puerta de la habitación me tentó, pero había quedado bastante maltratado y tampoco me quedaba tiempo, me vestí, perfumé, cargué el recipiente con las gotitas en el baño y me fui a preparar el desayuno.
Tomé un regio cortado preparado con la máquina de café express y le dejé todo preparado a Lauri, seguramente se levantaría con hambre y recordé algo que le había escuchado decir a la amiga, revisé su bolsito de jeans, la amiga la había dejado sin dinero y le repuse más que suficiente para el taxi. Estaba escribiendo una nota para dejarle cuando apareció desnuda y con el cabello revuelto, “Buen día torturador de culitos, ¿ya te vas?, dame un momento que me cambio”. Le expliqué que no se apurara, hasta el mediodía podía quedarse, también le dije que no saliera, una vez que lo hiciera no podría entrar pues la cerradura era electrónica.
La saludé con un beso y me pidió que le diera un par de días para recuperarse, “luego estaré lista para lo que quieras”, -me dijo sonriendo lascivamente-. Me sentía descansado y satisfecho, lo del trío no había resultado como quería, pero mi prima resarció cualquier inconveniente y tuve bien presente que mi madre le tenía ganas. En la empresa me volvió a recibir el Jefe de Seguridad, lo saludé disimulando la molestia que me ocasionaba esa especie de servilismo que él y otros tenían para conmigo y subí al ascensor después de decirle que no quería que se avisara a nadie de mi llegada.
Mientras subía pensé que mi carácter rebelde me jugaba en contra ante estas muestras de los empleados, pero recordé que mi abuela me había dicho que los ignorara, “ellos no conocen tu forma de ser y defienden como pueden sus ingresos, quizás no lo entendés porque nunca tuviste necesidades, así y todo, las pautas marcalas vos, dejá claro cuando algo no te gusta” y, a decir verdad, tenía razón. La orden de no avisar resultó, nadie me recibió cuando bajé en el pent-house y la primer sorprendida fue Raquel que estaba dando órdenes a dos chicas en sendos escritorios.
Me senté en el enorme sillón del escritorio y la llamé a la abuela para preguntarle si ella había hablado algo en especial con el Contador que comandaría la Auditoría. Me saludó mimosa, me dijo que no había hablado nada en especial y que tenía que decidir todo yo, también me avisó que se reuniría con amigas a almorzar en el club.
Lo saludé a José Luis que me trajo el café y me comentó que se había revolucionado todo el edificio por el tema de la Auditoría, “a más de uno le temblará el piso”, -acotó sin excederse más con las palabras-. Le dije que estaba seguro que muchos puestos quedarían vacantes antes de que saliera el dictamen final, “allí es dónde te voy a necesitar a vos”, -le dije-, pero la conversación quedó allí, él sabía que habíamos quedado en que yo lo llamaría para charlar fuera de la empresa sobre lo que me interesaba.
El camarero se retiró y golpeó Raquel antes de entrar para preguntarme si a la gente que estaba por llegar la iba a recibir en mi oficina o en la Sala de Reuniones, me sonó a excusa para poder decirme algo más. “El Contador ya sabe que me verá sólo él y su segundo, las demás personas que vengan con él esperarán en la Sala, otra cosa más, creo que te pedí algo, ¿qué averiguaste?”, suspiró porque esperaba que le preguntara precisamente sobre eso. Se iba a apurar para contarme y le pedí que se sentara y hablara claramente y con tranquilidad, de malo nomás le ofrecí un poco de gaseosa “adobada” que aceptó complacida mientras se sentaba frente a mí.
Tomó un sorbo y me contó que había cortado de plano la relación que tenía y que, aparte de ella, había tres chicas más que recibían “favores” de mi padre, todas vivían en departamentos con un alquiler elevado y una en una casa que no sabía a nombre de quien estaba, “él siempre decía que no quería visitar a nadie en un ranchito, además están los autos, a mí no me lo compró porque yo ya tenía el mío propio, pero me dejó entrever que cuando quisiera cambiarlo…”. Me contaba todo eso y se tomó el medio vaso con gaseosa, yo me sonreía porque en un rato se treparía a las paredes queriendo que le metiera mano y algo más.
Me dejó una planilla con los nombres de las chicas, los puestos que ocupaban en la empresa, las direcciones de los departamentos y de la casa, también vi allí los importes de los alquileres, de las expensas comunes de cada lugar y las marcas de los autos que era similar en todos los casos, seguramente comprados en una misma Concesionaria, casualmente, el ex marido de mi madrina de bautismo, amiga de mi madre que se había vuelto a casar y vivía en el exterior, tenía una Concesionaria que vendía autos de esa marca. En definitiva y a grosso modo, era un montón de dinero mensual que excedía en mucho el ingreso “normal” que yo conocía.
Le dije que lo estudiaría bien y la miré mientras se movía inquieta en la silla tratando de disimular, noté, además que se mordía sutilmente los labios. Me paré acercándome a su silla y tocándole la cara le dije que nos íbamos a llevar muy bien, no pudo evitar estremecerse, pero no pasé de allí, por el intercomunicador me avisaban que habían llegado las personas esperadas y tuvo que salir a atenderlas. Se me hacía que a Raquel se le acumularían un par de calenturas antes de tenerla con el culo dispuesto a recibirme.
El Contador, un hombre de unos cincuenta años, quizás un poco menos, bien puesto, alto, peinaba canas al costado de su cabeza y me resultó un tipo frontal y decidido cuando adelantó su mano para saludarme y decirme que podía llamarlo Carlos, sólo me limité a saludarlo y asentir con la cabeza, casi le digo, “a mi llámeme señor XXX”, pero mi silencio fue elocuente y suficiente, junto con él ingresó una rubia espléndida, un poco menos de cuarenta y cinco años y saludable por donde se la mirara, los tres teníamos más o menos la misma altura, aunque ella estaba ayudada por sus tacos. El ambo gris oscuro de chaqueta y pantalón le quedaba esplendido y el rostro se veía favorecido por el cabello con volumen y un par de ojos claros que te quitaban el aliento, a más, ella lo sabía. El Contador me la presentó como su esposa y socia, la rubia se adelantó estirando su mano.
No cabían dudas de eso, belleza nórdica junto a curvas latinas, nada pasaba desapercibido, una combinación explosiva, aunque eso no lo dije. Les ofrecí algo para tomar y le señalé los sillones aledaños al escritorio, pues entendía que el escritorio como símbolo del “Poder del Dueño” no era de mi agrado, además la ocasión no ameritaba su uso como tal. Me dijeron que con ellos habían arribado otros seis Contadores que esperaban para comenzar las tareas, charlamos un rato y nos pusimos de acuerdo con el plan que querían instrumentar, fundamentalmente, que recibirían órdenes sólo de mí, esto con informes cada dos días, personalmente o con sobres cerrados a mi Secretaria.
Sólo le pedí dos cosas, una estaba relacionada con el trato para con el personal de empleados o directivos, amabilidad en el trato sí, pero yo no aceptaba confraternidad con ellos y la otra era que comenzaran con la Presidencia, ninguno puso objeción, les di credenciales que había mandado a confeccionar mi abuela para que nadie los importunara en su labor y los acompañé junto con Raquel para conocer a los demás integrantes del equipo. Eran jóvenes, cuatro mujeres y dos hombres, todos trasuntaban seriedad y después de saludarlos le dije a mi Secretaria que los acompañara hasta el piso de Presidencia para presentarlos ante el Presidente de la empresa.
Ellos ya sabían todo lo que debían exigir, verificar y controlar, Raquel se quedó con las ganas de decirme algo cuando dije que me marcharía y estaría en la mansión, pero se notó que se mordió para no decir nada. Era media mañana, a mi departamento no quería regresar porque aún estaría Lauri, mi abuela no estaría en la casa y no sabía si estaría mi madre, como fuere, era importante ponerla al tanto de todo lo averiguado, tenía claro que aparecerían problemas con mi padre y yo no iba a tomar partido por él
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.