Cuando regrese a España después de dos años en Dubái, a mis 30 años, monté mi propio estudio de arquitectura. La ex de mi padre, Marisol, una importante decoradora, que había sido mi madrastra durante casi diez años me propuso colaborar con ella con un proyecto de decoración que quería conseguir con una amiga de la playa.
Me invitó a ir a Sotogrande para conocer a su clienta. Hacía dos años que no la veía y comprobé que a sus cincuenta y seis años seguía siendo la mujer espléndida que recordaba y que siempre fue una fantasía para mí y mis amigos. Una larga melena rubia envolvía una cara preciosa de la que destacaban sus azules ojos.
Tras la reunión donde conocí a Catalina, su clienta, algo más joven que Marisol, salimos a tomar una copa junto con Pablo, el hijo de su clienta, de veinticinco años. Verla bailar con él y su confesión posterior de que su fantasía era estar con un chico joven, aceleró mi deseo de follármela ese verano para lo cual pensé que debía ayudarla a que se la follara Pablo primero y así perder el miedo a la relación con un chico joven.
Después de una reunión en casa de Catalina de la que acabamos eufóricos, conseguí animarlas a que nos fuéramos los cuatro a tomar una copa para celebrarlo. Creí que podría ser la noche perfecta, y al verlas animadas, decidí intervenir. Les suministré una pequeña ayuda química que las hizo deshinbirse por completo.
Cuando regresábamos Pablo estaba encendido con mi madre. Le sugerí que propusiera tomar la última copa en su casa y que se olvidara de que era mi madre con la que había hablado previamente y sabía que estaba decidida a dejarse follar por él.
Fue increíble ver como Pablo seducía y acababa follándose a mi madre en el salón delante de mí y de Catalina, a la que, excitada por la escena de ver a su hijo follarse a una señora como ella, conseguí doblegar sus barreras y tuve el decoro de llevármela a un dormitorio para follármela también.
Después de esa noche tan intensa, llegamos a casa muy cansados. En mi caso apenas había dormido cuatro horas. Teníamos que digerir lo vivido pero pospusimos la conversación.
—Voy a echarme un rato —dijo Marisol somnolienta.
—Yo también. ¿Bajamos luego a comer a la playa?
—No sé si me despertaré.
Me desperté antes que ella, a medio día. La busqué por la casa y la encontré en su dormitorio, durmiendo, semidesnuda, majestuosa. Tuve que contener mis deseos de meterme en la cama con ella, debía ser inteligente y no precipitar nada. Hasta ese momento no podía quejarme, mi plan funcionaba, había conseguido follarme a Catalina y entregado a mi madre a su iniciación en sexo con jóvenes. Por otro lado mi polla, después de una noche tan ajetreada, no estaba operativa.
Cuando se despertó, le tenía preparado un desayuno-almuerzo que tomó sin pronunciar palabra.
— ¿Fue real lo ocurrido Sergio? —me preguntó.
—Completamente. Parecías una diosa.
— ¿No te parecí un poco puta?
— ¡En absoluto! Fue un momento de liberación, deseabas que ocurriera algo así y lo vivimos juntos.
—Me siento un poco avergonzada, no sé que me ocurrió.
—Yo me siento orgulloso de ti —no mencioné que tuve que suministrarle una pastillita—. Y te admiro mucho más.
La convencí para irnos a la playa. Conocía una zona muy tranquila a esa hora, después de la comida. Nos echamos en las toallas y disfrutamos de una maravillosa tarde de playa con olas, de rayos de sol, de dunas de arena. Traté de hablar con naturalidad de lo ocurrido para que se le pasara el complejo de culpa.
—Fue increíble sentir un chico joven, tan guapo, interesado por mí. Durante la cena vi las miradas de algunas chicas envidiándome.
— ¿Habías follado alguna vez de esa forma, sin compromiso, por disfrutar?
—Nooo. Fue totalmente diferente a lo que siempre viví.
—Si hubiera sido igual que con mi padre, malo —reí, haciéndola reír a ella.
—Para mí tener sexo siempre había ido unido a cariño o amor. Anoche me sentí liberada como si una fuerza interna me dominara. Tú me animaste a dar el paso.
—Yo solo quité obstáculos de tu mente. Caíste tu sola —No me atreví a decirle que esa fuerza interna se la proporcionó una pastilla de Addyi que vertí en las copas de ellas.
Yo le detallé a su vez, la excitación que me produjo verla empotrada por atrás y como me sentí follándome a Catalina.
—A mi también me excitó hacerlo delante de ti, cuando sé que te habría gustado ser tú quién lo hiciera.
—La vida sexual de cada persona es un mundo.
—Me agrada hablar contigo como un amigo, no tengo estas conversaciones ni con mis amigas.
La tarde estaba resultando maravillosa. Estábamos avanzando en conocernos mejor. Decidió regalarme la visión de su precioso pecho, quitándose el top, con una mirada de provocación.
—Tienes un pecho increíble Marisol.
— ¿Te gusta?
—Mira mi polla.
Tenía una erección monumental. La zona estaba muy solitaria. Los ojos de mi madre se quedaron detenidos en ella.
Tuve que levantarme, para reducir la erección. La invité a caminar por la playa. Su aspecto asalvajado, su pelo rizado, tan diferente de su look cuidado y elegante, la hacían igual de deseable.
— ¿Qué haremos ahora? —le pregunté.
—No tengo ni idea. Siento que he iniciado un viaje, en el que tú eres el guía. Confió en ti —dijo mirándome a los ojos.
—Me gusta la mujer que veo. Me gusta como decoradora y como mujer.
—A mí también me gusta lo que veo en ti. Como arquitecto, brillante y ágil. Y como hombre, decidido, liberal... además de atractivo.
— ¿Te lo parezco de verdad?
—Anoche, mientras estaba en los brazos de Pablo, cuando te vi besar a Catalina sentí celos. No veía al niño que conocía, vi un tío atractivo que había sido muy hábil para conseguir follarse a una señora de bandera.
—Me gusta tu cambio —añadí.
—Pensé que cambié al separarme de tu padre, pero realmente mi cambio se ha producido esta semana. Tú has subido mi autoestima —sonrió.
—Tu auto estima debería estar en el cielo. Eres una mujer preciosa.
Al llegar a casa, al ir a ducharme recibí llamada de Catalina. Quería comprobar al igual que Marisol si había sido real lo vivido.
—Tan real que estoy deseando verte de nuevo —respondí.
—Y yo, pero tendremos que esperar. Mi marido llega esta noche y se quedará unos días. Trataré de organizar una comida o cena con él, que quiere conoceros, pero debemos comportarnos con mucho tacto.
— ¿Y Pablo? —pregunté por ver como quedaba mi camino con mi madre.
—Se va al campeonato de saltos.
Marisol también recibió llamada de él y quedaron en verse. Yo me arreglé para quedar con mis amigos, una vez que se me había estropeado el plan de invitar a mi madre.
Mientras charlaba con mis amigos sentía que mi cabeza no estaba allí. Marisol suponía mucho más que follarme a una señora mayor. Era como esas ilusiones que tienes de niño y que darías cualquier cosa por realizar. Tuve que responder a algunas bromas acerca de lo buena y animada que estaba mi madre este año. Incapaz de reírme al ritmo de mis colegas decidí marcharme. Me serví una copa en la terraza de casa, jodido suponiendo que en ese momento Marisol podría estar follando con Pablo. La noche era clara, desde la terraza se contemplaban muchas luces en el claro cielo de Sotogrande. Estaba tan absorto en mis pensamientos que no oí la puerta de la casa abrirse.
—No esperaba que estuvieras tan pronto —me sorprendió su voz detrás de mí.
— ¡No te oí llegar! Es que hoy no estaba animado el Tebas —le mentí.
—Me habría gustado oír otra excusa....
—No dejaba de pensar en ti —aclaré sincero.
—He hablado con Pablo. No me arrepiento de lo que sucedió pero no quiero que se repita, me sentí muy vulgar, follada sin más.
—Me moría de celos de imaginarte con él.
— ¿Me deseas a mí, o solo te excita follarte a la mujer de tu padre?
—Te deseo a ti... Me vuelves loco.
—Si lo deseas tanto... te regalo tu fantasía, con una condición.
Me levanté y la abracé.
—Lo que quieras. —dije sin dejarle continuar, dándole un beso apasionado.
— Que seas tierno y me hagas el amor.
Necesitaba ganármela, me mostraría como el ser más cariñoso del mundo, no me iba a conformar con follármela solo un día como hizo con Pablo.
Mientras se dirigió al baño a prepararse para su inmolación, preparé un escenario espectacular. Rodeé la cama de velitas de luz parpadeantes blancas.
Al salir, con un transparente salto de cama bajo el cual solo se transparentaban sus braguitas blancas, no ocultó su sorpresa por el escenario de velas que rodeaban a su hijo tumbado casi desnudo en la cama.
—Me gusta lo que has preparado —sostuvo mi mirada.
—Estás bellísima Marisol —la piropee para transmitirle confianza—. Eres una mujer de locura.
—Loca más bien.
En el trayecto del baño a la cama, se levantó un temporal de lujuria, que la despojó del salto de cama y la obligó a buscar refugio entre mis brazos.
Ya no quedaban dudas, deseábamos disfrutar de nosotros. Me ofreció su espectacular cuerpo por entero. Se giró hacia mí, ofreciéndome su boca y disfruté de sus besos sensuales, de labios y de lengua, de deseo a la vez que movía su mano suavemente por mis muslos, recreándose en los alrededores.
Perdido su miedo, desplegué sobre ella todo el arsenal de caricias que no había utilizado desde hacía meses. Recorrí su piel en una travesía a vela por mares desconocidos, amasé sus pechos sin necesidad de horno, bebí de sus labios con la sed del peregrino. Ella usaba su boca como un arma defensiva, suponiendo que mientras no dejáramos de besarnos, estaría a salvo de ser follada. Debía coger el punto que le permitiera sentirse libre. No quería penetrarla todavía, disfrutaba de su complicidad con deleite.
—Quiero que te sientas cómoda. ¿Estás bien?
—Muy bien —susurró.
Seguí besándola por su cuello, bajé a la parte superior de sus pechos, a su escote, que olía a perfume embriagador. Pasé con delicadeza mi mano por encima de su coñito desde donde inicié un camino de trayecto fijo, con retorno a su cuello ida y vuelta. En uno de los viajes, reposté en sus pechos. Sus areolas se erizaron a mi contacto. Quise probar también su sabor, y las introduje en mi boca, provocando una convulsión en su cuerpo tendido a mi lado.
Cuando sentí la cadencia de su respiración alineada, con el deseo de su coñito, acerqué mis deditos a su coñito, abrió sus piernas, sollozando de placer. Metí dos deditos, tanteando la zona, sabiendo que estaba óptima, sintiendo el temblor de su cuerpo. La sentía disfrutar. Introduje el tercer dedo, acaricié su clítoris, rodeé sus labios, sin dejar de besarla por todo el cuerpo. Apenas sin fuerzas para gritar emitió un gemido de culminación.
Bajé a buscar más botín, desplacé mi lengua por el inicio de sus labios vaginales, sintiendo su humedad. Recorrí todo su perímetro antes de adentrarme en su maravillosa gruta del tesoro. De repente, alzó mi cabeza, se deslizó hacia abajo situando su coñito frente a mi polla.
—No puedo más, ámame —suplicó Marisol.
Me monté sobre ella y se la metí, empujando para que sintiera más adentro mi herramienta.
—Despacio, quiero disfrutar de ti —me pidió completamente entregada.
La sentía retorcerse de placer. Inicié un movimiento continuo al que ella ayudaba elevando cada vez más su culo sobre el colchón. El acoplamiento funcionaba mejor que el de las cápsulas espaciales, era nuestra primera vez y conseguimos un sincronismo al que solo llegan las parejas tras muchos intentos.
Alargamos el momento disfrutando de mantenernos en ese estado de excitación. ¿Cuánto duró? No lo sé. Solo recuerdo sentirme en ese estado luminoso donde pareces levitar y expresas con caricias y besos lo que no tienes palabras o no sabes usarlas para transmitir. Viví con ella el polvo a cámara lenta más prolongada de mi vida hasta que su grito en la noche debió oírse en la costa africana. Dejé dentro de ella el primero de los muchos polvos que íbamos a echar a partir de entonces.
—Me ha encantado tu ternura, déjeme ahora a mí.
Se colocó sobre mí sin dejar que mi polla saliera de ella, y continuó un armonioso baile de caderas en el que mi polla se deslizaba por su lubricada vagina como un bailarín se desliza por la pista de baile. Estaba impresionante, salvaje, con los ojos cargados, jadeante, una auténtica reina. La cadencia y la armonía de sus movimientos hacían prolongar el climax. Por sus jadeos presentí que un nuevo orgasmo iba a llegar y de repente, otro grito atronó en la noche.
Mi arma seguía cargada. La cadencia de sus movimientos y el derroche que había hecho la noche anterior con Catalina me permitían controlar el momento de correrme.
Me coloqué tras ella, y entrándole por detrás, comencé a cabalgarla desesperadamente, apretada por sus tetas, a la vez que con mi polla le frotaba el clítoris mientras la penetraba, sacándole nuevos tonos a sus gemidos. Al sentirla desplomarse cuando se corrió, intensificó aún más mi excitación y descargué en ella todo el morbo acumulado durante la sesión.
— ¡Ha sido increíble! —le dije, apretándome contra su cuerpo mientras inundaba de semen la vagina de mi madre.
— ¿Te ha gustado? —preguntó.
—Wow. Una sensación maravillosa —apenas susurré cayendo a su lado, verdugo y víctima del juego.
No recuerdo como, pero sé nos quedamos dormidos. Con los primeros rayos del amanecer que apenas traslucían una fina luz, desperté con las caricias de Marisol que cubrían de besos mi cuerpo y me hice el remolón deseando que no terminara nunca.
Seguía aún en ese estado limbótico, con los ojos cerrados, cuando sentí sus cálidas manos apoderarse de mi pene y subiéndose sobre mí, lo situaban en la boca de su coñito. No sabía si se me levantaría. Traté de detenerla.
— ¿No tenías tantas ganas de follarme? Mucha boquilla ...
— Me pediste que te amara ...
— Esa prueba la superaste. Ahora quiero que me folles.
Pasado el momento inicial de sorpresa, a la vez que me excitaba más y más, Marisol acarició directamente mi polla, irguiéndose para mirarla, para ver se a ella misma acariciando la polla de su hijo. Deseando verla crecer rápidamente, metió la cabeza entre mis piernas, apoderándose de mi polla, jadeando de placer.
No podía fracasar. Acompasé mi ritmo al de su mamada y cuando cogió vida, la introduje con cuidado en su coñito. Dejé que ella, señora y dueña de mi polla, marcara el ritmo hasta que la velocidad de sus caderas, cabalgando sobre mí, desnuda, erguida, su cara extasiada dispuesta a morir fueron cogiendo el ritmo de las olas en el mar, gimiendo cada vez más fuerte.
—Tranquila mi vida—le pedí ante la aceleración de sus gemidos
Pedirle tranquilidad a Marisol en ese momento, era decirle al viento que parara. Perdí la sintonía con ella, no podía seguirle sus acelerones, joder y ayer me decía que fuera tierno y la amara. Parecía un potro escapado de un rodeo americano, pugnando por descabalgarme, pero yo la tenía metida hasta la silla de montar, y no me dejé tirar. Su cara se había transformado, estaba asalvajada, gritando, suspirando. No se conformaba. Cogía mi polla con su mano, acelerando mis movimientos. Yo le devolví el detalle, y apreté con mis dedos su clítoris porque dudaba de mi capacidad y sentía que tras los orgasmos que llevaba ella, no iba a poder rematarla. Cuando por fin cayó derrotada, aceleré descontroladamente para terminar yo.
—Eres brutal —susurré con el hilo de voz que me quedaba, dando los últimos empujones antes de caer rendido al lado de Marisol.
—Me ha gustado como follas.
Al menos reconocía mi mérito. Mi cuerpo estaba siendo exigido por encima de lo que siempre lo había sido.
Era curioso como cada persona actúa en su vida de manera tan diferente. La Marisol orgullosa, conservadora, se comportaba como una mujer ardiente y terriblemente sexual y consintió que yo me la follara, sin necesidad de bajarse del trono de su estilo.
Durante el desayuno no parábamos de reír, éramos conscientes de que habíamos dado un paso que no tenía marcha atrás.
—Me gustaría disfrutar de esto al menos hasta que regresemos a Madrid —le dije.
—Vayamos paso a paso.
Mientras ella recogía la mesa que habíamos usado, recibí una llamada. Era Catalina.
— ¡Qué sorpresa Catalina! —saludé ante la mirada inquisitiva de Marisol.
—Te echo de menos. Hoy sale mi marido a navegar. Pablo está fuera. ¿Te apetece venir?
Miré a Marisol que seguía expectante la conversación. No dudé, en ese momento no tenía ninguna duda. Improvisé rápidamente.
—Me encantaría pero estoy viajando de regreso a Madrid. Como lo siento.
— ¿Vendrás a verme a Sevilla?
— ¡Claro! Recuerda que tenemos un proyecto que ejecutar.
Cuando colgué, me sonrió y se dirigió a darse una ducha.
Salió del baño hecha una reina, su pelo húmedo y su coñito chorreando. Su piel tostadita del sol, contrastaba con el blanco de sus labios vaginales. Sus movimientos reflejaban la sed de su coño, que había sido tomado siempre sin rendirle la pleitesía que merecía.
Mi mente tardó muy poco en imaginar lo que podía hacer con su coñito recién lavado. Me tumbé desnudo sobre la cama. Se alzó sobre mí, de rodillas, sin dejar de besarme, le caía el pelo por su cara, estaba totalmente liberada de su recelo maternal. Subí mis manos para llegar a sus pechos, gemía de placer al acariciárselos. Conocía ese gesto de su cara. Me abrazó, y con el tono más dulce que pudo se dirigió a mí.
—No quiero promesas pero mientras follemos, no quiero ninguna otra mujer en tu vida.
—De acuerdo.
Me miró con una sensualidad que nunca le había visto. Abrió sus piernas, me acercó su copa para que bebiera.
—Fóllame con tu lengua —dijo en un tono suplicante.
Cuando bajé mi cabeza a su coño, comenzó a subir y a bajar sus caderas, con una enorme suavidad que indicaba que su dilatada vagina estaba bien lubricada. Inicié un curso de inmersión vaginal. Debíamos hacer un chequeo a fondo de su coñito, que sabía a salado, pero destaponado después de ser penetrada por mí. Repelé todo el sabor de ese súper coño, que traía música incorporada de serie, porque cuando se acercaba a su climax, su cintura temblaba sin control, suspiraba, gemía hasta que comenzó a cantar como una sirena.
Mi cabeza emergió de entre sus piernas, encontrándome su melena enredada en su cara, sonriéndome feliz.
—Tendremos que ser cuidadosos, quién nos vea esta caras de felicidad podrá sospechar —bromee pero con una cierta razón en mi comentario.
Se quedó pensativa hasta que se le iluminó la cara.
— ¿Qué te parece irnos unos días a alguna playa solos los dos? Seremos anónimos.
¿Podía imaginar mejor final del verano? Solos mi madre y yo.
—Prepara una maleta mientras busco en booking un hotelito.