MI NOVIA - ESPERANZAS. (11).
Me había parado para besarla, era chiquita para mi cuerpo y mis brazos parecían abrazar un manojo de espigas doradas con formas de mujer, Viviana gemía deleitándose con el beso y, sin despegar la boca dónde las dos lenguas tenían un combate amistoso con intercambio recíproco de saliva, me empujó nuevamente sobre el sofá, apenas pude acomodarme y se sentó en mis muslos poniendo las rodillas a los costados. Despegó un poco los labios porque su remera fue a parar Dios sabe dónde, pero enseguida se puso de nuevo a la tarea.
Me enfebrecían esos labios golosos, deseables y deseados, pero los dejé momentáneamente, al soltar su boca para pasar a los costados de su cuello, allí cambiaron los tonos de los gemidos y no bien me puse a besar y lamer todo su cuello desde la clavícula hasta detrás de la oreja, las contracciones y los temblores hicieron su aparición. No tardó en tirar su cabeza hacia atrás y desprendió su sostén para alzar sus tetas y entregarlas a mi boca ávida.
Ese par de bellezas naturales se rindieron a mis labios y a la cavidad de mi boca que quería tragarlos. Por momentos no se veían las areolas chicas, toda mi boca las tapaba al chupar sus tetas como un animal hambriento y luego me deslizaba para mordisquear en mi retroceso los pezones endurecidos. Esto de los pezones terminó por encender a Viviana, ya no eran gemidos, eran grititos de placer y se elevaba aferrando mis antebrazos para que su pecho quedara totalmente a mi disposición.
Mis manos la mantenían, una de la cintura y otra de la espalda pues temblaba y se agitaba nuevamente cuando sonó el timbre de la puerta, “¡mierda, la comida”, -expresó contrariada “mi novia” y agregó riendo-, “andá vos mi vida, yo tengo las tetitas al aire y no sé dónde está la remera”. Me reí porque dijo eso y se escondió protegiéndose con el respaldo del sofá, yo estaba seguro que era Miguel y él no podría ver desde esa puerta la posición del living, menos que menos la del sofá. No regresé al living, directamente en la cocina me puse a preparar los platos para comer enseguida y Viviana se acercó a ayudarme.
Refunfuñó un poco, pero lo aceptó y pronto la tuve hablando de cualquier cosa que no tuviera que ver con el sexo, la cama, las experiencias, creo que ella misma sabía que si volvía a tocar ese tema, se tiraría encima de mí y haríamos un estropicio en la cocina. Viviana estaba sacada y yo también, para que negarlo… Respirar hondo dio resultado y comenzó a contarme cosas de su infancia y como lo había pasado en la Estancia, también como eran con ella sus padres. Me pidió riendo que no me enojara si decía “mierda” muy seguido, trataría de cambiarlo de a poco pues era una muletilla que le quedó del padre que vivía siempre con ese término en la boca, le aclaré que no me molestaba mientras fuera entre nosotros. Luego contó que el novio quería casarse a las apuradas, ya llevaban un año y medio de salir y ella pretendía recibirse primero.
Arranqué enseguida para el dormitorio y me paré al dar sólo dos pasos, una novia voraz me devoraba la boca casi como con desesperación y no me permitía ver por dónde caminaba, además, ¿quién piensa en caminar cuando está besando una boca tentadora como la de Viviana?... Terminamos de besarnos sin que nadie nos apurara y cuando se paró delante de mí la cargué en el hombro como si fuera una bolsa de papas para caminar sin escollos, “troglodita, usted es un troglodita señor, no me viole, estoy flaquita, pero dispuesta a entregarle todo, jajajaja”, la carcajada de la rubia flaquita se escuchaba en todo el departamento y pude comprobar que sus nalgas no estaban tan flaquitas como creía.
Las tetas apenas se le movieron cuando la dejé caer sobre la cama y se revolvió riendo para desabrocharse el botón del jeans y bajarse el cierre, “sacámelo vos, sólo mi hombre tiene derecho a desnudarme”, -dijo y se movió como una víbora cuando comencé a sacarle por etapas la prenda elastizada que parecía pegarse a sus formas. De entrada, en la maniobra involucré a la tanga y pronto tuve a mi vista una vagina depilada de labios semi gruesos que aparentaban estar sellados, pude hacer que sola una pierna quedara liberada y me lancé a degustar esa fruta deseada.
“Ayyy, ¡Dios mío, Cristo Santo!, ¿qué me hacés?”, -gritó desesperada cuando luego del lengüetazo en sus labios cerrados, me lancé a absorber el diminuto botón que asomaba en la parte superior de los mismos-. Me tuve que esforzar para contener sus movimientos, flaquita y todo, en un descuido me partía el cuello porque sus muslos apretaban con fuerza mis orejas y se movía como electrizada. Ya había notado cuando el tema de las tetas en el sofá que era una mujer caliente e imaginé que se aprestaba a darme una catarata de orgasmos.
No me equivoqué, fueron cortos, precisos, concretos, húmedos y cada uno de ellos parecía encadenarse al otro, cada contracción, cada movimiento de su pelvis me enardecía un poco más y mi lengua estaba enfervorizada. Hasta que sentí el fuerte tirón en mis cabellos y escuché la voz desesperada de Viviana, “piedad amor, piedad, no puedo más”, -pedía con los ojos un tanto desencajados-, entonces la dejé y repté sobre su cuerpo para besarla, “tenés un gusto a mujer en tu boca”, -expresó cuando espacié los besos y no sé por qué, pero en ese momento pensé en una frase de la canción de Sandro, un famoso cantante pop argentino ya fallecido.
Mi miembro había quedado, como haciendo palanca, a todo lo largo de sus labios, ahora entreabiertos y se impregnaba de sus jugos cuando ella hacía movimientos tenues, “quedate así mi cielo, todavía estoy temblando y lo que siento en mi conchita no me hace estar muy tranquila, mirá que hace mucho que no tengo actividad y lo de mi novio no era exagerado, ya estoy recordando a todos los Santos que conozco, jajaja, una cosa es imaginar el bulto y otra el vivo y en directo” …
Me lo decía apretando mis antebrazos con sus manos porque el glande ya se había ubicado y pugnaba por introducirse, ella apretaba los dientes y articulaba palabras incomprensibles que no salía de su boca. La cabeza sin neuronas penetró y allí se quedó esperando mientras me transmitía una estrechez y una calidez exquisita. Me obligué a no avanzar más pidiéndole que se aflojara, hablándole cerca de su oído y masajeando una de sus tetas con pequeños apretones a sus pezones que parecían latir.
Sus manos aflojaron la presión en mis brazos y me miró con intensidad, supe enseguida que su calentura se uniría a la ansiedad y acompañé su movimiento cuando sus piernas se levantaron hacía mi cintura y empujó su pelvis con fuerza. Ella avanzó, yo retrocedí y el glande quedó en el mismo lugar, enseguida se aflojó más y me tomé todo el tiempo del mundo para penetrar todo lo que podía en su interior, “¡mierda, mierda, mierda!, ¡qué cogida, te siento hasta en las muelas!, pero no resisto las ganas de que entres con fuerza, metela, metela toda, ahhhhh”.
El grito fue una mezcla rara de dolor y placer cuando choqué en su interior, pero el orgasmo lubricó más el conducto y ella insistió con sus golpes de pelvis, más no se podía y sentí en el glande el impacto, retrocedí un poco emitiendo un quejido y volví a intentar, no hubo caso, dos centímetros, casi tres quedaban afuera y supe que cualquier otro intento profundo sería de dolor para los dos alejándonos del placer.
Fue por eso que comencé a moverme, delicadamente, pero de forma constante, llegaba a su útero y retrocedía sin golpear. Sentía todas y cada una de sus rugosidades y su estrechez recorría todo mi tronco trasladando un placer recíproco que Viviana incentivaba con sus gemidos y sus movimientos ya no tan alocados. No sé cuánto tiempo estuve así, probablemente poco, yo sabía que, cuando el “polvo” es tan intenso, eso de “estuve como quince o veinte minutos dándole y dándole” es un verso monumental y me reí pensando en eso.
A todo esto, Viviana había cambiado sus gestos y atenuado sus movimientos, en su cuerpo se notaba una especie de tensión y parecía estar acunando un orgasmo enorme. Creo que comenzó cuando sus dedos apretaron con fuerza mis brazos y además de las contracciones y temblores, no pudo contener el grito de descarga y el “sí, sí, sí, sí” que hizo retumbar las paredes. Me olvidé completamente del aguante y la inundé acompañando su profusión de jugos.
Fue algo, algo, podría escribir maravilloso, nunca experimentado, pero no, no se puede explicar, vibró y me hizo vibrar, me secó totalmente, sólo atiné, quizás como un acto reflejo a apoyar los codos para no aplastarla y Viviana aflojó las piernas dejándolas caer a los costados de mi cuerpo, quedamos los dos para el arrastre, algo así como un “no va más”. Me quedé adentro de ella y aún seguía con las contracciones cuando comenzó a reír con un sonido cristalino y casi eufórico…
Juro que si hubiera tenido fuerzas la cargaba en mis brazos, pero yo también estaba como para el arpa, sólo la tomé de la mano y nos fuimos juntos. La ducha caliente nos recuperó y los mimos, la enjabonada recíproca y el secado no alcanzó para nada más que eso, luego nos miramos los dos cuando regresamos al costado de la cama y nos “desmayamos” prácticamente al unísono, eso sí, lo que supuso para mí el dormirme abrazando el cuerpo menudo de mi novia, es indescriptible...
No tenía idea ni noción del tiempo, me encontraba en una especie de limbo de color rosado y me parecía ver que las manos pequeñas, nerviosas y activas de una ninfa rubia y flaquita me acariciaban el miembro y lo movían de un lado al otro como si lo estuviera escrutando. Me era imposible detener la erección que se iba produciendo y me sentí feliz cuando ella acercó su cara para lamer y luego para introducir el glande en la calidez de su boca. Notaba que se esforzaba para tratar de introducir en su cavidad una mayor porción de la estaca endurecida y me sentí feliz, como si la ninfa fuera parte de mi propia esencia.
Las manos no se quedaban quietas, se habían adueñado de mis testículos, los acariciaban y apretaban con tino evitando el dolor que supondría forzar el apretón. No lo lograría, no lo podría lograr con su boca, todavía le faltaba aprender, no tenía la suficiente experiencia con el metiers y algunos roces de sus dientes me provocaban estremecimientos que no podía controlar, pero yo sentía el acto como si disfrutara de un néctar de dioses. Ella me miraba con sus ojos de un celeste profundo y cambiaba la mirada hacia un costado, volver a mirarme implicó que se sacara el miembro de la boca y me quedé extrañado.
En una especie de lejanía me pareció escuchar el sonido de una vibración a la que le siguió un timbrazo estridente proveniente del celular que estaba sobre la mesa de noche. Di un salto abriendo totalmente mis ojos, el limbo de color rosado se convirtió en mi habitación que de color rosado no tenía nada, la ninfa desnuda pasó a ser claramente Viviana que me miraba riendo desde el lugar que había elegido entre medio de mis piernas y estiré la mano para atender la llamada del Abogado.
La cara de Viviana que escuchaba y el movimiento de su cabeza y su mano como para darle una nueva oportunidad y que siguiera con el caso, me decidieron en el acto, le pedí que continuara y le dije que Viviana ya se había hecho los estudios para cotejarlos con los del padre, “creo que mañana o pasado a más tardar ya estarán los resultados, el Director del Instituto está dispuesto a colaborar, pero sólo si tiene que obrar a pedido de la Justicia y de un Juez competente, usted verá como maneja eso, nosotros solo esperamos resultados beneficiosos”.
La respuesta que me dio nos dejó satisfechos, pues activaría todo para presentar la demanda apenas tuviera los resultados positivos, “ese Instituto tiene todos los avales legales para una declaración de legitimidad”, -agregó y su tono era entusiasta-. Corté la comunicación y sentí que las cosas comenzaban a aclararse, como dice el dicho: “Al fin un tiro para el lado de la Justicia”, luego me volví a Viviana que se había sentado a mi lado.
“¡Cagaste Gabi!”, -pensé-, Viviana se estaba apoderando de mi vida y de mi entorno y, extrañado o no, me gustó que así lo hiciera, nada que ver con cualquiera de las otras, ni siquiera a Elizabeth en su momento se lo había permitido. Como fuere, notaba también que todo lo que hacía era porque yo se lo permitía, no tenía un pelo de tonta y el mínimo “pero” la haría recular, lo único que esperaba es que a ninguno de los dos se nos fuera de las manos.
Esa noche la cena la preparó ella, juntó sobras de comidas que yo tenía en el freezer y preparó lo que llamó, “cena estilo Vivi”, en realidad no me disgustó, no puedo describir lo que era, pero comí con ganas y no fue por agradar a la cocinera, tenía hambre y nunca fui lo que se dice un sibarita para comer, siempre le entré a lo que me ponían en el plato, otras de las cosas que le agradaban al abuelo, así como le molestaba enormemente cuando mi hermano hacía berrinches por tal o cual comida y si hay algo que nunca faltó en esa Estancia era la comida.
Después de la cena y de ordenar la cocina vino lo más divertido porque hasta allí, salvo cuando estuvimos sentados para cenar, todas fueron inquietudes de mi parte. No me resultó nada sencillo ver a mi novia moverse por la cocina con total desparpajo y vestida tan solo con un par de pantuflas, mientras trataba yo de respetar sus tiempos y lo que estaba haciendo para los dos. Claro está que no se privó de “gozarme” un rato con sus bromas, miradas y movimientos o de provocarme con insinuaciones o tocándose en los lugares en que descubría mi mirada, léase: tetas, nalgas, caderas, cintura, cabellos, más todos los deliciosos etcéteras que tenía para mostrarme.
Luego de la cena y los acomodos, el “69” de parado fue un postre impensado y espectacular. Su cuerpo menudo se prestaba y, aunque nunca había hecho algo así, se me ocurrió y no tardé en llevarlo a cabo, pataleaba y se reía cuando la hice girar en el aire, pero supo enseguida la que se le venía y no se privó de gritar cuando me adueñé de su entrepierna con mi boca. Costó, claro que costó es difícil mantener a una desaforada que se mueve como culebra teniendo mi glande en su boca y tratando de tragar la mayor parte del tronco inhiesto.
Lo mejor para mí fue cuando la sostuve con un brazo y usé la otra mano para incursionar en su culito con mi pulgar, digo para mí porque cuando el pulgar penetró su ano tuvo un orgasmo descomunal, no paraba de temblar hasta que, sacando mi miembro de su boca me pidió a los gritos que la dejara, que estaba mareada. La hice girar enseguida y la llevé hasta el sofá donde la senté y le di aire apantallándola con una revista, su cara estaba roja y fue retomando su color gradualmente, la posición invertida y la circulación sanguínea un tanto trastocada le jugaron una mala pasada que se le juntó con el orgasmo totalmente irregular.
No sé si era yo por el modo en que sentía todo lo que me daba, pero, así y todo, no dejó de sorprenderme cuando me miró sonriendo, a la par que preguntaba y exigía: “¿Qué me hiciste bruto?, quiero más”, de seguido me echó los brazos al cuello y me besó devorándome la boca. Éramos recién juntados o ennoviados o casados que, hoy por hoy es casi lo mismo y el destino de nuestros pasos inmediatos estaba cantado, derecho al dormitorio y, para variar, aunque quedó un pendiente importante, quedamos pidiéndonos una tregua entre ambos para poder descansar, esto ya en la madrugada.
Me desperté pasadas las diez de la mañana, inusual para mis costumbres, pero también era inusual tener a semejante fierecilla al costado en mi cama. Me despabilé rápido cuando escuché a Viviana que tarareaba una canción y dejaba correr el agua en el baño, enseguida salió enarbolando una sonrisa al verme despierto y expresó: “Buen día amor, yo ya me duché, pero preparé el yacuzzi para vos, dale acompañame, me toca enjabonarte, anoche dejé de lado las rozaduras, vaya una a saber por qué, ¿no?, eso sí, ni se te ocurra tocarme porque me olvido de todo y hace un rato tuve que llenarme de pomada, jajaja”.
Desnuda, pero bien peinada, rozagante y con la cara resplandeciente Viviana me parecía una aparición, con la ventaja para mí de saber que era muy real. Me metí en el agua después de miccionar y se acercó para aplicarme el shampoo en la cabeza, mientras hacía esto me contó que hacía unos instantes había llamado el Abogado, pero que ella no quiso atender. Le pedí el teléfono y, luego de que me enjuagó, lo llamé.
Corté la comunicación pensando en que estaba mi carrera y la Clínica de por medio, obnubilado por el problema de Viviana y por la presencia de ella misma, no había tenido en cuenta mis propias obligaciones y resultaba que ahora no podía dejar libremente a la Clínica, los empleados, mis obligaciones y mi carrera de lado, así porque sí, pero tampoco podía dejarla a ella sola para que se hiciera cargo de todo lo que implicaba su herencia, las propiedades, las cuentas y el personal que seguramente existía en la Estancia.
Menudo problema el que me caía encima. Le alcancé el teléfono a mi novia y noté que tenía los ojos llorosos, la noticia, tal como la estuvo escuchando por el altavoz del celular, la había impactado y me miraba con un montón de interrogantes dibujados en el rostro. Me sumergí por completo en el yacuzzi y salí dispuesto a secarme, la rubiecita estaba atenta y me alcanzó la toalla diciendo:
Viviana me abrazó alborozada y me besó con ganas, la idea era buena, nos permitía a los dos seguir con lo nuestro y nos dirigimos a vestirnos. Para variar la tuve que llevar alzada porque no se soltó de mi cuello y me cruzó las piernas desde el costado, parecía una nena sentada sobre mi cadera y me encantaba que se aprovechara de lo menudo de su cuerpo.
Habría que invitarlos a almorzar a Miguel y a Irina para conversar del tema y tratar de convencerlos, tomé el teléfono viendo como Viviana se agachaba apuntándome con su culito aún virgen que se reflejaba en los espejos mientras se ponía el culotte. “Tiempo al tiempo Gabriel” -me dije a mí mismo-.
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.