El recuerdo del Club Elysium aún se aferraba a mis pensamientos, como una melodía que no podía dejar de tararear en mi mente. Los susurros de pasión, los secretos compartidos en la penumbra, los roces de cuerpos en búsqueda de placer; todo eso se había desvanecido junto con la actividad del club. Pero su esencia permanecía viva en mi memoria, y yo anhelaba la sensación de liberación que había experimentado en aquel lugar secreto.
Las noches en el Club Elysium habían sido como un viaje al centro de mis deseos más ocultos. Un rincón donde la sensualidad se entrelazaba con la curiosidad, donde podía explorar las fantasías que había mantenido en silencio durante tanto tiempo. Cada encuentro en aquel lugar misterioso había sido un paso hacia mi propia liberación sexual, una danza erótica en la que mi timidez se desvanecía ante la promesa de un placer inexplorado.
Sin embargo, como todas las cosas, el club había llegado a su fin. La última noche que pasé entre sus paredes me dejó con una mezcla de gratitud y nostalgia. Gracias a esas experiencias, había descubierto un lado de mí misma que nunca hubiera imaginado. Pero ahora, el presente me llamaba de una manera inesperada y provocadora.
La brisa suave acariciaba mi piel mientras contemplaba el correo electrónico que había llegado a mi bandeja de entrada. El remitente se ocultaba bajo el “nick” de Artemis. Mi corazón latía apresuradamente, preguntándome qué sorpresas me depararía esta vez.
Al abrir el mensaje, mis ojos se posaron en las palabras que desencadenaron un torbellino de emociones en mi interior.
«¡Hola Lysandra!
Me preguntaba si estarías dispuesta a embarcarte en una aventura diferente. ¿Te gustaría probar algo emocionante? Estoy pensando en realizar una sesión de fotografía erótica y pienso que podrías ser la estrella perfecta. Imagina una experiencia donde la cámara se convierte en tu aliada, y juntos creamos momentos íntimos.
Espero que aceptes el desafío y que juntos podamos disfrutar de esa experiencia
¿Qué dices, te unes?
Con emoción,
Artemis»
Al recibir la invitación de Artemis, quedé momentáneamente en silencio frente a mi pantalla. Mis ojos se posaron en las palabras de la invitación, y un escalofrío de excitación recorrió mi espalda. La mezcla de emoción y curiosidad me hizo sentir viva de una manera especial.
Sintiendo la mariposa revoloteando en mi estómago, respondí al mensaje de Artemis con un simple «¡Acepto!», seguido de mi entusiasmo por embarcarme en esta nueva aventura sensual.
La sensación de aventura que había experimentado en el Club Elysium resurgió en mi interior, y la invitación de Artemis parecía el próximo capítulo en mi viaje hacia la plena expresión de mi sensualidad. Con una sonrisa emocionada, comencé a prepararme para mi sesión de fotografía erótica.
Para la sesión de fotografía erótica con Artemis, me sumergí en un proceso de preparación que mezclaba la emoción con una pizca de nerviosismo. Quería estar lista para entregarme completamente a la experiencia.
Primero, elegí la ropa que me pondría ese día y me decidí por un enfoque discreto y elegante en mi elección de atuendo para el día de la sesión de fotografía erótica. Me vestí con un sencillo pero elegante vestido azul marino. El corte era limpio y clásico, y el tono oscuro me permitía no llamar la atención por la calle.
El vestido abrazaba mi figura con suavidad y caía hasta justo por encima de las rodillas. Era cómodo y apropiado para la ocasión, y su simplicidad añadía un toque de elegancia discreta a mi apariencia.
Complementé el vestido con unos zapatos bajos y cómodos, perfectos para caminar por la ciudad sin esfuerzo. Mi cabello caía en ondas sueltas alrededor de mis hombros, y mi maquillaje era sutil y natural.
Pensando en lo que me esperaba cuando llegara al estudio, elegí cuidadosamente un conjunto de lencería en seda de un profundo tono azul noche. El sujetador presentaba copas de seda suave que acariciaban mis pechos con delicadeza. Las tiras finas y ajustables se entrelazaban sobre mis hombros, añadiendo un toque de elegancia y feminidad.
La braguita a juego era de corte clásico, con un panel frontal de seda que se sentía suave contra mi piel. La parte trasera estaba adornada con un delicado encaje que se extendía sobre mis caderas, fusionando la comodidad de la seda con la sensualidad del encaje.
Así vestida, me sentía lista para salir de casa sin atraer miradas curiosas, manteniendo la discreción antes de mi sesión de fotografía erótica. Con cada paso que daba hacia mi destino, la emoción crecía en mi interior.
Cuando llegué a la dirección del estudio de Artemis, me encontré con un edificio de aspecto discreto en una calle tranquila. No había señales llamativas ni indicaciones obvias de que este fuera el lugar de la sesión de fotografía erótica. La discreción era claramente una prioridad.
Tomé una profunda respiración y entré al edificio. El interior era igualmente discreto, con un vestíbulo bien iluminado y una recepción simple. Una recepcionista amable me recibió y me confirmó que estaba en el lugar correcto.
Cuando llegué al estudio de Artemis, fui recibida por chico muy joven que apenas debería tener 18 o 20 años y que se presentó como el fotógrafo.
Al observar a Artemis, pensé que era excesivamente joven y una ráfaga de dudas cruzó mi mente.
Me encontré debatiendo internamente la posibilidad de rechazar la sesión. Sin embargo, también recordé la importancia de mantener una mente abierta y de no juzgar basándome únicamente en las apariencias.
La juventud de Artemis podría ser un rasgo que enriqueciera la experiencia en lugar de limitarla. Tal vez, su perspectiva fresca y su pasión desinhibida podrían aportar una nueva dimensión a la sesión. A veces, las oportunidades más reveladoras pueden venir de las fuentes más inesperadas.
Su estudio era un espacio íntimo y acogedor, diseñado para brindar comodidad y privacidad. No había nadie más presente, lo cual me brindó una sensación de tranquilidad y confianza.
Las paredes estaban decoradas con una cuidadosa selección de fotografías de sesiones anteriores, todas capturadas con sensibilidad y respeto. Noté que las modelos retratadas eran mujeres de edades similares a la mía, lo que me hizo sentir aún más conectada con la experiencia que estaba a punto de vivir.
El estudio estaba meticulosamente equipado. Junto a la sala de fotografía principal, había un vestuario dónde Artemis me invitó a pasar y dónde descubrí una colección cuidadosamente seleccionada de ropa sensual, lencería y disfraces eróticos, todos dispuestos de manera ordenada. También noté una selección de juguetes eróticos, cada uno parecía cuidadosamente elegido.
Por mi parte, le expliqué a Artemis que, quería empezar la sesión tal como había llegado. Sentía que esa elección sería una forma de autenticidad, una declaración de que la sensualidad y la autoexpresión pueden encontrarse en lo cotidiano, en la sencillez de un vestido azul marino.
Artemis asintió con comprensión, respetando mi decisión y comenzamos la sesión de fotografía creando imágenes que capturaran la esencia de mi sensualidad en su forma más auténtica y natural.
A medida que la sesión avanzaba, me sentía cada vez más cómoda y en sintonía con mi propia sensualidad.
A pesar de su juventud, Artemis demostró ser un fotógrafo hábil y apasionado, guiándome con suavidad para capturar momentos de intimidad y belleza en cada disparo. Cada imagen capturaba un aspecto diferente de mi ser y a medida que avanzábamos en la sesión de fotografía, una atmósfera de confianza y complicidad se estableció entre Artemis y yo.
La cámara capturaba momentos íntimos y auténticos de mi sensualidad, y cada disparo parecía sumergirme más en mi propio mundo de deseos y autoexpresión.
En un momento, mientras revisábamos algunas de las fotografías tomadas, Artemis me miró con una sonrisa cálida me sugirió la idea de experimentar con un cambio de ropa más sugerente.
Sabía que en esta sesión podía explorar con libertad mis deseos más profundos, y su sugerencia encajaba perfectamente con el ambiente de confianza que habíamos creado. Asentí con una sonrisa y me dirigí al vestuario.
A medida que me despojaba del vestido azul marino y dejaba que la lencería que ya llevaba puesta revelara mi figura, no podía evitar sentir la intensidad de la situación. Sabía que el interés de Artemis iba más allá de la fotografía, y su presencia en el estudio resonaba con una energía cargada de pasión.
Cuando salí del vestuario, vestida con la lencería que había elegido antes de salir de casa y nuestras miradas se encontraron en un silencio cargado de promesas conscientes de la intensidad del momento. La tensión entre nosotros era palpable, como una corriente eléctrica que fluía entre nuestras miradas.
Con cada clic de la cámara, la conexión entre nosotros se intensificaba. Artemis capturaba la esencia de mi sensualidad de una manera que iba más allá de lo puramente físico. Cada imagen era un reflejo de la complicidad y la pasión que compartíamos en ese momento.
A medida que la sesión continuaba, la línea entre la fotografía y la intimidad se difuminaba. Artemis se acercaba con delicadeza, sus manos guiando mis movimientos de manera experta. Sus susurros sugerentes añadían una capa adicional de electricidad al ambiente, y cada toque era una caricia cargada de intención.
La sesión de fotografía avanzaba con una sensualidad cautivadora. Cada clic de la cámara capturaba momentos de belleza y pasión que iban más allá de las palabras. Artemis dirigía la sesión con habilidad y sensibilidad, guiándome para que me expresara plenamente a través de la lente.
La ropa de lencería que llevaba destacaba mi figura de manera seductora, y Artemis enfocaba cada detalle con precisión. La iluminación tenue y el ambiente íntimo del estudio creaban una atmósfera de misterio y deseo.
A medida que avanzábamos, Artemis y yo compartíamos miradas cómplices, como dos almas en comunión artística y sensual. Sus sugerencias y dirección me ayudaban a explorar mi sensualidad en sus muchas facetas, y cada cambio de pose o gesto se convertía en una forma de autoexpresión.
Mientras revisábamos algunas de las fotografías tomadas, Artemis me volvió a mirar con una sonrisa sugerente. Su voz suave y seductora llenó el espacio cuando sugirió la posibilidad de una última sesión.
Artemis propuso que la última sesión no involucrara ninguna prenda en absoluto, centrándose en la belleza de la desnudez artística como una expresión máxima de la sensualidad
La idea de una sesión sin ninguna prenda provocó una mezcla de emociones en mí. Por un lado, sentí una oleada de excitación ante la idea de explorar la desnudez como una forma de arte y expresión sensual. Era una oportunidad para romper barreras y sumergirme en la autenticidad más profunda.
Sin embargo, también experimenté un momento de duda. Era una invitación a exponerme completamente, a mostrar mi cuerpo sin ninguna capa de protección.
Sin embargo, sentí que era el paso natural, una forma de llevar la sesión a su máximo potencial de autenticidad y expresión. Asentí con determinación, dejando claro a Artemis que estaba lista para la desnudez artística.
Artemis sonrió satisfecho por mi elección y me invitó a que empezara quitarme las prendas lenta y sensualmente mientras capturaba cada instante con su cámara. Cada clic de obturador congelaba un momento de desnudez y autenticidad. La intimidad y la belleza de ese proceso se manifestaban en las imágenes que estábamos creando juntos.
Cuando quedé totalmente desnuda antes los ojos de Artemis, pude notar como la tensión aumentaba entre nosotros. Artemis parecía entusiasmado manejando el zoom de la cámara y capturando cada rincón de mi cuerpo.
No paraba de animarme, diciéndome que lo estaba haciendo muy bien que parecía una modelo profesional. Me orientaba en como tenía que colocarme para lograr que las fotos fueran más sugerentes y poco a poco, las poses inicialmente sensuales, fueron transformándose en fotografías más explicitas de mis zonas más erógenas.
Artemis, parecía entusiasmado y de vez en cuando pude observar cómo se llevaba su mano a su entrepierna como si necesitara acomodarla
Hasta ese momento no había pensado de esa manera, pero debo reconocer que la idea de mostrarme más provocadora fue creciendo en mí y decidí empezar a jugar de forma lasciva con mis manos.
Me sentía traviesa y divertida al ver como Artemis se ponía nervioso mientras intentaba seguir capturando con su cámara las imágenes que le estaba ofreciendo.
Su pantalón ya mostraba descaradamente su estado de excitación y un norme bulto se dibujaba ante mis ojos traviesos y curiosos.
El pareció sentirse vulnerable y por primera vez sentí la timidez propia de un chico de su edad. Entonces comprendí que tras ese aire de profesionalidad con la que se había rodeado, había un chiquillo que estaba haciendo realidad su sueño más deseado.
Le sonreí trasladándole comprensión y confianza. Le animé a que siguiera fotografiándome y que disfrutara de la sesión al igual que yo la estaba disfrutando.
Artemis me devolvió la sonrisa agradeciéndome la comprensión y realizó algunas fotografías más antes de que su mano se volviera a posar sobre su entrepierna que reclamaba que fuera liberada.
Divertida por la escena, le hice notar que estaría mucho más cómodo si se quitaba el pantalón y que no se preocupara, que lo entendía y que era normal que un chico de su edad se hubiera excitado haciendo esas fotografías.
Artemis, pareció dudar por unos segundos, pero finalmente se quitó el pantalón luciendo un bóxer corto de color blanco con el que apenas podía retener el gran pollón que asomaba por arriba y parecía seguir luchando por liberarse completamente de su última prenda.
Mis ojos lujuriosos se posaron de inmediato en ese gran pollón y no pude evitar mordisquear mis labios lascivamente mientras me llevaba un dedo a mi boca.
“Mejor así o necesitas estar más cómodo”, le pregunté de forma traviesa deseando ver como se libraba del bóxer y me mostraba ese rico pollón.
Ahora era yo quién tenía el control de la situación y sabía que Artemis se encontraba a expensas de lo que yo deseara. Torpemente Artemis terminó quitándose el ajustado bóxer y su pollón liberado se balanceaba agradecido ante mis ojos.
Debo reconocer que la imagen de una rica polla balanceándose ante mis ojos se convierte en una tentación irresistible.
Todo así le animé a que realizara alguna fotografía más mientras abría mis piernas de forma descarada y disfrutaba del espectáculo que me ofrecía esa gran polla que ya estaba goteando de excitación y que daba paso a que fluyera un hilo de flujo preseminal que iba cayendo hasta el suelo.
Le pedí que me prestara la cámara un momento, deseaba inmortalizar ese momento, Deseaba fotografía ese rico pollón que parecía humear como un volcán a punto de explosionar.
Dejé la cámara en el suelo, sabía que Artemis estaba sufriendo y que necesitaba liberar toda la tensión retenida.
Apenas empecé a masturbarle con mis manos, sentí como como Artemis se estremecía de placer, su cuerpo se tensionaba y sus gemidos eran muy profundos.
Por experiencia, sabía lo que eso significaba, pero decidí continuar pajeando esa rica polla que se mostraba desafiante ante mis ojos y calmarla hasta liberar varios chorros de leche que se estrellaron sobre mis pechos desnudos.
Sin duda una gran corrida, aunque Artemis parecía sentirse algo avergonzado por haberse corrido tan deprisa.
Se sentó a mi lado, en el suelo, con las piernas encogidas e intentando ocultar su rostro con sus manos. Nuestros cuerpos desnudos se encontraban pegados haciéndonos sentir el calor de nuestros cuerpos, yo lo abracé y dejé que posara su cabeza en mis pechos que aún se mantenían embadurnados por la leche que había derramado.
Lo intentaba consolar diciéndole que eso era normal en un chico de su edad. Poco a poco pareció aceptar la situación, aunque yo seguía sintiendo en mis pechos su respiración acelerada.
Su mano se posó torpemente sobre mis pechos como si estuviera explorando su tacto, sus formas, era un terreno desconocido para él y su curiosidad le llevaba a desear explorar un mundo de nuevas sensaciones.
Nuevamente divertida por la situación, dejé que sus manos me exploraran mientras intentaba guiarle mostrándole como debía acariciarlos para darme placer.
Sus dedos se entretuvieron jugueteando con mis pezones, que despertaron ansiosos al sentir un poco de acción.
De repente se apartó ligeramente como si algo le hubiera sorprendido, entreabrió sus piernas encogidas y ahí apareció de nuevo ese pollón que volvía a reclamar mi atención.
Me incliné, hasta que mis labios pudieron besarlo, deseaba que esa rica polla descubriera el placer de mis labios. Saborear un pollón como ese, es sencillamente delicioso para mí.
De inmediato sentir su palpitar en mi paladar, sus gemidos de placer me animaban a seguir chupando esa deliciosa polla y hacerle disfrutar como nunca hubiera podido imaginar.
Su cuerpo se estremecía y entre susurros me rogaba que parara, que se iba a correr de un momento a otro. Yo por supuesto no le hice caso alguno y decidí ofrecerle ese regalo que estaba segura de que nunca olvidaría.
Sentí como su polla se hinchaba en mi boca y al instante un delicioso chorro de leche llenaba mi boca calmando mi sed.
Su polla seguía palpitando, al mismo tiempo que Artemis no podía dejar de estremecerse de placer. Al sacarla su polla de mi boca, todavía fluían pequeños chorritos que yo miraba curiosa y divertida.
Me reincorporé para ofrecerle el calor de mi cuerpo, respetando en silencio ese momento de placer que había experimentado.
Su cuerpo todavía parecía temblar cuando me daba las gracias.
La sesión de fotografía llegó a su fin con un sentido de plenitud y conexión que quedó plasmado en cada imagen capturada, pero Artemis y yo sabíamos que habíamos compartido algo mucho más importante y que nos llevó a descubrir una conexión íntima deliciosa.
Nos vestimos con calma, regresando a la realidad del estudio y dejando atrás la intimidad efímera pero profunda que habíamos compartido. A medida que recogíamos nuestras pertenencias, nuestras manos se rozaron en un gesto de agradecimiento silencioso.
Con una sonrisa y un abrazo sincero, nos despedimos, sin saber que nos depararía el destino.