Es cierto: provengo de una familia de mujeres hermosas.
Lo constaté de nuevo hace unos meses, cuando vino a quedarse en casa mi tía Ernestina con su hijo Rodrigo.
No pude evitar compararnos entre ella, mi mamá y yo, porque es natural que cada persona, a pesar de ser de la misma estirpe, tenga algo que la hace especial. Por ejemplo, la de mi madre es una belleza tranquila, de aquellas que no buscan opacar a las demás, pero cuyo tierno rostro y silueta armónica termina por desarmar a cualquiera. La mía en cambio es proporcionada, de curvas cerradas y amplias caderas. Una hermosura cautivadora en un cuerpo esbelto y alto para el promedio. Pero mi tía es diferente. Su cuerpo es ostentoso, exuberante. De carnes firmes y abundantes, arrebatadoras. Un grito apenas contenido en el que se anuncia que ahí está una hembra, lista para la procreación.
Por eso no puedo culpar a mi primo, porque cuando vinieron una temporada a vivir con nosotras -mi tía se acababa de divorciar- el tuvo que sentir como el contacto con tres mujeres bellas y fértiles le hizo circo a sus hormonas, especialmente a sus escasos dieciséis años de edad.
Reconozco que al principio no nos dimos cuenta. La verdad es que a él siempre lo había visto como el niño dócil que jugaba con la play a los zombies, aunque de eso ya hiciera mucho tiempo. Pero ahora todo era distinto, y me percaté por la forma en que de pronto nos miraba las nalgas y, según él al disimulo, los pechos a cualquiera de las tres. Lo peor es que mamá y yo solíamos vestir con escasa ropa dentro del hogar, y a la zaga nos seguía la tía.
¿Qué iba a hacer, sino hablarlo con ellas? Les explique que debíamos cubrirnos más, que Rodrigo era adolescente y que seguramente lo estaría pasando mal ante la exhibición de tanta carne. Pero ellas se rieron de mi. Dijeron que no tenían la culpa de ser lindas, que si yo quería, podía ponerme un hábito encima, pero que ninguna de las dos iba a cambiar su forma de ser por un mozalbete que algún día de cualquier forma lo iba a entender. No se cómo no lo vieron, pero al menos yo empecé a vestir con más ropa a pesar de que efectivamente hiciera mucho calor.
¿Tuve éxito? Pues supongo que uno parcial. Mi piel ya iba cubierta en donde debería, pero mis prendas de todas formas eran ceñidas y creo que no conseguí demasiado.
En fin, no era mi problema. Yo estaba iniciando los trámites de titulación, y en eso y en hacer la tesis se me iba la mayor parte de los días. Y si, como le tenía afecto, a veces lo llevaba conmigo a buscar información en las bibliotecas, después lo invitaba a comer, hablábamos de pelis, de nuestras vidas y si que la pasábamos bien. Pero no podía llevarlo siempre, y supongo que entre mi mamá y su hermana lo torturaban un día si y otro también. Como dije, no era de mi incumbencia, hasta que una cierta ocasión vi que tal vez si.
Fue un día en que había regresado de la universidad. No era muy tarde, pero ya todos estaban en sus dormitorios y yo llegué directamente a mi habitación a cambiarme de prendas. Me puse la pijama y luego fui hasta el cesto que esta en el cuarto de lavado a poner mi ropa sucia. Ahí lo descubrí. Había unas bragas de encaje moradas que apenas se apreciaban por entre toda la ropa. Las tomé curiosa, y vi en ellas una mancha profusa de semen.
Mi mente empezó a dar vueltas. Desde luego no eran mías, yo usaba tangas o pantys brasileros. Pero tampoco eran de mamá. A pesar de sus curvas, ella usaba ropa interior algo más conservadora. Así que solo quedaba la tía...
Sentí que perdía por un momento el equilibrio. ¿Era posible que mi primo tuviera pensamientos incestuosos con su madre? No, no podía ser, desde luego yo estaba alucinando. Pero... ¿Entonces? ¿Qué significaba esto?
Pase un rato, con mis manos en las calzas y la mente en blanco. Pero luego vi como cuando a un ciego se le hace la luz. Rodri nos veía a las tres, pero era en mi tía donde su mirada se posaba más. Alguna ocasión incluso, note como su mano iba hacia sus ingles cuando su mamá se agachaba y mostraba sin reparo su monumental trasero. Si, era oficial: mi primo deseaba a su mamá.
¿Qué debía hacer? No me animaba a reclamarselo a Rodrigo, tampoco a decírselo a mi mamá o a mi tía. Me puse a lavarlas a mano mientras dilucidaba una estratagema, y entonces pensé en mi amiga Martha. Ella era una compañera de la escuela que tenía una hermana de la edad de mi primo. Podíamos presentarlos y de ahí dejar que natura hiciera su parte... Cualquier cosa que fuera necesaria para desviar la atención de mi primo más allá de su madre. La llamé y, tras chismear un rato, le dije que tenía un familiar que estaba en casa por las vacaciones y que quería presentárselo a su hermana. Quedamos en vernos al día siguiente en el centro comercial.
Esa tarde hacia mucho calor, pero yo seguía en mi empeño y me puse unos jeans pegados al cuerpo y una blusa holgada. Me veía linda, pero esperaba que la hermana de Martha se viera mejor. Llegué con Rodri poco antes de la hora convenida, y cuando llegaron las chicas fingimos que esa reunión no había sido planeada. Acabamos por ir a comer pizza en un restaurante italiano.
La hermana de mi amiga si que era bonita, pero también era pedante. De esas chicas que saben de su belleza y están dispuestas a hacerle saber al mundo que el suelo que pisan no las merece. Con trabajos habló durante la comida con mi querido primo, por más que el también tenía lo suyo. Martha se me quedó viendo como diciendo ¿Qué hacemos? y yo intenté ser un enlace en la charla entre esos dos pero con muy pocos resultados. Al final, ni el cine al que fuimos después ni querer invitarlos a patinar funcionó: aquella había sido una mala idea.
Lo dejé pasar esa noche, pero al día siguiente, antes de irme a la uni, me encontré con que otra vez el chico había atacado sin piedad las prendas íntimas de su mamá. Y esta vez incluso había bastante más de su leche, lo que me hizo pensar que su ansiedad era mayor. Me fui preocupada después de volverlas a lavar.
Ok. Lo que el chico necesitaba era desfogarse, ni duda cabía. Había sitios para eso, mujeres idóneas para ayudar a los hombres a deshacerse de su veneno, pero yo era una dama y ni sabía bien en donde ni iba a llevarlo personalmente a esa clase de lugar... Aunque aún tenía opciones: se contaba de un amigo de nombre Luis, que solía frecuentar de esas casas de citas. Él perfectamente podía ayudarme con eso, así que le marqué. Hubo que explicarle con detalles lo que requería -aunque claro, omití lo de mi tía-y le pedí su apoyo. No preví que se iba a querer cobrar el favor y me preguntó qué obtendría a cambio. Me hizo prometer una cena romántica en un bar de la ciudad.
Carajo, ya el plan me estaba resultando caro. Pero lo considere necesario con tal de evitarle a mis familiares algún desliz bochornoso. Quedé con él al día siguiente en el campus universitario y, cuando el y Rodrigo se conocieron, yo pretendí que tenía que hablar con él director del seminario. Les pedí que me aguardaran un rato, y más tarde le llamé a mi primo para decirle que iba a tardar unas horas, que si no tenía inconveniente Luis lo llevaría a dar una vuelta. Mi primo protestó un poco pero luego accedió. El proyecto estaba en marcha.
Hacia la noche los vi en la cafetería de la uni. Le di las gracias a Luis por su apoyo y me fui con Rodrigo muy contenta a casa. Al estar a solas en mi cuarto le llamé por teléfono y le pregunte que tal había salido.
-Pues más o menos Danny. - me contestó él con parsimonia.
-¿Por qué Luis? ¿Qué pasó?
Se tomó unos instantes en responder, y luego me dijo:
-Creo que ninguna de las chicas le atrajo a tu primo, y eso que hay algunas que están super buenas. No sé si sea un problema de él, pero si está raro.
-¿Qué quieres decir con eso? -Quise saber, algo molesta.
-Pues a lo mejor tu primo tiene otra clase de aficiones. -respondió el, mientras ahogaba una carcajada.
-¡Idiota! -Le grité y colgué. No veía nada malo con que mi primo pudiera haber sido gay, pero me molestó el tonito de burla que utilizó, y además sabía que no era ese el tema.
Terminé deprimida, ahogando mis angustias con vino tinto el resto de la noche. Y al día siguiente, como era de esperarse, volví a encontrarme con las bragas de mi tía repletas de semen. Una cantidad tan abundante como olorosa, que salpicaba también las medias de ella que estaban en el mismo cesto.
¿Qué más podía hacer? En cualquier momento mi tía se iba a dar cuenta, y entonces solo habría dos sopas: lo iba a castigar hasta que el mundo dejara de girar, lo cual no habría sido tan mala idea, o ... que eso la excitara hasta el extremo de ceder a los bajos instintos de su hijo.
¿Podría yo creer algo así de ella? Lo peor es que si. Mamá me había contado que su hermana tenía de más joven fama de cascos ligeros. Y que si bien ella no había querido creer esos rumores, lo cierto es que habían llegado a sus oídos relatos del enorme apetito sexual de la tía...y mal que bien, ella llevaba semanas sin probar bocado.
Estaba en una encrucijada, sin saber que hacer. Así que el resto del día se me fue en intentar buscar alguna solución.
Esa noche algo pasó. Cuando regresé a casa, mi intuición me hizo saber que había novedades en el ambiente. Mamá estaba dormida, pero mi tía se encontraba en ropa interior recogiendo la mesa a escasos metros de Rodrigo. Seguro no se percató de que yo había llegado, así que ella estaba en lo suyo, moviendo con sensualidad sus caderas, mientras sus prominentes glúteos rebotaban con firmeza por abajo de una sexy panty color violeta. Sospeché que ya sabía lo del semen en sus bragas y que eso la había prendido. Así que para entonces le importaba poco ver como su propio hijo se tocaba su entrepierna, al tiempo que ella descaradamente simulaba que estaba concentrada en su labor, pero le mostraba sus pechos sin pudor alguno.
-¡Hola familia! - Los saludé como si no hubiera advertido nada de eso. Ella me vio e inmediatamente procedió a ponerse encima una bata.
-Por Dios, ja ja. Me espantaste sobrina. ¿Como te fue?
-Muy bien tía. - Le respondí, en lo que iba a la cocina por un whisky. -Y quiero celebrarlo contigo.
-No Danny, ¿Cómo crees? Si hace mucho que no tomo vino.
-Pues por eso tía. Para que ya rompas la abstinencia. -La reté.
Ella se quedó pensando, posiblemente buscaba alguna excusa para zafarse pero no le di oportunidad. Le serví en una copa bastante licor y se la ofrecí.
-¿Y Rodri? - Preguntó resignada. ¿Para él no hay?
Lo volteé a ver. Afortunadamente ya no se le veía lo exitado, pero aún parecía espantado.
-No te ofendas primo. Pero esta noche nos toca a tu mami y a mi. -Le avise y luego me volví hacia su progenitora.
-Esta bien Danny. De todas formas ya me iba a acostar. -Dijo el, al tiempo que se levantaba del sillón. - Que descansen.
Asentí con un ligero movimiento de cabeza, en lo que me aseguraba de que su madre le diera un hondo trago a su bebida. Bebí a la vez, y empecé a relatarle sobre mis planes cercanos. Claro, exagere de más, pero la intención era embriagarla y eso mismo conseguí después de varias copas sobre la mesa. Al final, solo tuve que acompañarla a su recámara y quitarle los zapatos. Lo demás lo hizo la gravedad.
Había tenido éxito por esa noche.
El problema ahí era ese precisamente: "por esa noche." En cualquier otra, esos dos iban a querer consumar su acto de inmoralidad.
Me fui a la cama pensativa, tal vez un poco caliente. Supongo que el ambiente de feromonas también había tenido un fuerte impacto en mí.
Me quité la ropa y solo me dejé puesta la tanga. Vi la imagen que el espejo me devolvió, y ahí estaba una mujer apetecible y muy sensual. ¿Y si...?
Mi conciencia llamó a la cordura. Ok, estaba tomada, bastante cachonda y había un hombre en casa. Pero ese hombre era mi primo adolescente, al que yo llevaba de niño al parque a jugar con los columpios. No era correcto ni decente Danny. Punto final.
Ahora que, no tenía que hacerlo por saciar mis instintos. Después de todo, él iba a tomar pronto a una hembra, y sus opciones eran su madre o yo.
Ese pensamiento me envalentonó. Me coloque una bata encima y fui hasta su cuarto. Tras pedirle permiso para entrar, le dije lo único que se me vino a la cabeza: que en el mío había un sonido como de una rata que no me dejaba dormir. Él se quedó pensando unos segundos, pero de inmediato se trago mi cuento y me preguntó qué podía hacer. Le respondí que si podía venir a dormir a mi cama, por si fuera necesario que ahuyentara al animal. Obvio no puso resistencia, principalmente porque en su mente no se atravesaba aún pensamiento obsceno alguno.
Nos acostamos, pero antes de apagar la luz me quité la bata. Le di el tiempo suficiente para que el viera todo el esplendor de mi cuerpo, y entonces me acosté al lado suyo. Lo intuí nervioso, lo supe exitado y eso me conmocionó. Quise ver hasta donde se iba a aguantar y me puse de espaldas hacia él, pero muy cerca, de tal forma que mi trasero quedara a la altura de su pene. Así estuvimos un largo rato, tan cerca que podía sentir su aliento exhalando en mi nuca.
Comprendí que era su primera vez, y que no sabía que hacer. Lo de menos era volverme y pedirle que me hiciera suya al tiempo que me montaba encima. Pero ya que iba a ser su instructora, debía hacerle creer que había sido su logro, porque yo a sus ojos seguía siendo una chica recatada.
Pretendí entonces que estaba dormida y, en un rápido movimiento coloque mis turgentes nalgas junto a su paquete. Me moví un poco, y entonces descubrí que ese no era un falo común. Debía ser descomunal por la forma en que se me embarraba a todo lo largo de mi trasero.
El entonces empezó a moverse también, en un vaivén en el que su mástil se apretaba contra mi culo pero sin que se animara a entrar. Eso me terminó de calentar, pero también me dio la oportunidad que necesitaba. Así que le dije:
-¿Rodrigo, que tienes ahí?
El se turbo y dejó de moverse. No dijo nada, hasta que insistí.
-No... No es nada Danny.- me dijo asustado y yo entendí que esa herramienta estaba a punto de ser mía.
-¿Qué no, Rodrigo? Siento algo duro y caliente en mi trasero. Déjame ver. -Le solté y, sin dejarle tiempo para reaccionar, le agarré el pene con mi diestra. Como supuse, era grande, pero sobre todo grueso.
-¿Te excita tu prima, Ro? ¿Es eso? Le pregunté, ronroneando como una gatita en celo. Él tan sólo se quedó inmóvil, seguramente incómodo por haberlo descubierto.
-Déjame ayudarte. -Fue en ese momento todo lo que alcance a decirle, antes de meterme su verga en mi boca. Ahí entendí que mi primo era joven, pero que su pito sabía a hombre, a macho en brama y a deseo. Lo chupe como un dulce, lo mame como un sueño, pero cuando sentí que se iba a venir lo saque y le dije en un susurro al oído:
-Mira Ro. Ahora me vas a coger. Pero haz lo que te diga y lo vamos a pasar en grande. ¿Bueno?
El asintió con la cabeza y yo aproveché para ponerme encima. Aprecié el ángulo que hacía su verga con su abdomen, la firmeza, el color rojizo, su dureza y me sentí feliz de ser la primera en cabalgarla.
-Cuando sientas que te corres, procura respirar. Contente, hazme sentir tu mujer. ¿Ok? -Le dije en lo que empecé a empalarme.
Y si, había probado algunos troncos, pero ninguno como el suyo. Al irme entrando, sentí como su grosor me llenaba completa, como si mi vagina estuviera hecha para consumir semejante bestia. Subí y bajé sobre ese prodigio, una y otra vez, maravillada de saber que un objeto como ese pudiera tenerme tan húmeda y dichosa. Empecé a gemir con fuerza, a decir en voz alta su nombre y a pedirle que todavía no se viniera, en lo que sentía como la sangre me hervía y su falo me llevaba a punta de sentones a mi orgasmo. Quien quiera que sepa de esto, entienda que la saboree como Dios manda y que mis jugos dejaron huella de lo que estaba ocurriendo.
-Ro... Ro... Que me vengo... Con... tente Ro- dije entre jadeos, hasta que sentí como una explosión que venía desde mi útero me envolvía y hacía temblar mis piernas y mis pechos. - Rodrigoooo fue lo último que dije, antes de correrme.
Me perdí por unos instantes, pero después reparé en que él seguía en su empeño por taladrarme. Había sido obediente, y ahora le tocaba su victoria.
-Dame un momento amor. - Le pedí sofocada, en lo que aventaba la sábana al suelo y me ponía en cuarto puntos.- Acaba de poseerme. - Le solicité entonces, mostrándole sumisa la raja entre mis nalgas.
El entendió. Se supo graduado en su iniciación y puso sus manos en mis caderas. Apuntó el mástil hacia la vagina que ya era suya y sin más lo hundió adentro. Yo era una perra y el era mi amo. Un amo fuerte de verga majestuosa que a cada embestida me hacía saber quién mandaba ahí. No opuse resistencia. Me monto con vigor, con destreza, y cuando finalmente se vino adentro de mí, yo ya llevaba otras dos corridas.
-¡Que rica estás, Danny! -me dijo en cuanto su pene salió de mi cavidad todo chorreado.
-Que bueno que te gustó amor. - Le dije gustosa y plena, antes de quedarme dormida.
La mañana siguiente me levanté temprano. Tenía una reunión con el decano, y apenas me dio tiempo de correr para llegar con él. En el camino iba radiante, feliz como pocas veces, porque supe que me había desfogado como nunca con un verdadero semental.
El rector me felicitó por la investigación. Me conminó a seguir trabajando y, en corto, me puso de ejemplo con los chicos de mi generación. Según él, yo era una chica de buenas maneras que tenía que ser un faro de esperanza para nuestra comunidad.
El resto del día no pasó nada extraordinario. Lo pasé en el campus, festejando entre mis compañeros por el fin y el inicio de nuestra carrera profesional.
Llegué tarde a casa y de nuevo no vi a nadie, así que pensé en solo acostarme y dejar todo para el día siguiente. Me puse ropa de dormir y apagué la luz para descansar.
Un viejo pensamiento me alertó de súbito. Me levante de la cama y fui hacia el cuarto de servicio a dejar mi ropa en el cesto. Una vez ahí, decidí buscar entre las prendas a ver que encontraba.
Y si, otra vez estaba el semen de mi primo en una prenda íntima... Solo que en esta ocasión, era una de las mías.
-Después de todo, valió la pena Danny. - Me dije entre dientes, feliz, en lo que me dirigía con decisión hacia su recámara.