Así a oscuras, con solo una pequeña lamparita y una mesa en el centro, la cochera de la casa Loud parecía más bien el escenario de una vieja película de gangsters, donde miembros de bandas rivales estaban por reunirse para tratar de llegar a alguna clase de acuerdo, claro, si lograban no matarse durante la reunión.
No obstante, había algo que rompía de forma hasta se podría decir que excesiva con esa escena tan bien trabajada: Lori Loud, quien estaba sentada en una silla y con los codos apoyados sobre la mesa para así poder tener entrelazados los dedos y adoptar una posición más intimidante, no estaba vestida precisamente para la ocasión que trataba de representar el escenario tan precisamente cuidado. Lori llevaba solo un ajustado traje de leopardo ceñido al cuerpo, que permitía ver todas sus curvas, condimentado con unas orejas y cola del mismo animal. Aunque no era tan visto, ese era uno de tantos trajes que ya hasta se consideraban obligatorios dentro de la casa Loud, teniendo en cuenta que ese lugar que antaño fue donde unos padres cariñosos criaron con trabajos a once hijos, ahora se había convertido en un nido de perversidad y placeres carnales.
Lori se encontraba sumida en sus pensamientos, razonando en lo que estaba por ocurrir.
—Esto es una mala idea… —se dijo a sí misma en voz baja por quizás enésima vez en ese poco tiempo que llevaba esperando en la cochera, pero así como en todas esas ocasiones anteriores, darse cuenta de que quizás esa era la peor idea de la vida no fue suficiente aliciente para tomar sus cosas y largarse de ahí antes de que su reunión empezara, ya que sabía que las cosas se estaban torciendo bastante y eso que estaba por hacer era la mejor opción que tenía para sortear el peligro, aunque significara meterse en todavía más peligros a futuro. Pero como bien decía el dicho: situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.
Lori no tuvo tiempo de tratar de decirse a sí misma, una vez más, que eso era una mala idea, porque lo que llevaba un rato esperando al fin ocurrió: la puerta que llevaba de la casa a la cochera se abrió y si bien por esta entraron las personas que ella estaba esperando, no es que le hiciera mucha gracia.
—¡Y llegó la pareja principal de la casa Loud! —gritó Luna como si hiciera una presentación para un concierto.
Sam y Luna, ambas llevando también un ya obligatorio traje de maid erótica que muchas de las otras esclavas de Lincoln llevaban, entraron a la cochera, miraron con algo de desdén y sin molestar en ocultar el desprecio que Sam dijo:
—Bueno, ya estamos aquí. ¿Qué quieres?
Lori no se dejó molestar por la actitud de su muy odiada enemiga, se mantuvo serena y dijo:
—Por favor, tomen asiento.
La pura sugerencia pareció repugnarle a Sam, pues no se molestó en que su cara no se torciera un poco en desagrado.
—No gracias —dijo de inmediato Sam—, no creo que nos quedemos mucho tiempo aquí, después de todo… la compañía no es muy agradable.
Lori suspiró, tratando de contenerse para no saltar sobre esa perra desgraciada que era una prueba brutal para su paciencia y una vez que se controló, dijo:
—Vale, vale. Como quieran. La razón de que les mandé llamar, es que quería hablar de que ahora tenemos un enemigo en común.
Si bien Lori todavía le desagradaba, esa frase sí había logrado captar su atención, después de todo, ella también había sentido que ahora tenía una enemiga y si Lori se refería a esa persona y le iba a sugerir lo que creía, tal vez haber aceptado esa estúpida reunión.
—Ok, me convenciste —dijo mientras tomaba el asiento que antes tan groseramente había rechazado—. Te escuchó.
Ya un poco más relajada porque ahora parecía que las cosas iban a fluir un poco más tranquilas, Lori empezó a hablar:
—No es ningún secreto para nadie que ahora tenemos una guerra por la alfa de este harem, ¿verdad?
—Desde luego que no —dijo Sam un poco molesta—. ¿Quieres dejar de decir obviedades e ir al grano?
Lori se recargó en el respaldo de su silla y dijo:
—Linka y Leni unieron fuerzas para entrar al juego de poder dentro de nuestro harem —explicó Lori de todos modos—. Y ya ha empezado a ganarse puntos con el amo.
Sam se mordió el labio. Ella también sabía eso, que la contra parte dimensional del amo Lincoln había empezado a aspirar por tener un pedazo más grande del pastel, por lo que ahora estaba cien por ciento segura de lo que iba a pedirle Lori. Y la mayor de los Loud no se hizo esperar para soltar de una vez su punto.
—En vista de que está apareciendo una amenaza a futuro que surgió porque dos de nosotras unieron fuerzas, creo que es bastante obvio lo que voy a sugerirte.
—Ya no la hagas de emoción y habla —ordenó Sam. La idea le bastaba lo suficiente como para repugnarle. Esperaba que escucharlo hiciera el trago menos amargo.
Lori no le dio más largas al asunto y lo soltó sin rodeos:
—Creo que lo más conveniente para ambas es que unamos fuerzas para aplastar esta creciente amenaza.
Sam había pensado mal: escucharlo no lo había hecho menos tragable, incluso sintió que se le revolvía un poco el estómago.
Se aguantó las ganas de vomitar. Lori tenía un punto: tenían más oportunidades para aplastar a la competencia, si las dos más fuertes del harem unían fuerzas. Así, juntando todo el aplomo que pudo, dijo al fin:
—Bien, hagamos una tregua temporal para aplastar a la facción de Linka, pero en cuanto aplastemos a nuestras enemigas, regresáramos al frente de guerra.
—Desde luego, me interesa tanto como a ti fingir que ahora somos mejores amigas —dijo Lori levantando las manos, aunque por un lado, se sentía feliz de que las cosas no hubieran salido tan mal como esperaba en un primer momento.
—Bien, ya tenemos un trato —dijo Sam cruzándose de brazos—. ¿Ahora qué sigue?
Por primera vez desde iniciada la reunión, los labios de Lori se curvaron en una sonrisa.
—¿Pues qué más? —preguntó un tanto burlona— Sigue lo de siempre: buscarle nuevos tributos al amo, y tienen que ser mejores que lo que le han estado trayendo las otras idiotas.
Luna soltó una risita.
—Claro, ¿por qué cambiar una estrategia tan buena como esa? —dijo burlona.
Sam y Lori la miraron un poco despectivas, luego regresaron a verse entre ellas y la pareja de la Loud rockera dijo:
—Perfecto, tenemos un plan. ¿Tienes a alguien en mente?
Lori se inclinó hacia adelante, apoyó sus codos en la mesa y entre cruzó sus dedos, lo que le daría la apariencia de un villano de anime, de no ser por su traje de conejita de playboy.
—De hecho sí, ya tengo a alguien en mente —dijo con malicia en su voz—. Mis amigas de la universidad eran algo así como mi as bajo la manga, así que creo que no hay mejor momento que este para empezar a usarlas. ¿Y qué hay de ti? ¿Tienes a alguien en mente?
La pregunta tomó por sorpresa a Sam.
—¿Qué? ¿También yo tengo que poner a alguien? —preguntó señalándose con su índice.
—Pues claro —dijo Lori con una sonrisa burlona—. Mientras más esclavas le traigamos de jalón al amo, más ventaja sacaremos a las otras idiotas.
Sam torció la boca. Aunque se imaginaba a dónde iría esa odiosa reunión, no se le había pasado por la cabeza empezar a buscar a una nueva víctima para las maquinaciones de Lincoln. Por suerte, como más o menos dice un viejo, sabio y conocido refrán: detrás de cada gran dictador, hay una gran mujer.
—¡Tranquila mi amor! —exclamó Luna inclinándose hacia ella— ¡Te tengo cubierta! He estado una lista de prospectos que podrían sernos útiles para esta clase de situaciones y resulta que tengo en mente alguien que puede ayudarnos para esta pequeña tregua que hemos fraguado.
Sam miró embelesada a su mujer y dijo:
—Gracias Luna, sabía que siempre puedo contar contigo.
Las dos mujeres se miraron como si estuvieran a punto de darse un apasionado beso y después, quizás empezar a hacer algo más, cuando con una palmada, Lori llamó su atención:
—¡Hey, niñas! —les gritó— Luego se ponen cariñosas, tenemos trabajo por hacer.
Sam y Luna miraron a Lori con algo de molestia por interrumpir su momento intimido, de seguro nada más porque ya no tenía a Bobby a su lado para que se pusiera igual de acaramelada ya estaba toda amargada, pero en lugar de dejar que ese comentario derrumbara su débil alianza, prefirieron ponerse ya manos a la obra para su siguiente plan.
Había mucho que planear.
* * *
En una de las cafeterías de Royal Woods, en una de las esquinas más apartadas del local, solo dos mesas estaban ocupadas pero ambas por una sola persona. En una de ellas, se encontraba una mujer de cabello color ciruela, esponjado y con un fleco que le cubría los ojos, haciendo que fuera un misterio el cómo podía ver, mientras que su ropa era una reminiscencia a las estrellas de rock de los ochentas, algunos podrían decir que se veía anticuado, pero en ella había un “no sé qué” que hacía que se viera atractiva pese a su edad. En la otra mesa, se hallaba una mujer morena de largo cabello castaño, que parecía no tener nada de especial, pero una vez que la rockerona le echó el ojo encima, esta fue capaz de descifrar que de hecho, sí tenía algo especial.
—¿Disculpa? —le llamó la rockera luego de unos minutos de estarla observando, envalentonándose a hablarle para que viera que sus intenciones de estarla mirando por un rato no eran malignas— Perdón que te moleste, ¿pero de casualidad no eres tú Marisa, la golfista?
Marisa pareció un poco alagada de que la reconocieran y dijo:
—Oh bueno, sí… perdón. No esperaba encontrarme con un fan aquí.
—Ay, una disculpa —dijo la rockera un poco apenada—. No es que sea fan, es que la hermana de una amiga es golfista y por eso me he empapado un poco del mundillo del golf.
—¿Una golfista de esta ciudad? —preguntó Marisa— ¿De casualidad no será Lori Loud?
—Exactamente es esa —dijo la rockera con una carcajada—. Aunque soy amiga de su hermana Luna.
Marisa soltó una carcajada por la feliz coincidencia.
—Vaya, vaya. Pues sí, Lori y yo éramos compañeras de la universidad, compartíamos habitación y las dos jugábamos golf, lo que ayudó a que hiciéramos buenas migas.
—Vaya, parecido que conmigo y su hermana Luna —dijo la rockera con una carcajada también—. A Luna le encanta la música, a mí también, y por eso hicimos buenas migas. Por cierto, mi nombre es Mazzy.
—Mucho gusto Mazzy —dijo Marisa—. ¿Por qué no te pasas a mi mesa a charlar en lo que llega quién estoy esperando? A Lori, de hecho. Iba a estar cerca de la ciudad, ella se enteró y me invitó a reunirnos para recordar viejas épocas.
—¡Que coincidencia! —exclamó Mazzy aceptando la oferta y pasándose a la mesa de la golfista—. Igual yo quedé de verme aquí con Luna.
—Que coincidencias tiene la vida —dijo Marisa riendo, y las dos mujeres empezaron a charlar sin saber que no había sido una coincidencia la que las había puesto en ese preciso lugar.
Las dos mujeres entonces se pusieron a charlar un rato como si fueran viejas amigas de toda la vida que tenían tiempo sin verse, hasta que sin darse cuenta llegaron hasta ellas las personas que les habían invocado a ese café.
—Vaya —dijo la voz de Lori Loud—, parece que ya se empezaron a hacer muy buenas amigas.
Al escuchar la voz de la mayor de los Loud, Mazzy y Marisa se giraron para saludar y recibir a las amigas que estaban esperando, pero antes de que pudieran decir algo, las bocas de ambas mujeres se dejaron caer al unísono.
Acercándose a ellas venían tres mujeres, pero solo por las caras, ocultas debajo de kilos de maquillaje, se podía adivinar que eran las que esperaban: Lori y Luna Loud junto con Sam, la pareja de esta última. Pero hasta ahí llegaban las similitudes con las mujeres que esperaban, pues las tres mujeres llevaban vestidos entubados tan cortos, que apenas les cubrían la totalidad de las tetas y los muslos, además de que caminaban de una forma que se las arreglaban para que sus curvas se acentuaran todavía más. Esa zona del café estaba sola, pero a las dos mujeres que les esperaban no le quedaba la menor duda de que si hubiera hombres ahí, todos estarían girando la cabeza para mirarles.
Una vez las tres mujeres llegaron hasta con ellas, tomaron los asientos que seguían desocupados y se sentaron en ellas, cruzando las piernas. Marisa, con la cara un poco roja, pensaba que si bajaba un poco la vista, podría ser capaz de mirar la ropa interior de Luna y Sam que se habían sentado frente a ella, y eso especulando que sí llevaban ropa interior.
—¿Llevan mucho esperándonos? —preguntó Lori con una amplia sonrisa en sus labios cubiertos por labial carmesí.
Las dos mujeres, todavía recuperándose del shock inicial, se miraron entre ellas y Mazzy dijo:
—No, no… en realidad casi acabábamos de llegar.
—Y veo que ya hicieron buenas migas —dijo Luna con una sonrisa burlona en sus labios.
—Bu-bueno, sí —dijo Marisa, denotando que todavía no terminaba de salir del shock inicial, ya que le costaba trabajo creer que su amiga Lori, si bien un tanto excéntrica a la hora de vestirse, siempre se mantenía conservadora, ahora estuviera vestida como una literal puta—. Ella me reconoció y al charlar un poco resultó que teníamos conocidos en común y a-a partir de ahí nos pusimos a charlar.
—Qué bien —dijo Sam sonriendo—. Eso nos evitará las presentaciones.
Y soltó una carcajada.
Pese a esa repentina necesidad de vestirse de forma más… liberal, en esas fases iníciales de la conversación Mazzy y Marisa constataron que esas tres seguían siendo las mujeres que conocían de hacía tanto tiempo, por lo que se relajaron un poco y dejaron que la charla fluyera de manera normal y la disfrutaron junto con las bebidas y los bocadillos que les llevaron.
Sin embargo, mientras los temas de conversación avanzaban y los bocadillos se iban agotando, la curiosidad de Marisa al respecto del nuevo look de las tres mujeres llegó a un punto donde se hizo insoportable y dijo:
—Ok, ya. A lo mejor va a sonar grosero pero, ¿qué onda con esos atuendos?
Las tres mujeres disfrazadas de putas se miraron entre ellas con una sonrisa pícara en los labios, como si hubieran estado esperando justo de que el tema saliera a colación. Lori tomó su bolso y mientras buscaba algo en él, comenzó a decir:
—Bueno, esta forma de vestir es algo de lo que también queríamos hablarles, pues es parte de nuestra forma de ver el mundo y queríamos compartirla con ustedes.
El nerviosismo inicial que había ocurrido al ver a esas tres vestidas como prostitutas regresó a Marisa y a Mazzy, quienes ante esas cripticas palabras de Lori, se miraron entre ellas, sin saberlo compartiendo el mismo pensamiento: Lori sonaba como si fuera a reclutarlas para una secta.
No sabían lo acertadas que estaban.
Mientras Lori al fin encontraba lo que buscaba en su bolso, sonrió, miró a las dos víctimas que habían atraído ahí y vio la incertidumbre en sus rostros, por lo que mientras sacaba el reloj hipnótico, dijo:
—No se preocupen chicas, pronto entenderán todo. Pero antes, ¿podrían por favor mirar este reloj y decirme la hora?
Y tras esas villanescas palabras, comenzó a balancear el reloj enfrente de los ojos de las mujeres que no sospechaban lo que les esperaba…
* * *
Un par de horas más tarde en la casa Loud, una escena ya por demás conocida estaba por llevarse a cabo. En una habitación vacía, se encontraban de pie y al centro de esta, Mazzy y Marisa, totalmente desnudas, dando una buena vista de sus tetas redondas y sus coños peludos con vello del mismo color que sus cabelleras, mientras que por su parte, eran observadas desde la cama por Lori que se había vuelto a poner su sexy conjunto de leopardo, y por Luna y Sam, quienes a su vez también se habían puesto de vuelta sus trajes de maid.
Sin embargo, había un cambio: las dos recién capturadas mujeres mostraban expresiones de frustración y rabia, denotando que eran una de esas raras ocasiones en las que aunque sus cuerpos estaban dominados, sus mentes todavía mostraban cierta resistencia, la cual no duraría por mucho.
—¡Déjenos ir maldita sea! —exigió Marisa con lágrimas en los ojo— En cuando la policía se entere, vas a estar en muchos problemas.
Pero como siempre ocurría, las esclavas presentes no se tomaron en serio las palabras de las dos mujeres ya que Lori empezó con la explicación de villana malvada:
—Como pueden ver, gracias a nuestro reloj hipnótico las pusimos bajo nuestro control, pero no completamente. Antes de entregarlas a nuestro amo, quisimos divertirnos un poco rompiendo un poco sus mentes. Dejaré que adivinen cómo pensamos hacerlo, considerando que ustedes ahora se encuentran desnudas.
—¡¿Qué?! —gritó Mazzy, adivinando lo que se venía.
—¡Nunca nos someteremos a ustedes! —gritó Marisa, tratando de resistirse a lo que se venía.
Pero como era claro, las dos mujeres recién capturadas no tenían escapatoria.
Lori se relamió los labios, se recostó sobre la cama con las piernas abiertas y dijo:
—Mazzy, Marisa, quiero que vengan y me coman el coño, mientras que las adorables Sam y Luna se preparan para romperlas.
Sin poder hacer nada para evitarlo, las dos capturadas mujeres solo vieron en impotencia como sus cuerpos empezaban a moverse para subir a la cama e irse acercando a las inglés de Lori.
Mazzy estiró la mano para hacer un lado la tiesa licra que cubría el sexo de la mayor de los Loud y así los labios rosados de la mujer quedaron a la vista. Con las dos mujeres empezando a turnarse para irlos besando y enterrar su cueva en ella, para saborear y oler sus jugos que ya empezaban a manar de ahí.
Y mientras esas dos mujeres complacían con sus bocas a Lori tal y como se los habían ordenado, la mayor de los Loud podía ver lo que se cocía detrás de ellas: Sam y Luna se habían dirigido al closet de la habitación y ahora se hallaban buscando algunas cosas y no tardaron en encontrarlas: sacaron unos strap ons y unos dildos que empezaron a colocarse y luego, usaban sus bocas para lubricar esos falos de goma, aunque su esfuerzo caería en saco roto, ya que lo que había estado buscando Luna también ya lo había encontrado: un tarro de lubricante.
Con el tarro en mano, la rockera de los Loud se trepó en la cama, dejó el embace entre las dos mujeres, lo abrió y empezó a untarse los dedos índices con la sustancia y cuando terminó, sin ninguna clase de aviso metió sus dedos en los anos de las dos mujeres, quienes soltaron un gemido que se las arregló para ser de sorpresa, rabia y algo de placer, al sentir sus esfínteres invadidos de esa manera tan sorpresiva, y por saber lo que se venía.
Luna continuó lubricando los agujeros rectales de esas dos un poco más y cuando creyó que estuvieron listas, dio el siguiente pasó a su sádico espectáculo. Se inclinó hasta quedar cerca de las orejas de esas dos y les susurró:
—Ahora vamos a follarlas por el ano putitas, y van a sentir mucho placer, y mientras más placer sientan, su voluntad se irá mermando hasta que acepten someterse a nosotras, y en especial al amo Lincoln Loud.
Las dos mesmerizadas mujeres solo pudieron mirar, de reojo, a Luna, temerosas de lo que se les venía.
Pronto Sam y Luna se treparon a la cama detrás de sus futuras compañeras de esclavitud. Tomaron sus respectivos juguetes de plástico, los apuntaron al ojete de la víctima que tenían por delante y empezaron a empujar.
Las dos mujeres gimieron al sentir como sus agujeros rectales eran profanados. De las dos, solo Mazzy había intentado el sexo anal, pero había sido hacía mucho tiempo y no lo suficiente para que no le doliera el sentir como ese orificio que era de salida poco a poco se iba ensanchando más allá de su circunferencia regular.
Pero lo peor fue que una vez que el dolor inicial pasó, poco a poco empezaron a sentir más y más placer, lo que les hacía sentir como, tal y como Luna les había ordenado, empezaron a sentir como su voluntad poco a poco iba menguando y como de repente, la idea de someterse a ellas y al tal Lincoln ya no les parecía tan descabellada, sino más bien, atractiva.
Lo único que les quedó por hacer, fue soltar un par de lágrimas al saber que pronto serían unas bimbos idiotas como sus captoras.
Lori veía con encanto la situación, cómo en los ojos de las dos mujeres que se peleaban por comerle el coño poco a poco la resistencia se iba mermando y podía ver nacer en sus labios una sonrisa que indicaba la entrada al feliz mundo de la esclavitud incondicional hacia su amo Lincoln, y hablando del albino…
—Vaya, vaya, así que de aquí venían todos esos ruidos —dijo alguien desde la puerta.
Solo Luna, Lori y Sam detuvieron lo que estaban haciendo, Mazzy y Marisa continuaron dándole sexo oral a la mayor de los Loud, y miraron hacia el lugar desde donde venía la voz y ahí vieron recargado a Lincoln, con los brazos cruzados y una mirada que indicaba que no estaba muy contento.
—¡A-a-a-a-a-amo! —exclamó Lori bastante nerviosa al notar que Lincoln no se veía muy complacido.
—Ay chicas —dijo Lincoln entrando a la habitación y tomando el reloj hipnótico que estaba sobre una mesa al lado de la puerta—, ya les había dicho que por el momento no fueran a por más esclavas, pero ahí van y me desobedecen. Supongo que ahora tendré que usar castigos un poco más severos que para que ya dejen de tomar sus propias decisiones.
Miró a las tres esclavas, luego fijó sus ojos sobre Lori y dijo:
—Bueno, contigo seré un poco más compasivo considerando que te tuve como perra un buen rato.
Y tras decir eso, comenzó a balancear el reloj enfrente de las cinco mujeres.
* * *
En Royal Woods, pese a ser una ciudad de considerable tamaño, no era ajena a los chismes, y por las calles se corrían los rumores de desapariciones de varias mujeres, ruidos extraños en la mansión Winchester o en la casa Loud o la forma en que las chicas de esa precisa familia habían empezado a vestir, pareciendo más putas que mujeres de buena familia.
Pero mientras que los habitantes de la ciudad trataban de sacar sus propias conclusiones a estos misterios, Lincoln Loud se encontraba en dichas propiedades, sosteniendo orgias con todas sus esclavas hipnotizadas.
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