Decir que casi me muero es quedarse corta. Allí estaba yo, en medio de la ola de calor, después de compartir varias botellas de champán, vestida únicamente con un sujetador al que le costaba contener mis tetas, de rodillas delante de las piernas abiertas de Mery, la novia de mi sobrino Nacho, a la que le acababa de comer el coño hasta el orgasmo, cosa que había hecho por primera vez en mi vida. Pero eso no era nada: mi sobrino, el guapo, mi Nacho bonito, mi Nacho cachitas, mi Nacho perfecto, acababa de confesar que tenía ganas de que me comiera su polla, enorme, preciosa, brillante todavía con los jugos de ese coño inagotable que acababa de pasar por mi boca. Y por si eso fuera poco y mi cabeza no fuera a estallar con todo esto, aquella dulce gatita acababa de revelar mi identidad en Todorelatos y dado a entender que yo había sido víctima de un juego, de una conspiración sexual.
Sacudí la cabeza incrédula.
- ¿QUÉ? - mi grito debió de llegar hasta Segovia
Estaba paralizada. Mi reacción tendría que haber sido soltarles una bofetada a cada uno y echarlos de casa. Pero mi boca seguía llena del sabor de la dulce gatita Mery, en mis ojos no había otra cosa que la polla preciosa de mi Nacho bonito, en mi piel estaba el fuego de aquellos deditos suaves que me habían arrebatado mis bragas de encaje. ¿Era el champán o era mi deseo? No había estado más confundida en mi vida… Y puede que tampoco más cachonda, ni siquiera en el probador con Mario y mi marido.
- Siempre has sido mi tía favorita, Tita Carmen, lo sabes. Lo que no sabes es que mis primeras pajas fueron para ti
- ¡NACHO! ¡PARA!
- ¿Recuerdas aquel verano en Menorca, cuando vinisteis con nosotros de vacaciones? Aquel día que pensaste que no había nadie en la casa y te masturbaste en la tumbona, junto a la piscina, con el spray de crema solar…
Enrojecí. Soy tonta. Pero no pude controlarlo. De repente me asaltó aquel recuerdo de Mediterráneo, de temperatura perfecta, de calentón súbito. Volvió a mi mente el olor de la naturaleza, y cómo el morbo me había llevado a hacerme un dedo, desnuda en el jardín. Aquel spray había sido un consolador improvisado, del mismo tamaño que aquellos juguetes metálicos dorados que yo usaba antes de que mi marido me empezara a comprar las pollas realistas… Recordaba que aquel día me había enloquecido el morbo de ser vista… y diez años después descubría que ese morbo había sido hecho realidad sin yo saberlo.
- Yo había ido a dar una vuelta en bicicleta. No me oíste llegar y me escondí en cuanto te vi desnuda. Pero me quedé atrapado por ti, nunca había visto a una mujer real sin ropa. Yo había empezado a ponerme palote muy poco tiempo antes y noté que aquella vez era diferente. Mi polla estaba más dura que nunca. Estaba reaccionando al verte desnuda, al ver cómo te masturbabas. Yo tampoco nunca había visto porno, ya sabes cómo somos en casa. Y encontrarte así hizo que empezara a tocarme. Que empezara a pajearme. El niño bueno estaba salidísimo. Por primera vez, quise follarme a una mujer
- Nacho, por favor
- No, Nacho, no te pares. Cuéntaselo todo - la voz de Mery seguía siendo igual de dulce hasta en aquella escena
- Nunca olvidaré esa paja. Estaba duro como un palo, tenía el capullo hinchadísimo. No creo que aguantara dos minutos meneándomela. Empecé a correrme sin parar, menos mal que la lefa iba a la hierba. Me salieron litros, espesísima, blanquísima. Y mi polla seguía durísima, te habías metido dentro de mí y quería más… Eché a correr para alejarme de ti… Pero te quedaste dentro de mi cabeza.
- Nacho, yo… - mientras contaba la historia, me estaba pareciendo más guapo que nunca. Y su pollón seguía duro, yo no sabía si le alimentaba el empalme aquella situación en la que estábamos o el recuerdo
- Buscaba fotos tuyas en los álbumes familiares, me masturbé con las fotos de tu boda incluso ¿Recuerdas cuando te dieron aquel premio? Me compré varios ejemplares de la revista y me corría encima de tu foto una y otra vez hasta que las páginas se pegaban. Y luego cambiaba de revista… Y seguía lefándote… Me he corrido contigo más veces que con cualquier otra mujer.
Mientras yo seguía como un tomate, arrodillada, Mery había empezado a tocarse. Muy despacio, muy suave. Pero se estaba haciendo un dedo delante de mí. Le excitaba la confesión de Nacho y no se cortaba en masturbarse delante de nosotros. El olor de su coño inundaba mi nariz, me emborrachaba su lujuria juvenil. El deseo flotaba en aquella habitación como nunca en toda mi vida. Mis pezones estaban a punto de explotar, de romper el encaje del sujetador, la caricia de la tela era enloquecedora.
- Y cuando empezaste en Instagram, qué pena que lo dejaras tan pronto… Todas aquellas fotos con tus vestidos buenos. Eres una diosa con ellos. Nunca enseñando nada, por supuesto, pero guapísima. Pero volviéndome loco… El vestido negro que llevaste a aquel acto en París, debe estar blanco de todas las veces que me corrí en él en la pantalla del iPad… Cada vez que le dabas un Me gusta a una de mis publicaciones, me sentía como si me acariciaras… Imagínalo, Tita Carmen, una paja con cada uno de tus Likes…
- En Barcelona, nos conocimos - continuó Mery, sin dejar ni un momento de masturbarse - . A través de esa sociedad, no te vamos a dar el rollo sobre ella. La cosa es que descubrimos que nos gustábamos, más allá de follar con otros miembros del grupo, que siempre está bien. Empezamos a quedar solos. Y, claro, el sexo era importantísimo para nosotros. Empezamos a hablar, entre polvo y polvo éramos muy sinceros, podíamos pasarnos tardes enteras en la cama. Besitos, orgasmos, conversación, el reto de hablar mientras el otro te come… Sigue tú, Nacho, me están entrando ganas…
La gatita se movió, preciosa, por el sofá, a cuatro patitas, y metió la polla de Nacho en su boca, se tragó toda la cabeza sin esfuerzo. Mi sobrino cerró los ojos, echó hacia atrás la cabeza y resopló. Aquella cría sabía lo que hacía, con 22 años no sabía yo hacer esas cosas… ni creía que supiera hacerlas ahora. Nacho recuperó el control y continuó, enseñándome lo que Mery comentaba. No era tan fluido como antes, la mamada de Mery era una distracción importante, pero no dejó de hacerme escuchar el final de la historia.
- Un día, confesándonos secretos, le hablé de ti a Mery. Parecía demasiada casualidad, pero ella acababa de leer en Todorelatos una historia muy morbosa narrada por alguien que se parecía a ti. Le enseñé tu foto y entramos leer esa historia del probador
- ¡Es una fantasía! ¡No hay nada real! - respondí yo a la defensiva
- Sí hay algo real en ese relato, por lo menos. Tú. Tu descripción. Tu pecho. Recuerda, lo conozco, tus areolas no se olvidan. Tu nombre, tu pecho…
- Era demasiado tentador - Mery se sacó la polla de Nacho de la boca y cogió el relevo -. Te dejé un comentario y me escribiste para agradecerlo. Eres así de educada hasta en un mundo de sexo… Nacho, eres lo peor - mi sobrino le acababa de meter dos dedos en el coño, aquel coño que yo había lubricado a la perfección con mi boca, y se estaba follando digitalmente a su novia delante de mí -. Los correos siguieron y tú sola te delataste al hablar de Nacho. Tu Nacho, mi Nacho… Nuestro Nacho… Fuera, tócame fuera también, vamos…
Y yo creyéndome tan lista porque nunca enviaba una foto mía a quienes me la pedían por correo electrónico. La soberbia esa que no le gusta a los dioses griegos había terminado conmigo. Mery le dio un beso con lengua a Nacho en la boca y siguió chupando. La sacudida de morbo que me dio ese detalle fue tremendo: Nacho probaba el sabor de su propia polla en la boca de Mery. Mi dulce gatita del correo electrónico era una tigresa del sexo…
- Cuando publicaste el segundo relato, ese en el que te haces la paja más caliente del mundo - enrojecí por completo, mi vanidad de autora estaba desbordada -, pasamos las dos historias por un software de análisis de texto. Y los patrones eran los mismos que los de tus artículos. Eres la misma escribiendo sobre sexo que sobre tu especialidad. El software decía que Carmen75 y Tita Carmen eran la misma persona. Y el año era el tuyo - y con su sonrisa, estuvo a punto de hacer que me derritiera.
- ¿Y ahora? - pregunté yo, sabiendo que podían hacer conmigo lo que quisieran, chantajearme, destrozarme, humillarme
- Ahora será lo que desees, Tita Carmen - dijo Nacho con su voz más dulce
- Solo lo que tú desees, Tita Carmen - remató Mery
Respiré hondamente. De perdidos, al río. Y, como una vieja leona, me encaminé a cuatro patas hacia la polla de Nacho, meneando mi culo para ellos. Me miraron fascinados. Algo mágico iba a pasar, algo que era un sueño compartido, ya no entre dos sino entre tres. Mery interrumpió la mamada y me ofreció el rabo precioso de mi sobrino.
Me arrodillé delante de él. Estiré mi cuerpo, sacando pecho, y revolví la cabeza, buscando claridad. Mi pelo se agitó y volvió a su sitio, mis tetas estaban desafiantes. Miré a los ojos a Nacho y me mordí los labios una vez más. Mery seguía sosteniendo su pollón y me miraba sin respirar. Hice ademán de quitarme el sujetador, pero Nacho me interrumpió.
- No lo hagas, pareces una diosa
- Lo es - añadió Mery
Cerré los ojos y me incliné. Abrí la boca y puse la polla de Nacho entre mis labios. En realidad, no era tan grande como mi Príncipe de Namibia, pero era una polla muy grande, acostumbrada como yo estaba a la de mi marido. La primera polla que entraba en mi boca que no fuera la suya en tantos y tantos años…Y era la de mi Nacho bonito. Era una fantasía.
- Cómesela, Tita Carmen - susurró Mery con toda dulzura
- Chúpamela, Tita Carmen
Lo hice. Mi boca estaba inundada de saliva, que empezó a cubrir su glande. Apretaba mis labios fuertemente. Ojalá lo que le gustaba a mi marido le gustara también a Nacho, que estaba acostumbrado a follar con chicas jóvenes, empezando por ese prodigio de gatita sexy que estaba acariciando mi pelo… El miedo me asaltó. ¿Y si no estaba a la altura de su fantasía sexual? El olor del coño de Mery, que había estado en mi boca, volvió al empezar a chuparle.
- No pares, por favor, eres increíble. Es más tremendo de lo que pude haber soñado nunca
No pude oír mejor campanada. Mi mano derecha agarró aquel tronco duro y mi mano izquierda se fue a sus huevos. Era un rabo gordo, como una piedra, mi mano apenas era capaz de rodearlo. Eso me puso como una moto, era algo tan nuevo, sentir aquella carne caliente palpitar en mi mano; en mi muñeca todavía estaba el Viceroy que me había regalado mi marido y eso hacía más morbosa la cuestión. Sus huevos eran suaves, perfectamente depilados, era una piel tersa y deliciosa. Y eran unos huevos tremendos, me moría de ganas de metérmelos en la boca.
Mery se separó de nosotros para quitarse la falda y el sujetador. Abrí las ojos para contemplarla. Sus tetas eran pequeñas, pero con esa firmeza desafiante que da la juventud. Eran las tetas que a mí me habría gustado tener, con las marcas del bikini perfectamente delineadas. Sus pezones eran pequeñitos, pero muy duros. Y sus areolas eran como chocolate con leche, contrastando con la piel blanca de sus tetitas. Si yo era una galleta de desayuno, ella era el Lacasito más caliente. Se derretía en la boca de Nacho, no en su mano. O quizá también.
- Déjate el tanga - le pidió Nacho
- Claro, amor. Me encanta verte así, lo que siempre has soñado
- Quiero tus labios, Mery
Aquel momento de romanticismo me pareció precioso entre tanta calentura. Mi sobrino quería los labios de su chica mientras yo se la chupaba. No había entendido nada. Mery trepó como una gatita encima de él, colocándose en el borde del sofá, y le plantó su coño jugoso en la boca a Nacho. Ese mismo coño jugoso que yo me acababa de comer hasta el orgasmo. Mi sobrino empezó a comer como una furia, sin ninguna delicadeza, de manera salvaje. Y Mery a gritar, claro.
Dejé de comerle el rabo y me centré en sus huevos. Si me colocaba bien, podía ver el espectáculo de aquella comida de coño que yo quería repetir para mí. Estaba caliente más allá de cualquier límite, cachonda como una perra en celo. El culito de Mery dominaba a Nacho y lo único que llegaba de allí era el sonido de unas chupadas realmente obscenas. Y de los gemidos de Mery, desatada.
Uno por uno, saboreé sus huevazos en mi boca. Era una locura, aquello tenía que estar lleno de leche… ¿Cómo sería una corrida de Nacho? Recordé entonces algo que le encantaba a mi marido. Dejé los huevos y seguí bajando. Mi culo estaba completamente en pompa al agacharme así, nada me habría gustado más que mi marido entrara en aquel momento y me follara sin preguntar. O Mario. O cualquier negro de mis fantasías. O uno de los lectores cachondos de Todorelatos.
Empecé a lamer el perineo de Nacho. Aulló. Aulló como un lobo y eso desencadenó un nuevo orgasmo de Mery. Mi mano no paraba de masturbarle. No era una paja cualquiera, su polla seguía mojada por los jugos de su novia y eso le daba un tacto especial. Apreté todo lo que pude y seguí pajeando. Mery bajó de su atalaya, con Nacho relamiéndose, y se arrodilló junto a mí.
- ¿Puedo jugar contigo? - su voz de gatita temblaba de deseo
- Claro, pequeña
Su mano suave se posó sobre la mía y empezamos a masturbarle juntas. Su boca buscó la polla, mientras yo seguía comiendo allí abajo. La tentación de seguir bajando era muy fuerte. Sabía que mi marido soñaba con que yo le comiera el culo mientras le pajeaba, pero nunca lo había hecho. Por muy cachonda que estuviera, tampoco encontré las ganas para chupárselo a Nacho. Así que subí.
Empezamos, traviesas, a chupársela a la vez. Lengüetazos desde cada lado. Los ojos de Nacho se salían de sus órbitas. ¿Habría follado antes con dos mujeres? Mi cerebro, aunque nublado por el deseo y el champán, seguía procesando. ¡Qué importaba! Nuestros dedos se encontraban juguetones en su tronco, en sus huevos, yo le acariciaba el perineo… Y entonces nuestras bocas se encontraron.
El primer beso en la boca que le di a una mujer tuvo lugar alrededor de la polla de mi sobrino. Nuestras lenguas se tocaron por accidente. Las dos nos miramos. Tragué saliva. ¿También iba a pasar a eso? Cerré los ojos. No sé si Mery lo hizo también. Pero nuestras bocas se encontraron. El sabor de la polla de Nacho se deshacía con el calor tierno de la boca de aquella chica. Su lengua buscó la mía y la mía le contestó.
- Mi polla es cosa mía, seguid vosotras
Arrodilladas, nos erguimos y nuestras manos se lanzaron hacia el cuerpo de la otra. Yo fui muy púdica hacia su cintura. Estaba teniendo mi primera experiencia lésbica, pero no se me pasaba otra cosa por la cabeza que actuar así, zorra cortada. Mery fue a mis pezones. Posó sus manitas encima de mis tetas, acarició el encaje y después me pellizcó muy suavemente. No puedo entender lo que pasó entonces.
Me corrí. Me corrí sin tocarme. Me corrí por aquel suave tacto. No fue un orgasmo enloquecido, como el día que me había clavado el Príncipe de Namibia. Tampoco uno colosal como los que me da mi marido cuando tiene el día inspirado comiéndome el coño y clavándome sus dedos. No, fue un orgasmo distinto, suave, lento, embriagador… Diría que dulce, pero no, me estaba corriendo.
Me quedé sin aire y me aparté un momento. Eché la cabeza hacia atrás y Mery se lanzó con su boquita sobre mis pezones. Mi mano se fue, inconsciente, a mi coño y empecé a tocarme, sin importarme la compañía. La manita traviesa de Mery fue a hacerme compañía… Al encontrar aquella humedad entre mis piernas, dejó de chupar y me miró con una sonrisa tremenda. Y luego, con su mejor arte, siguió comiendo mis pezones y masturbándome.
¿Y Nacho? Mi sobrino precioso se había cogido la polla con la mano derecha y los huevos con la izquierda. Se estaba haciendo una paja como yo solo había visto en películas de porno gay. Era una pura exaltación de la polla, un dios con rabo, un monumento al empalme. Nos miraba. Fuera cual fuera su deseo, solo nos miraba. Cumplía su palabra, se haría lo que yo deseara. Nada más. Yo había elegido chupársela. Yo había dado permiso a Mery para compartir su polla. Yo había elegido tocar a su novia y besarla, y acariciarla, y le había dado la llave para que jugara conmigo. Mi deseo gobernaba aquella situación.
Cuando metió un primer dedo dentro de mi coño, me sacudí como si me hubiera dado una corriente eléctrica. Metió el dedo medio hasta el fondo. La palma de su mano provocaba mi clítoris, los otros dedos me estimulaban por fuera hasta la locura, y el explorador sabía muy bien lo que buscaba. Yo sabía dónde iba, mi marido sabe tocar muy muy bien, pero la novedad de aquel dedito fresco multiplicaba el morbo.
- Mery, eres divina
- ¿Te gusta, Tita Carmen? Nunca he estado con una mujer como tú
-Me vuelves loca, gatita, me tienes a punto
-¿Quieres terminar sola o quieres que te lo mande?
- Mándamelo, Mery. Ordénamelo. Eso es lo que deseo…
Su voz sonó más suave que nunca.
- Córrete, Tita Carmen. Córrete para mí. Córrete en mi mano.
El orgasmo llegó como un torrente. Mi cuerpo se tensó y noté que me desplomaba. No sé si fue uno, o dos, o tres, o todo encadenado. Ella no se paraba, seguía masturbándose con su mejor habilidad. Cuando Mery se separó de mí, caí hacia el sofá. No era capaz de tenerme erguida.
Se dirigió rápida a Nacho y le plantó la mano con la que me había masturbado en la boca a Nacho.
- ¿Te gusta el sabor de Tita Carmen? Es el sabor de una diosa.
Si Nacho lamía así su mano, ¿qué no haría si le hubiera ofrecido mi coño?
- Quiero correrme, Mery
- ¿Le das permiso, Tita Carmen?
- Sí, se lo merece, ha sido un niño muy bueno
- ¿Cómo quieres que se corra, Tita Carmen? ¿Quieres verle manchar mi carita?
- No. Remata su paja con la misma mano con la que me has tocado a mí. Vas a provocarnos orgasmos a los dos de la misma manera… y así habrá algo de mí en su corrida
Me miraron con ojos llenos de lujuria. La leona podía sorprender a los jóvenes todavía. Mery empezó a menear el pollón de Nacho con su mejor arte, que era mucho. Mis jugos hacían brillar su capullo. Los ojos de los dos estaban clavados en mí y los míos en aquel final apoteósico. Mis manos habían buscado mis pezones, pero pronto una se separó para ir entre mis piernas. Quería otro orgasmo, quería correrme a la vez que Nacho.
- No aguanto más
- Te correrás cuando Tita Carmen quiera, Nacho - y le dio un beso morbosísimo, de esos en los que sus bocas se unían a la perfección
- No esperes más, Mery. Córrete, Nacho
Y mi orden se cumplió. Mery rebajó la fuerza de la paja, como si terminara a cámara lenta. Yo sabía perfectamente lo que iba a pasar, me volvía loca cuando mi marido terminaba así. Y pasó. La leche de Nacho salió proyectada como un cañón de su polla. Recorrió volando todo su cuerpo y terminó en su propia garganta. La primera lefada había sido prodigiosa. Y siguió una segunda no más pequeña, que le manchó el pecho, cubriendo de semen uno de sus pezones. Y la tercera inundó el ombligo de leche grumosa. En la cuarta, Mery había vuelto a coger fuerza y alcanzó los abdominales de Nacho. Y después empezó un ordeñe más lento, sosegado, haciendo salir más y más leche, ya sin salpicar, pero cubriendo de semen espeso la polla de Nacho…
Yo seguía masturbándome con el espectáculo, furiosa, enloquecida, una paja acelerada, quería terminar con Nacho y no iba a llegar a tiempo. Los ojos de Mery brillaron cuando separó su mano derecha de la polla de mi sobrino. Estaba completamente manchada de semen. Extendió el dedo medio, el mismo que había clavado en mi coño, ahora cubierto por una película de lefa espesa. Muy lentamente, lo llevó a su boca y lo lamió, mirándome a los ojos.
Y entonces me corrí.
(¿Continuará?)