BUEN PASAR - GLORIA, MI “EX” - PEDIDO SORPRESA. (3).
Al margen de la calentura y las ganas que ambos teníamos, se imponía tomar las cosas con calma, yo recién estaba recuperándome, mis piernas y mis brazos estaban flaquitos, mis músculos semi atrofiados y mi madre estaba con ganas de gozar, algo que implicaba que no se detuviera a pensar en mis falencias físicas, sólo había que hacérselo entender y es lo que hice mientras llevaba mis dedos impregnados de crema dilatadora a su asterisco. “Si hijo, tenés razón, tomate tus tiempos, ayyy, por Dios, tus dedos me enloquecen”, -decía moviendo las caderas al sentir que era penetrada por ellos-.
De a poco tres de mis dedos se aventuraron en sus tripas, su esfínter se dilató y yo me entusiasmé con sus gemidos que por poco no llegaban a ser exclamaciones ruidosas de placer. “No te pongas crema, dejame que te la lleno de saliva”, -dijo torciendo el cuerpo para que le acercara mi verga a su boca-. No sólo la llenó de saliva, eso lo hizo después de la mamada prodigiosa que me dio, verla gozar con esto me ponía a mil y la completó cuando me dijo que se la metiera sin hacer paradas, “quiero sentirla todo adentro de mi cuerpo”.
Escuchar eso y verla cuando se acomodaba dejando su culito a disposición hizo que ya no pensara en nada más y me arrimé aferrando sus caderas. Eso era otra cosa, mis manos libres jugaban también su partido y encaré el glande, no sólo lo encaré, empujé sin detenerme, hasta a mí me dolió su conducto estrecho que se abría con el ariete, a ella, ni contarlo, se sacó las ganas de gritar… “¡¡¡Ayyy, por Dios, seguí, seguí!!!, ¡¡¡Madre mía qué pijazo tremendo!!!”, -decía con una voz rara y sollozante-. “Toda, toda, la quiero toda hijo, esto es un Infierno, pero me gusta así”, -gritaba empujando sus caderas hacía el ariete-.
Habíamos ido para eso y mis manos libre parecían actuar haciendo que aguantara más, no tenía nada que ver, pero me gustaba pensar que era por eso, era como si me sintiera liberado y me salía todo más natural. Estirarme hacía adelante y apretar sus pezones sin impedimentos fue glorioso, “cogeme más mi cielo, dame verga con ganas”, -decía en su paroxismo-, en verdad, lo que hacía era distinto a la primera vez, en ese momento la estaba cogiendo, ni punto de comparación con hacerle el amor o sentirme completo al estar dentro del culo de mi madre, pasó sólo a ser el culo de una mujer deseosa de mi verga y me esmeré.
No sé el tiempo que pasé bombeando en ese culo y las veces que salí de allí para enfundarla en su vagina o alternar entre uno y otro hueco, sólo me importaba escuchar sus ayes de dolor y sus orgasmos plasmados de placer que se hacían sentir en toda la habitación. Finalmente, en medio de sollozos que alababan mi ego, le llené el culo de leche y me quedé dentro de ella sintiendo sus apretones producto de sus contracciones que no eran provocados, su propio interior respondía a la barra de carne que tenía en su conducto y eso me resultó fabuloso. Finalmente me fui desinflando y salí de ella, la morcillona se hizo sentir con un último quejido y se quedó tirada boca abajo.
Después de la “charlita”, por cierto, bastante sustanciosa e incentivadora de morbo, nos fuimos a bañar y fue otra alegría inmensa. Poder mover los brazos y las manos libremente para enjabonar a mi madre recorriendo cada tramo de su piel fue como tocar el Cielo, claro que mucho no pude hacer con mi propio cuerpo porque me dolían los brazos al torcerlos, pero para eso estaban ellas, principalmente mi madre que me transmitía su amor por medio de las manos recorriendo toda mi piel.
Regresamos a casa casi para la hora de la cena y mi padre ya estaba allí, habíamos arreglado algo con mi madre en el auto y entré en la casa sin hacer uso de las manos o los brazos que descansaban a los costados de mi cuerpo, mi padre hizo hincapié en que ya estaba mejor puesto que me habían sacado los yesos, “no tan mejor, todavía no puede usar los brazos haciendo ninguna fuerza, tiene los músculos muy atrofiados y debe hacer ejercicios de recuperación”, -le comentó con cara de circunstancia-. Fue como si le hablara a la pared y él sólo se limitó a decir que se siguieran ocupando las mujeres.
Cené ayudado por mi madre y me retiré a mi habitación, después de tanto tiempo encendí la computadora y me puse a revisar las Redes Sociales, limpié mensajes y notificaciones hasta que me aburrí, era evidente que todos mis conocidos del Facebook y otras Redes habían continuado con sus vidas, no me hice mayor problema con eso y me fui a dormir. A la mañana siguiente me levanté después que mi padre se hubo ido al trabajo y me di un regio baño, me había bañado la tarde anterior con mi madre, pero ese baño y solo me provocó un placer inesperado, me vestí de jeans, remera y zapatillas y me fui a desayunar.
Tal como lo dije, después de inspeccionar el auto y ver que estaba en condiciones me fui para el Súper, tuve que hacer dos viajes para bajar la totalidad de las bolsas de compras y me llevó un largo rato acomodar todo, luego de eso comprobé que tenía la heladera llena y la despensa con bebidas incluidas estaba a reventar. Se hizo el mediodía y como no tenía la dirección de ningún restaurant para ordenar comida por medio de un delívery, tuve que salir a comer afuera, igual no caminé mucho, en pleno centro encontré enseguida un lugar para comer bien atendido.
Todo me parecía distinto, antes estaba acostumbrado a andar acelerado yendo de un lado al otro, pero después de la experiencia disfrutaba de otras cosas que, muchas veces, uno no se detiene a pensar. Miraba los edificios y los estilos de distintas construcciones, la ropa de la gente, sus semblantes, los autos y micros que circulaban, hasta el sol que alumbraba en algunos espacios libres me resultaba agradable, decididamente, había nacido de nuevo y no pensaba desaprovechar esa nueva oportunidad.
Cuando llegué a la Facultad, me tomé el tiempo para estacionar en la parte trasera de la edificación, costaba hacerlo allí porque siempre estaba lleno de autos, pero tenía tiempo para buscar un espacio, miedo no tenía, aunque no me venía mal evitar cruzar la avenida. Al ir con mi madre había averiguado varias cosas, pero en ese momento me urgía averiguar las posibles fechas y si podía dar algún examen para no perder todo el año. Estaba bien conceptuado allí y la chica que atendía las consultas me conoció. La flaquita de lentes que estaba de pasante observó mi carnet y me miró nuevamente a mí…
Por lo que me dijo, aún podía anotarme en seis materias para dar los exámenes finales, tuve que decidir en ese acto y opté por anotarme en tres de ellas, debería ponerme de lleno a estudiar para rendir, pero me tenía fe, al final no perdería tanto. Desde allí me fui a la cafetería de la Facultad para tratar de ubicar a la señora que vendía los apuntes, pues por la hora no estaba en su oficina y me dijeron que la podría encontrar en ese lugar.
La encontré sentada y sola comiendo una frugalidad, saludé afectuosamente, me reconoció pues solía ser uno de sus clientes habitués y me pidió que me sentara, le expliqué mi situación, le dije lo que buscaba, me contestó que no me hiciera problemas que ella tenía todos los apuntes que yo necesitaba y me pidió que la acompañara a la oficina. Al salir de la cafetería sucedió lo que quería evitar, apareció mi “ex” novia acompañada por una de sus amigas, una de las cuales me había catado en mi nuevo rol de amante.
Gloria me acompañó a retirar los apuntes y, a ese paso, ya había entendido que no me la iba a sacar de encima muy fácilmente. Retiré los apuntes solicitados y luego de saludar a la Encargada me fui de allí con mi “ex” pegada a mi costado, no tenía ganas de ser descortés con ella, pero tampoco me interesaba que me vieran con ella como antaño.
Mientras hablaba con Gloria recordé las palabras de mi madre diciendo que le rompiera el culo con ganas a mi “ex” y no me pareció mala idea, es más, el cosquilleo en la entrepierna me lo estaba recordando. La ida al gimnasio quedaría pendiente, fuimos a la casa de computación y me compré una notebook de lo mejor, lo mismo que una impresora a color. Gloria me miraba asombrada por lo que estaba gastando, pero no articuló palabra, más tarde, ya en el semipiso quedó más impresionada y me preguntó si me había sacado la Lotería.
Le comenté que había cobrado muy buen dinero del Seguro por el accidente, “ya se está acabando, pero mis padres me siguen manteniendo y no me quejo”, -le dije y me puse a ordenar sin darle más bola-, ella aprovechó a recorrer el departamento y quedó chocha con los muebles, con la mezcla entre lo moderno y lo antiguo y el balcón terraza que abarcaba todo el living y el dormitorio principal.
Regresó a mi lado diciendo que el lugar era espectacular y ya mis ojos la miraban de otra manera, el culo debajo de su jeans elastizado se hacía notar, ni hablar de sus tetas contenidas con un sostén de media copa que también se notaba debajo de su remera y que antes no había notado por la campera liviana que llevaba puesta.
Le pregunté si quería tomar algo mientras yo guardaba todo en el privado y dijo que ella se encargaba de servir las copas, para ello se dirigió al bar que estaba en una esquina del living y que yo había provisto con abundancia en la mañana. Tomé la copa que me alcanzaba y la dejé a un costado diciéndole que habíamos ido a otra cosa, de seguido la abracé y le comí la boca con ganas, sus labios llenos siempre me habían gustado y la sentí vibrar y gemir mientras mi lengua se internaba en su boca.
“Por Dios Maxi, necesitaba esto”, -dijo abandonándose al beso y respondiéndolo-. A pesar de que era alta y sus curvas abundaban, se hacía chiquita entre mis brazos, su pelvis trataba de pegarse a mi bulto y mis dos manos estaban más que activas, una de ellas pasó por debajo de su remera y ascendió por su espalda para soltarle el broche del sostén, la otra se prendió, como náufrago a un madero, a una de sus nalgas duras y la apreté haciéndola gemir nuevamente.
Su risita se tornó un tanto nerviosa cuando dejé de besarla y la alcé como a una novia para llevarla al dormitorio, allí reptó cuando la deposité sobre la cama y se soltó el jeans para que le ayudara a sacárselo, algo que hice de inmediato, ella se sacó la remera mientras deslizaba el pantalón junto a su tanga y lo sacaba de sus piernas. Antes nunca me había tomado el tiempo que me tomé viendo su vagina depilada y mojada, tampoco para meter mi cabeza en su entrepierna y atacar con lengua y labios su intimidad.
Mi boca abarcaba toda su vagina y pasaba mi lengua desde su hueco hasta su botón que parecía palpitar. Gloria se retorcía pidiendo más y absorber su clítoris derivó en un orgasmo violento que la hizo tensarse, arquearse y temblar sobre la cama, sus pies apoyados y su cabeza sostuvieron su cuerpo y mis manos aferraron sus glúteos para poder apretarlos a gusto.
“Sacate la ropa cielo, quiero tenerla”, -dijo recuperándose y dejé que ella lo hiciera-, estaba cantado que en ese momento no tenía el cuerpo que ella conocía, delgadez y músculos atrofiados no mostraban a un Adonis, pero ella prefirió pasar los dedos por las cicatrices de mis operaciones y eso pareció enardecerla.
No la dejé que simplemente me diera una mamada, la puse invertida porque todavía me quedaban ganas de disfrutar de sus jugos, a más, mis manos libres podrían disponer de los montes de sus nalgas y de su asterisco, con el cual ya había jugado, pero nunca penetrado ni siquiera con los dedos.
La mamada que Gloria me propinaba, si bien es cierto que no había mejorado mucho y no pasaba de meterse la mitad de mi ariete nunca podría haberse producido antes de ese modo, yo no aguantaba tres lamidas y ahora no sólo podía soslayarse con mi verga, sino que recibía una mamada de antología que la hacía temblar cada dos por tres.
Su clítoris se había sensibilizado y mis lamidas y chupadas a éste se traducían en gemidos altos que trataba de amortiguar sin trabajar en mi verga o teniendo sólo el glande en la boca. “Si querés gritar no te cohíbas, la habitación es a prueba de ruidos”, -le dije esperando por lo que aconteció-. Se soltó y ya sus gemidos casi gritos sonaron en todo el cuarto mientras tanto yo juntaba sus fluidos con el hueco que hacía con la lengua y lo llevaba a su asterisco para, luego de eso, “jugar” con mis pulgares allí, entusiasmado además porque no notaba un uso de éste, antes no me había dejado, pero ese día la haría bramar con el culito roto.
“Me estás matando, te siento hasta cuando me tocás y nunca aguantaste tanto, te quiero sentir adentro”, -dijo un tanto desencajada y dejando mi verga de lado-, le pedí entonces que dejara la posición y se puso boca arriba esperando un “misionero” clásico que yo ya no solía utilizar…
Se cuidó de hacer algún comentario relacionado con sus posibles amantes con los que me podía haber corneado o con los que pudiera tener ahora, de todos modos, ya habría tiempo para tocar ese tema, Gloria me gustaba mucho, pero había cosas que a mí me costaba asimilar y no sabía si alguna vez le podría perdonar ese maltrato a mi orgullo y machismo que sabía que ella había tenido.
Por lo pronto, arrodillado detrás de su culo espectacular, mejor incluso que el de la madre y de nalgas más duras y altivas, me dediqué a pasar el glande por sus huecos, pero sin hacer ni siquiera amagos de penetrarla. Claro que excitada como estaba eso no le podía pasar desapercibido y no se aguantó, “metela Maxi, por Dios, necesito tu verga adentro, lo que me hacés es delicioso, pero no deja de ser una tortura”, -pidió con la cara ladeada y apoyada en la almohada-.
A mí tampoco me faltaban ganas y tomando el tronco con la mano guie el glande al hueco empapado y, como ya no me desesperaba por meterla, entré despacio saboreando su interior estrecho. Antes la sentía, pero en ese momento, aparte de sentirla y quejarse quedamente por ello, la gozaba y movía sus caderas para que la metiera más rápido. “No podés, no podés, esto es el Cielo, agggg, no me puedo aguantar”, -decía temblando sin poder contener el orgasmo y los cortos y sucesivos que le sucedieron al primero.
Nunca hubiese podido saberlo antes ni ella estaba en condiciones de enseñarme, pero Gloria resultó ser multiorgásmica y saberlo me incentivó, mis entradas y salidas se hicieron rítmicas hasta que, además de temblar sollozó diciendo que no podía seguir, “por favor Maxi terminá, llename, yo me cuido, pero mi cuerpo no lo resiste”, -dijo aflojando todo el cuerpo, tanto que la tuve que mantener para que no se derrumbara-.
Mis pulgares habían dilatado su esfínter, no lo suficiente, pero eso no me importaba demasiado y, en medio de sus temblores cambié de lugar. Fue empujar y no se aguantó, además de gritar como si la acuchillaran, se dejó caer de bruces, “me duele, me duele, no puedo aguantarla”, -decía sollozando-, pero no me importó, volví a intentar en esa posición abriendo sus nalgas y entré, despacio y firme hasta que mi pelvis chocó con sus nalgas, me quedé quieto inmerso en su interior y le besé la nuca mientras una de mis manos le apretaba un pezón.
Me sentía en la gloria dentro del culito estrecho y bien perforado de Gloria. “Tu culo es mío, vos sos mía para cuando tenga ganas y más vale que no se te ocurra andar tonteando con alguien más”, -le dije acercándome a su oído-, esto pareció actuar tocando fibras de una sumisión latente y me contestó: “Jamás te engañaré, quiero que me cojas siempre así, todo lo mío es tuyo y no me importa que haya otras, siempre seré tuya cuando quieras”, -afirmó decidida-, entonces comencé a moverme.
Los gritos no paraban, pasaba de los quejidos fuertes a los gemidos agudos y, luego de un rato, cuando tembló como descocida sin poderse mover por el peso de mi cuerpo, le llené las tripas con una acabada que no parecía terminar de salir. Yo no quería más, quedé agotado, pensé enseguida que debería comenzar rápido con el trabajo del gimnasio, Gloria estaba en un limbo muy particular, su cuerpo estaba laxo y decía incoherencias, tanto así que no pude discernir si hablaba, se reía o lloraba.
Sí le entendí cuando me dijo que no saliera porque sentía el culo rajado y que le parecía que le arrancaría las tripas, era comprensible, mi verga aún no se había desinflado, ella estaba contracturada apretando sus músculos anales y ejercía mucha presión. La acaricié, la besé logrando que se relajara, ayudó que mi verga se convirtiera en un “maní” y salí mirando su hueco y el ariete lleno de mierda, semen y sangre. No era mucha sangre, pero, para mí no dejaba de ser una virginidad tomada y mi ego agradecido por esto.
Me fui a lavar y puse la bañadera a llenar, luego la cargué y la llevé al baño, claro que no me dejó meterla en el agua, primero desalojó lo de sus tripas mirándome con una felicidad en el semblante que nunca le había conocido y luego se puso a llorar diciendo que se sentía más culpable que nunca y que jamás podría perdonarse por haber sido tan estúpida, yo no contesté ni hice ninguna alusión al pasado, sólo me metí en la bañera y esperé a que ella lo hiciera.
El baño se acompañó con caricias y mimos, aunque no dejé que eso dejara entrever que había algún cambio en mi modo de pensar, ni por asomo dejaría que Gloria se pegara a mí como si fuera una pareja, mis prioridades eran distintas y, precisamente mujeres de buen ver, no me faltaban, además, yo me conocía bien y si me había fijado el tema de dar las materias, ni mi madre, ni mis hermanas o Gloria misma me sacarían de contexto, salvo, claro está, en algunos momentos en que se imponía una tregua contra el stress y a favor de la descarga fisiológica.
Nos secamos mutuamente y como dijo que tenía hambre nos fuimos a la cocina para prepararnos algo de comer, prepararnos es un decir, ella se ocupó de todo y me encantó verla moverse desnuda por el lugar. Me comentó que le parecía estar viviendo una película y me reía con ello diciendo: “En todo caso sería una película bien hecha sin tomarle el pelo al espectador o tratarlo de tarado”, me preguntó enseguida por qué lo decía.
La llamé por teléfono y le avisé que me quedaría en el semipiso porque me pondría a estudiar con ganas, tenía quince días para preparar tres materias y era la única forma de no perder el año. Ella me conocía bien y me dijo que le parecía fantástico, eso sí, me recordó que al día siguiente aparecería Luciana con deseos de “curarme”. “Jajaja, está bien mamá, estaré allí al mediodía, además tengo que traerme algo de ropa”. La saludé y nos sentamos a cenar unos fideos con salsa que, a Gloria, le habían salido muy ricos.
Le pregunté a mi “ex” si iba a quedarse o la tendría que llevar a la casa, estuvo a punto de dar un salto y decirme que se quedaba, pero lo pensó mejor y expresó que se iba a ir, “seguramente mi madre no me espera, pero no quiero ser abusiva, fuiste muy claro conmigo y lo acepté”. La aclaración vino bien y le pregunté por la madre cambiando el tema. “Anda bien, se puso de novia con un ex compañero de mi padre, pero no viene a casa y se ven en otro lado, a mí no me molesta y a ella le hace bien”, -acotó y a mí me vino bien saberlo, si estaba bien “atendida” no me buscaría-.
Luego de cenar no quise que lavara nada y la llevé a la casa, se despidió con un beso en la mejilla, pero parecía resplandecer, aun cuando caminaba con cierta dificultad, la rotura de culo no había sido alegórica y lo sentía al moverse, regresé pensando que tendría que comprar una crema lubricante y otra antiinflamatoria, hasta a mi madre a la que le gustaba el sexo anal quedaba sentida por mi verga e imaginé que a mi hermana Luciana no le vendría mal.
Me levanté temprano y después de bañarme y desayunar me puse a estudiar, pasé dos horas y media recopilando apuntes y tratando de ponerme al tanto, me di cuenta enseguida que estaba desentrenado, pero eso tenía fácil solución, con más horas de dedicación las neuronas se pondrían a trabajar en línea. Cuando llegué a casa de mi madre me encontré con que mi hermana estaba sola y tomando sol en una reposera, la parte de debajo de la tanga no tapaba casi nada y arriba no había prenda que pudiera tapar algo.
Fuimos a la habitación y yo me mordía para no reaccionar a las nalgas duras que tenía por delante, al entrar me empujó suavemente en la cama y me bajó los jeans, mi verga estaba morcillona y no tardó en metérsela en la boca para tratar de completar la mamada que dejó inconclusa en la Clínica, pero no podía verla, había cerrado los ojos para no ver lo que hacía y para que su cara de hembra caliente y desinhibida no me volara los pájaros.
La lamida no tuvo desperdicio, mi lengua batalló con su hueco vaginal y con el asterisco que parecía palpitar, ni hablar cuando me prendí absorbiendo y chupando su clítoris, pensé que mi hermana se descoyuntaba, “hijo de puta, me estás matando, ¿dónde aprendiste todo esto?, agggg, otra vez, no los puedo contener”, -decía explotando en orgasmos ruidosos y totalmente desencajada. “Con ninguno sentí esto pendejo, me vas a secar, no esperes más, dejámela sentir”, -exigió y le di el gusto-.
Entré despacio en ella mientras le apretaba las nalgas con mis manos y escucharla vociferar me ponía a mil, mi miembro me transmitía cada uno de sus pliegues interiores y mis oídos absorbían sus lamentaciones por el “pedazo” que se estaba “tragando”. Cogerme a mi hermana mayor y antes a mi madre y a mi hermana del medio era una de las cosas que le tenía que agradecer a la nueva oportunidad de vida, lo mejor era saber que, guardando algunas formas para no descubrirnos, las podría tener cuando quisiera, a cuál de ellas con más ganas de dar y recibir.
Otra vez el culo “familiar” y la fijación anal me ayudaban a bombear y bombear sin que Luciana parara de disfrutar, luego de su segundo orgasmo ya tenía ganas de guardarla en su estuche trasero y le dije sobrepasando el tono de sus gemidos: “Hermanita, preparate porque te voy a hacer la cola”, -acoté jugando con medio dedo en su interior-.
La sentí contraerse ante mis palabras y expresó: “Me da miedo Maxi, la tenés muy grande y allí nunca entró nada tan grande, mi marido apenas si llega a la mitad de tu tamaño y es al único que lo dejo, a veces”. No creí que estuviera muy convencida de negarse y le dije que intentaríamos con la crema y despacio hasta saber cuánto aguantaba. “Igual me va a doler, pero eso sí, montame quiero estar boca abajo y sentir tu cuerpo sobre el mío”, -dijo estirándose en la cama-.
El espectáculo fue impagable, sus nalgas quedaban paradas aun cuando estaba estirada y tomé la crema para dedicarme a penetrarla, dilatarla y estimularla con los dedos. “Esto es espectacular, me estás enloqueciendo, mi marido usa solo saliva y me provoca mucho dolor, pero ahora hasta tengo ganas de que me metas tu “garrote”, dale, dale, no esperes más”, -pidió luego de gemir como descocida al hacer girar mis dos y tres dedos en su culito estrecho-. “No esperes más” había dicho y, luego de abrir las nalgas con sus manos, mi glande buscó su hueco chiquito, semi dilatado y, a partir de ese momento, aguantador.
Mi hermana mayor se retorcía, pedía sollozando que se la sacara, que no la aguantaba, golpeaba la cama con sus puños, pero yo, con un cuarto de verga hundida en su culito, ni loco retrocedería, al contrario, empujé con ganas cuando se aflojó entregada sabiendo que no cejaría en mi empeño, fue como decir “ma’ si, dale metela toda” y fue lo que hice. Siguió tragando mocos por un momento más al no detenerme para esperar ningún tipo de acostumbramiento y después, sin decirlo con palabras, se declaró vencida.
Se le habían pasado los modos pizpiretos y su supuesta soltura, el macho que tenía encima la estaba sometiendo a su voluntad y no estaba por la labor de negarse a más nada. La cabeza le debe haber hecho como un “click” imperceptible y comenzó a moverse aumentando sus movimientos para tratar de acoplarse a mis entradas y salidas. “No podés tener tanto aguante, me rompiste el culito, me cogiste por todos lados y todavía seguís con ganas y duro como piedra, dale más, soy tuya, soy tuya”, -decía incentivando mi morbo y no dejando que mi libido disminuyera.
“Por favor Maxi, llename la concha, quiero un hijo tuyo”, -gritó un tanto desesperada-, lo tomé como algo pensado, no me sonó a un pedido propio de la calentura del momento, pero eso sólo sirvió para que le llenara las tripas de leche y quedáramos los dos, transpirados, cansados y soldados uno arriba del otro. Luciana sollozaba y no era por el dolor de la rotura de culo, había algo más en todo eso y con besos, cariños y caricias la fui sacando de su interior, aunque no dejé de abrazarla y le pregunté:
Luciana estaba más que convencida, a mí no me afectaba tanto y mientras nos bañábamos y le volvía a llenar el culo de leche le dije que aceptaba lo de embarazarla y se enloqueció de alegría, me besaba, me tocaba y decía con lágrimas que le caían por las mejillas que haríamos un hijo sublime. De todos modos, le puse en claro que no admitía condicionamientos, que yo quería mi vida con libertad y estar con quien se me antojara.
Dos años y medio después de eso, absolutamente “curado” y recuperado, la sigo pasando genial, tengo cuatro mujeres que, prácticamente, responden al chasquido de mis dedos y se brindan por entero a mis designios, no me interesan otras. Luciana tiene un hermoso bebé de un año, es robusto y está muy bien de salud, “es parecido a Luciana y a tu familia”, -dijo mi cuñado en una reunión familiar y feliz de la vida con “su hijo”, “es producto de nuestros genes fuertes”, -le contestó mi madre, a sabiendas que era un secreto que compartíamos ella, mis hermanas y yo-.
Mi carrera va sobre carriles, si no pierdo el ritmo o no me mando ninguna cagada como la de atender un celular en medio de una avenida, en un año me recibo. Gloria, a quien le di una segunda oportunidad, estudia a mí mismo ritmo y nos recibiremos casi juntos, ya hemos proyectado poner un Estudio de Arquitectura y, lógicamente, será mi madre quien ponga los dólares sobre la mesa para eso, hay que usar la parva que tenía depositados el abuelo producto de sus rapiñadas gubernamentales, eso sí, esto sólo lo conocemos mi madre y yo, ella le da todo a “su hombre”.
Los hombres de mi familia siguen en la misma, aunque ahora me miran distinto porque voy a ser un “Señor Arquitecto”. Hay una sola cosa que me anda rondando como un gusanillo que se me mete en la cabeza y me carcome, es esa idea tirada como al azar y tiene que ver con gozar de un revoltijo de culos, tetas, “69”, lamidas, penetraciones y caricias junto a mis cuatro mujeres y en una misma cama, todavía no me animo, pero…
FIN.