“Qué ganas tengo de que me folles a cuatro patas otra vez”.
“Eres una buena zorra, eh”.
“Soy tu zorra”.
"A ver si un día de estos hacemos ese trío con alguna de las amigas que has dicho".
"Cuando quieras".
Decenas y decenas de mensajes me encontré hace una semana en el teléfono de mi novio Jorge con una tal Vanesa, acompañado por fotos de ella desnudas, fotos que él también le enviaba desnudo y vídeos de ambos masturbándose. Ya llevaba tiempo sospechando de su infidelidad y, un día, le escondí el teléfono y se tuvo que ir con sus amigos sin él. En todo ese rato aproveché y afirmé mis sospechas de que me estaba engañando. Mi corazón se partió. Nuestra relación era muy buena y además éramos muy activos sexualmente, ¿acaso no le era suficiente? A pesar de ello, no lloré. Mi corazón roto rápido se tornó en deseos de venganza. No me frené solo en la tal Vanesa sino que, además, descubrí que se lo había contado a Rubén, amigo tanto suyo como mío, o eso pensaba, pues no me lo había contado a mí. Igualmente, en su grupo de compañeros de trabajo hacían bromas sobre la tal Vanesa, es decir, que se lo había contado a ellos también. Encima de infiel, falso, porque siempre que vuelve del trabajo los pone a todos a parir. En fin...
Durante esta semana he me he dedicado a pensar y planificar mi venganza. No quiero montarle una escena, yo no soy así, prefiero humillarle más de lo que él ha hecho conmigo, y he obtenido todo lo que necesito para llevar a cabo mi plan. En cinco minutos sale hacia un spa que le he regalado hace quince minutos, así no le da tiempo a decírselo a nadie. Se va de hoy viernes hasta el lunes con un amigo suyo de la facultad, invitados los dos por mí. Lo bueno es que es obligatorio la desconexión y no están permitidos los teléfonos móviles, así que lo va a dejar aquí conmigo.
-Bueno, Laura, me voy. Muchas gracias por este regalo, te veo en unos días.
-Adiós, mi amor, pasadlo muy bien.
-Seguro. Te quiero.
-Y yo.
Me costó responderle a eso, pero lo logré por mi orgullo.
Ha dejado el teléfono en el cajón de su mesilla y debajo de unos sobres. Además lo ha apagado. En su día él propuso que nos confiáramos todo y nos diéramos las contraseñas del teléfono y así lo hicimos. Pero el cabrón la ha cambiado hace no mucho, desde que hablaba con Vanesa supongo. Se pensará que no soy observadora y que no sé que la ha cambiado o que no tengo ni idea de cuál es. Ingenuo. Enciendo el teléfono, pongo la clave y busco las pruebas. Como suponía, lo ha borrado todo. Eso ha estado haciendo en el baño antes de irse. Pero es algo que suponía que haría, solo me proporciona más ganas para hacer lo que tengo pensado. Allá voy.
"Hola Vanesa, mi novia se acaba de ir a un spa con una amiga hasta el lunes, vente para mi casa en un rato y nos pasamos todo el fin de semana follando".
"Me depilo y voy, que quiero estar perfecta para tí".
"Estará la puerta abierta, así que entra cuando llegues".
Me ducho con calma, relamiéndome con lo que pienso hacer. Salgo, me seco, me miro en el espejo y solo de verme ya me pongo cachonda. Las gotas recorriendo mi fina figura, mis atributos no son muy destacados, pero son atractivos, al menos para mí. Y si lo son para mí, me es suficiente. Mis ojos verdes contrastados con mi pelo negro están prendidos en fuego. Me voy a la habitación y me enfundo el traje de guerra.
A los 15 minutos de estar lista la puerta se abre. La casa está ciertamente en penumbra, yo me encuentro justo al lado de la puerta, pero hasta que no entre por completo no me podrá ver. Cierra la puerta tras de sí. Ni se gira, por lo que no me ve. Avanza y enciende la luz. Justo en ese momento yo echo el pestillo a la puerta. El pelo rojo que tiene le llega hasta el culo, el cual tiene tapado con una gabardina, como si se tratase de una fantasía erótica de no llevar nada debajo de esa prenda. Se gira y la sonrisa de sus mullidos labios rojos que destacan sobre su cara blanquita y con pecas se torna en una seriedad absoluta.
-Así que, tú eres Vanesa.
No es capaz de responderme. Solo retrocede unos pasos lentamente.
-No te hagas la tímida, sé que te estás follando a mi novio y ya te he visto desnuda en esas fotos que le mandas.
-¿Dónde está Jorge?
-No eres muda, bien. Se ha ido al spa, el mensaje te lo he enviado yo.
-Por favor, no me hagas daño, yo no sabía que tenía novia.
-¿Ah, no?
-Algo sospechaba, pero nunca vi indicios, la única vez que vine aquí no había ni ropa ni fotos de ninguna mujer.
Será cabronazo.
-¿Y cuando fue eso?
-Hace tres semanas.
Justo cuando yo me fui de viaje por trabajo. Tonto no es, pero yo menos aún. Camino despacio hacia ella sin perder de vista sus grandes ojos grises. Se ha buscado una amante que es un cañón de mujer, eso se lo reconozco.
-Por favor, no me hagas nada, me voy y no volveré a hablar con él, o si quieres que las dos juntas le plantemos cara pues también me parece bien.
-No, no, no voy a hacerte nada malo. ¿Por quién me tomas? El mayor culpable es él por lo que las consecuencias principales son para él. Pero, solo hay dos cosas que quiero decir.
Espera pensativa con un gesto serio aún en el rostro mientras me sigo acercando a ella con suavidad.
-¿Vas a volver follártelo?
-No, no, te lo juro.
-Bien, lo segundo es que él tiene las consecuencias principales, pero tú eres una de las personas que se va a llevar las consecuencias secundarias. Al parecer decías ser su zorra -le acaricio suavemente su preciosa cara-, pues ahora vas a ser la mía.
-¿Cómo?
-Que ahora eres mi zorra, cariño. Venías a follar ¿no? Pues voy a follarte como nunca lo ha hecho él. Así que fuera esa gabardina que quiero ver lo que esconde.
Su pecho se agita a gran velocidad. Está muy nerviosa, pero su rostro ya no es serio, es una mezcla entre sorpresa y deseo. Muestra una leve sonrisa en su cara.
-¿Qué pasa? ¿No soy lo suficientemente atractiva?
Dejo caer la bata al suelo y le muestro el conjunto que me compré hace unos días. Cintas de cuero rodeando ligeramente mi cuerpo, resaltando mi culo y mis tetas, dejando la entrepierna libre y bajando por las piernas hasta acabar en los tobillos de mi pies enfundados en tacones negros. Mi rimel y pintalabios marrón oscuro me acaban de dar un toque de divinidad.
Su mirada no puede evitar recorrerme de arriba abajo, dejando la boca entrabierta para que el aire siga acelerando su respiración. Sus ojos vuelven a los míos y comienza a desabrocharse el cinturón de la gabardina, la cual deja caer también al suelo, mostrando que lo único que lleva aparte de sus también tacones negros, es un tanga rojo muy fino. Hago el máximo esfuerzo por mantener mi posición dominante, pero es tremendamente complicado no mostrar asombro ante semejante figura, parece que estuviera esculpida por los dioses. La recorro con la mirada y, cuando vuelvo a su cara, se muerde el labio inferior. Quiere jugar. Agarro el collar con correa que dejé en la mesilla de la entrada y se lo aferro al cuello.
-A partir de hoy, y hasta que me canse, eres mi perra, ¿entendido? Así que más te vale hacer todo lo que te diga.
Asiente con suavidad.
Echo a caminar y tiro del collar para que me siga y vamos a la habitación.
Me siento al borde de la cama quedándose ella de pie frente a mí.
-Al suelo -digo acompañado de un tirón del collar.
En seguida se arrodilla.
-Quítame los tacones.
Con delicadeza obedece. Es una escena digna de verse el tener a semejante mujerón cogida con una correa arrodillada ante mí. No olvido que es la que ha estado tirándose a mi novio, pero para qué enfadarme si puedo disfrutarla yo también, más y mejor. Tarda poco en quitármelos.
-Abre la boquita.
Lo hace, sacando la lengua, sin perder mi contacto visual. Elevo mi pie y lo paso por su lengua del talón a los dedos. Ella acompaña el movimiento llevando su lengua hacia arriba. Vuelvo a hacerlo. El cosquilleo placentero que me produce me pone la piel de gallina. Mi cara ya refleja placer. A ella le gusta, se le ve en su cara. Introduzco levemente mi pie en su boca, contemplando cómo la lleno con él.
-Lámeme los dedos.
Su lengua se pone acto seguido a funcionar y pasa por cada uno de mis dedos una y otra vez. Dejo escapar mis primeros gemidos. Retiro el pie y acerco el otro, dejándolo frente a su cara. Tiro con suavidad del collar acercándola a él y ella misma empieza a lamerlo con lentitud e intensidad, con ganas, disfrutándolo. Pasa por mi talón, por el arco de la planta y juega con cada uno de mis dedos. Coloco el otro pie al lado y comienza a alternar entre uno y otro. Gimo más. Ella también comienza a dejarse llevar, pues cada vez lo hace con más intensidad y menos control. Le gusta su rol de sumisa. Tras recorrer una vez más todos los dedos de mis pies, los retiro. Tiro de la correa y hago que se levanta y se acerque a mí.
-A ver esas tetas que tanto le gustan al imbécil de Jorge.
Con mi mano derecha agarro una. Es tremendamente mullida. La recorro casi entera, acariciendo su pezón y notando cómo se pone duro. Podría pasarme así todo el día. Es un placer difícil de explicar. Incoscientemente me muerde el labio. Las quiero. Tiro de nuevo de la correa y las dejo a escasos centímetros de mi boca. Suelto la correa y las amaso con las dos manos. La miro a los ojos, a su cara de placer.
-Cierra los ojos.
Pellizco sus pezones y arranca exhalaciones violentas de aire. Ya no aguanto más. Comienzo a dibujar una espiral por todo su seno izquierdo, de fuera hacia dentro, lamiendolo prácticamente todo el pecho. Me entretengo alrededor del pezón, rozándolo hasta que lo lamo entero. Meto su pezón en mi boca y hundo mi cara en su teta. Succiono, lamo y muerdo. Sus gemidos me llenan. Paso a la otra y hago exactamente el mismo movimiento,de fuera adentro. Repito varias veces. Es la tercera vez que estoy con una tía, pero ya ni me acordaba del vicio que era comerse unas buenas tetas. No sé si está más mojada ella o yo.
Me levanto. Le saco un par de centímetros a pesar de ella seguir en tacones. Eso me da más situación de dominio. Mi mano agarra su cuello. Lamo sus labios y los junto a los míos. Nos devoramos la boca. Nuestras lenguas bailan sin cesar. Nuestros pintalabios se entremezclan.
-Eres una buena zorra.
-Gracias.
-Gracias, ama.
-Gracias, ama -corrige.
-Me gustan mucho tus tetas, las mías no son tan grandes.
-Son muy bonitas, ama.
-¿Sí?
Asiente con una sonrisa malévola en la cara.
-Pues cómetelas.
Con lentitud baja la cabeza y da varios lametones suaves a mis pezones ya duros. Agarra cada uno de mis senos con una mano y los amasa mientras salta de un pezón a otro. Succiona y lame a la vez, luego los muerde y, con esa suave presión de sus dientes, lo saca de la boca para pasar al siguiente. Me dejo llevar. No sé el tiempo que pasa en ellas, pero parece incansable. Le aprieto la cabeza contra ellas. No deja ni un centímetro de mis senos sin recorrer con su lengua. Pasa de abajo arriba por mi entreteto y me arranca fuertes gemidos. A la tercera vez seguida que lo hace le agarro de nuevo del cuello y la elevo de vuelta. Mi cara es la lascivia salvaje, pura intensidad. La suya es el morbo divertido, la sonrisa malévola. Cómo me pone esa sonrisa en esa cara.
-Tienes una carita de perra insaciable que me pone a mil.
Saca la lengua y en un movimiento rápido lame suavemente mis labios. Inhalo con fuerza. Vanesa sonríe aún más.
La lanzo a la cama bocabajo, le bajo el tanga de un tirón y me llevo una sorpresa con una joya saliendo de su culo.
-Vaya, mira lo que tenemos aquí.
Acaricio la superficie y lo muevo con suavidad arrancándole algún gemido. Me coloco sobre sus piernas y azoto su culo. Tiro de la correa haciendo que eleve la cabeza y que gima por ello. La vuelvo azotar. Lamo y muerdo sus tremendas nalgas y las vuelvo a azotar. Le dejo el culo con un toque rojo mientras que lo mueve de un lado a otro como si pidiera más. Le doy la vuelta manejándola a mi absoluto antojo. Recorro con mi lengua desde su pubis hasta su pecho. Vuelvo a agarrar con fuerza sus tetas y a pellizcarle los pezones. Sigo subiendo y coloco mis rodillas al lado de su cara.
-A ver esa carita qué tal es como asiento.
Apoyo mi coño en su boca, que rápido desenvaina la lengua. Muevo mi cadera sobre su cara con suavidad, frotrándolo por toda su boca. Su lengua se mueve en círculos y de arriba abajo. Me agarro las tetas y pellizco mis pezones mientras que no puedo apartar la mirada de sus ojos grises con su pelo rojo de fondo, pareciendo toda ella irradiar fuego. Me muevo con más violencia a la par que mis gemidos aumentan de intensidad. El cuerpo entero me tiembla. Apoyo mis manos en la cama y comienzo a botar, golpeando mi clítoris contra su lengua. Una descarga recorre desde mi cadera toda mi columna vertebral, mis piernas se tambalean y me dejo la garganta gimiendo mientras me corro durante varios segundos en mi primer orgasmo. En menos de cinco segundos recupero el aliento. Me muevo hacia atrás y recorro su boca con mi lengua arrancándole mis fluidos.
-Sabes hacer gozar a una mujer, eh.
De nuevo esa sonrisa. Me bajo de la cama y la coloco de nuevo bocabajo. Ella completamente obediente y sumisa. Le quito los tacones, agarro uno de sus pies y paso la lengua de los dedos al talón. Le arranco un gemido. Hago lo mismo con el otro. Otro gemido más. Me acerco a su culo y lo elevo, haciendo que se apoye sobre sus rodillas pero con la cara aún sobre la cama. Le vuelvo a azotar.
-A ver ese coño que te habías depilado qué tal sabe.
Arquea la espalda. Le agarro las nalgas con ambas manos y sin preámbulos doy un amplio y lento lametón por todo su sexo. Gime. Empiezo a comérmelo con ansia, con absoluta devoción. Está delicioso. Mi saliva se entremezcla con sus jugos. Paso de los labios a la entrada de la vagina, de ahí al clítoris, luego dibujo figuras por el centro... Sin ningún orden me lleno la boca de ella. Mis labios no se separan de los suyos ni un momento. Sus gemidos van a más, son intensos, muy placenteros de escuchar, como echarle gasolina al fuego. Pero tiene que saber cuál es su lugar en esta relación. Deslizo mis piernas por debajo de su cuerpo, junto mis dos pies, uno encima del otro, y los llevo a su boca. La lleno con lo poco que puede entrar, ya que no quiero asfixiarla, solo someterla a lo que yo quiero. Sus sonoros gemidos ahora son totalmente ahogados, son vibraciones en mis pies que me estimulan, pero que parecen subir al máximo nivel. Su lengua juega como loca con mis dedos. Le ha excitado que la "amordace". No solo quiero robársela hoy al capullo de mi novio, sino que quiero que sea mi zorra permantentemente. Me pone demasiado. El taparle así la boca me pone más cachonda si es que era posible. Me centro por completo en el clítoris. Muevo la lengua lo más rápido que puedo. Su culo trata de moverse, pero lo tengo bien sujeto. Grita al máximo, pero solo emite ondas placenteras a mis pies. Llega al orgasmo al que responde golpeando a la cama y corriendose durante varios segundos, pero mucho más salvajemente que yo. Me llena la boca a más no poder. Tras haber acabado, empujo su culo hacia adelante, recupero la correa, la doy la vuelta y tiro con suavidad de ella hacia mí.
-Lame mi boca como una buena perra, llévate tus fluidos.
Pasa su lengua por mis labios con intensidad. Me besa y su lengua recorre toda la mía. Pasa un dedo por mi barbilla para recoger lo que queda y lo lame mientras me mira. Sí, definitivamente me la quedo. Le vuelvo a agarrar del cuello y sonríe otra vez. Quiere más, y se lo voy a dar.
-Quédate aquí quieta, ni te muevas.
Asiente. Me voy al armario que hay detrás de ella. Me giro para comprobar que efectivamente no se ha girado. Abro el armario y saco mis juguetes. También tomo mi teléfono. Me preparo y, una vez lista, gateo por detrás de ella hasta llegar a su espalda. Apoyo mi barbilla en su hombro y mis manos vuelven a jugar con sus tetas.
-¿Te gusta jugar duro?
-Sí, ama.
-Vas a ser una buena zorra, ¿verdad?.
-Sí, ama. Tu zorra.
Acerco el primero de los juguetes, unas pinzas unidas con cadena, y se las coloco en los pezones. Gime al verlo y sentir la presión. Le quedan perfectos. Una vez colocado tiro levemente de la cadena. Me gime en el oído. La empujo y coloco a cuatro patas. Acaricio la joya de su plug, lo agarro y con lentitud lo saco. Gime fuerte contra la cama. Su ano palpita ante mí. Le doy una pasada con mi lengua que le causa un espasmo. Abro el bote de lubricante, empapo mi mano de él y lo paso por el nuevo plug que le voy a poner. Lo que me sobra lo esparzo por su ano. Meto un dedo suavemente y con suma facilidad. Grita de placer. Hago un par de entradas y sacadas con mi dedo y coloco el plug en posición. Con suavidad y entre sus alaridos lo voy introduciendo hasta que está completamente dentro.
-Este nuevo plug con cola es más apropiado.
Le azoto y tiro de la correa para que se reincorpore. Vuelvo a agarrar sus tetas con fuerza, son un vicio. Le paso la lengua por el cuello. Sus gemidos son otro vicio. Tomo el teléfono, me pongo de pie y me sitúo delante de ella. Sonríe al ver el dildo que tengo sujeto del arnés y que apunto justo a su boca.
-A ver lo que esta putita es capaz de hacer con mi polla.
Tiro de la correa y del tirón se la mete en la boca. Empieza a chuparme mi dildo morado con ganas. Entrando y saliendo de su boca, lamiéndolo de abajo arriba, dejando que la saliva lo bañe. Todo ello mirándome, con la cola asomando por su culo, con la correa alrededor de su cuello, las pinzas estimulando constantemente sus pezones... Me produce un placer visual indescriptible. Verla chuparla casi me hace hasta gemir. Pongo la cámara.
-Sonríe.
Saca el dildo de la boca y lo apoya en su lengua extendida hacia fuera mientras sonríe y mira a la cámara con sus grandes ojos grises. Hago varias fotos.
-Perfecto. Sigue chupando.
Obedece sin vacilar. Adora mi polla. Si fuera de verdad seguro que estaría a punto de hacer que me corriera. No puedo evitar soltar algún gemido por el puro mrorbo que me causa. Entra y sale de su boca sin cesar, disfrutando del proceso.
-Muy bien, para -le da un último lametón y la suelta-. Por lo que puedo ver se te da muy buen chuparla, te gusta ¿verdad?
-Mucho, ama.
Camino sobre la cama, me agacho y tomo mis últimos juguetes.
-Manos a la espalda.
Las junta detrás y las atrapo con unas esposas. Vuelvo delante suya, me agacho y desde arriba le bajo por la cabeza una mordaza con una bola roja con agujeritos para que pueda respirar. bien No duda ante nada, al revés, me mira con absoluta devoción. Se ha tomado a pecho eso de que es mi zorra, y no puede encantarme más. Por último, le pongo un antifaz negro.
-Preciosa. Eres una esclava sexual perfecta.
Lamo sus labios mientras que un poco de saliva empieza a brotar de la bola-mordaza. Su pecho se hincha ante la rápida respiración. Tiro de la cadena de las pinzas de los pezones, causándole un gemido que se ahoga en la mordaza. Apoyo su cabeza con suavidad en la cama, con su culo en pompa y haciendo que mire hacia un lado. Más fotos. Es una obra de arte. Acaricio con un dedo su espalda. Vuelvo a azotarla. Recorro la planta de sus pies con la yema de mi dedo índice. Le tiemplan las piernas. Paso la lengua de sus dedos al talón en cada uno de sus pies. Vuelve a intentar gemir. Subo y lamo lentamente su coño de abajo arriba, que sigue empapado. Otro azote. Sus nalgas tienen un tono rojo de lo más excitante. Me coloco detrás, sitúo mi dildo en la entrada de su vagina, introduzco la punta y, de golpe, el resto. Estrello mi pelvis contra su culo. Grita tanto que incluso a la mordaza le cuesta sostener su gemido. Empiezo a penetrarla, despacio, agarrandome a sus caderas y disfrutando de las vistas. Tras un rato subo la intensidad, más velocidad y más fuerza. Sus gemidos provocan los míos, no puedo evitarlo, la excitación me supera.
-Te gusta, ¿verdad? Querías que te follaran a cuatro como una perra y eso hago.
Agarro la cola del plug y tiro levemente de ella. Gemidos más altos si es que es posible. Tiene que estar a punto de romperse las cuerdas vocales. Tiro del plug hasta sacarlo. Retomo el bote de lubricante y lleno uno de mis dedos de él.
-Has venido también con ese plug para que te follen el culo, así que allá vamos.
Introduzco un dedo con suma facilidad, como si lo succionara. Vuelve a gritar con fuerza. Parece que intenta hablar, pero apenas puede articular palabra. Meto y saco el dedo al ritmo que mi dildo entra y sale de su vagina. Dibujo también leves círculos dentro de su culo. Sus manos a su espalda se agarran entre ellas y arañan su cuerpo como manifestación de placer. Saco el dedo, echo lubricante de nuevo aunque esta vez en dos, y los introduzco. Entran sin problema. No sé el tiempo que paso follándola el culo y el coño, pero lo disfruto como pocas veces he disfrutado algo. Gimo casi tanto como ella. Siento un poder absoluto. Si me estimulara un poco el clítoris seguro que volvería a tener un orgasmo. Bueno, y por qué no, para eso es mi zorra. Salgo de ella, me siento delante de su cara, la cual elevo. Tiene la mordaza y la barbilla llenas de saliva. Se la bajo. Respira fuerte. Su sonrisa ha desaparecido, ahora tiene cara de pura intensidad y del placer más basto posible. Ahora sonrío yo.
-¿Te gusta mi polla?
-Me encanta, ama.
-¿A que es mejor que la del gilipollas de mi novio?
-Mucho mejor, ama, mucho mejor.
Tiene la respiración acelerada.
-Así me gusta, ahora lame, que quiero volver a correrme.
Le bajo la cara hasta mi coño y comienza a lamer como si la vida le fuera en ello. Hago una foto mientras está en ello, pero la hago con dificultades, pues la estimulación es extrema. No tardo ni un minuto en correrme. Grito hasta la extenuación. Tiene un don en esa lengua. Le vuelvo a elevar la cara y le lamo los labios. Vanesa sigue aceleradísima.
-Sabes, me encanta cómo intentas gemir pero la mordaza no te lo permite, convénceme de que no te la ponga y así puedas gritar de placer libremente.
-Haré lo que quieras.
-Si eso ya lo estás haciendo. Eres mi puta, ¿o no te acuerdas?
Se queda en silencio. Tiro de la cadena de los pezones para escucharla gemir.
-Te lo permito durante un ratito, pero tiene que gustarme como gimes, sino vuelvo a ponerte la mordaza.
-Sí, ama.
Le quito el antifaz, las esposas y me tumbo bocarriba al lado suyo.
-Vamos, cabálgame.
Con prisa, se coloca sobre mí, empalándose sobre mi polla morada. Apoya las manos a los lados de mi cabeza y empieza a botar. Es un espectáculo. Agarro sus tetas mientras que la cadena de las pinzas se mueve sin parar. Sus sonoros gemidos llenan la habitación. Sus movimientos son cada vez más violentos. Observo como también hace círculos con sus caderas sobre mi dildo. Mi mano derecha sube e introduzco dos dedos en su boca. Deja de botar y comienza a moverse adelante y atrás, rozando su clítoris con mi monte de Venus. Gime más alto. Con mi mano izquierda le quito una de las pinzas y soy yo quien la pellizca el pezón. Su cuerpo tiembla sin control. Los gemidos orgásmicos brotan y empapa mi pelvis con sus fluidos hasta quedarse quieta del todo. Le saco los dedos de la boca y poso ambas manos en sus caderas en lo que recupera el aliento. Aun así, tras unos segundos de calma empieza a moverse de nuevo.
-¿Aún quieres más?
-Sí, ama.
-Bájate.
Medio resignada se sienta sobre la cama. Voy al armario y saco los dos últimos juguetes que aún no he usado. Me hago con el primero, una especie de micrófono pero cuyo cabezal redondo vibra, vaya que si vibra. Me quito el arnés, le hago extender las piernas y coloco las mías cruzadas. Empiezo a frotar mi coño con el suyo en posición de tijera. Nuestros gemidos se compaginan. Frotamos con intensidad, deslizándose perfectamente gracias a los flujos de ambas. Le llevo mi pie a la boca, el cual empieza a lamer. Con una mano agarro yo uno de los suyos y hago lo mismo. Nuestras lenguas juegan con la sensibilidad de nuestras plantas y nuestros dedos. Lo coloco en mi hombro y tomo el juguete. Separo nuestros sexos y coloco el cabezal entre ambos coños. Lo enciendo. Subo varios niveles de intensidad de golpe. Su lengua sigue recorriendo mi pie mientras yo no pierdo detalle de la devoción con la que lo hace. Estoy llegando al punto, y ella también. Subo más la vibración. Más gritos de ambas. Le arrebato mi pie.
-Ponte la mordaza, perra. Quiero que gimas con ella puesta.
Lo hace sin rechistar y a toda velocidad, como si ella también lo deseara. No perdemos el contacto visual. Ambas restregamos nuestros coños sobre el jueguete. Subo una velocidad más. Mis piernas tiemblan. Las suyas a los pocos segundos también. Ambas nos corremos y tenemos un espectacular orgasmo a la vez. Yo gimo sin control, como si quisiera que todo el mundo me escuchara. Ella intenta hacerlo, pero la bola en su boca se lo impide. Me excita mucho verlo y oírlo. Ahoga su gemido en esa mordaza mientras que su saliva vuelve a brotar por los agujeros que tiene. El juguete acaba empapado. Ambas nos quedamos casi paralizadas. Tres orgasmos cada una. Ni en sus mejores sueños Jorge hizo que me corriera así. Sin embargo, algo estaba mal.
-No puede ser esto. Tú eres mi zorra y has tenido el mismo número de orgasmos que yo. No, esto no acaba aquí. Túmbate ahora mismo.
Se deja caer de espaldas. Le quito la mordaza y, en su lugar, coloco el arnés alrededor de su cabeza con el dildo justo a la altura de su boca. Lo ajusto para que no se mueva y me siento encima penetrándome lentamente, sintiendo cómo me llena por completo. Comienzo a botar.
-¿Te gustan las vistas?
Asiente levemente, pues tiene la base del dildo sobre su boca.
-Te gusta tener a tu ama botando sobre tu cara, ¿verdad? Eres una muy buena zorra, muy obediente y lasciva, me voy a quedar contigo mucho tiempo.
Aumento el ritmo de mis movimientos. Me acaricio los pezones mientras contemplo su mirada de absoluta dedicación a mí. Me da cosa hacerle daño, por lo que bajo, retomo la correa y tiro de ella. Me tumbo bocarriba y guío su cara hasta mi coño. Con el dildo aún en la boca, se mueve para penetrarme. Acaricio mi clítoris mientras le doy órdenes sobre el ritmo con el que tiene que moverse.
-Qué linda es tu carita mientras me follas.
Noto el calor intenso de nuevo en mi sexo, pero le cuesta mantener un buen ritmo. Le empujo la frente hacia atrás y le quito el arnés. Libero el dildo y le ordeno penetrarme con él. Me hago con mi último juguete, el succionador. Velocidad cinco de primeras, no quiero demorarlo mucho. Me penetra con velocidad mientras que las pulsaciones de aire avasallan mi clítoris. Elevo por última vez mi pie hasta su cara. No tengo que decir nada, en seguida su lengua empieza a recorrerlo por todas partes. Triple estimulación. Bueno, cuádruple, mi mano libre pellizca mis pezones. Apenas un par de minutos que se me pasan como pocos segundos, mi cuerpo convulsiona.
-Acerca tu cara, me quiero correr sobre ella.
Obedece y se coloca a pocos centímetros de ella, lo justo para seguir penetrándome y no estorbar el succionador. Grito por última vez en este encuentro, liberando toda mi energía en este último orgasmo. Mis fluidos salen disparados empapando su cara. Tras dejar de penetrarme, se asegura de que la vea y comienza a lamerse la boca y a recoger todos los flujos con sus dedos para beberlos.
-Esos flujos son un premio por tu buen hacer.
-Gracias ama, me encantan.
-¿Quieres divertirte más este fin de semana?
Asiente mientras da el último lametón a uno de sus dedos.
-Bien, mañana por la mañana ya estoy ocupada pero, por la noche, quiero que te traigas a todas esas amigas que decías que estaban dispuestas a hacer un trío con mi novio, porque van a follar todas con la novia.