PRUEBAS SATISFACTORIAS - MAMÁ CURIOSA - “SAN IGNACIO”. (2).
Apenas ingresé en el reducto donde se encontraba el laboratorio y la semi esfera con punta cónica, Mario me salió al paso, ni me saludó y se puso a contarme lo del conejo, se le encimaban las palabras, la excitación se le notaba en los tonos, en los gestos y en las palabras que no salían claras de su boca. Se acercaba a mí, me decía del conejo, me mostraba la máquina y me explicaba cómo le había costado mantenerlo dentro para que no se escapara, lo entendía haciendo acopio de algo de paciencia hasta que no aguanté y le grité pidiéndole que se calmara.
Los dos estábamos excitadísimos, nos reíamos de cualquier idiotez, pero organizamos todo meticulosamente, lo ayudé a instalar al conejo dentro de la máquina, primero a uno, al cual mandamos con una profusión de luces de colores que salían del “aparato” a medida que giraba. Yo estaba asombradísimo, no podía tener la boca cerrada, la mantenía abierta en un rictus de sorpresa y Mario estaba más acelerado que yo, era su sueño hecho realidad o, por el menos el principio, sabíamos que el sueño estaría completo cuando yo regresara.
Las luces fueron disminuyendo hasta que la máquina se detuvo haciendo un sonido como de algo que se desinfla y me acerqué a mirar al interior por una especie de ventanilla, Mario me pidió que no tocara nada, dijo que era preferible que dejáramos pasar unos minutos los cuales ocupamos en tomarnos una copa, festejamos riendo alborozados porque el conejo ya no estaba dentro de la máquina, luego de un rato enviamos al otro animalito y pasó exactamente lo mismo, nos miramos los dos, parecíamos haber corrido una maratón, transpirábamos desencajados y nos fundimos en un abrazo interminable.
Todo había salido bien y nos encaminábamos a algo que haría verdadera Historia, volvimos a servirnos otra copa y le dije de salir a festejar, Mario, haciendo acopio de tipo más centrado, me dijo que no nos podíamos poner en pedo porque tenía que seguir con sus cálculos, “vos vas a tener que ir a buscar a alguna mina que haga disminuir el bulto que tenés en la entrepierna, boludo, pensé que te habías calentado conmigo, jajaja, mirate por dónde te “pegó”, jajaja”, -dijo señalándome-. Recién allí me di cuenta que toda mi excitación había ido a parar a mi entrepierna y estaba durísimo.
Bromas al margen con el tema de las mujeres y el buscar que se deshinchara mi verga, nos pusimos a fijar el horario, el lugar y la fecha en que yo haría el intento de reencontrarme con el pasado. Elegimos un horario estipulado en la medianoche de un miércoles y en un lugar cercano al enorme terreno que tenía mi abuelo en la mansión, no teníamos referencias de fotos de los lugares y, según Mario, no era cuestión de caer o aparecer de improviso en el dormitorio de nadie, seguramente habría muchos lugares que eran terrenos baldíos para “aterrizar”, pero no sabíamos cuales ni dónde estaban.
El tema es que, pasadas las doce de la noche salí de los galpones, me movía como si me hubieran dado una paliza, pero con la seguridad del día, la fecha y la hora en que “viajaría” e, hipotéticamente, dónde “aterrizaría”, todo lo demás correría por mi cuenta y, al tener en claro todo esto, debía “mimetizarme” para la época en que me movería, tendría siete días para “vivir” en una época que no era la mía, sacaría fotos en colores y me empaparía de la Historia “in situ”, extremando los cuidados porque en esos tiempos había bastante convulsión en el país.
La Dictadura Militar de esa época daba sus últimos coletazos, las manifestaciones, muchas de ellas violentas, estaban a la orden del día, movimientos políticos de jóvenes que luego se convertirían en grupos guerrilleros armados actuaban con cierta impunidad apañados por un líder político que digitaba todo desde el exilio, ciertamente que la época no era fácil, había que mantenerse al margen y evitar hacer contactos con grupos de uno u otro lado, de todos modos, entendía que no era tan difícil, el grueso de la población siempre se mantuvo al margen de todos estos entuertos políticos protagonizados siempre por algunos pocos que utilizaban a los demás.
Llegado a casa no me fui a dormir, prácticamente me desmayé sobre la cama sin sacarme la ropa, todo lo vivido en el laboratorio me habían dejado baldado, las emociones habían superado ampliamente todas mis expectativas. Me desperté como a las nueve de la mañana, se escuchaba el ruido de la ciudad y se notaba que era un día laborable porque no tenía nada que ver con el ruido apaciguado del domingo. Tenía claro que, en mayor o menor medida, siempre era ruido, en la ciudad no existía el sonido ni sus silencios y me fui a bañar.
El baño caliente me recompuso, el día estaba hermoso, el sol entraba a sus anchas por los ventanales de mi dormitorio y por los del living del semi piso, corrí los dos juegos de cortinas, las finas y las más gruesas para evitar tanta luminosidad y me fui a la cocina a prepararme unos mates. En la mesa de la cocina, junto al termo, las cosas del mate y las tostadas con dulce, extendí un block de hojas en blanco y, lapicera en mano, comencé con la lista de lo que debería llevar.
Lo primero que anoté fue el perfume y las gotitas, uno nunca podía saber cómo funcionaría la libido de las mujeres en esa época, pero yo estaba seguro que la mía seguiría funcionando a pleno y no era cuestión de pasarme horas de charlas o de convencimientos para conseguir tocar una teta, descargar tenía que descargar, no me entraba en la cabeza eso de pasarme siete días sin “embocarla”, por otro lado, jamás lo había hecho y no lo haría en ese “viaje”, pagar por sexo no se me cruzaba por la cabeza.
Otro tema era el dinero, tenía que conseguir billetes y monedas de la época, por lo menos los necesarios, luego vería de anotar los números de la quiniela de esas fechas específicas y multiplicaría el efectivo apostado por setenta veces, con dos o tres aciertos repartidos en distintos “levantadores clandestinos” pues aún no existía la quiniela oficial del Estado, me reportarían un par de miles de Pesos, lo que me aliviaría y daría tranquilidad a mis movimientos, pues pasarme una semana en el pasado implicaría como, mínimo, comer y un lugar para alojarme, algo que sólo podía obtener con efectivo.
El celular no era necesario, para eso tenía la máquina de fotos con una buena resolución, además de suficientes baterías y chip de almacenamiento, otro tema era la ropa, sería verano así que eso lo podría solucionar con remeras típicas con cuello y colores apagados, jeans comunes o “vaqueros” de botamanga ancha como se le decía en la época de referencia y un par de suéteres finos, tenía pensado llevar algún tipo de traje para vestir, pero se me ocurrió que, llegado el caso y con dinero, podría comprar algo de confección.
También estaba el tema del calzado y como no usaba zapatillas, se imponía comprar algún par de zapatos de los denominados “mocasines” y esos se podían conseguir en el presente pues todavía se fabricaban los “clásicos”, otra inquietud que tenía era mi cambio de look, aparecer accidentalmente en alguna foto familiar con la misma cara del presente no era nada conveniente, lo mismo que el “verso” para explicar de dónde venía, nunca faltaba el que preguntara sobre mis orígenes y no era cuestión de sembrar dudas como para que alguien investigara.
Me devanaba los sesos pensando en lo que podría necesitar, pero lo esencial ya lo tenía y no quería entrar en la desesperación, estaba metido en todo eso y el celular me sacó de mis pensamientos para con el pasado. Nuevamente era mi madre, me molestó un poco que volviera a llamarme, pero lo canalicé y atemperé pensando en su físico de cincuentona bien conservada, casi, casi que las “no neuronas” de mi glande pensaron por mí…
Se lo pregunté disimulando cierta inquietud y cruzando los dedos para que mi tía no se hubiera ido de boca, no era por nada en especial, el tema de los parentescos seguía sin importarme, pero prefería que, a menos que fuera en un trío, en una charla muy íntima o en alguna orgía familiar, ninguna de mis féminas parientes se enterara de lo que podía hacer yo con unas y otras.
La imagen de mi puta madre apoyada en el borde de una cama con el culito en pompa esperando recibir mi verga se me pasó por la mente y me tuve que acomodar el bulto que se erguía solo, la baba no se me caía, pero, casi, casi… Me cambié de muy elegante sport, me rocié de perfume y llené el recipiente con las gotitas, me la iba a coger sí o sí, aunque tuviera que usar una dosis doble de gotitas y convertirla en una obsesa del sexo para conmigo, era mi madre y yo no quería compartirla, por eso el deseo de convertirla casi en una esclava.
Al llegar al restaurant me acomodé a esperarla, sólo tuve que nombrarla a ella para que el maître me llevara a la mesa y vi cuando entró al lugar, más de un par de ojos se desviaron para mirarla, su prestancia era imponente y la pollera negra con tablillas finas, apenas un poco por encima de las rodillas dejaban a la vista sus hermosas piernas calzadas con sandalias de taco alto, la camisa contenía a duras penas sus tetas y el botón estratégicamente desabrochado dejaba ver el canal formado por sus montes gloriosos, el rostro era una delicia y su cabello platinado y suelto resultaba un encanto extra.
Me miraba con ganas de seguir preguntando, pero se calló porque vino el camarero a servirnos el vino que antes había pedido, sabiendo que a ella le encantaba, lo caté y le pedí que lo dejara, que yo lo serviría, mi madre tomó la carta para elegir su pedido y enfrascada en eso no notó que pulsé dos veces el aparatito de las gotitas que se diluyeron en media copa de vino. Tenía claro que sus primeros dos sorbos eran para vaciar el vaso, luego pasaba a ser todo más moderado, pequeñas ventajas que yo tenía al conocer su comportamiento y no pensaba esperar demasiado para disponer de ella.
Mientras comíamos conversó sobre la importancia de que mi tía no tuviera un amante fijo para evitar que el marido hiciera más engorroso el juicio de divorcio, eso hasta que las palabras comenzaron a tergiversarse y se la notó inquieta y con unos deseos que se le dificultaban disimular. No llegamos al postre y al café, “quiero que dejes el auto en el estacionamiento y te vengas conmigo a mi casa, ya te imaginarás para que”, -le dije con vos firme-. Graciela, mi madre, me miró fijamente, los ojos le brillaban y se mordió suavemente el labio inferior cuando me contestó: “Vos decidís y podés hacer conmigo lo que quieras”, -esto evidenciaba su disposición de hembra deseosa de su macho y nos levantamos para irnos-.
Se tomó de mi brazo al salir caminando y ex profeso apoyó su teta sobre él, el suspiro casi gemido no pudo ser disimulado, apenas si podía contenerse, por momentos pensé que me iba a pedir que la cogiera sin que nadie más importara y por eso mi apuro por salir rápido del restaurant y, claro está mis propias ganas de tenerla desnuda en mi cama. “Quiero que me hagas gozar hijo, mami quiere que le des todo”, -me dijo al entrar al auto acurrucándose a mi lado-.
Tal como había pasado con mi tía Lorena, mi mano libre acarició el cuello de mi madre y los dedos se movieron solos para meterse por su escote y, corriendo el ínfimo sostén, apretaron los pezones duros y erectos que alguna vez me habían alimentado. Ella se desabrochó un par de botones más de la camisa y los dedos y la palma tuvieron mejor acceso a esos montes turgentes, suaves, cálidos excitados. Los gemidos se sucedían y sentí cuando me apretó el bulto con su mano izquierda, “mi cielo, mi vida, cuanto creciste hijo, creo que la vas a hacer llorar a mami”, -me dijo acariciándome.
Se notaba que se contenía, pero estaba tan excitada que se le notaban las ganas de gritar, desnudarse y desnudarme, me miraba embelesada y entornaba los ojos como si gozara más de ese modo. “Tengo deseos de comerte, pero no puedo hacer nada porque estás manejando, nunca pensé que iba a estar tan caliente y con tantas ganas”, -acotó-, no le contesté, no sé si hubiera podido, los pocos minutos que me faltaban para llegar a mi casa me parecían eternos, finalmente estacioné el auto en la cochera y ya dentro del ascensor se sacó la camisa y se desabrochó el sostén pidiendo que la besara profundo y le mordiera las tetas como cuando era bebé.
El beso duró hasta que el ascensor se detuvo y bajamos en el palier del departamento abrazados, con mis manos en sus nalgas duras y sumergidos en un mar de gemidos que de ella provenían. Se desnudó rápido sin que se lo pidiera y me semi desnudó a mí con rapidez a la par que me decía algo similar a lo que yo estaba pensando: “Dame duro hijo, hazme pagar todos los errores que cometí no estando cerca de ti”. Tampoco contesté, pero la miré llenándome los ojos del físico de una hembra espectacular que había excedido mi propia vara.
El chirlo en una nalga provocó un gemido inesperado y le señalé el dormitorio, para él encaró con la nalga marcada y no pude evitar compararla con mi tía Lorena, las tres hermanas tenían un físico parecido, duro, de cintura estrecha y de piernas y nalgas bien formadas, pero mi madre provocaba de distinta manera a mi libido y a mi morbo. Ella subió a la cama y luego de acabar de sacarme toda la ropa y observar que miraba mi verga con cierta admiración, subí a la cama y la abracé para comerle la boca.
Sus labios y lengua respondieron mientras movía las caderas tratando de que la verga que jugaba en su entrepierna depilada la penetrara, lógicamente, yo quería evitar eso, podía haberlo hecho sin problemas porque el lugar rezumaba lubricación, pero hacerla desear no estaba de más y lo logré porque levantó la voz pidiendo un tanto desencajada: “Cogeme hijo, rompeme toda, mamá no ha sido buena y se lo merece”, mi reacción fue inmediata, la tomé del cuello y le dije serio, “basta de hablar, te voy a coger como yo quiera, dedicate a gozar, sos mi puta y no merecés delicadezas”.
Santo remedio, se tensionó totalmente y enseguida comenzó a temblar, sin dudas que le gustaba el rigor, el orgasmo se había manifestado y se abandonó a mis deseos. Me acomodé mejor y le chupé las tetas como a nadie, mordía sus pezones hasta el límite y amasaba sus pechos escuchándola gemir con desesperación, sus mamas se pusieron rojas de mis succiones y como el glande y el tronco estaban mojados por sus jugos, encaré su hueco y me mandé de una, las carnes se abrieron al pasó del ariete y comprobé, muy a mi gusto, que se demostraba bastante estrecho.
Gritó al sentirla llenando su interior, aunque no reculó ni amagó con salirse, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero trató de acoplarse a mi ritmo que se aceleraba en las entradas y salidas, levantó las piernas para tratar de cruzarlas por sobre mis riñones y no lo logró por completo, los choques en su pelvis le impedían la maniobra. Me notaba enorme y a ese ritmo no aguantaría mucho, el glande no acusaba el final de su vagina y eso me gustaba porque no tenía que preocuparme de los dolores inoportunos en la cabeza del miembro, como fuera, disminuía el ritmo mirando su cara que denotaba dolor y placer por la cogida violenta. “Llename como quieras hijo, hace años que me vaciaron”, -dijo con cierto aire de tristeza en la mirada-, eso me incentivó y redoblé las penetraciones duras hasta que se quebró en un orgasmo brutal, se reía y temblaba lanzando jugos mientras sus músculos vaginales se contraían y me apretaban. Como fuere, yo estaba con cierto rol dominante con ella y me salí para correrla hacia el borde de la cama, su cabeza quedó colgando y se la metí en la boca.
Ella sabía lo que debía hacer, pero toda esa carne en barra era demasiado y me golpeó los muslos cuando quedó atorada y con el glande traspasando su garganta, la saqué para que respirara y volví a insistir mientras sus pezones aguantaban los pellizcos de mis dedos. Como fuere, ahogos al margen, sus gemidos no cesaban y yo admiraba sus tetas, su vientre plano y su pubis depilado y anegado. Sólo se la sacaba un poco de la boca para poder respirar, aunque ya era ella la que marcaba el ritmo y no me aguanté, mi leche pasó directo a su garganta y provocó algunas toses que no impidieron que siguiera prendida como un mamón.
Me dio un beso profundo y se acomodó poniéndose en cuatro y, si algo me faltaba para terminar de excitarme, la vista de sus nalgas duras, de su vagina empapada y de su huequito fruncido, me terminó por poner a tono. Salivé el hueco, pero de pronto supe que no debía apurarme, la sentiría más si entraba despacio y volví a enfundarla en el hueco lubricado, mi madre acusó la entrada, pero por allí estaba más predispuesta, además ya había sido dilatado y no tardó en tener un orgasmo ante mis entradas y salidas, el problema fue cuando la saqué y encaré al asterisco marroncito.
Se tensó toda cuando lo apoyé y ubiqué el recto, alcanzó a decir, “despacio hijo” y le recordé con un par de chirlos quien era el que decidía, la muy puta gimió con ganas cuando recibió los cachetazos en las nalgas y el hueco pareció dilatarse para que ingresara parte del glande. Había gastado unos buenos Pesos en mandar a insonorizar el dormitorio, pero valió la pena, de lo contrario hubieran venido los bomberos o la policía porque parecía estar matando a alguien. La dejé que gritara mientras me iba metiendo despacio en su interior, tenía el culo estrecho o, por lo menos, no acostumbrado a mi grosor y la sintió de principio a fin.
No disimulaba porque cuando pegué mi pelvis a sus nalgas enrojecidas, torció la cara para mirarme y de sus ojos se escapaban lágrimas por el dolor que experimentaba, “tu culo ya es todo mío y lo seguirá siendo”, -le dije acercando mi cara a su oído-. Mi verga latía en su interior y mi madre decía que no la aguantaba, que su culo estaba saturado de carne, pero, además, repetía con voz llorosa que siempre sería mío y de nadie más. Aguanté casi un minuto sin moverme, más no pensaba seguir en esa tesitura y comencé a moverme con las ancestrales entradas y salidas.
Fueron llantos, ruegos y pedidos para que se la sacara hasta que cambió el repertorio para pedir por más, más fuerza y más ritmo mientras trataba de acoplar sus movimientos, algo logró, pero el pistoneo constante la hacía gritar y delirar diciendo no sé qué cosas que no alcanzaba a entender, sólo estaba metido en mi faena y empeñado en romperle el culo en base a estocadas profundas dirigidas al fondo de sus tripas. En un momento dado pasé del sexo duro a uno más calmado y tranquilo, mis penetraciones se hicieron lentas, igual de profundas, pero, digamos que con más cariño y mi madre lo notó, es más, lo agradeció comenzando a orgasmar en forma reiterada.
“Me gusta, me encanta que me cojas así pasando de lo rudo a lo cariñoso, es como un parto al revés, pero me lleva al Cielo y al Infierno”, -decía tragando sus mocos-. Seguimos un rato más con mi madre parando ese soberbio culo para sentir más las penetraciones y cuando no pude aguantar coincidimos en un orgasmo casi bestial, los dos gritamos al, metafóricamente, explotar y quedamos acostados y encimados, “no salgas, me encanta sentir tu cuerpo encima del mío”, -decía moviéndose sutilmente mientras nuestras transpiraciones se fusionaban.
Todo lo experimentado nos había puesto en las nubes, nos llevó un rato el relajarnos y, sin darnos cuenta, nos dormimos un par de horas. Estaba abrazada a mí cuando me desperté, su cara acusaba el placer con una sonrisa plena de dulzura y me moví para ir al baño, eso la despertó y le estiré la mano para ir a bañarnos. El baño se convirtió también en una experiencia llena de morbo y las caricias nos llevaron nuevamente a una penetración anal, aunque en este caso tuve que taparle la boca mientras gritaba, pero se notó que los gritos fueron de puro placer.
Luego de esto nos secamos y preparó una merienda que disfrutamos juntos, eso sí, nos movimos desnudos y sin pruritos, me gustaba verla desplazar su físico escultural sabiendo que la miraba, “ayudame bebé, a mí también me gusta ver al hombre en que se ha convertido mi hijo adorado”, -me dijo llamándome desde la cocina-. Mi verga no se paró nuevamente porque no hubo intenciones de ninguna de las partes, pero no dejó de estar morcillona y expectante para reaccionar ante la mínima sugerencia, creo que ella estaba igual.
Se despidió con unos cuantos besos y riendo porque decía que le costaba caminar, yo estaba eufórico, nunca pensé que sería tan atrapante y tan morboso el sexo con mi madre, estaba seguro que las tías no la podrían igualar, claro que eso no evitaría que cerrara el círculo en que también estaban incluidas mis primas y mi abuela, aunque la “matrona veterana” era un renglón aparte, a ella sí que no me molestaría mandarla al hospital agotada y destruida por mis cogidas, estaba seguro de poder sacarle la cara de amargada.
Al quedar solo en casa volví a pensar en el tema del “viaje”, prendí la computadora y comencé a buscar los resultados de la Quiniela acorde a las fechas en que estaría en el pasado, me costó encontrarla, pero lo hice y me anoté los números ganadores de los seis días en que estaría de “visita”, era más fácil porque había sólo seis sorteos diarios, tres en la tarde y tres en la noche y las Loterías o Quinielas eran tres, Nacional, Provincia y Oro que era la Quiniela de Montevideo en Uruguay. El plan era el siguiente, llegar cerca de la medianoche, buscar alguna pensión y a la mañana conseguir a un par de “pasadores” para jugar al número ganador de ese día.
A uno de ellos le apostaría un número ganador en la Quinielas adecuada y al otro el subsiguiente número ganador en la otra quiniela, de un lado y del otro cobraba sin despertar sospechas y tendría efectivo para moverme cómodo. En la charla con Mario habíamos decidido que yo “apareciera” o “aterrizara” en los terrenos de la mansión familiar de mi abuelo, eso me llevó a pensar con nostalgia en mi querido abuelo Enrique, yo siempre había sido su favorito y me lo demostró con creces, pero algo se me escapaba en toda esa planificación y me puse a buscar en Internet la Historia del Emporio Empresarial que hoy usufructuábamos en familia.
Nunca me había preocupado por todo esto y leyendo me di cuenta que estaba en pelota de todo lo anterior relacionado con la empresa madre. En principio, mis cálculos estaban todos mal, la verdadera expansión de la empresa, el surgimiento del Emporio había comenzado hacía cuarenta y ocho años atrás. Al principio era una fábrica metalúrgica de mediano porte que se dedicaba a las autopartes, a fines del verano del 73’ había adquirido un compendio de tres fábricas de menor porte que eran complementarias en los productos que se producían en la fábrica primera, luego fueron dos más y copó el mercado de autopartes y fabricación de llantas para cubiertas.
En los dos años siguientes ya había adquirido toda una cadena de Estaciones de Servicio que vendería cinco años después a una multinacional petrolera multiplicando en decenas el precio pagado por ellas, en el interín surgió la cadena de supermercados y la empresa de elaboración de productos alimenticios que hoy en día se mantenía, sin hablar de las subsidiarias, las Estancias con ganado de producción lechera, sembradíos y otros etcéteras. La fabriquita del abuelo había dado paso a un Emporio con variados tentáculos que atendía al mercado nacional y al internacional.
Había oscurecido y yo seguía desnudo frente a la computadora enterándome por medio de Internet sobre el origen de los bienes de mi familia. Cada vez que aparecía algo relacionado con él lo imprimía y así obtuve fechas, nombres originales de las empresas adquiridas hasta que apareció el artículo en el diario Clarín en la sección empresarial y fechado en el 76’, poco antes del último golpe militar. Comencé a leerlo y no me caí de culo porque estaba sentado en la silla, pero faltó poco para que la habitación comenzara a girar y yo perdiera el sentido debido a la impresión por lo que estaba leyendo.
El diario era el más importante de la época y aún lo sigue siendo, en ese entonces no existían videos de Internet, ni celulares de última generación, ni tantos programas de actualidad Política o de Economía, apenas uno que otro y aparecían semanalmente, la radio informaba más seguido, pero, esencialmente, la gente devoraba las noticias que aparecían escritas en papel, los más importantes eran tres “Crónica” cuyas noticias eran más de neto corte Policial y Deportivo, era el más barato y fácil de leer por su tamaño más reducido.
“La Nación” y “El Clarín” eran los más variados y exhibían noticias de Actualidad, Políticas, Económicas, Deportivas, (nacionales e internacionales), matizándolos con reportajes, eran más para tomarse el tiempo de leerlos. “La Nación” era muy grande e incómodo para su lectura, cada hoja era una especie de sábana difícil de manipular, además era considerado “de elite”, en cambio “El Clarín” era más manuable, era un poco más grande que “Crónica”, pero la mitad de tamaño que “La Nación” y más fácil de leer en un escritorio o en una mesa de café, hablo de tamaño porque siempre creí que esto influía para que el “común” lo comprara.
En esa época había otros denominados “pasquines” y una profusión enorme de revistas de comics o de comics mechados con temas de actualidad, además de montones de publicaciones con datos y “chismes” de la farándula, la gente gastaba en eso y se tomaba el tiempo para leer y hasta libros se podían comprar. La cultura de la lectura se inculcaba desde los primeros años de la escuela primaria, algo que hoy, desgraciadamente, se fue perdiendo, no se lee, no se aprende, la mente no se desarrolla, la incultura surge con fuerza, la dicción es paupérrima y la ignorancia se regodea.
Igual, no viene al caso de lo que me ocupaba, el reportaje a uno de los Empresarios más importantes y con mejor futuro de la época, me hizo saber, entre otras cosas el origen de mi nombre de pila y, para mí, estaba claro que yo había ayudado, contribuido o dado algún tipo de “puntapié inicial” para que la fortuna y el nombre de mi familia ocupara los primeros planos, amén de nadar en dinero. Decía mi abuelo en ese entonces:
El reportaje seguía, pero yo ya no podía seguir leyéndolo, sin comerla ni beberla, casi fortuitamente, entendí que mi abuelo supo desde siempre quien era Ignacio y se llevó su secreto a la tumba, o no, pero eso lo averiguaría solamente cuando regresara del “viaje”, en ese momento, tuve claro que, efectivamente, regresaría y se me cruzaron las miradas inquisidoras de mi abuela. Me costó volver a meterme en el tema de lo que estaba haciendo, había hecho imprimir montones de datos que sabía que usaría en beneficio de mi abuelo y de todos.
Como a las diez de la noche comí un par de emparedado que hice como tostados, estaba verde de tomar mate, pero seguí leyendo y anotando datos, estudié todo como si fuera a dar algún examen en la Universidad y los apuntes estuvieron a la orden del día. Lógicamente busqué los resultados del PRODE de esa semana y cuál era el número con que resultó favorecido el premio mayor de la Lotería Nacional de esa fecha, corroboré todo con otras páginas a las que entré, anoté cuidadosamente los datos y me fui a dormir casi sin fuerzas para mover las piernas.
A la mañana me levanté temprano, cargado de interrogantes, pero descansado y estuve tentado de ir a verlo a Mario, desistí de la idea porque no dejaría de comentarle todo esto que había descubierto y seguro que me pondría “peros”, él me insistía constantemente con que no se podía cambiar nada del pasado, yo estaba convencido de que en esto no había ningún cambio que realizar, las cosas se habían dado así, aunque, por las dudas, me quedé en casa, me urgía más conseguir las monedas y los billetes de esa época y tuve que entrar en la Red Oscura para dar con uno que me podría conseguir algo de lo que necesitaba.
Unos quinientos Pesos entre billetes y monedas en curso en el 73’ (más o menos como un sueldo básico), me saldrían como dos millones de Pesos del presente, pero no me quedaba más remedio que pagarlos, no era un gasto imposible para mí, pero eso me daría tranquilidad pues instalado en esa época me movería cómodo. El mismo tipo, por un poco más de dinero me confeccionaba una Libreta de Enrolamiento, pues, aunque el D.N.I. se instauró en el 68’ mucha gente no lo tenía y por mucho tiempo más se siguió usando este Documento de Identidad obligatorio. Sólo tuve que dejarme sacar una foto y di los datos previamente preparados. No hubo preguntas, mientras abonara lo solicitado se aplicaba el, “cada loco con su tema” y quedé con él en que al día siguiente tenía que ir a retirar todo lo pedido. Estaba y me sentía en un estado “adrenalítico”, de mi cuerpo emanaban olores a los que no estaba acostumbrado y, luego de darme otra ducha, me cambié para ir al gimnasio, entendí que precalentar y hacer una serie de repeticiones con las pesas me sacaría toda la mierda que me daba vueltas en la cabeza.
Resultó tal como lo pensaba, ese cansancio fortificaba, te daba nuevos ánimos, para mejor, la ducha tibia en el vestuario del gimnasio me despertó el hambre, me despedí de los chicos y chicas conocidos que “se mataban” con pesos y anabólicos, nunca entendí ese modo de deformarse el cuerpo, pero, posiblemente ellos no entenderían porque yo no lo hacía, como fuere, me fui a almorzar a un restaurant de moda donde se solía juntar gente de la farándula, llevaba las gotitas y me había puesto el perfume, si “pintaba” alguna “figurita” de la pantalla pasaría una linda tarde alejado de la idea del “viaje”.
Estaba terminando el café cuando una persona se puso a mi lado y me preguntó con voz sensual, “hola, disculpá si te incomodo, ¿estás solo?”, levanté la vista para observarla y me encontré con la Productora del programa de las chicas, la misma que había estado conmigo en el palco del estadio. En esta ocasión se veía distinta o, por lo menos yo la veía distinta, estaba producida, con maquillaje y la camisa se esforzaba por contener sus tetas.
Lógicamente, el vaso con agua se lo serví yo y le dejé el “regalito” con dosis doble de “gotitas”, por ende, luego del café y habiendo hablado de insustancialidades, nos levantamos para irnos a mi departamento, iba a ser una tarde entretenida y Elena no era tan “veterana” como me había parecido el domingo.
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.