Las aventuras de Benito y su perro “Husme”
1 Sara
Benito es un hombre de cuarenta y tres años, y sin que se pueda decir que es un hombre feo, tampoco tiene virtudes como para pensar que es un personaje ganador, pues nunca había triunfado en ninguna faceta de la vida, ya que desde joven jamás destaco ni en deportes, ni en los estudios, ni en la conquista de muchachas de su edad. Con el paso de los años ni mejoro, ni empeoro, pero siguió con su vida gris, incluso después de conocer a Virtudes con la que se casó al cumplir veintiocho años.
Hay que decir también que en la faceta sexual era también mediocre, nada del otro mundo y el mismo era consciente de ello, y quizás por eso su matrimonio fue de más a menos, hasta que cuatro años atrás Virtudes lo dejo por otro mucho más simpático y alegre, y posiblemente también porque la follaría bastante mejor que él. En cuanto a su ocupación laboral, Benito que era vigilante jurado de una gran empresa, al separarse acepto el puesto de portero en una lujosa urbanización, en la que tenía que ocuparse de vigilar la entrada, y para ello tenía una pequeña casita con un dormitorio, un baño y una pequeña cocina, con lo que se ahorraba el alquiler de la vivienda que dejo tras su divorcio. Junto a esa pequeña vivienda estaba la caseta desde la que vigilaba durante el día que nadie entrase sin la pertinente autorización de alguno de los dueños de los lujosísimos chalets de la urbanización, que estaba totalmente vallada y solo era accesible por la puerta donde estaba la caseta de Benito. Por las tardes y las noches se cerraba con una gran verja que solo los vecinos podían abrir con un mando a distancia.
Otro de los cometidos que tenía Benito era patrullar un par de veces por la urbanización, controlando que la empresa que se cuidaba de la limpieza de la misma y cuidado de los jardines cumpliesen con su cometido. Lógicamente durante los cuatro años que llevaba en ese puesto, en los que no había tenido fiestas ni vacaciones, le habían servido para conocer a la gran mayoría de los vecinos, que eran empresarios importantes, altos cargos de multinacionales, algún famoso y un par de políticos, pero existían doce chalets propiedad de una inmobiliaria que se dedicaba a alquilarlo a personas importantes, artistas que rodaban películas durante unos meses, altos ejecutivos nacionales y extranjeros que supervisaban durante un tiempo alguna empresa de la zona, e incluso deportistas que fichaban por algún equipo de la ciudad por una o varias temporadas, y que eran los que de alguna forma alteraban en algún momento la paz y tranquilidad de la urbanización, ya que entre los periodistas que solían rondar la entrada y las fiestas que montaban estos inquilinos, más de una vez tuvo que intervenir la policía.
Por ese motivo, hacia ahora un año, el resto de los propietarios, treinta y seis, ya que eran un total de cuarenta y ocho los chalets de esa urbanización cerrada y vallada, presionaron a la inmobiliaria para que vendiese esos doce inmuebles y dejase de alquilarlos. Ahí también entro otra de las funciones de Benito, que acompañaba a la vendedora de la inmobiliaria que vendía las casas, puesto que él custodiaba las llaves de todas ellas.
Su vida era relativamente tranquila, monótona, algo triste, pero no aburrida, ya que estaba en constante relación con los propietarios, y dado su carácter bonachón y servicial, acabo siendo querido e incluso respetado por todos, además fuera de sus obligaciones, se preocupaba de comprobar una vez al día, rodeando por el exterior la gran finca, que no hubiera signos de que nadie intentase entrar en la urbanización a través de las vallas. En una de esas rondas se encontró un perrito, un cachorro de escasamente dos meses, de raza incierta, y se lo llevo a su casa. En casi todas las haciendas tenían perro, unos más grandes, otros más pequeños, y conocía a una veterinaria que era la que normalmente atendía a las mascotas de los propietarios y por lo tanto él tenía que dejarla pasar. Hablo con ella, comprobaron que no tenía dueño, pues no llevaba ni collar ni chip, y tras formalizar su documentación, vacunarlo y ponerle el pertinente chip, lo inscribió con el nombre de “husmeador”, porque desde el primer día se dio cuenta que olía todo, arboles, plantas, otros animales e incluso a las personas, y era sumamente dócil y cariñoso.
El adoptar a “husme”, como lo llamaba para abreviar el largo nombre con el que lo había inscrito, le trajo a Benito la suerte, y posiblemente la felicidad que hasta ese momento la vida le había negado, pues le toco a los pocos días un primer premio de euro millones, un total neto de ciento treinta y siete millones de euros, que se abonaron en su humilde cuenta una vez deducidos los correspondientes impuestos. Al día siguiente, aun sin ser consciente de que iba a hacer en el futuro, seguía en su casita y en su puesto de trabajo, si bien había avisado a su jefe de que iba a dejar su empleo, pero sin explicarle el motivo, ya que solo se había enterado de su suerte el director de la entidad bancaria en la que ingreso el boleto. Ese mismo día vino Merche, la vendedora de la inmobiliaria, con una mujer bellísima, bien vestida y con pinta de tener un alto poder adquisitivo, era joven de unos treinta años y además con unos modales muy educados. Acompaño a ambas a una de las dos viviendas que quedaban por vender de las doce que se habían estado alquilando hasta hacia solo unos meses, y “husme” que lo acompañaba a todos sitios empezó a jugar con las dos mujeres, y a la posible compradoa le hizo muchísima gracia el perrito, y le conto a Benito que ella tenía dos perritas, y que posiblemente “husme” la oliese por ese motivo.
Mientras Merche y la posible compradora visitaban las dos casas que quedaban por vender, que además eran las más caras y las más grandes de toda la urbanización, Benito se sentó pensativo en un banco de los jardines y empezó a darle vueltas a su cabeza y si dijo a sí mismo: “Benito, ahora eres lo suficientemente rico como para poder comprarte la casa que esta preciosa joven no elija, y te sobrara dinero suficiente para vivir el resto de tu vida sin dar golpe, y esta urbanización es realmente tu casa, aquí se puede decir que has vivido los mejores y más placidos días de tu vida”
Decidido a hablar con Merche, y tomar la decisión antes de que se vendiese la última casa, espero a que saliesen y acercándose un tanto cohibido, pregunto:
- ¿Han llegado a un acuerdo? ¿Va a ser vecina de esta urbanización?
- Pues sí, me voy a quedar, bueno más bien mi padre, esta que hemos visto la última. – dijo señalando la más pequeña de las dos – Para mi padre y para mi hermana y para mí es más que suficiente, quizás incluso demasiado grande.
- Entonces ya solo queda por vender la grande. – dijo Benito dirigiéndose a Merche – He decidido que si no es excesivamente cara la voy a comprar yo. ¿Cuánto vale?
- Vaya hoy esta Benito en plan gracioso. – dijo Merche un tanto incomoda por la situación, ya que era absurdo que el vigilante jurado preguntase el precio de semejante mansión delante de su clienta – Creo que es un poco cara para trabajadores como tu o yo, ahora mismo está a la venta por veinte millones, pero al ser la última igual se podría quedar en diecinueve y medio.
- Anda, pues yo creía que sería más cara, me la voy a quedar. – dijo Benito muy serio y dirigiéndose a su perro le dijo – “husme” a que te gusta tu nueva casa.
- Bueno, Benito, nos vamos, ya mañana vendrá Sandra a hacerse cargo de la casa. – dijo Merche dando por zanjada la broma que ella creía que le estaba gastando Benito y le entrego el manojo de llaves – De momento quédate con las llaves y ya hablaremos.
- Me parece que no me has entendido Merche. – dijo Benito de nuevo con una seriedad que demostraba que no estaba de broma – Quiero comprar la última casa hoy mismo, antes de que salga un comprador y firmar el documento de compra venta provisional, hasta que escrituremos ante Notario, para venirme a vivir a ser posible hoy mismo.
- No quiero que nadie se entere, pero puedo comprar la casa sin problemas - dijo bajando la voz como si fuese un secreto y ante la perplejidad de las dos mujeres – me han tocado unos cuantos millones en la lotería, y me puedo permitir el lujo de ser ahora un propietario más. De hecho, ya le he dicho al encargado de mi empresa que venga para entregarle mi renuncia, aunque estaré una semana más enseñando al nuevo vigilante que se incorporara mañana.
- Vale, perdona si te he podido molestar, - dijo Merche algo sofocada – pero si no te importa llevo a Sandra a las oficinas para firmar toda la documentación y luego vengo con la de la otra casa para formalizar el contrato contigo.
- Aquí estaré. – dijo Benito – como siempre.
Dos horas más tarde llego Merche y tras aparcar su coche al lado de la caseta de entrada le dijo a Benito que mejor firmarían todo el papeleo en la casa que iba a adquirir, y una vez en ella, se la enseño entera, le explico que estaba totalmente amueblada, le acompaño a las cocheras donde cabían tres o cuatro vehículos, y por fin a un gimnasio con todos los aparatos necesarios para mantenerse en forma. Cuando volvieron a la cocina, saco de su bolso la documentación que tenían que firmar, un portátil y unas cuantas tarjetas. Le explico donde debía de firmar, las obligaciones que como propietario de la comunidad tenia, y le entrego las tarjetas, la del Notario, la de la empresa de limpieza y mantenimiento de los jardines, y la de su propia empresa inmobiliaria. Tras estar Benito conforme con todo, incluida la paga y señal hasta la firma del contrato de compra-venta ante el Notario, le acerco el portátil para que hiciese la transferencia de cincuenta mil euros que era la cantidad mínima, y que figuraba en el contrato que acababa de firmar, cosa que hizo y tras darle la mano con firmeza, Merche le dijo:
- Esta venta es con diferencia la que más ilusión me ha hecho, ya que no solo he cumplido con mi trabajo, también he sentido la alegría y la satisfacción de vender una mansión de lujo a una persona de mí misma condición, un trabajador serio y cumplidor.
- Pues para mí ha sido un placer que hayas sido precisamente tú, la vendedora, - dijo Benito sonriendo feliz – La pena es que ya no volverás por aquí si ya has vendido todas las casas, y tanto yo como “husme” te echaremos de menos, porque hay que ver que no se ha separado de ti ni un segundo.
- El día de la firma en la notaría nos veremos, - dijo Merche halagada por las palabras de Benito – ese día te invitare a comer si aceptas, pues esta venta también me ha generado una muy buena comisión. Y buscare un sitio que acepten mascotas, porque es verdad, tu perrito no se ha separado de mí, da la impresión de que le gusta mi olor.
Tras despedirse Benito que no cabía en si de felicidad, volvió a la caseta ya que pensaba pasar el ultimo día en aquella pequeña vivienda que había sido su hogar los últimos cuatro años, y a partir del día siguiente tomar posesión de su nuevo casoplón. Repasando mentalmente el disfrute que le había supuesto firmar con Merche la compra venta, cayó en la cuenta de que “husme” había tenido un comportamiento algo extraño en él, pues no se separó de la mujer, elevaba su hocico oliendo, luego lo miraba a él con su ojos vivarachos, como invitándole o animándole a que hiciese algo. Se dijo a si mismo si el perrito le habría estado animando a firmar el documento, y tras sacudir la cabeza, pensó que eso era imposible, que quizás seguía a Merche por percibir de ella la alegría de su venta y consiguiente comisión.
Comió tranquilamente un filete con patatas que compartió con “husme” y después se sentó en un banco que había al lado de la caseta, ya que ese día no le apetecía dar su habitual ronda por la urbanización, y quería recrearse saludando a los propietarios que entraban o salían sabiendo que a partir del día siguiente el seria uno más de ellos, y que incluso asistiría a las reuniones de la comunidad con voz y voto.
Habrían pasado un par de horas, en las cuales saludo a varios propietarios, a algunos empleados de las casas que se iban tras terminar su jornada laboral, y dejado entrar a un repartidor de pizzas, cuando llego Sara, la veterinaria, que era una mujer menuda, dicharachera y simpática, muy paciente y de trato tierno con los animales, virtudes que la hacían agradable a pesar de no ser muy agraciada físicamente, ya que sin ser ni mucho menos fea, tampoco era ninguna belleza, más o menos como él, incluso su edad debía ser aproximadamente la misma, entre cuarenta y cuarenta y cinco años. Desde que había adoptado a “husme” habían llegado a trabar una cierta amistad, y sabía que ella, al igual que él, estaba divorciada, pero ella hacia más de quince años. Sabia también que tenía una hija de veinte años que estudiaba veterinaria, para ayudarla a ella y a su padre en la clínica propiedad de este último. A su vez él también le había contado su divorcio y en algún momento llego a intuir que Sara se le insinuaba, pero su propia forma de ser, su timidez y su miedo a meter la pata, le coartaron hasta el punto de no darse por aludido. Cuando le levanto la barrera y entro con su pequeño utilitario, Sara le dijo que iba a ver al gato de la propietaria de una de las viviendas, una antigua artista ya retirada, pero que en su día fue famosa y cosecho éxitos y premios que le permitían vivir su retiro con evidente desahogo.
Media hora después, ya de vuelta Sara paro el coche al lado del banco en que estaba Benito, y se bajó para jugar con “husme” que empezó a dar saltos de alegría y a mover su cola alegremente a la vez que daba pequeños y graciosos ladridos. Entonces Benito acordándose de la actitud del animal con Merche, se lo comento a Sara, al igual que lo que el suponía que le pasaba al perro, y termino preguntándole:
- ¿Es posible que “husme” haya podido percibir que Merche estaba contenta?
- Pues me parece que sí, pero la contentura que huele no es la que tú crees. – dijo Sara que empezó a reírse alborozada – Lo que yo creo es que la tal Merche estaba cachonda de cojones, vamos que lo que huele tu perro es la calentura de las mujeres, porque ahora mismo fíjate como esta conmigo, y como te mira a ti, como diciéndote ¿A que esperas capullo, fóllatela que lo está deseando?
Benito miro asombrado a su perro, que efectivamente estaba con su hocico levantado y olisqueando, y de vez en cuando volvía su mirada hacia él, como pidiéndole que actuase, que hiciese lo que claramente le acababa de decir Sara. Luego dirigió su tímida mirada a Sara, que a su vez lo miraba sonriendo maliciosa, y tras tragar algo inexistente, pudo por fin decir:
- Entonces, lo que huele mi perro ¿es si una mujer esta dispuesta a tener una aventura conmigo?
- Ay, Benito, pero que cándido que eres, - le dijo Sara – lo que huele tu perro son los fluidos vaginales de las mujeres, y percibe si están receptivas para el sexo, pero eso no quiere decir que lo quieran hacer contigo. Supongo que la tal Merche cuando haya llegado a su casa le habrá metido un repaso a su marido de cuidado.
- No creo, me parece que es madre soltera. - dijo ya tremendamente nervioso Benito – Pero he creído entender que tú también estas receptiva, y también me ha parecido que, a través de lo que tu interpretabas que me decía “husme”, me invitabas a que te hiciese una propuesta indecorosa. Y si es así, me encantaría invitarte a estrenar mi nueva cama.
- Coño, y va ha coincidir que hasta te has comprado una cama nueva. – volvió a reír Sara – Hijo te cuesta un mundo interpretar las señales que te llevo mandando hace días, pues desde que adoptaste a “husme” me entraron ganas de intimar mucho más contigo, porque eres muy tierno y cariñoso.
De pronto Benito se levanto del banco y tras entrar en la caseta y cerrar la verja, salió con un manojo de llaves, y cogiendo a Sara de la mano empezó a caminar hacia su nueva casa, a la vez que decía a “husme” que lo siguiera, cosa que hizo el can dando saltos de alegría. Sara por su parte, totalmente desconcertada se dejo llevar, hasta que al llegar a la casa mas grande de la urbanización Benito cogió el manojo de llaves y tras abrir la cancela del jardín, invito a Sara a que pasase haciéndola una graciosa reverencia, y de nuevo cogiéndola de la mano la llevo hasta la entrada principal de la vivienda, abrió la puerta y entraron, cerrando la puerta a sus espaldas. Entonces Sara, entre sorprendida y divertida le pregunto:
- ¿Aquí tienes tu nueva cama? Como te pillen te despiden.
- No Sara, aquí tengo mi nueva casa. – dijo Benito dejando a la mujer absolutamente perpleja – La acabo de comprar esta mañana.
- ¡No me jodas! – dijo la veterinaria cada vez más confundida - ¿Pero de donde has sacado tanta pasta?
- Pues si no te importa si voy a joderte. – dijo riendo Benito ante la exclamación de Sara y al que se le notaba exultante de alegría – Ya verás que pedazo de cama hay en el dormitorio principal, tiene mas de dos metros de ancha.
Volvió a coger a Sara de la mano y se dirigieron a la planta superior y la llevo directamente a un dormitorio enorme, con una cama acorde a las desproporcionadas medidas de la habitación, que además tenía un baño tan grande que albergaba hasta un yacusi. La mujer sin llegar a creerse todo lo que estaba ocurriendo, pero haciendo gala de su enorme simpatía dijo:
- Vaya pedazo de cama, si en ella se debe de follar hasta sin tener ganas, aunque solo sea para usar después el yacusi.
Sin esperar a que anfitrión hiciese o dijese nada, ella empezó a desnudarse hasta quedar totalmente en pelotas, sorprendiendo al bueno de Benito al comprobar que a pesar de su frágil y escuálido aspecto tenia unas carnes prietas, un culo muy bien puesto, y unas tetas firmes con los pezones duros invitando a ser comidos. Benito no lo dudo, se desnudó tan aprisa como pudo, y subiéndose a la cama se tumbó boca arriba con su pito tieso y duro y palmeo a su lado invitando a Sara a que se tumbase junto a él. No lo dudo ella y de un salto y con gran agilidad se subió y sin pensárselo dos veces cogió la verga de su recién estrenado amante y empezó a besársela con mimo, a la vez que decía:
- Yo creía que no te gustaba, y por eso no hacías caso a mis insinuaciones, pero viendo lo dura que se te a puesto, supongo que habrá algún otro motivo.
- Soy muy tímido, y puede que también sea cobarde. – le explico Benito – Tenia miedo a que mal interpretase tus señales, miedo a que me denunciases, miedo a que te rieras de mí, pero como comprenderás ganas de follar no me faltaban.
- ¿Y porque me iba a reír de ti? – le pregunto zalamera acariciándole la verga con suavidad – Eres aun un hombre joven, no estas gordo, eres cariñoso, amable y bueno, y en cuanto a polla, no es que seas un actor porno con una tranca descomunal, pero para consolar a mas de una ya te sirve.
- Pues mi ex mujer decía que era aburrido. – dijo Benito cada vez más excitado – decía que era soso.
- Vaya escusa mas tonta, - dijo rompiendo a reír de nuevo Sara – si le parecía sosa que le habría echado sal a tu polla antes de comérsela.
Y sin más preámbulo eso es lo que hizo ella, empezó a darle una mamada que ni en sus sueños más locos, se había imaginado nunca, y entre gemidos que parecían sollozos, la dijo:
- Es que nunca …. me la chupo, ni ella …. ni ninguna otra. Madre mía, estoy en la gloria, por favor sigue ….
Eso hizo Sara, y mientras se la metía entera en su boca lo miraba a los ojos, ya que Benito estaba medio incorporado sobre sus codos mirando embobado como le estaba haciendo el hombre mas feliz del planeta Tierra. Cuando iba a terminar, así se lo hizo saber, pero ella en lugar de parar siguió, incluso con mas intensidad hasta conseguir que Benito la llenase su boca de esperma, que se tragó sin ningún problema. Entonces fue ella la que se tumbo boca arriba y abriendo desmesuradamente sus piernas le dijo que ahora le tocaba a él hacerla perder los papeles, y que esperaba que le comiese el coño hasta hacerla correrse como una loca.
Se esmero cuanto pudo Benito, y disfruto como un niño con juguete nuevo, ya que así era lo que el sentía, pues jamás se había comido un coño, cosa que le confeso cuando ella gritando de placer tuvo un orgasmo apoteósico, coreado por los aullidos de “husme” que permanecía sentado y mirando curioso desde la puerta del dormitorio, dando a entender que estaba vitoreando a su dueño por el logro.
Recuperados de sus respectivos clímax, follaron como desesperados, ya que al parecer ambos tenían unas necesidades acumuladas de mucho tiempo, sobre todo Benito, que desde su divorcio no había ni rozado a una mujer. Empezaron en la posición de misionero, pero acabaron con Sara cabalgándolo como una posesa hasta que agotados decidieron que ya estaban satisfechos.
Se vistieron y se limpiaron, sin llegar a usar el yacusi, y volvieron a la entrada donde ella tenia aparcado el coche. Por el camino Benito la conto lo de su premio en la lotería, y le pregunto que cuando volverían a repetir, aunque solo fuese para estrenar e yacusi, y ella muy seria le contesto:
- Mira, no te lo tomes a mal, pero yo no me comprometo con nadie. Te diré que me ha gustado un montón, y que hacia tiempo que no disfrutaba como hoy, pero no creo que nosotros debamos tener una relación, si acaso algún que otro encuentro, pero si encarta, sin que sea algo premeditado.
- Además, - le dijo ya desde el coche antes de arrancarlo – tu vas a empezar una nueva vida, y es posible que encuentres a mas de una dispuesta a darte lo que te he dado yo hoy, incluso mucho más jóvenes y mucho mas guapas, sobre todo con la ayuda de “husme”, que te puede indicar cual o cuales están en condiciones de ceder si aprendes a ser más decidido.
- Pues que sepas que yo siempre estaré a tu disposición, me has hecho sentir de nuevo joven y con futuro. – dijo Benito – Por cierto, no seria conveniente castrar a “husme”, porque me puede comprometer en algún momento.
- De momento es aun un cachorro, y hasta que no tenga ocho o nueve meses no es conveniente hacerlo. – le explico Sara – Pero visto cómo actúa tu “celestino”, ya siendo un cachorro, es posible que su comportamiento no cambie ni aun castrado, porque lo que el utiliza es el olfato. Sigue mi consejo y aprovéchalo, tu perro te hará feliz.
Se fue Sara y Benito se quedo meditando lo que acababa de decirle, y pensó que no era mala idea ver como se desenvolvía “husme” en el futuro, e intentaría pasear con el cerca de aquellas mujeres con las que le gustaría intimar, y ver su actitud. Decidido dar la última ronda de forma individual por la urbanización como guardia de seguridad de la misma, ya que la siguiente la haría acompañado ya que debería enseñar a su sustituto, por lo menos un par de veces, ya que así lo había pactado con su, hasta ese día, jefe.
En esa ronda tuvo la oportunidad de comprobar el comportamiento de “husme” con las mujeres, ya que se cruzaron con las hijas de un alto ejecutivo que vivía en una de las casas junto a su esposa y sus dos hijas que todos los días salían por la tarde a hacer footing por la urbanización, se llamaban Mariana la mayor de dieciocho años y Manuela un año menor. Cuando se cruzaban con “husme” jugaban con el y este se ponía boca arriba ofreciendo su barriguita para que lo acariciasen, cosa que hizo en el momento que se cruzaron con ellas, pero en ningún momento su actitud fue igual a la que había mantenido con Merche y Sara, ya que ni siquiera lo miro a él, y hasta tuvo que llamarlo porque seguía correteando junto a las dos jóvenes cuando estas siguieron corriendo.
Esta situación le dio a Benito una idea, para comprobar si la teoría de Sara era real o no, y se propuso salir todos los días a pasear a “husme” en las horas que sabia estarían haciendo ejercicio las hermanas, para comprobar si en algún momento la actitud del perro le alertaba de que alguna de ellas estaba cachonda o predispuesta según la veterinaria. Una vez en su casita, encendió su ordenador y se puso a buscar para tener alguna idea sobre el tema, de cómo y cuándo las hembras humanas están en celo, y su decepción fue saber que, en algunas especies de monos, como los chimpancés y alguno más, y sobre todo en el homo sapiens, no existe tal periodo de celo en las hembras humanas.
Estuvo navegando e intentado averiguar como y cuando una mujer esta cachonda, y cuales son sus síntomas, y llego a la conclusión de que es algo aleatorio, igual que en los hombres es su mente quien da la orden y por diversos motivos, bien sea por lo que ve, lo que oye, o lo que huele, su cuerpo reacciona y segrega feromonas, produce más flujo vaginal e incluso se acalora, sudando o bien poniéndose colorada por el fluir más rápido de su sangre. Llegado a este punto era normal que “husme”, que tenía un olfato extraordinario, pudiese percibir esas situaciones, reaccionando a esos olores al parecer muy sutiles. Cuando se acostó estaba decidido a hacer lo que había previsto, intentaría coincidir con las dos jovencitas deportistas, y comprobar si en algún momento su perro cambiaba su actitud, cosa más probable en las jóvenes que se suponía que andarían más revolucionadas con sus hormonas que las mujeres más veteranas.