Esta historia está en la tercera parte de una saga. Si no la has leído y quieres leerla los capítulos publicados están en :
Las Refugiadas 1: https://www.todorelatos.com/relato/195640/
Con un resumen en: https://www.todorelatos.com/relato/203840/
Las refugiadas 2: https://www.todorelatos.com/relato/203244/
Con un resumen en: https://www.todorelatos.com/relato/204059/
Naturalmente en el resumen te vas a perder todas las escenas de sexo.
Y en cuanto a los capítulos de esta parte:
Susana: https://www.todorelatos.com/relato/204105/
Pilar y Susana: https://www.todorelatos.com/relato/204178/
Susana y Pilar: https://www.todorelatos.com/relato/204712/
Contrataciones: https://www.todorelatos.com/relato/204860/
Carmen la lesbiana: https://www.todorelatos.com/relato/204992/
Sara la sumisa: https://www.todorelatos.com/relato/205057/
Ama y puta: https://www.todorelatos.com/relato/205363/
El inicio de los problemas: https://www.todorelatos.com/relato/205594/
La importancia de las tetas: https://www.todorelatos.com/relato/205705/
Reclutamiento: https://www.todorelatos.com/relato/205746/
La fuga de Nuria: https://www.todorelatos.com/relato/205825/
Las curas de Nuria: https://www.todorelatos.com/relato/205917/
El castigo de Nuria: https://www.todorelatos.com/relato/205972/
Pilar y Jonatan: https://www.todorelatos.com/relato/206003/ Corregido: https://www.todorelatos.com/relato/206119/
Pilar follada: https://www.todorelatos.com/relato/206040/
Pilar: https://www.todorelatos.com/relato/206148/
Fallas de fuego y sangre: https://www.todorelatos.com/relato/206192/
Despedida: https://www.todorelatos.com/relato/206268/
Partiendo hacia el infierno: https://www.todorelatos.com/relato/206476/
Ruta hacia el infierno: https://www.todorelatos.com/relato/206528/
Llegada al infierno: https://www.todorelatos.com/relato/206599/
Estableciéndose en el infierno: https://www.todorelatos.com/relato/206729/
Hacia el segundo infierno: https://www.todorelatos.com/relato/206750/
Y ahora os dejo con la historia:
—¿Qué le contestaste? —la interrumpió Elisabeta.
—La verdad es que me quedé callada. Perdí mi virginidad en el instituto, como la mayoría, con uno de los pívots del equipo… me iba más el baloncesto que el futbol, pero no fue nada memorable.
»Después tuve mis escarceos con chicas. Era más barato: no hay que comprar condones, ni ponerte un caro DIU, ni tomar pastillas para no quedarte preñada. Y la verdad es que me gustó más. Los tíos van a su placer. Con una chica, ambas nos implicábamos por igual.
—Pero…
—Pero necesitaba el dinero. No podía arriesgarme a decirle que era porque me gustaba y que luego no me diese la pasta…
—Pero si se lo decías temías que te rechazase.
—No. Si se lo decía tenía que reconocerme a mí misma que era una puta. Que lo iba a hacer por dinero.
»Así que me quede callada. Ella me miró y al final balbucí…
»—Usted me gusta… señora. Aunque debo reconocer que su propina me ayuda mucho, pero no arregla mis problemas.
»—Bien —dijo con voz seria y engolada—. Vamos al almacén y veremos hasta qué punto eres capaz de ganarte otra propina, puta.
»Estuve a punto de no ir. Me molestó que me llamase lo que yo misma estaba pensando en ese momento de mí. Pero la seguí. La adelanté en la sala y la abrí la puerta del almacén dejándola pasar delante. En cuanto entré me comió la boca. no tardamos en estar desnudas sobre la mesa después de tirar los papeles al suelo. Me preocupaba que entrase el encargado, pues no había llegado a cerrar la puerta.
»No precisó mucho tiempo. En menos de cinco minutos se corría en mi boca haciendo que me tragase todos sus flujos para no manchar nada. Pero no se conformó con eso. Cambiamos posiciones y me comió el coño hasta que me corrí yo.
»Entonces sacó cinco billetes de cien… me refiero a cien dólares. Me miró y me entregó uno.
»—Eso te ayudará, supongo —dijo—, pero quiero sabe hasta dónde llegarías.
»—No la entiendo señora.
»—Necesito ir al baño. Como comprenderás antes no he ido. No podría ser tan rápida. Puedo vestirme y vaciarme allí… o hacerlo en tu boca y estos cuatro serían tuyos.
»Dudé un rato y al final dije «Adelante» Me arrodillé y abrí la boca.
—¿De verdad?
—Sí. Al principio sentí nauseas. Estaba caliente y salado. Dejé que llenase mi boca. Entonces ella paró. «Traga —me dijo—, luego seguiré». Cortó hasta cinco veces antes de considerarse vacía. Me dio los otros cuatro billetes y su teléfono apuntado de un albarán de los que había por el almacén.
—Y fuiste su puta.
—No. La llamé para darle las gracias y quedamos una tarde que tenía libre. Pero le dije que no quería que me pagase. Que quería estar con ella porque me gustaba. Estuvimos tres meses liadas sin que lo supiera su esposo… o sin que yo supiera que su esposo lo sabía. No sé cuándo se lo contó.
El camarero retiró los platos de Pedro y el camionero.
—Pero se lo contó. ¿No te sentiste traicionada?
—No. Al principio no lo sabía. Aunque no me pagaba me hacía regalos, ropa, sobre todo, cara. O salíamos con mi coche y llenaba el depósito… cosas así. Por eso al pillarnos me asusté.
—Entiendo. Pero ¿por qué te asustaste?
—Porque no me dijo nada. Simplemente quedamos una tarde en su casa, como otras muchas…
El camarero trajo la carne y Pedro indicó por señas que pusiera el plato a Anastasia y a él. Y lo mismo los cubiertos. Anastasia cortó una pequeña parte y comió un único bocado, luego entregó el plato y los cubiertos al camionero.
—…e hicimos un sesenta y nueve hasta que ambas nos corrimos —prosiguió Minerva que se había callado mientras ambas veían cómo el camarero les servía la carne a Pedro y Anastasia—. Bueno, hicimos más, pero eso fue lo último. Cuando acabé de correrme yo, que siempre era la última cuando empecé a oír aplausos. Ahí me asusté.
»Vi a un hombre sentado en la silla del tocador. Me escondí al lado opuesto de la cama mientras Anastasia se levantaba e iba desnuda hasta él. Le daba un largo morreo y se dejaba magrear por él.
»—Hola cariño —le saludó después del morreo—. No te esperaba hasta dentro de unas horas.
»—Ya lo veo —respondió él—. Pero se canceló una reunión a última hora. ¿Me presentas a tu novia? ¿Es de la que me hablaste?
»—Sí. —Se giró hacia mí—. Ven Mine… ven que te presente a mi esposo.
Elisabeta se echó a reír.
—Me imagino la escena.
—¡Sí!, pues yo no me la imagine. ¡La viví!
—Sí supongo que sería muy humillante.
—¿Humillante? No. Estaba demasiada aterrada para sentirme húmeda. Pero lo estaba.
»Hasta que oí los aplausos yo era una chica de pueblo que estudiaba para mejorar, pero que tenía un romance con una mujer mayor, aunque no mucho, con mucho dinero. Cuando iba a su casa, sin ella, las primeras veces fuimos juntas —desbarró Minerva pensando lo que decir—, pero luego me decía simplemente que tomase un taxi y fuese. El mayordomo lo pagaba al llegar.
»La primera vez le opuse que no tenía dinero y ella me replicó con un «Eso no es problema. Dile al taxista que espere y llama a la puerta». Creía que ella saldría a pagarlo, pero no. Llamé y el mayordomo me dijo que entrase y siguiese a la chica. Yo lo avisé que el taxi estaba sin pagar y él solo dijo «Lo sé», e hizo una seña a otro sirviente que salió a pagar el taxi. Subí a la habitación y allí me esperaba ella desnuda.
»Era una gran habitación, con una inmensa cama de más de dos metros por lado, tocador, vestidor… dos vestidores hecho, uno lleno de ropas de hombre. Y un enorme jacuzzi en la misma habitación. Aunque en ese momento lo tenía vacío. Estuvimos toda la tarde. Supongo que en ese momento ya se lo había contado a él, pues le pregunté si no temía que los criaros se fuesen de la lengua con su esposo y ella dijo que no. Me regaló un collar y llamó un Uber para mi regreso, así no pagaba el taxi.
»Así que durante meses follamos en la misma cama que lo hacía con su esposo. Fue la tercera cita (en la segunda no me regaló anda), creo, cuando le pedí un hueco en su casa. Iba retrasada en los pagos del alquiler y mis compañeras de piso me iban a echar. Ella se rio. Me regaló una chaqueta suya de Prada. A la semana siguiente era la del pago del alquiler. Había vendido la chaqueta en una tienda de segunda mano y tenía para ese mes, pero no para los dos de retraso, así que estaba pensando en que excusa darles para ganar tiempo. Sin embargo, mis compañeras de piso me entregaron el dinero del alquiler a mí. Y la chaqueta de Prada. Ella, o algún empelado suyo, les había dado los dos meses de retraso y había pactado con el casero el pago del alquiler. Así que ahora ellas me pagarían a mí el importe. Cuando dije de entregarle lo que me habían dado mis amigas me lo quitó de la cabeza.
—Te había comprado.
—Supongo que sí —Minerva se encogió de hombros—. Pero no estaba con ella por eso… o es lo que me decía a mí misma. Lo que aún me digo.
Pedro había estado hablando mientras comía. Anastasia traduciendo , sin comer, pues no tenía plato. Él se había comido como la mitad. Entregó plato y cubiertos a Anastasia , que empezó a comer lo que quedaba de carne y guarnición.
—Pero ¿es cierto?
—Eso creo. O al menos así lo pensaba y lo pienso. Por eso mi situación era tan mala. No solo estaba desnuda escondida detrás de la cama de mi amante para que no me viese su marido, sino que si la perdía a ella posiblemente perdiera la casa, el alquiler, dónde vivía. Y ella igualmente desnuda llamándome para presentarme a su esposo. Estaba tan aterrada que ni siquiera oí que él le preguntó si yo era de la que le habló.
—Eso lo has contado.
—Sí, lo vi luego en vídeo. Todos nuestros encuentros estaban grabados. Entonces no lo sabía. Salí temblando de detrás de la cama.
»—Es guapa —le dijo él—. Tienes buen gusto.
»—Gracias —contestó ella. Entonces vino a mí y estiró de mi brazo hasta ponernos a escaso medio metro de él—. Esta es mi novia Mine.
—Supongo que lo de Mine es un apodo ¿no? ¿De dónde viene?
—Yo… er… te lo cuento luego porque si no perderé el hilo. El caso es que ahí estaba yo. Desnuda y sudando por todos mis poros, tanto por el ejercicio previo como por los nervios, al lado de la mujer con la que acaba de tener un enorme orgasmo, frente a su esposo, que vestía un caro traje de Armani.
»Y no solo eso, sino que la mujer de mis sueños me presenta como su novia. Me quede en blanco. En eso él se acerca a mí. Intenté retroceder, pero la mano de Eva me sujetaba por la espalda. «Ahora me pega —pensé—. Me lo tengo bien merecido, por no haberme negado a venir aquí», pero lo que hizo es darme dos castos besos en las mejillas.
»Se separó un poco de mí y me volvió a contemplar de arriba a abajo. Entonces se abrió la puerta de la habitación haciéndome dar un respingo. El mayordomo entró en la sala.
»—Avisa que seremos uno más en la cena —le dijo al mayordomo—. A que es guapa Mine, la novia de mi esposa.
»—No lo sé —comentó el mayordomo serio—. Ya sabe que mis gustos son otros.
»Entonces él rio y comentó que, aunque a él no le gustaran para sí era capaz de apreciar la belleza y que algún día le pedirá alguno de sus dildos de ébano para Eva María. Luego se giró hacia mí y dijo:
»—Supongo que Mine tendrá un nombre propio, ¿verdad?
»Fue Eva María quien le dijo mi nombre y que estaba estudiando gestión de empresa.
»Que interesante —comentó—. Precisamente estoy buscando ahora una nueva secretaria. Que mejor que la chica que ha encandilado a mi amante esposa. Pero mejor no hablemos de negocios en el dormitorio. —Me cogió del brazo y echó a andar hacia la puerta—. Venga venid. Vayamos a hablarlo al despacho.
»Viendo mis reticencias tiró un poco más, pero no demasiado porque entonces Eva María me cogió de la cintura y me empujó. Y de esa guisa atravesamos su mansión de punta a punta, bajando el recibidor y subiendo a la otra ala que al parecer es dónde tenía el despacho. Solo estaban algunas de las criadas, pero yo estaba roja de vergüenza de pensar que me habían visto desnuda, como si no supieran a qué venia todas las tardes que venía, como muy bien me hizo ver Amo David.
—Así que hiciste tu entrevista de trabajo desnuda —comentó Elisabeta riendo—. Puedes afirmar que no le ocultaste nada.
—No. Además, aunque hubiera querido ocultarlo no habría podido. Me había investigado a fondo.
—¡¿No me digas?!
—Sí. Él se sentó en su sillón dejándonos a Eva María y a mí las sillas de visita de otro lado de la mesa. Me senté y crucé las piernas. Fue Eva María quien puso sus manos sobre mí y las descruzó obligándome a abrirlas obscenamente.
»Ella luego se sentó igual haciéndome señas para que no las cerrase. Mi cara debía ser un tomate. Entonces abrió una carpeta y empezó a repasar mis notas y mis faltas de asistencia por los turnos de camarera… y alguna por haber pasado la tarde con Eva María. También repasó mi expediente en el instituto y mis novios conocidos. También insistió en que no se me conocía ninguno en mi época de universitaria.
»—Eso me deja una duda señorita José —dijo el Amo David Pascual —. ¿Es usted lesbiana después de haber desechado sus primeras experiencias?, ¿o queda la posibilidad de que aún sea bisexual?
»No solo no supe que decirle, sino que la boca se me abrió de forma que podría haber entrado tu coche… ¡Que digo tu coche! ¡Un camión!
—Pero algo le dirías ¿no? —preguntó Elisabeta riéndose.
»No. Así que él siguió hablando.
»—Compréndalo, no solo mi esposa necesita cambiar de coño o de polla de cuando en cuando, yo también necesito cambiar de coño y el tuyo debe ser una maravilla si has conseguido enviciar a la veleta de mi mujer.
»Solo supe decirle que ninguno de los chavales con los que estuve me había satisfecho.
»—Ese es su problema, que solo ha estado con chavales y no con un hombre dominante de verdad. Déjeme demostrárselo.
—Y deduzco que te lo demostró.
»Sí. Me paseó desnuda por el resto de la casa hasta su habitación. Sí cada uno tiene una habitación distinta, así que me pregunté para qué tantos trajes de hombre en el vestidor de Eva Maria, pero luego vi que aquí solo había un vestidor y solo ropa de hombre. Supuse que el marido usaba la otra habitación cuando estaban juntos.
»Aunque decir que me paseó quizá sea un poco exagerado: el se limitó a darse media vuelta y dejar que yo lo siguiese, sin comprobarlo. Supongo que con la tranquilidad de saber que Eva maría iba detrás de mí.
»Sin embargo, no hicimos en su habitación. Abrió una puerta que dio paso a una estancia oculta. Sin ventanas. Salvo por la cama con sabanas de satén negro el resto parecía una mazmorra medieval. Al principio me asusté de todo lo que vi. Pero no usó nada conmigo. Me tumbó en la cama y me arrasó con su lengua por todo mi cuerpo. Entre lengua y manos antes de penetrarme hizo que me corriese tres veces. Cuando me folló pedí más.
—Y ahora me lo has contado todo para camelarme —replicó Elisabeta.
—Sí —aceptó Minerva con cara de fastidio. No por haber sido pillada, sino porque no le había llegado a contar el final de su fantasía—. Como te dije estamos aquí por trabajo. Amo David quiere tus servicios más allá de San Petersburgo.
Anastasia se levantó y se sentó en las rodillas del camionero que ya había terminado de comer. Empezaron a moverse mientras Pedro las miraba a ellas mirando a Anastasia.
—¿Con el objetivo de acostarse conmigo? —preguntó Elisabeta mirando al frente y apartando la mirada de la mesa con los otros tres.
—No. Al menos no me ha pedido eso.
—¿Qué te ha pedido?
—Que te arrastre al baño para pasar un buen rato, antes de que ellos acaben la comida.
—Creo que ya han acabado. —Miraron hacia la mesa donde Anastasia se levantaba y tomaba el camino hacia la puerta seguida del camionero—. Al menos tu novia.
—No. Le quedan veinte o treinta minutos de postres… Si él lo aguanta.
—Cuéntame lo de Mine y te acompaño al coche… No sé si los baños estarán lo suficientemente limpios
—Emmm sí… veras, es complicado… explicarlo en ruso. En español, nuestro idioma, una mina, entre otras cosas, se usa para referirse a una mujer joven y guapa. También para una explotación de recursos naturales, al menos cuando son sólidos como el carbón o el oro. Por otra parte, no hay «un mino»... pero también… hay muchas palabras que no tenían género al que los políticos se lo han dado. Palabras terminadas en «o» y también muchas en «e» al que le cambian la letra por «a» para hacerlas artificialmente femeninas.
—Es un poco lio.
—Sí. Los es, pero si no te lo cuento así no lo entenderás. Eso pasó hace unos años… bueno, aún pasa porque seguimos teniendo una pandilla de analfabetos en puestos del gobierno. El caso es que esa chorrada tuvo una segunda parte, importando el uso de pronombres neutros y plurales (que no distinguen por sexo en inglés) al español. Como aquí los pronombres sí distinguen tanto en singular como en plural, y acaban en «a» para mujer y en muchos casos sin letra o en «o» para el varón…
—¿Cómo sin letra?
—Sí. Una versión con menos letras donde la correspondiente a la «a» simplemente no existe.
—¡Ah!, como nuestros apellidos.
—Sí, algo así. El caso es que toda esta patulea empezó a usar la letra «e» para referirse a personas de genero indefinido, que no quieren decantarse por ser hombres ni mujeres… bueno, al principio para abarcar a ambos sexos, pero luego para los intermedios, lo que llaman género fluido.
»El caso es que un día estábamos bromeando en la cafetería, después de irse sus amigas, porque al verlas entrar ya les preparé el pedido sin que llegaran a hacerlo.
»—Adivinas nuestros pensamientos —bromeó Eva María—. Cualquier día adivinas la lotería.
»—La lotería me tocó contigo —repliqué.
»—No. A mí contigo. Eres una fuente inagotable de placer.
»—¿Una fuente? Demasiado fluido prefiero ser una mina —repliqué refiriéndome a las explotaciones de recursos.
»—¿Una mina? —bromeó ella tomando el doble sentido—. No. Yo soy la que tiene más tetas. En todo caso serás una Mine.
»Y con Mine me quedé.
Elisabeta rio, no mucho porque no lo acababa de entender, pero sí, ciertamente Anastasia / Eva María tenía la tetas más gordas y jugosas. Y deseables.
—Anda vamos a probar si ha dicho que nuestra cuenta la paga él. Vamos al coche.