ENCULADA - LA ÚNICA “EX” - (5).
El cuadro con que me encontré no podría haber sido mejor, entré por la puerta de la cocina y Emma, mi madre, estaba de espaldas, parada frente a la mesada y preparado una ensalada. No sé de dónde lo habría sacado, pero tenía puesto un delantal que desde su cuello cubría sus tetas, su entrepierna y gran parte de sus muslos, aunque, en primera instancia no se lo vi de frente.
Ex profeso no se giró a pesar de haber escuchado cuando abrí la puerta, siguió con lo suyo o simuló seguir para que me extasiara mirando sus piernas calzadas con sandalias de tacos altos y su espalda y culo completamente desnudos. La saludé apoyando mi bulto encabritado por encima de sus nalgas, besé su cuello notando el escalofrío que recorrió toda su piel y me adueñé de sus tetas pasando las manos por debajo del delantal.
Noté que temblaba y se agarraba fuerte de la mesada cuando me giré para ir a mi habitación. Necesitaba ese baño porque venía de la calle y no había pasado un día muy cómodo, pero, además, para tratar de tranquilizarme. Ver a mi madre así desnuda y totalmente entregada hizo que mis piernas se aflojaran. Al tipo conquistador y experimentado se le quemaron un poco los papeles, una cosa eran los besos y el sexo oral que ya le había practicado y que surgió como algo impensado, otra cosa muy distinta eran dar los pasos necesarios para completar la fantasía y que el placer fuera compartido.
La ducha caliente ayudó bastante, me armé de cierto tipo de seguridad y salí del baño secándome la cabeza con el toallón. “Me encanta mirarme en estos espejos, se me hace muy morboso imaginar cómo te voy a ver mimándome y otras cosas más”, -la escuché decir y miré para la cama-. Tuve que tragar saliva y todos mis sentidos parecieron trasladarse a mi glande recorriendo la totalidad del tronco, la erección fue instantánea.
Mi madre estaba sobre la cama, ubicada de costado apoyaba el codo sobre la almohada y la mano en su cabeza, el otro brazo estaba sobre sus caderas, una de sus tetas estaba aplastada y la otra parecía mirarme con su pezón visible completamente endurecido. Me acerqué a la cama y ella se levantó rauda para sentarse en el borde y apoyar los pies en el piso alfombrado mientras sus manos abarcaban mi cadera y su boca buscaba el ariete para besarlo y enseguida para sorber el glande que quedó en ese interior cálido acariciado por su lengua inquieta.
Mis manos libres quedaron a un costado de su cabeza y comencé a moverme sutilmente para hacer que ingresara más. Experiencia no sobraba, aunque se esmeraba en lo suyo tratando de mirarme hasta que la primera arcada la sorprendió, se separó de la verga, me miró con los ojos llorosos y volvió a intentar. Yo sabía que no podría pasar de la mitad y ni loco la forzaría, pero fue ella la que quiso más y tragó lo más que pudo incentivada por mis movimientos y por los pellizcos que les daba a sus pezones.
“Me cuesta mucho, pero quiero tener toda tu leche en la boca y tomarla, sé que la voy a disfrutar”, -dijo cuándo la sacó de la boca por otra arcada y antes de volver a intentar. No hubo caso, a duras penas llegó a meter tres cuartas partes, lamía y chupaba, pero así no me haría terminar, entonces la tomé de debajo de sus muslos y se dejó caer apoyando la espalda en las sábanas. “Despacio hijo, tu mamá no está acostumbrada a algo así”, -pidió cuando, con sus piernas a los costados de mis caderas arrimé el glande al agujero anegado-.
La penetré despacio sintiendo cada una de sus rugosidades y escuchando sus comentarios que incentivaban mi morbo mientras el grosor de mi verga parecía arrastrar sus labios hacia adentro… “¡Por Dios!, es enorme, me duele, pero no te pares, seguí, llename toda, siento como me estás abriendo, jamás me sentí tan llena de pija”. Escucharla hablar así, suelta, desinhibida y entregada me sorprendió un poco, no lo esperaba, aunque pasó rápido pues de inmediato pensé que tampoco esperaba estar penetrando a mi mamá, gozando y haciéndola gozar.
Pensé también en algo que había leído alguna vez cuando caía en mis manos algún relato de incesto, por allí se decía “estaba entrando en el lugar desde el que salí a la vida”, no lo sentía igual, yo estaba penetrando la concha anegada y palpitante de una, quizás “la” mujer deseada, dueña de mis primeras pajas y fantasías acumuladas. El contacto de las pelvis y el gemido intenso y sentido de Emma junto a sus contracciones y mayor lubricación me volvió a la realidad y comencé despacio a entrar y salir haciendo que sintiera cuando penetraba en profundidad.
Apenas si llegaba a tocar su útero con mi glande, pero sabía que a poco que intensificara mis entradas chocaría en su interior y el, “más mi cielo más, cogete a mami con más ganas, ahora entiendo lo que me contaban las putas de mis amigas”, me llevó a imprimir otro ritmo y allí se desencajó, gimió de dolor cuando chocaba en su interior, tembló, se contrajo, puteó, los orgasmos aparecieron haciéndose notar y habló con palabras incoherentes, sin dudas gozando más de lo esperado.
“Concha, partime, dame, más, grande, pija, hijo, verga, mami, cogeme”, eran algunas de las palabras inconexas que salían de su boca mientras se movía como electrizada y me obligaba a utilizar un poco de fuerza para que sus caderas no se escaparan de mis manos. Me estaba llevando con ella en uno de sus orgasmos y levanté un poco más sus piernas para poder tocar su ano lubricado, no podía meter mi dedo medio, pero el pulgar no tuvo mayor problema para entrar, quedó estrangulado allí porque ella intensificó su orgasmo y ya no pude aguantar.
La posición era extraña, el pulgar estaba aprisionado en su recto, el índice y el pulgar de la otra mano apretaban un pezón, mi madre gemía, casi gritaba como desesperada teniendo un orgasmo maravilloso y yo me vacié en su interior. Me costó enderezarme para volver a mi posición anterior, pero no salí enseguida de ella que se recuperaba tratando de respirar y volviendo a la normalidad sus dedos que, como garfios, habían atrapado la ropa de cama. Me moví sutilmente, solo como por inercia sabiendo que enseguida no podría seguir y, al mirarla, la descubrí con los ojos muy abiertos y mirándome fijo…
Nos levantamos, fuimos a lavarnos, luego ordenó todo para comer y me gustó mucho verla moverse desnuda por la cocina, a mí me gustó, a mi verga le encantó y tuve que comer con una erección más que incipiente. Relajamos un poco el morbo cuando me preguntó por el día en la Clínica y le conté todo lo que había pasado, incluso el tema de los reporteros. “Fijate si hay algo en la tele”, -me pidió y puse un canal de noticias-.
“Saliste lindo en la nota”, -acotó riendo-, pero me interesó notar que no había dicho nada improcedente y que no editaron la mini entrevista pues, sabido es que, si te equivocás en lo que decís o hay “mala leche” de parte de los editores te podés comer un problemón por el tema de la “salida de contexto”. Otra noticia que me alegró fue la de saber que el Intendente había sido detenido por orden del Juez que atendía la Causa y que algunos Organismos se habían expedido en contra del proceder del Político. Sin respaldo le costaría zafar y se aceleraría el juicio por el divorcio, a mí me resultaba más cómodo trabajar con un paciente sin estrés.
Emma había ordenado la cocina, se acercó al sofá y se sentó a mí lado, los pezones endurecidos la mostraban excitada y los besos que comenzó a darme por el cuello lograron que me pusiera a mil en décimas de segundos. No tardó en agachar la cabeza y meterse mi verga en la boca, me raspaba un poco con los dientes y ante un respingo que di comentó: “No te enojes nene, es grande para mi boca y yo no estoy acostumbrada”, no fue lo que dijo, fue el tono de dulzura que utilizó poniendo cara de inocente lo que motivó mis ganas de cogerla como si fuera un animalito.
Me levanté indicándole que se pusiera en cuatro y lo hizo enseguida dejándome todo su culo a disposición, “Gabi, sin muchos firuletes ni poses por favor, jajaja, los años se hacen sentir en cada cogida”, -dijo torciendo la cabeza para mirarme y como gozando por anticipado cuando apoyaba sus palmas en el sofá. Ni borracho me iba a privar de meter la lengua en su asterisco, comerme ese “culo sagrado” me rondaba por la mente desde hacía rato y el gemido alto que salió desde sus entrañas cuando llevé mi lengua al agujerito fue glorioso.
Abrir sus nalgas para saborear ese fruto hasta ahora prohibido casi me hace terminar “en seco”, escuchar los grititos y los gemidos de su goce mientras se meneaba o empujaba sus nalgas hacia mi cara y pensar que pronto estaría entrando, penetrando y haciendo mío el culo de mi mamá me tenía desquiciado, sin embargo, logré controlar mis ansias y preferí continuar en otro lugar. El glande no tuvo necesidad de buscar demasiado, ya estaba establecida la comunicación con el hueco empapado y no fui tan lento.
¡Ayyy, nene, por Dios, la siento hasta la garganta!, -dijo sin dejar de mover el culo cuando la sintió chocar con su interior-. La saqué toda para volver a entrar profundo y en ese metiers vibró el celular que tenía en la mesita al lado del sofá, era mi padre y se lo hice saber, “no lo atiendas, seguí cogiéndola a mami”, -dijo en voz alta-, pero, ¿quién me quitaba el morbo de hablar con él mientras sus cuernos se agradaban? y puse el altavoz...
Emma redobló la apuesta, sacó mi verga de su vagina y la apoyó en el asterisco, yo ni me movía, ella sola se penetraba moviendo el culo hacia los costados y empujaba su cuerpo hacia mi pelvis acomodando el glande al recto, a la vez, golpeaba el respaldo del sofá y giraba la cabeza para mirarme con los ojos llorosos, pero, sin dudas que estaba disfrutando con esa mezcla de dolor-placer. “Te dejo pa, hasta luego”, -dije y corté la comunicación para ocuparme de perforar sin piedad a ese culo que se me brindaba. La mitad restante de mi verga entró con un poco de dificultad, pero entró, lubricación sobraba y yo tenía la libido en toda mi verga acerada y el morbo por las nubes… ¡Ayyy, que te reparió nene!, me lo rompiste, ahora tu padre es un cornudo total, dale seguí, no pares, no puedo hablar mucho porque me sale tu pija por la boca, jajaja”.
Fue una especie de grito de dolor mezclado con humor, la mami se había soltado completamente y se movía gozando con las estocadas, ni siquiera tuve necesidad de esperarla para que tomara mí mismo ritmo, ella sola se acopló y la “enculada” se tornó maravillosa y con un cierto grado de sadismo que ella aceptaba recibiendo los pijazos como si los hubiese esperado desde siempre. Aminoré el ritmo pidiéndole que usara su esfínter para apretarme y entendió enseguida lo que pretendía, “mucho no puedo Gabi, me duelen hasta las uñas, ahí va, ahí va, ¡Cristo santo!, me encanta esto”. Los apretones se hacían sentir no eran muy notorios, pero ya aprendería, pensaba tomarme mi tiempo para ello.
Por más que me movía despacio llegó un momento en que la sensación que me anunciaba la eyaculación parecía ascender desde mi columna y pulsaba en todo el tronco de mi pene haciendo que la penetración se profundizara, no tanto, más no se podía, mamá se dio cuenta de esto y elaboró su propio orgasmo, la combinación fue indescriptible, gemí alto sin poder contenerme al descargarme y escuché los gritos de placer que ella no quiso contener.
Los gemelos y los muslos me temblaban de forma casi independiente y mis rodillas no aguantaban, entonces tomándola de la cintura y sin salirme de ella, la hice girar y me senté atrapando sus tetas con mis dos manos. “Menos mal mi cielo, no te muevas, entre tu “pijita” que me enderezó las tripas y el enema de leche calentita voy a hacer un enchastre, creí que me pasaba como anoche, me hacés sentir muy viva cuando me cogés así y creo que mi culito ya se hizo adicto, jajaja”, -dijo girándose en una posición incómoda para besarme y hacer jugar las lenguas-.
Ni ella ni yo queríamos más, pero antes de acostarme tuve otra íntima satisfacción, el placer de bañar a mi mamá con cariño, con ternura y con un cierto grado de morbo que ella correspondió me hizo sentir muy bien. Ya en la habitación y desnuda a mi lado me dijo: “Ayer me sentí un poco mal pensando que no habíamos hecho lo correcto, que estaba mal, que no correspondía, ahora pienso que lo único correcto es lo que nos hace sentir mejor”. Asentí a lo que me decía, pero no estaba para discernimientos, el cansancio se amigó con el sueño, dijeron “aquí estamos” y las sábanas parecieron llamarme, no recuerdo más.
En la mañana fue igual a la mañana anterior, cuando me fui de casa ella seguía durmiendo, su culito expuesto y tentador me hizo pensar en un “mañanero rapidito”, pero yo no era muy amante de esa práctica, el juego previo y los mimos me “ponían” más en tono. En la Clínica estaba todo tranquilo, desayuné, me cambié y me fui a visitarla a Norma porque debía hacer el dichoso parte médico. Allí me encontré con la hermana y con un señor bien vestido y muy atildado que identifiqué enseguida como Abogado. Norma nos presentó, el Doctor Álvarez tendría unos cuarenta y cinco años, quizás un poco más y me resultó franco y sincero claro está que hay algunos que pueden disimular bien esa condición, pero yo me guiaba por la mirada, por los gestos y por el apretón de manos mirándome a la cara.
La hermana de la paciente tendría unos treinta y cinco años, era más alta y el cabello era castaño tal como pensé que sería el de Norma, pero yo había visto desnuda a una y ésta tenía todo natural y mejor trabajado, además irradiaba simpatía, vestía sencilla con ropa de muy buena calidad y estaba acostumbrada a tratar con las personas. Elvia, que así dijo que se llamaba, me comentó que trabajaba en Relaciones Públicas de una reconocida multinacional, no lo dudé, pero a mí se me hizo que era una modelo con “formas” de las que empezaban a aparecer en esos momentos pues las grandes marcas se alejaban de la flacas escuálidas y desabridas. Pedí quedarme solo con la paciente para hacerle las curaciones y aunque se aguantó algunos dolores al cambiarle las vendas, se la notó mentalmente más recuperadas y así me lo hizo saber…
Salí un tanto a la disparada de allí, Norma me había “echado los perros” de forma alevosa, pero yo no era la clase de hombre al que las mujeres llevaban de aquí para allá a conveniencia, de hecho, la ex “tetona” no estaba nada mal, aunque la hermana estaba mejor. Me tocó luego hacer la recorrida con las otras pacientes y una se fue de alta, después conversé con la hija fea del empresario y con la madre linda, la pobre chica pasaría a tener unas buenas tetas, pero tendría que cambiar mucho de su modo de ser para que lo atractivo se notara, algo que la madre no necesitaba, aparentaba seriedad, pero…
Luego de lo de mi madre y de Irina miraba con otras perspectivas a las consideradas “veteranas”. Eran mujeres que podían plasmar toda su experiencia o, por el contrario, estaban ávidas por aprender y se volcaban de lleno a la relación de momento, como fuere, la satisfacción estaba asegurada. Claro está que, no por eso me dejaban de gustar las más jóvenes, pero había diferencias sustanciales en las entregas de unas y otras, además, las conveniencias a posteriores eran distintas.
Lógicamente que mi modo de pensar se daba porque yo no buscaba una pareja, alguna vez alguien me había dicho, “lo que tiene que darse se dará”, pero no me interesaba que lo tenía que darse se diera, ni me calentaba por pensar que así sería. Mi vida había estado centrada en los estudios y luego en hacer que la Clínica progresara y tuviera el buen nombre que hoy tenía, sin que para eso tuviera que aceptar condicionamientos u otras reglas más que las que yo imponía. Me jactaba de tratar con adultos y si no me entendían y/o querían cambiarme quedaban de lado o en la vereda de enfrente.
Reconozco que la había tenido fácil, las prácticas en la Clínica del “viejo” y, a posteriori, la ayuda económica de mamá había obrado lo suyo y como después todo lo demás dependió y dependía de mí y de mi seguridad en el actuar, no me resultó tan difícil. Sin dudas que había que meter horas en el trabajo y estar atento a todo lo que me rodeaba, pero supe elegir muy bien a la gente que me rodeaba laboralmente y no necesitaba más. Todo esto me pasó por la cabeza cuando pensaba en las “veteranas” y tenía estrecha relación con la primera y única novia que tuve cuando cursaba finales del segundo año en la Facultad.
Elizabeth era una compañera de curso a los que todos le tenían apuntados los cañones, hermosa, rubia, alta, de un metro con setenta y dos centímetros y con más curvas que un autódromo, simpatía para regalar y un poco adicta al gimnasio, como dirían los españoles “una mujer de bandera” y a mí, como a muchos, me parecía la “abanderada” de todas ellas, ni hablar cuando estaba desnuda... En esa época yo no era un dechado de experiencias, había tenido mis “roces” con algunas compañeras, pero no había pasado de eso, de “roces”, aunque con alguna que otra penetración.
No era feo, tenía buen trato, vestía ropas de calidad y me movía en un buen auto, excelentes “llamadores” para cualquier chica que se precie, pero, quizás por la falta de cariño y atención desde el lado de los viejos, yo estaba empeñado en no fallarles a mis abuelos y en una competencia que yo mismo me había planteado contra mis padres, por eso era mirado como una especie de “nerds” que llamaba la atención y no precisamente por los lentes. Sucedió en la fiesta de fin de año de ese segundo curso, hubo baile en una confitería de moda y Elizabeth me “apuntó los cañones” y disparó con munición gruesa.
Esa noche me llevó al departamento que compartía con amigas, obviamente ellas no aparecieron y, no puedo decir que me violó, aunque pronto demostró que me llevaba años luz en el desenvolvimiento arriba y debajo de la cama. Ocho meses duró mi noviazgo, me había metido con pata y todo, vivía y respiraba por ella y ella, claro está, no me quería dejar ni a sol ni a sombra, aún no estaba el quinto piso, pero conoció la mansión de mis padres y la Estancia de los abuelos, ergo: ni en pedo me dejaba escapar y, sin darse cuenta, cometió varios errores.
Me absorbió o me dejé absorber, que para el caso es más o menos lo mismo, mis calificaciones bajaron, mis estudios se resintieron, los celos comenzaron a manifestarse de forma más abierta y hubo varias “peloteras” por ello, ya que comencé a darme cuenta que, según ella, mis compañeras eran todas putas que sólo querían acostarse conmigo y sus compañeros eran solamente “amigos” que no pasaban de cariñosos, me decía lo que tenía que hacer, como vestirme, adónde salir.
La gota que comenzó a rebalsar la copa fue cuando me exigió que tenía que ser Cirujano Cardiólogo como mi padre, que mejor respaldo no iba a tener, que las clínicas ya estaban montadas y patatín, patatán… A esa altura yo ya sabía la mediocridad de mi padre en la profesión, aunque no dejaba de reconocer que era muy ducho para rodearse de buenos profesionales y sabía también que él no estaba para nada de acuerdo con mis ideas de dedicarme a la Cirugía Plástica. Mi madre no estaba muy conforme con mi relación, pero, metida en sus cosas y conociendo que yo no era fácil para llevarme la contra, jamás se metió a opinar en contra de Elizabeth y junto a ella era toda sonrisas y buen trato recíproco.
Hubo dos charlas que me decidieron para el cambio que experimenté casi como de un día para el otro. Una fue el llamado del Decano de la Facultad, había sido profesor de mi padre y se lanzó solo a preguntar el porqué de mis bajas calificaciones y rendimiento, después me dijo: “Todos pasamos por lo que pasás vos ahora, pero lo importante en fijarse metas para recibirse y progresar en la profesión que elegís, tu padre se recibió estando casado y tu madre venía contigo a tomar las clases, ellos sí supieron cómo aprovechar las oportunidades. En esta profesión estudias, te recibís, te perfeccionás, seguís estudiando y crecés toda tu vida, lo contrario es caer en la mediocridad y vos no naciste para ser un mediocre manejable”.
Fue un tanto duro, sabía bien de lo que hablaba, pero, ese “tiro por elevación” y ese “cachetazo de realidad” me abrió bastante los ojos, la otra charla fue con un compañero de estudios. Estábamos en su casa preparando un examen y me dijo que había comprado unos micrófonos diminutos para ponerlos en la habitación de su novia, “estoy seguro que me está cagando y la voy a descubrir”, -me dijo muy convencido, en ese momento me reí de él, pero el “bichito de la duda” se me agitó inquieto.
Con uno no me alcanzaba y compré tres, en ese entonces se podía escuchar y grabar lo que se hablaba por medio del reproductor de música y yo tenía uno bastante grande y con buen alcance. Era un tanto ostentoso, pero muchos andaban con esos equipos trasladándose de un lado al otro y con los mismos se podían captar las conversaciones corriendo el dial a los extremos, desde allí a grabarlas en casette, había sólo un paso. Dos micrófonos los ubiqué en el departamento y el más chico dentro de su cartera, descoser el forro un centímetro en uno de los bordes no se notaba y allí quedó.
Me obsesioné con eso, pero por dos días no pude escuchar nada, al tercer día estábamos juntos tomando un café y se acercó a la mesa la mejor amiga diciendo que quería hablar con ella. Las dejé solas por un rato diciendo que enseguida volvía y el reproductor encendido, pero sin sonido, quedó en una de las sillas, muy cerca de su cartera que estaba arriba de la mesa. Volví a los quince minutos y escuchar la cinta luego en la soledad de mi cuarto dio un resultado que fue caótico para mi ego, la humillación y el dolor del engaño fue algo difícil de digerir, pero ya no cupieron especulaciones. La amiga venía a decirle que un tal Martín la esperaba dónde siempre y ella le contestaba que ya la tenía podrida, que había estado con él hacía tres días, que cogía muy bien, pero que Gabriel, el novio, (yo, el cornudo), tenía buena verga, que había aprendido a usarla, que era el tipo ideal para casarse y que estaba forrado en dinero que ella sabría aprovechar.
Estuve tres días sin verla y sin atender el teléfono de la casa de mis padres, “decile que no estoy”, contestaba cuando me avisaban de su llamado, “recién salió” le contestaron cuando apareció a buscarme y “metete en tus cosas” le contesté a mi madre cuando dijo que Elizabeth había ido a verla a la Clínica. En el interín tragué toda la hiel que podía, lloré incluso y no admití preguntas de nadie, finalmente, fijé mis propias reglas y recompuse mi vida acorde a un modo de pensar que hasta hoy mantengo. Cero compromisos, cero imposiciones, cero compartir, salvo con mujeres y sólo por placer y absoluta discreción, en verdad, me dio un muy buen resultado, nunca traté mal a nadie, algunos gustos les doy, cenas, salidas y, a veces hasta vacaciones compartidas, pero ellas y yo sabemos hasta dónde llega todo. A Elizabeth le hablé nuevamente cuando le entregué el casette con la grabación y le dije que no quería saber más nada con ella, sus lágrimas, el pedido de una nueva oportunidad y los ruegos de sus amigas no me hicieron mella, ignoré todo eso, ni siquiera sé hoy que ha sido de su vida o si se recibió.
Entre una cosa y otra, luego de atender el consultorio llegó la hora del almuerzo, comí liviano como siempre y esperé por las dos intervenciones que me esperaban. Una paciente tenía más de cincuenta y quería volver a tener las tetas de su juventud, imposible, pero algo se podría hacer en su favor. La otra tenía treinta y cuatro y entendía que unos centímetros más de tetas y mejor acomodadas la ayudarían en su trabajo. En realidad, los motivos no importaban, las cirugías serían de lo mejor.
Estaba en mi oficina revisando los análisis de las pacientes a intervenir y me llamó mi madre por teléfono… “Hola Gabi, la invité a Irina a almorzar a un restaurant, en un rato nos vamos, luego te cuento” … No quise ni pensar en la sorpresa con que me esperaría, “la” Emma se había “destapado” y tuve que esforzarme para volver a concentrarme en lo de mis pacientes.
GUILLEOS1 - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.