TRÍO CON RUBIAS - LO INESPERADO. (13).
¡Qué nochecita, madre mía!, menos mal que los departamentos eran todos pisos y aislados entre ellos, gritó como desaforada y no fue sólo por el dolor con placer que en algún momento experimentó, la gran mayoría fueron por producto de las descargas orgásmicas, pero, aunque me costó lo mío y no me la llevé de arriba, llegó un momento en que dijo: “Basta, por favor cielo, no puedo más” y sí, no lo puedo negar, mi ego agradecido y muy satisfecho. Tampoco en esta ocasión nos quedó resto para levantarnos e ir a bañarnos, apenas una toalla sobre las sábanas para que absorbiera algunos jugos derramados y Morfeo se hizo cargo de los dos.
A la mañana siguiente nos levantamos tarde, como casi todos los días desde que tenía “actividades nocturnas” seguidas con la fierecilla y también porque la alarma del celular, allí estaba, bien gracias… Me bañé primero, me cambié y bajé yo a buscar el desayuno a lo de Irina, como lo esperaba, la gallega-ucraniana no pudo evitar una sonrisa sarcástica al mirarme y me adelanté a su posible comentario.
Iba a tener otra noche movida, pero me tenía fe en que iba a disfrutar, pero, si la “batalla” me superaba, a lo sumo, me hacía a un costado y que se ocupara Viviana de su fantasía e Irina de darse gusto, la haría lo más fácil que pudiera para mí. Bromas más, bromas menos con Irina, en un momento me preguntó qué opinaba sobre el tema de alquilar o vender el bar.
La dejé a Irina con sus elucubraciones y subí con el desayuno, Viviana tenía todo preparado y mientras desayunábamos o casi que almorzábamos, le dije de llamar al Abogado para que nos acompañara. Hacer una denuncia de las características de la que quería hacer Viviana conllevaba a una serie de interrogatorios y a problemas por surgir, por cuanto, al no existir pruebas, es difícil que la Policía se ponga a buscarlas porque sí, ellos normalmente trabajan sobre hechos consumados y era probable que se negaran a tomar la declaración.
Lo llamé y una hora después nos fuimos todos con mi auto, conducía Pedro, el custodio que estaba de turno y mi novia iba como Viviana, sin aditamentos ni disfraces, pues concluimos en que no se notaría nada por los vidrios polarizados del auto. Mientras conversábamos con el Abogado que se sentaba en el asiento delantero, la charla era prácticamente entre los dos y versaba sobre lo que tenía que declarar Viviana, noté que Pedro prestaba preferente atención al espejo retrovisor del interior y al de su costado. No quise decir nada para no sumar miedos a Viviana que, de por si, al salir el auto a la calle ya estaba tensionada, pero le hice una seña como interrogándolo cuando me miró por el espejo interior. La respuesta no me dejó tranquilo porque me devolvió un gesto de duda. No bien llegamos a nuestro destino, estacionamos y dejé que Viviana y el Abogado entraran a la División de Homicidios del Departamento de Policía y me volví a conversar con Pedro…
Luego de esta conversación ingresé de nuevo al Departamento Central y no los encontré, ni al Abogado ni a mi novia, le pregunté a una de las Agentes Femeninas que se ocupaban de la recepción y me contestó que se encontraban reunidos en la oficina del Jefe de Homicidios, “parece que el Abogado pisa fuerte, llamó directamente el propio Jefe de Policía para que lo atendieran, va a tener que esperar a que salgan”, -agregó con una sonrisa cómplice y una mirada ciertamente apreciativa, le agradecí devolviéndole la sonrisa notando que, debajo del uniforme, se adivinaba un cuerpo plagado de curvas.
Me senté pensando que, ciertamente, ninguna de las chicas que allí se encontraban eran feas o carentes de empatías, les gustara o no a las feministas, en todos los ámbitos en que se atendía a un cierto público, siempre se optaba por poner al frente a las mejor dotadas en belleza. Yo mismo lo hacía, mal que pese, hay público y público, pero a nadie le gustaba ser atendido por una vieja gruñona, desaliñada, mal hablada o sin determinadas normas de buen trato.
Esperé un rato tranquilo hasta que se abrió la puerta y salió un cincuentón uniformado acompañado del Abogado y de Viviana diciéndole a ambos, “No se preocupen, háganle saber al Juez que haremos todo lo posible para tratar de hacer caer a esa delincuente, lo mismo con el Administrador y el tan Damián (estimé que era el nombre del ex de Vivi), buscaremos pruebas hasta debajo de las piedras”. Se saludaron los tres y, al verme, mi novia se acercó solícita para abrazarme y besarme. El uniformado me miró y el Abogado me presentó con mi nombre, agregando que yo era un afamado Cirujano Plástico, las tres Agentes Femeninas que estaban sentadas en la recepción prestaron atención de inmediato y eso era algo que me ponía muy bien, si de belleza femenina, Cirugía Plástica y retoques se trataba mi nombre y la Clínica tenían especial relevancia. El hombre a su vez se me presentó como el Comisario Inspector Zarate, Jefe de la División de Homicidios y expresó:
El caso es que salimos de allí con Viviana que saltaba en una pata, “me los imagino a todos presos”, -acotó relamiéndose-, yo le agradecí al Abogado el “gancho” que nos había tirado hablando con un Juez para que intercediera… “Entre nosotros, es el mismo Juez de nuestra Causa Gabriel, él es mi socio, los dos comenzamos juntos el Estudio, pero, lógicamente no puede figurar como Abogado ligado a ningún Estudio mientras ejerza como Magistrado, igual, hecha la Ley…”. Algo me venía imaginando al respecto, había demasiada afinidad entre Abogado y Juez, ir a cenar seguido o trabajar en conjunto sobre las medidas a adoptar y la posible sentencia, esto no era de darse entre Juez y Litigante, aunque a mí eso era lo que menos me importaba.
Regresamos rápido para casa, allí, el Abogado, se subió a su auto y se fue enseguida para su Estudio porque, según dijo, lo esperaba un cliente para almorzar y ya estaba llegando tarde. Subí al departamento con Viviana, la dejé allí y le dije que bajaría a encargar algo de comer porque hoy me quería darme el gusto de elegir lo que comeríamos, quedó conforme con esto, pero lamentándose porque no podía acompañarme, “tiempo al tiempo mi cielo”, -le contesté y bajé a hablar con Pedro.
La seña que me había hecho cuando volvíamos para casa había sido muy significativa y quería averiguar lo que había visto, me estaba esperando no bien bajé y me explicó que, efectivamente, la camioneta había vuelto a aparecer y, como los vidrios delanteros no eran polarizados, había notado que iban tres personas en su interior, que los había perdido cuando dobló en la esquina anterior al edificio, pero que ya en la calle andaba Jorge, otro de los custodios, era el que vivía más cerca y ya estaba caminando por las cercanías del edificio sabiendo lo que debía tratar de ubicar. Los felicité por esto y salí a la calle más tranquilo sabiendo que, en materia de Seguridad, pueden existir imponderables, pero era indudable que el trabajo debe ser realizado por gente capacitada para eso, el común no sabe que mirar o que buscar y mucho menos reaccionar en el momento en que sea menester. Elegir la comida no me llevó mucho, compré algo liviano y regresé al departamento rogando para que el calvario que implicaba el encierro y la incertidumbre se terminaran a la brevedad.
“Hola mi vida, te extrañé un montón”, -dijo Viviana al abrazarme cuando entré y apenas si pude dejar los paquetes cuando se prendió de mi cuello con sus brazos y me atenazó a la altura de la cintura con sus piernas un poco antes de comerme la boca con un beso delicioso. Me desarmaba con esas manifestaciones y me encantaba que se manifestara así, mucho más porque mis manos actuaban casi por inercia y terminaban aferrando sus nalgas prietas. No bien nos despegamos del beso pude ver que la mesa estaba puesta y se soltó para servir la comida. Le salía normal, como algo natural de una mujer presta a servir a su hombre.
Se había cambiado y no pude dejar de admirar sus nalgas cuando caminó delante de mí llevando los paquetes de comida, el corpiño deportivo, ahora de otro color y los shorcitos de jeans se habían convertido en su uniforme de fajina para estar dentro de la casa y a mí me gustaba muchísimo el espectáculo que me brindaban sus glúteos duros y mucho más rellenitos que los que había visto por primera vez en la Clínica.
Se pasó gran parte de la comida hablándome sobre la conversación que tuvieron con el Comisario y luego se explayó contando sobre los planes que tenía para implementar en la Estancia que fuera de sus padres y que heredaría a la brevedad si es que todo se seguía dando como hasta el momento, claro está que, llegaba un momento en que sus planes quedaban, la gran mayoría de ellos, inconclusos, el lugar había pasado mucho tiempo bajo el control de personas ajenas a lo que ella entendía como el sentir de su padre o de su madre en el tiempo que vivió con ella.
Pensar en sus padres implicaba, como sucedió, que se pusiera triste y buscara la protección de mis brazos, se hacía un ovillo y casi en posición fetal buscaba de meterse debajo de mí como si fuera un pollito amparándose debajo de las alas protectoras. Entendía lo suyo y, de alguna manera, me condolía de su pesar, pero no lo compartía en un 100%, mi infancia, tanto o más acomodada que la de ella, no se había caracterizado precisamente por afectos del tipo que ella manifestaba. Mis recuerdos pasaban por mi abuelo o por alguna de las “mamás postizas” que todavía vivían en la casa grande.
Se me ocurrió pensar en lo que estaría haciendo mi madre, si lo pensaba egoístamente no me agradaba mucho que se hubiera ido con mi hermano, también lo tomaba como que, el cuidado de mi hermano, era un sacrificio obligado para pagar sus culpas por no haber sabido dedicarse como madre, como sea, Viviana no me dejó seguir pensando en eso porque se incorporó y me pidió de ir a hacer un poco de ejercicio.
Desistí de la idea y dije de irme a dormir un rato la siesta, ella aún no lo había planteado, pero yo sabía que aguantar a Irina y a Viviana en una cama compartida no era para tomarlo a la ligera y entendí que, descansar algo antes para tratar de estar en condiciones después, era una buena política. La rubiecita planteó enseguida lo de acompañarme y le contesté: “No sé si lo tenés presente, pero esta noche hay carnaval con samba incluido y quiero descansar”. Me miró como tomando conciencia de lo que le había dicho y lo aceptó con una sonrisa condescendiente, “anda a descansar mi cielo, yo voy a hacer ejercicio pensando en pitos y matracas, jajaja”, me contestó con indisimulada alegría.
Irina llegó a la hora prevista y estaba resplandeciente, el cabello suelto, las facciones delicadas y sin rastros de maquillajes ampulosos, la blusa sencilla que no disimulaba sus pechos erguidos y la pollera acampanada apenas por encima de la rodilla la hacían ver como una joven entrando a la adultez. Nos sonrió a los dos cuando le abrimos la puerta y nos saludó con un piquito que no resultó ni invasivo ni chocante. Las dos se fueron para la cocina con la excusa de calentar la comida, pero no hubo cena inmediata…
Me servía una copa junto al bar del living cuando las vi entrar, se me antojó la imagen de una madre junto a su hija o, mejor aún, la de dos hermanas rubias, la mayor y la menor, una más alta que la otra, las dos calzaban sandalias de tacos y sólo difería el color del pedacito de tela de la tanga que tapaba la vagina, lo demás era todo piel clara, tersa, dispuesta. Quedé como tonto mirándolas con la boca abierta y sólo me faltó babear, sus sonrisas eran luminosas, pero sus ojos claros se me antojaron como de panteras y yo era la presa…
Viviana fue la primera en besarme con ganas y mi mano volvió a actuar por instinto, luego fue Irina que estaba parada a mi costado y mi otra mano siguió el camino prefijado. Apenas si notaba la diferencia en la adiposidad de una y otra nalga, me embelesaba esa palpación y el embeleso lo rompió Viviana al tomar mi mano y jalarme, “mejor comemos después cielo”, -expresó y yo no estaba en condiciones de contradecir nada-.
La cama fue testigo de que hicieron conmigo lo que quisieron y me entregué manso, me gustó la idea de que me hicieran gozar a mí y esas dos hembras espectaculares estaban dispuestas a brindarse para que yo me sintiera mejor que nunca. Todo comenzó cuando me desnudaron sobre la cama y se dedicaron a besarme, lamerme y mamarme todo el aparato genital alternando sus bocas. No se puede explicar el placer de observar y gozar de dos hermosas féminas que cuando dejaban un poco la verga y los testículos de lado se dedicaban a prodigarse intercambiando sus lenguas y labios.
La habitación se llenó de gemidos de distintos tonos e hice denodados esfuerzos por mantenerme en mis trece y no acabar largando la leche como un caballo, estaba seguro que quedaría seco y sin posibilidades de recuperación. No era muy amante de “la pastillita”, pero, ni siquiera tuve la oportunidad de tomarla y en ese momento mi ego y mi orgullo se resistían a parar para ingerirla, sin contar que me llevaría varios minutos para que hiciera su efecto y, precisamente, los minutos no sobraban.
Lo logré a duras penas y, en parte, ayudó bastante el hecho de que Irina no se pusiera a darme esa mamada profunda a la que no podía resistirme. Creo que su experiencia le hizo saber que Viviana no la podría hacer igual y ella le daba una ubicación de preferencia, como no queriendo pasar por encima de la “hembra Alfa”, el caso es que pude aguantar y mi mansedumbre ya no fue tal, menos aun cuando mi novia se sentó sobre la estaca inhiesta para dar sus grititos junto a la penetración e Irina se ubicó con sus partes sobre mi cara, aunque sin apoyarse por completo en ella.
Ni siquiera me importó que las dos estuvieran enfrentadas y que se tocarían y besarían a gusto, yo me dediqué a poner en movimiento mi lengua hasta que los temblores de la rubia veterana me hicieron saber de su orgasmo. Lo noté más fuerte que los de siempre, quizás motivado por las labores conjuntas que ellas dos se prodigaban, no me importaba, yo también me llevaba mi parte de eso. Casi a la vez estalló también Viviana y sus temblores y contracciones se hicieron sentir en todo el tronco de mi verga, lo que sí noté es que esta vez no hubo gritos de ninguna de las dos, sólo me quedó imaginar que, comiéndose las bocas, no pudieron pasar del concierto de gemidos.
Al estar las dos, en gran parte satisfechas, tomé el control y me levanté para hacerla poner en cuatro a Irina, experimentada y conocedora de sus propios gustos, fue ella la que ubicó a Viviana recostada sobre las almohadas y con las piernas abiertas. La gallega-ucraniana supo la que se le venía encima porque yo jugaba con el pulgar en su asterisco cuando ella besaba los interiores de los muslos de Vivi y se preparó para recibirme tratando de relajarse.
La puteada en su idioma y el grito fuerte fue atemperado por ella misma, ya que, de buenas a primeras, al tener la mitad de mi verga en su culo, metió la cara en la vagina anegada de Viviana y ahogó su grito allí adentro. “Ayyy, mi cielo, me dolió hasta a mí”, -expresó mi novia cuando se dio cuenta de dónde estaba metido-, pero se dedicó pronto a gozar de las chupadas y lamidas que le propinaba la veterana que supo relajarse para que yo pudiera chocar mi pelvis en sus nalgas. Ni hablar de contemplaciones, el culo mayor parecía llamarme y mirarme con un ojo enorme cuando la sacaba y volvía a embocarla para entrar de una y hasta el final. No ejercí dureza ni vaivenes fuertes para que ella se pudiera dedicar a darle placer a Viviana, pero fui constante en mis entradas y salidas, ambas lo agradecían con gemidos.
El ritmo de la rubia mayor se había acompasado con el mío hasta que, poco después, la noté descoordinada y supe que era porque el orgasmo se avecinaba. Explotaron las dos al mismo tiempo, pero como ella no sacó la boca de dónde la tenía, el único grito fue el de Viviana y fue cuando miré y la vi con su vista fijada en el espejo del techo, seguramente nos estuvo mirando desde el principio y eso había potenciado su orgasmo.
No esperé, saqué mi verga aún en erección y el ano dilatado de Irina me hizo sentir bien pagado en mi ego salpicado de sutil sadismo, a ella no le pasó igual, tiró su cuerpo hacía adelante y se apoyó sobre el pecho de mi novia que abrazaba su cabeza acariciando los cabellos revueltos. La espera para la recuperación fue prudencial y Viviana me preguntó si íbamos a cenar, “ahora no mi cielo, primero quiero llenarte el culito de leche”, -le contesté y hubiese jurado que la noté empalidecer-.
“Relajate preciosa, el dolor es sólo al principio, después es la gloria”, -le decía Irina que ya estaba activa nuevamente y se ocupaba de ponerla en cuatro a Viviana incentivándola con profundas lamidas en su asterisco-. “¿Me vas a poner Lidocaína?”, preguntó con dudas y mi contestación tuvo un cierto tono de dureza, “no mi cielo, vos propusiste el juego y hoy me toca romperlo”, no se lo aclaré, pero se dio cuenta que no tendría contemplaciones.
Irina de un salto se colocó en la posición en que antes estuvo Viviana y espero con las piernas abiertas, yo aguardé a que se entusiasmaran una a la otra y me dediqué a lamer y dilatar “a lengua” lo que había dejado inconcluso Irina. Pronto se relajó y los sonidos de los gemidos de ambas se intensificaron, fue cuando aproveché para arrodillarme detrás y encarar el glande, se contrajo cuando me sintió, pero el chirlo en la nalga e Irina que retuvo su cabeza impidió que pudiera impedir la penetración.
Retenida por mis manos en sus caderas y por las manos de la ucraniana en su cabeza se resignó, entonces entré en tres caderazos, sentí la estrechez y el tronco acusó el pasaje como si lo estrujaran, pero Vivi no pudo encabritarse y su grito fue a parar “a la concha de Irina”. Hizo un sólo intento por salirse, aunque cuando la sintió en lo profundo de sus tripas se abandonó y me dejó con el vaivén que comencé enseguida.
Había dejado el tubito del gel entre mis piernas y algo usé cuando salí la segunda vez, el roce era tremendo y terminaríamos lastimados. Un chorrito en el tronco y pronto los dos sentimos el alivio al comenzar a entrar y salir con más comodidad, después sí, teniendo “mi” culo a disposición le di como para que tuviera y guardara y no me defraudó. Tardó muy poco en tener su seguidilla de orgasmos cortos que posiblemente trasladaba a su boca porque Irina comenzó también a desesperarse, hasta que la explosión final fue múltiple y compartida.
Viviana no se aguantó, sacó la cabeza de entre las piernas de Irina y gritó con ganas, aunque se notó que no era el dolor lo que ocasionaba el grito de descarga. Además del gritito extra que dio cuando dejé su hueco al aire después del sonido como de destape de un corcho, esa satisfacción no me la quitaba nadie. Nos quedamos un rato desparramados y hechos un amasijo hasta que fui yo el que me levanté para ir al baño y ponerme luego a calentar la comida, estaba muerto de hambre y aún con ganas de seguir.
Me puse un bóxer, esperé a que se dieran una ducha y nos sentamos a cenar lo que había servido, comí con ganas escuchando las risas de las dos y los comentarios sobre ciertas “incomodidades” para sentarse. Yo me sentí muy bien porque noté una compenetración estupenda entre ambas y, aunque nadie había opinado al respecto, los roles de hermana mayor y menor les quedaban como pintados. Me reí solo pensando en una fijación filial, ¡qué mejor que tener sexo con dos hermanas tan espectaculares!...
Irina me preguntó a que se debía mi sonrisa y le contesté que era porque al principio temí un poco por mi posible performance, “menos mal mi vida, menos mal, de haber estado al cien, no estaríamos sentadas cenando, jajaja, estaríamos destruidas y desparramadas en la cama”, -acotó Viviana dándome un beso “de novia” que respondí y la llamé también a Irina para que se acercara y tuviera su parte, los ojos le brillaron por el gesto y repartió besos entre los dos.
Las dos se habían puesto una mínima tanga, no sé porque tipo de reticencia, pero no estaba mal y luego de la charla en la mesa nos fuimos a tomar una copa, estábamos en eso e Irina, siempre dándole el lugar a Viviana, se acercó a mí y le preguntó si podía, ésta la “autorizó” con un movimiento de cabeza y, se dio el gusto. Verlas moverse con esa ropa interior casi imperceptible me la había puesto morcillona y a la “hermana mayor” le costó dos lamidas ponerla a tono, después la tragó como sabía y no me llevó con la mamada porque me retiré a tiempo.
No me dijo nada, pero se arrodilló a mi lado y corriéndose la tirita se empaló, gozaba con la penetración, subiendo y bajando ayudándose con las rodillas y se enloqueció cuando Viviana le besó el cuello y le tomó las tetas desde atrás acariciando las mamas y apretando sus pezones, pronto estuvimos a tono los tres y la vuelta al dormitorio fue una prioridad. Allí sí, me secaron entre las dos, no se la llevaron de arriba, pero yo quedé o volví a quedar como para el “se mira y no se toca”, hasta verlas hacer un “69” recuerdo, eso fue antes de quedar dormido como fusilado.
Me desperté a media mañana por el sonido del agua del baño y las risas de las dos, salieron con la ropa interior puesta y mientras se cambiaban Viviana me dijo que bajaría con Irina a preparar el desayuno en el bar. Pegué un salto en la cama y le prohibí que lo hiciera diciendo que no se lo iba a permitir, mi novia estuvo a punto de discutir lo que decía, pero me miró a la cara y se calló de inmediato, la que no lo hizo fue Irina…
Las dos se dieron cuenta que habían metido la pata y fue Irina la que trató de disculparse por tomar las cosas a la ligera, le dije que no se hiciera problemas porque ella, en definitiva, no sabía bien como era el tema, pero que si me molestaba la actitud de Viviana porque por una pavada echaba o podía echar en saco roto todo lo conversado. Irina decidió ir sola al bar, aunque me dio la pauta que quería alejarse de una posible tormenta. La que no decía palabra, estaba pálida y se había sentado en un rincón del sofá era Viviana…
Me fui para la habitación y la dejé llorando en el living, sabía que me la estaba jugando, corría el riesgo de que ella no aceptara totalmente mis normas y me haría pelota, pero el incidente me vino bien para dejar sentadas varias cosas. Si resultaba que Viviana no era tal como yo la quería, no me convenía tenerla a mi lado, sería, como se dice en la jerga, “pan para hoy, hambre para mañana”.
Los cuernos de mi “ex” novia y el dejarla hacer “lo que quería” había redundado en profundos dolores que no me interesaba volver a sentir, además, me habían cambiado por completo la mentalidad y prefería actuar con frialdad antes de que las cosas pasaran, a tener después que llorar en los rincones. Me estaba desnudando para meterme al baño y vibró mi celular, era el Abogado…
Corté la comunicación y la llamé a Viviana para avisarle del llamado, “ponete contenta, después de todo vas a salir, pero dentro del coche y con el custodio es distinto, cambiate porque el Abogado nos invitó a almorzar en el Estudio, está con el Juez y dijo que ya redactó la sentencia, que quiere conocerte sin que pases por el Juzgado y que tus “parientes” abandonaron la Estancia, creo que mañana mismo podríamos ir a ver qué pasa con el lugar”, -le dije de corrido y se quedó impávida mirándome-. La apuré aplaudiendo las manos y salió corriendo a cambiarse.
Lo mío fue una ducha bastante rápida y me vestí de remera y jeans, no era necesario ser tan formal, sabía que si el Abogado pretendía algún tipo de formalidad me lo hubiera dicho. Para variar, mujer al fin, a pesar de que estaba bañada, la tuve que esperar y apareció con su cabello resplandeciente, sandalias y un vestido de verano que no llegaba a ser minifalda, pero era de esos que marcaban todas las formas, preguntó si así estaba bien y, de verdad, estaba como para masticarla y saborearla centímetro a centímetro, igual sólo me limité a decirle que estaba fantástica.
Pregunté por el Handy quien estaba de servicio y se identificó Miguel, me dijo enseguida que con los nuevos turnos se habían reducido los francos y por eso estaba él. Lo saludé y le pedí que preparara el auto porque íbamos a salir hasta el Estudio del Abogado, “no hay problemas, estaré esperándolos cuando bajen del ascensor”, -contestó-. Viviana se prendió de mi brazo mientras esperábamos el ascensor y me dijo: “No quiero perderte, te necesito a mi lado y jamás te volveré a dar un motivo de queja”.
Traté de no demostrarlo, pero bajé hinchado de orgullo, el “bluff” había salido bien y el juego continuaba a mi favor. Con el ánimo muy mejorado, no sólo el mío, el de ella también, ingresamos en el auto y lo saludamos a Miguel, aproveché para decirle que la sentencia saldría en la mañana y habría que apurar todos los pasos, “no hay problemas Doctor, yo aproveché para pedir las vacaciones del primer turno y a partir de mañana estoy liberado”.
Iba despacio y frenaría al asomar la trompa del auto junto al borde de la vereda, veníamos de lo oscuro del estacionamiento y nunca faltaba un peatón desprevenido, además la calle era angosta, como casi todas las calles de la capital que no eran avenidas y el tránsito era intenso. Los dos tipos cruzaron desde la vereda de enfrente adelantándose al paso de un auto al que obligaron a frenar abruptamente, el que iba adelante hizo un movimiento con el brazo que fue muy claro, en esa mano portaba una pistola y con el rostro desorbitado gritaba y disparaba corriendo hacia nuestro auto.
El alarido del custodio se escuchó muy claro, “al piso” gritó con todas sus ganas, todo parecía estar sucediendo en cámara lenta, Viviana tenía los ojos desorbitados, “mi ex”, -expresó con la voz impregnada de terror-. Vi cuando Miguel abría la puerta y salía del auto y cuando el vidrio del parabrisas estallaba llenando el interior con lo que parecían millones de partículas de vidrio. Con las puertas cerradas y los vidrios levantados los ruidos de los disparos sonaron como si fueran los descorches del champán, en cambio, al dejar Miguel la puerta abierta y disparar él en sucesión sonaron como martillazos en chapas.
Nunca se me ocurrió que nos podía suceder una cosa así, por reflejos o por lo que fuere, lo único a que atiné fue a tirar mi cuerpo sobre el cuerpo de Viviana, sentí un silbido agudo y penetrante que pasó cerca de mi oído, enseguida como si me perforaran por la espalda con un hierro candente y rápidamente todo se tornó oscuro…
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.