Joan – (Reencontrar el camino)
Las siguientes semanas a la ruptura definitiva fueron muy duras. Explicarles a los niños que sus padres se separaban para siempre, que repartirían por la mitad el tiempo de estar con papá y mamá pero que nunca con ellos dos juntos al mismo tiempo, fue muy triste y desgarrador por su reacción. Aunque Pol lo aceptó con meritoria entereza haciendo de tripas corazón, la pequeña Paula no entendía nada y costó lo indecible conseguir que dejase de llorar. Por suerte su abuela Berta estuvo a su lado en todo momento, tanto acompañándome a mí como a Marta en las explicaciones.
La incógnita sobre mi paternidad quedó despejada tras recibir el resultado de las pruebas que certificaban sin lugar a dudas que yo era el padre de mis hijos. La verdad es que estaba totalmente convencido de ello, pero también lo había estado de la fidelidad de Marta y la devastadora realidad había demostrado que no era así.
Me trasladé a vivir a mi antiguo piso del “eixample”, aprovechando la ausencia de Marta para recoger todas mis cosas y las imprescindibles que los niños pudiesen necesitar en los periodos que estuviesen conmigo. Me consta que Marta intentó averiguar por todos los medios cuando recogería mis pertenencias para estar presente y probar el acercamiento, pero me las arreglé para que eso no sucediera.
Vía email, consensuamos el calendario de estancias de los niños de los próximos 6 meses, en intervalos de quince días en cada casa, así como la mecánica para realizar los intercambios, siempre con la intervención de la abuela, evitando que Marta y yo coincidiéramos. También decidimos que los chicos iniciasen terapia para ayudarles a entender la nueva situación y aprender a normalizar que sus padres ya no volverían a estar juntos, pero que siempre estarían para ellos en todo momento, sin dejar de quererlos tanto o más que hasta entonces.
Frank regresó de los EEUU donde estaba por motivos familiares, a su hermana la había atropellado un coche y se temía por su vida. Por fortuna superó los momentos de peligro y se estaba recuperando con rapidez, aunque necesitaría de mucha rehabilitación. Mientras tanto, Katy se ocupó de tirar del carro en la empresa en ausencia de Frank al tiempo que yo me ocupaba de mi divorcio.
Llegó el momento de pasar cuentas con Toni, que desconocía el porqué de la noche a la mañana estaba perdiendo todas las importantes inversiones de los clientes que yo le facilité en su momento. Tenía muchas llamadas de él que ignoré deliberadamente, y por lo que escuché en sus mensajes de voz, estaba claro que no tenía ni idea de que Pilar me hubiese entregado los videos de Marta, lo cual consideré como una ventaja. Pensé en como ese tipo me había engañado con su conducta durante tanto tiempo sin hacerme sospechar nada de él, pero estaba claro que en realidad era un sociópata de manual esperando elegir su nuevo desafío hasta que detectó la conducta sumisa de Marta y se activó en su nueva misión.
Paralelamente, Frank concertó una reunión con la dirección del Banco para presentarles nuestro informe de sus vulnerabilidades en seguridad y vender nuestros servicios para solventarlas con garantía. La reunión fue tal como habíamos planteado, y salimos por la puerta con un suculento contrato bajo el brazo. No fue una sorpresa encontrarnos con Toni esperando fuera de la sala de reuniones, ansioso por saber que estábamos haciendo allí y desesperado por hablar conmigo sobre los clientes perdidos. No tardó ni un segundo en dirigirse a mi encuentro.
- Hola Joan, ¿qué os trae por aquí? Me enteré que teníais una reunión con los jefazos, pero nadie sabe de qué va el tema.
- Hola Toni – puse la sonrisa más falsa que fui capaz – Hemos firmado un contrato de colaboración para mejorar vuestra seguridad informática. A partir de ahora este banco estará a salvo de “personajes indeseables” – hice especial hincapié en esas palabras -.
- Me alegro mucho… oye…, hace días que intento hablar contigo, ¿podemos ir a mi despacho si tienes unos minutos?
- Claro que sí, disculpa un momento… Frank, ves pasando tú que ya vendré después.
- Ok – contestó Frank – nos vemos en la oficina.
Fuimos hasta el despacho de Toni y nos sentamos uno frente al otro mientras le pedía a su secretaria que nos trajese unos cafés, ordenándole que no le pasase ninguna llamada. Cuando la chica cerró la puerta del despacho al salir, Toni empezó a hablar con voz seria:
- Verás Joan, quería hablar contigo de un tema de inversiones, al parecer últimamente todos tus clientes importantes están retirando sus depósitos y han trasladado sus cuentas a otros bancos sin explicación alguna, y eso me está causando serios problemas con la dirección. Estamos hablando de mucho dinero… muchísimo diría yo, y pensé que tal vez tú sabrías que está pasando. La verdad es que me preocupa mucho la situación, estoy en el punto de mira de los jefes y no puedo dar ninguna argumentación lógica para justificarlo.
- El caso es que sí que sé lo que está ocurriendo, de hecho, quiero aprovechar esta visita para retirar todo el dinero de nuestra empresa también, al igual que mis clientes.
- Pero… Joan… ¿qué estás diciendo?, ¿que vas a hacer qué…? – su cara de asombro era impagable -.
- Pues lo que has oído, que voy a prescindir de tus servicios tal como he sugerido que lo hagan a todos los clientes que te facilité.
- ¿Pero por qué has hecho eso? – empezó a gritar descontrolado - ¿quieres hundirme?
- Pues eso es lo que quiero hacer exactamente – mi tono calmado aumentaba visiblemente su cabreo por momentos -.
- Maldito cabrón… ¿y porque me haces esto? – se levantó furioso de su sillón -.
- Pues simplemente porque tú y toda la pandilla de tus amigos os follasteis a Marta a mis espaldas, humillándome y faltándome al respeto de una manera intolerable, burlándote de mí y aprovechándote de mi confianza durante muchos años.
- ¿Pero… pero… cómo te has enterado de eso? – su cara denotaba sorpresa mayúscula -.
- Pues tu encantadora ex me regaló unos videos de vuestros lujuriosos “encuentros”, filmaciones ocultas realizadas sin el consentimiento de Marta, que podría demandarte por ello. Me daría vergüenza hacer grabaciones sexuales y distribuirlas. Pero eso ya no me importa, me estoy divorciando de ella.
- Pero esas grabaciones jamás debían hacerse públicas, eran para mi consumo personal, nunca las habría distribuido…
- Entonces tal vez deberías hablar con Pilar porque te ha hecho una buena putada. Bueno, el que ahora te va a joder y bien jodido voy a ser yo, tal como tú hiciste con mi querida esposa.
Esas palabras provocaron que Toni acabase por descontrolarse y se abalanzó sobre mí con los puños por delante. Esquivé con facilidad su intento de golpearme y contraataqué con un golpe certero que lo envió de bruces al suelo, donde permaneció dolorido e inmóvil, sorprendido por mi reacción. La verdad es que saqué buen provecho del mes haciendo ejercicio con Katy y aprendiendo cuatro o cinco trucos para desactivar con solvencia un ataque de bajo nivel como el que Toni intentó, y me esmeré en hacerle sentir el mayor dolor posible.
- Hijo de puta, me has hecho daño. – se frotaba la zona afectada, y con furia empezó a desahogarse con despecho -. Pues ahora que ya sabes la verdad, no te puedes ni imaginar todo lo que disfruté poniéndote los cuernos con la zorra de tu mujer. La convertí en mí puta personal, en mi perra sumisa que hacía encantada todas las guarradas que se me ocurrían, y te aseguro que fueron muchísimas. Si supieras todo lo que llegó a hacer esa puta, la incontable cantidad de hombres a los que la entregué para que le hicieran de todo, lo que quisieran, y tu maravillosa esposa no se negaba a nada de lo que le pedía su amo… Yo… porque yo era su amo, y tú el cornudo que no se enteraba de nada. Tu querida Marta chupó tantas pollas como ni te imaginas, las mismas que follaron su coño y su culo, las mismas que soltaron una cantidad de leche inhumana que ella se tragó sin parar, sin dejar escapar ni una gota. Y las cosas que dijo de ti, como te insultaba y se burlaba de ti, no sabes las pajas que aún me hago recordándolo. – el odio que desprendían sus ojos lo canalizaba a través de esas hirientes palabras -.
- Si crees que todo lo que dices me afecta estás muy equivocado – mi tono de voz seguía con la misma calma inicial -. Ya he pasado por mi duelo personal y todo eso que dices me resbala. Pero lo que viene a continuación sí que te va a afectar a ti y te arrepentirás de haberme jodido durante tanto tiempo. Voy a conseguir que te despidan por tu incompetencia con las cuentas “Premium” que has perdido y sin que recibas ni un euro de indemnización. Ahora que mi empresa colabora con este banco, he aprovechado la reunión para ofrecerles a la dirección la posibilidad de recuperar esas cuentas perdidas con la única condición de que te despidan y que se aseguren que ningún otro banco o nadie del sector financiero de este país te contrate en lo que te queda de vida. Evidentemente han aceptado.
- ¿Y te crees que me voy a quedar con los brazos cruzados mientras me destruyes? Jajaja… estás loco si piensas que será tan fácil, aún tengo varios ases bajo la manga… y un arsenal de recursos para deshacerme de ti. Ya sabes que con dinero se puede conseguir cualquier cosa…
- Estás muy equivocado, no tienes absolutamente nada. ¿Piensas que no conozco todos tus trapicheos con las comisiones?, ¿del dinero que has estafado al banco?, ¿de la cuenta secreta donde tienes esos 11 millones de euros que has robado? Eres un iluso pensando que vendría a vengarme de ti con una mano delante y otra detrás. Con solo apretar un botón, toda la dirección de este banco recibirá un email con las pruebas irrefutables de tus desfalcos, y entonces no solo te quedarás sin trabajo, sino que te demandarán para quitarte hasta el último céntimo que tengas y te meterán en la cárcel de por vida. Por cierto, los 11 millones de esa cuenta ilegal han desaparecido por arte de magia, está totalmente vacía y solo yo tengo acceso al dinero. Puedes comprobarlo cuando me vaya, verás que solo tienes en tu cuenta oficial el ingreso de tu última nómina, claro que siempre puedes ir a la policía y denunciarme. Y prepárate porque dentro de un rato recibirás la llamada de tus jefes para comunicar tu fulminante despido.
La mirada de odio que tenía minutos antes se había convertido en pavor absoluto. Estaba pálido y su porte habitual de seguridad en sí mismo había desaparecido por completo. Gotas de sudor descendían por su frente y respiraba de forma agitada.
- Joan… como has podido hacerme eso… somos amigos – su tono era manso como el de un corderito - lo de Marta pasó hace mucho tiempo, además, ya te la has quitado de encima… podríamos compartir el dinero y…
- No Toni, no podemos hacer nada juntos, nunca más. Confié en ti como amigo, te ayudé a crecer en tu trabajo desinteresadamente, solo porque te apreciaba. Y el pago que me has devuelto ha sido la traición, la humillación y la falta de respeto, me ha quedado muy claro viéndote actuar en esos videos. Ahora te ha llegado la hora de pagar.
- Joan … por favor, piensa en Edgar, es un niño como tu hijo Pol, vas a destruir su futuro…
- Y tú… ¿pensaste en algún momento que tus acciones destruirían a mi familia como tal? ¿te importó que mis hijos dejasen de tener unos padres unidos, obligándoles a vivir a partir de ahora recibiendo nuestras atenciones partidas por la mitad, perdiéndose tantas y tantas cosas durante su crecimiento? Comprenderás que lo que le pase a tu hijo me la suda totalmente.
- No tienes corazón…
- Desde luego que para ti no lo tengo.
Me acerqué a él y tiré de su corbata para que su cara se enfrentase a la mía. Mi rostro cambió de amable a enfadado y con mi mirada le indiqué claramente que mis palabras iban en serio.
- No quiero volver a verte en la vida, si te cruzas en mi camino o en el de los míos rebelaré las pruebas de tus robos e irás a la cárcel. Si tienes más videos de Marta o de cualquier otra persona, destrúyelos inmediatamente. Habla con Pilar, aparte de darle las gracias por destapar las infidelidades de Marta, adviértela de que tampoco quiero volver a verla jamás. Explícale que controlo toda la contabilidad de sus tiendas de moda y también tengo pruebas de todas sus irregularidades, si no quiere tener problemas, ya sabe lo que no tiene que hacer.
Con lo de Pilar me estaba marcando un farol ya que no tenía absolutamente nada contra ella, aunque conociéndola, estaba seguro de que bajo sus alfombras se acumulaba mucha porquería, de ser necesario sabría dónde encontrar su basura. Jugué la carta del desconocimiento que ellos tenían de lo que yo sabía o no. En ese momento sonó el teléfono en el escritorio de Toni.
- O tu secretaria pasa olímpicamente de tus órdenes, o el que te llama está muy por encima de ti. Creo que será mejor que contestes y vayas despidiéndote de este precioso despacho, porque tu puesto de trabajo aquí tiene las horas contadas.
Sin esperar respuesta solté su corbata y me dirigí a la salida. Estaba satisfecho con el resultado de mi correctivo, pero en el fondo deseaba que intentase algo contra mí para poder hundirlo del todo.
Con el tiempo, la convivencia con los niños se fue normalizando y parecía que se adaptaban a las idas y venidas de una casa a otra. Pol lo llevaba bastante bien y pasábamos muchos momentos de calidad juntos, ayudándole en sus estudios, acompañándole a sus partidos de fútbol, compartiendo lecturas, etc. Pero Paula se mostraba mucho más distante, y se recreaba diciéndome que cualquier cosa que hacía con su madre era mejor. Desconocía si a ella le hacía lo mismo, pero no tenía interés en preguntárselo ya que implicaría mantener un diálogo con Marta que no me apetecía en absoluto.
Pese a que en los tres primeros meses no tuve ningún contacto con Marta y solo nos comunicábamos a través de la libreta o del email, en los meses siguientes se produjeron algunas situaciones de conflicto.
La primera fue el día de la formalización del divorcio en el juzgado. Marta había firmado el acuerdo sin ninguna oposición tan pronto me mudé a mi piso, y tras los trámites que en nuestro caso fueron muy fáciles, llegó el día definitivo de nuestra separación legal. Yo estaba acompañado de Magda, mi abogada, pero Marta vino sola. Una vez firmamos y recogimos los papeles de la sentencia, salí con rapidez de la sala sin mirarla, despidiéndome antes de mi abogada que tenía que continuar con otros trámites legales ajenos a los míos.
Entré en el ascensor vacío y cuando ya se cerraban las puertas, Marta aprovechó para colarse dentro. No dije nada, pero puse una cara que no disimuló mi enfado y retrocedí hasta pegar mi espalda en la pared del ascensor. Ella no hizo ningún ademán de acercarse, pero sí que me habló.
- Joan, no me has dirigido la palabra ni me has mirado ni una sola vez… ¿no crees que todo esto no es necesario? Acabamos de firmar nuestra ruptura para siempre y no tienes nada que decir… ¿este castigo va a seguir toda la vida?
- Marta, te dejé muy claro que no quería saber nada de ti, ya no eres nada para mí y tu presencia me molesta.
- Pero yo necesito poder hablarte… que sepas que estoy aquí y que siempre estaré para ti…
- Entiendo que esas sean tus necesidades y tus deseos, pero desde luego no son los míos. Adiós Marta.
La puerta se abría en ese momento y salí del ascensor con rapidez, al tiempo que oía como pronunciaba mi nombre y que empezaba a llorar. Continué mi camino sin volver la vista atrás. Me molestaba su sola presencia, había pasado de un amor absoluto a esa mujer, a una repulsión visceral que no podía evitar y por eso necesitaba mantenerla lejos de mí.
A los veinte días de la conclusión del proceso de divorcio llamaron a la puerta de mi piso y fui a abrir con el convencimiento de que era Berta que traía a los niños a casa, pues empezaba mi turno quincenal con ellos. Para mi sorpresa los niños venían acompañados de Marta. Tras darme los besos habituales entraron en casa para ir a dejar las mochilas en sus habitaciones mientras Marta esperaba que la permitiese entrar a mi piso. Al ver que no me movía del umbral de la puerta impidiéndole el paso dijo:
- Mi madre no podía traer a los niños hoy y por eso estoy aquí.
- Pues podías enviar un email para avisarme – dije de mala gana -.
- Lo siento, no creí que fuese necesario y tampoco tenía a nadie más a quien recurrir.
- Vale, pero procura que no vuelva a suceder, avísame y buscaré una solución.
- ¿Me permites entrar para ir al baño? Será solo un momento
- Ya sabes dónde está – me aparté para que pasara –, cuando acabes, te vas.
- Gracias...
Me senté en el salón comedor con la libreta para ver si había alguna anotación de Marta a tener en cuenta. Repasé las últimas hojas donde se indicaba la próxima visita al dentista de Paula y la fecha del partido de la liga escolar de fútbol de Pol, pero en unas hojas intermedias había unos textos escritos que no parecían tener nada que ver con los niños. Efectivamente eran varios párrafos que ocupaban dos páginas dirigidas a mí. Empecé a leer, pero pronto me di cuenta que era más de lo mismo. Marta diciendo que me quería, que no puede vivir sin tener contacto conmigo, que por favor me replanteara otro tipo de relación con ella, que si la culpabilidad la estaba destrozando pero que mi actitud mucho más… etc… etc…
Me enfadé porque la había advertido que nuestros canales de comunicación debían de ceñirse a lo relativo a los hijos y ella lo estaba incumpliendo detallándome sus sentimientos que en este momento me importaban una mierda. Arranqué esas dos páginas y caí en la cuenta de que hacía demasiado tiempo que Marta estaba en el baño. Fui a buscarla y ella no estaba allí, pero escuché risas en la habitación de Paula. Las encontré a las dos jugando felices en medio de la habitación.
Esas imágenes que en cualquier otro momento de mi vida me hubiesen producido sentimientos de felicidad, ahora las encontré irritantes, como si Marta lo estuviese haciendo expresamente para robarme mi tiempo particular con mi hija. Iba a gritarle que se largara de mi casa, pero me reprimí al estar presente Paula, no era plan de que viese que la relación entre sus padres era peor de lo que se imaginaba.
- Marta, – mi tono era muy serio pero educado – es tarde, creo que tienes muchas cosas que hacer…
- Perdona, tienes razón – la seriedad de mi cara la puso en contexto – no me he dado cuenta de la hora. Dame un beso cariño que mamá tiene que marcharse.
La acompañé hasta la puerta sin decir palabra y ella se dio perfecta cuenta de lo enfadado que estaba. Intentó decir algo pero yo me avancé:
- No vuelvas a repetir esto porque traerá consecuencias – le tendí las hojas arrancadas de la libreta –,ya sabes para qué es la libreta, no para que me cuentes tus patéticos intentos de acercarte a mí. Entiéndelo de una puta vez, no quiero saber nada de ti. - le cerré la puerta en las narices -.
Oí como lloraba tras la puerta y pensé que me estaba convirtiendo en un monstruo que no tenía compasión por esa mujer que lo estaba pasando tan mal, y que no me importaba acrecentar su dolor, pero ese monstruo lo había creado ella, y las lágrimas y su dolor no me conmovían en absoluto, para mí no eran nada. No podía evitarlo,
Los días pasaban y con poco tiempo de diferencia, tuve dos encuentros que provocaron en mi un sentimiento de duda sobre si mi férrea actitud con respecto a Marta estaba dentro de los parámetros de una relación tóxica, de posibles resultados negativos para mi tranquilidad emocional y la de mis hijos. El primer encuentro no fue programado, por no decir totalmente inesperado y a priori, molesto. Estaba en mi despacho cuando recibí una llamada de Sandra diciendo que en recepción había una tal Silvia que solicitaba si podía recibirla.
Me quedé sin poder responder durante varios segundos por la sorpresa inicial y por venir a mi mente la aversión que esa chica me provocaba desde que descubrí lo de Marta. El hecho de que durante los últimos siete años fuese la mejor amiga de mi ex acrecentaba mi hostilidad hacia ella. Ahora que sabía cómo me mintió a la cara cuando la conocí por primera vez tras el desvanecimiento de Marta, “supuestamente” por una crisis de ansiedad y que sirvió para enmascarar la realidad de sus traiciones, mi predisposición contra ella era patente, aunque siendo objetivo, siempre me había parecido una mujer confiable y una buena influencia para Marta, tal vez por la simple circunstancia de ser policía. Decidí recibirla y así se lo comuniqué a Sandra. Al cabo de varios minutos apareció por la puerta de mi despacho acompañada de Pedro, mi eficiente ayudante.
Estúpidamente pensé que se presentaría vestida con su uniforme de sargenta de los Mossos d’Esquadra, pero para mi sorpresa venía con tejanos ajustados y camiseta de tirantes, luciendo de forma sencilla y natural un cuerpazo bien trabajado a base de entrenamiento físico. No me levanté para saludarla con un par de besos como tiempo atrás hubiese hecho, y me limité a indicarle que se sentara al otro lado de mi escritorio.
- Hola Silvia, ¿qué te trae por aquí?
- Buenos días Joan, gracias por recibirme sin haber avisado, se lo ocupado que estás.
- Bien, ¿qué es lo que tienes que decirme? – mi tono era algo enojado y ella lo notó -.
- Entiendo que en este momento no sea santa de tu devoción, y que mi amistad incondicional con Marta pueda causarte animadversión hacia mí, ahora que sabes mi papel de hace años ayudando a encubrir las infidelidades de ella.
- Creo que lo has definido perfectamente, tu presencia no hace más que recordadme vuestras maquinaciones para engañarme durante muchos años. La verdad es que siempre creí que eras una buena tía, pero ahora ya no es así, solo te veo como la amiga de Marta que me mintió en la cara y montó una historia oficial para que me lo tragase todo.
- Tienes razón al pensar eso de mí porque en su día fue eso lo que ocurrió, aunque desde mi punto de vista hice lo que tenía que hacer. Ya sé que es tarde para venir ante ti a pedirte perdón, pero es lo que estoy haciendo y quisiera que me escuchases. Además, necesito de tu ayuda.
- ¿Tienes el morro de venir a pedirme ayuda?
- Solo te pido que me dejes explicarme y luego decidas lo que consideres, no estoy en posición de exigirte nada.
- Bien, haré el esfuerzo pero te ruego que no lo alargues mucho – contesté con desdén, aunque como siempre, esa mujer me parecía sincera -.
- Gracias. Te repito que empezaré por pedirte perdón por las mentiras prolongadas, pero creo que fueron necesarias debido a las circunstancias del momento. Voy a contarte lo que ocurrió hace casi 8 años, cuando conocí a Marta y como acabó convirtiéndose en mi mejor amiga. Supongo que esto no lo sabes, pero la primera vez que la vi hice un trio con ella y con Lucas, mi superior en la policía y mi pareja sentimental y sexual en aquel entonces.
- Joder – contesté irritado – no solo ayudaste a ocultar sus infidelidades, sino que colaboraste a hacer crecer unos centímetros más mis cuernos… muchas gracias.
- Insisto en que lo siento mucho, aunque en ese momento tampoco sabía que Marta estaba casada y solo acudí a ese apartamento como una experiencia más a nivel sexual, de hecho fue la primera y única vez que lo hice con una mujer. La verdad es que los tres disfrutamos muchísimo, pero ahí terminó todo. También desconocía toda la vorágine sexual de ella con todos esos hombres que le proporcionaba el cabrón de Toni, y también te puedo asegurar que Lucas no participó en esas sesiones a excepción de hacerlo junto con Toni y la ocasión en la que yo estuve.
- Vaya, es un alivio, también tengo que darle las gracias a Lucas.
- Piensa lo que quieras de Lucas, pero siempre se preocupó por ella y también por ti y tu hijo. Pero no he venido a defenderlo a él.
- Bien, continúa.
- El caso es que después del trio me olvidé completamente de Marta, jamás pensé en volver a relacionarme con ella hasta que una noche recibí una llamada de Lucas pidiéndome ayuda urgente. Acudí al apartamento y me encontré con un panorama tan repulsivo como no había visto nunca, y lo peor era como estaba Marta. No te contaré lo que unos hijos de puta llegaron a hacerle porque vomitarías al instante, aún me vienen las náuseas nada más recordarlo. El caso es que me encontré con una mujer destrozada, violada y vejada al extremo, pero que solo tenía una cosa en la mente, no perderte a ti ni a su hijo. Estaba rota pero solo pensaba en recuperar a su familia y nos rogaba a mí y a Lucas que la ayudásemos. Evidentemente para nosotros, como policías, la prioridad era la víctima, pero también meter en la cárcel a los culpables de esa atrocidad. Marta nos rogó que nos olvidásemos de denuncias, de arrestos y juicios, de cualquier cosa que provocase perderos y suplicó que la ayudásemos a volver a ser ella y alejarse de toda esa espiral de sexo que la había atrapado todo ese tiempo. Juró que trabajaría para ser la mejor esposa y madre, pero necesitaba de nosotros. Para mí, Marta era prácticamente una desconocida, pero para Lucas era una amiga a la que quería mucho, y eso bastó para decantar mi decisión de apoyarla. Puedes pensar lo que quieras de él, pero te aseguro que a pesar de todos sus defectos, es una gran persona.
Era muy difícil escuchar esa historia sin que afectase mis sentimientos, el poder extraerse de la traición en sí y centrarse en la situación en la que una mujer acababa de pasar por esa traumática experiencia, me hacía sentir un dolor terrible por esa mujer a la que tanto había amado, un dolor que con seguridad no se podía comparar con el que debió de sentir ella en su condición de víctima. Un nudo se agolpaba en mi garganta y me costaba decir nada, aunque me esforcé para decir.
- Es terrible lo que le pasó a Marta y lo siento muchísimo, y de haberlo sabido en su momento te juro que esos hijos de puta lo hubieran pagado, aunque fuese lo último que hiciese en mi vida. Pero el resultado final hubiese sido el mismo, no puedo vivir con alguien en quien no confío y que me ha traicionado de esa manera. Para mí una infidelidad siempre será una infidelidad, prescindiendo del nivel de la traición, cuando se traspasa esa línea ya no hay retorno posible.
- Eso lo entiendo ya que va ligado a los sentimientos de cada uno. Por lo que se refiere a hacérselo pagar a esos malditos, Lucas se encargó de ello personalmente. Te ruego que esto quede entre nosotros ya que lo hizo por “canales” totalmente fuera de la legalidad. No puedo entrar en detalles, pero te aseguro que se han arrepentido por el resto de su vida. Al poco de consumar su “vendetta”, Lucas decidió dejar la policía autonómica catalana y regresó a París, agregándose a la unidad de investigación de la Prefectura de Policía Parisina. Su partida me entristeció mucho ya que perdí a un gran amante, a mí mejor amigo y a un gran compañero que me salvó la vida en una ocasión, llegando a encajar una bala que tenía escrita mi nombre. Los Mossos d’Esquadra también perdieron a un gran policía, irreemplazable diría yo.
- Pues me alegro que esos indeseables pagaran por lo que le hicieron a Marta, no seré yo quien presente queja alguna. Aunque pienso que Lucas no merece mis respetos, para darles su merecido a esos cabrones hubiese cabalgado a su lado. Con respecto a tus disculpas, puedo aceptarlas, pero no esperes que volvamos a ser amigos, supongo que lo entiendes.
- Desde luego que te entiendo, solo es que te lo debía, bastante he tardado en disculparme y pagar mi deuda. Pero el motivo principal de esta visita es pedirte… suplicarte que flexibilices tu actitud con Marta, te lo ruego. Sé que tienes toda la razón y el derecho de no querer saber nada de ella, pero no puedo soportar el ver como se hunde día tras día. Te prometo que cuando despertó de su mundo irreal, se dio cuenta de lo que te amaba y de lo que su familia representaba para ella. Durante siete años fuisteis lo único que importaba y trabajó muy duro en su terapia para estar a vuestra altura. Ahora siente que todo ese esfuerzo no sirvió de nada y que la forma en que la ignoras, sacándola totalmente de tu vida la está destrozando. Comprendo que ya no la quieras y que odies su sola presencia, pero ella sigue amándote y eso no va a cambiar. Por favor, solo te pido que aceptes tratarla cordialmente, con gestos de aceptación, por pequeños que sean. Si no lo haces, estoy convencida que acabará muy mal y todos nos arrepentiremos de no haber hecho nada para evitarlo. No pienses que ella me ha inducido a venir a convencerte, te juro que no sabe nada, y no tiene que saberlo. Ahora tiene tanto miedo de ti que si se entera de esto, dejará de ser mi amiga, aunque actualmente tampoco me deja acercarme a ella y se aísla en sí misma. No te mentiré al decirte que venir a verte ha sido únicamente idea mía, lo he hablado con su madre y las dos estamos de acuerdo. Es posible que ella también venga a ti por lo mismo. Solo te pido que pienses en lo que te he dicho y también escuches a Berta, lógicamente está sufriendo mucho más que yo como madre que es.
- Silvia, ya he escuchado lo que has venido a decirme y pensaré en ello, aunque no te prometo nada.
- Eso me vale Joan, piensa en ello y actúa según te dicte el corazón. Sé que eres un buen hombre, el mejor según Marta, y estoy convencida de que harás lo correcto. Te repito mis disculpas y espero que algún día puedas perdonar mi actuación en todo esto.
- Adiós Silvia, acepto tus disculpas y gracias por venir.
- A ti por escucharme.
Me quedé pensando en todo lo que acababa de escuchar por la boca de Silvia. Aun sabiendo lo que había hecho para ayudar a Marta, la sensación que esa bella mujer me trasmitía era honestidad. No podía tomar ninguna decisión influenciada por personas que claramente estaban a favor de mi ex esposa, pero tampoco podía desestimar la información que acababa de oír.
El caso es que a los pocos días de mi entrevista con Silvia, mi ex suegra me contactó para pedirme hablar de Marta, confesando que estaba muy preocupada al ver como estaba su hija desde que nos separamos.
Estaba claro que esas dos se estaban coordinando para influenciar en mi como fuese, lo cual acrecentaba mi cautela sobre permitirlo, aunque comprendía su legítima preocupación. Aprovechamos una tarde a la vuelta del cole de los niños. Al quedarnos solos se lanzó a expresarme su desesperación:
- Joan, mi hija está muy mal, solo se mantiene en pie cuando los niños están con ella, pero cuando les toca estar contigo se derrumba y no para de llorar, apenas come y no se relaciona con nadie más que conmigo. Incluso se aparta de sus compañeros de trabajo.
- Berta ya sabes que dejé de quererla y que decidimos que cada uno hiciese su vida. Sé qué soy culpable de que mis sentimientos la afecten, pero no puedo hacer nada más, lo siento.
- Ya no puedes engañarme Joan, ahora ya sé lo que ocurrió entre vosotros. La película que me contaste de que tu amor desapareció de la noche a la mañana y que la propia Marta ratificó con las mismas palabras, nunca me la creí. No era normal tu actitud de cero contacto con ella y el ver como Marta seguía enamorada de ti. O tú estabas con otra mujer, o ella había tenido un desliz y tú no la quisiste perdonar.
- Berta, yo no voy a decir nada sobre eso… te pedí que respetases nuestras decisiones y…
- Y las he respetado Joan, y lo seguiré haciendo por vosotros y por mis nietos. Pero debes entender que sufro al ver como la vida de mi hija se está desmoronando día a día, y no he podido evitar presionarla para saber la verdad. Y ahora ya sé que tú no tienes a otra, ni que ella tuviese un desliz con otro.
- Berta yo no…
- Joan, no digas nada que yo lo diré todo. Marta me lo contó, y desde luego lo que hizo no fue un error de una noche de borrachera. Mi hija cometió contigo la mayor traición que se le puede hacer a un hombre que ama a su esposa. Me lo dijo todo, absolutamente todo. El sexo con Pilar y con todos esos hombres, aún siento vergüenza de sus explicaciones con todo lujo de detalles, no omitió nada, toda su depravación, la bajeza de sus palabras y acciones, el maltrato a ti y a Pol, las violaciones, las mentiras por tantos años. Habló de los videos que tuviste que ver, aún los guarda para fustigarse en su penitencia. Yo no daba crédito a sus explicaciones y por un momento creí que se había vuelto loca, que mi hija era incapaz de hacer todo eso. Pero su llanto desgarrador y su mirada de arrepentimiento certificaban que era sincera. No pude decir nada y solo la miré con rabia y desprecio, me levanté y salí de su casa dejándola llorar desconsolada. No podía estar con ella, necesitaba digerir toda esa locura de la que me acababa de enterar y no podía entender que mi hija, sangre de mi sangre, fuese capaz de hacer todo eso, me sentí fracasada como madre por no saber inculcar mejores valores a mi única hija. Pensé en repudiarla para siempre pero no pude. Más calmada, regresé a su casa tres horas más tarde, después de horas de pensamientos encontrados, pero con la firme decisión de apoyar a mi hija pasase lo que pasase, aunque sus deplorables actos me producían náuseas. ¿Entiendes lo que te quiero decir Joan?, soy su madre…
- Te comprendo Berta, se lo grande que es tu corazón y lo que un hijo representa para un padre, siempre te he considerado como una segunda madre para mí y eso nunca cambiará. Pero ahora que lo sabes todo, compréndeme tu a mí. No puedo olvidarlo, jamás podré, y perdonarla… tal vez algún día, pero no ahora, es imposible.
- Te entiendo Joan, solo te ruego que reconsideres tu actitud hacia ella, que permitas la comunicación cordial, su simple presencia, aunque sea solo delante de los niños, que vuestros hijos os vean como copadres civilizados y puedan normalizar la situación. No te pido que seáis amigos, solo que tengas pequeños gestos con ella, si no lo haces me temo que mi hija va a acabar muy mal, que entre en una espiral de autodestrucción de la cual no pueda salir… por favor Joan, piénsalo.
- Berta, te prometo que lo pensaré, aunque lo que me pides sea doloroso, lo pensaré. Déjame unos días y te contaré mi decisión.
- Gracia Joan, sea cual sea tu decisión, la respetaré, por el bien de mis nietos…
Aquella conversación con Berta removió mis sentimientos, unas horas antes ni me hubiese planteado pensar en concederle a Marta ni un gesto amable, pero tal como esa gran mujer había expuesto, tal vez un cambio mínimo de actitud podría ser beneficioso para la higiene mental de todos. Estaba convencido de que había logrado convertirme en una roca impermeable al “efecto Marta”, pero apenas 9 meses de la ruptura ya estaba predispuesto a hacer concesiones. Vaya mierda de roca, pensé…
Dudaba de todo y opté por convocar una reunión de los tres mosqueteros para ver que opinaban y que me ayudasen a tomar una decisión. Tras plantearles la situación sus respuestas fueron divergentes, mientras Frank era partidario de un acercamiento moderado, Katy opinaba que Marta no merecía ninguna concesión de mi parte y abogaba por mantener la línea dura de no contacto. Estaba claro que el sentimiento de afinidad de Katy con respecto a Marta era muy diferente al de Frank, al fin y al cabo, mi amiga era la que tuvo que ejercer una vez más de “enfermera de urgencias” en mi peor momento.
Tras discutir los pros y contras tomé la decisión de permitir una tolerancia civilizada al acercamiento de mi ex esposa, marcando claramente los límites que no podían traspasarse en ningún caso. Mis amigos lo aceptaron y se ofrecieron a ayudarme en cualquier cosa que necesitase. Una vez más me sentía orgulloso de contar con su amistad.
Estuve unos días pensando cómo encarar la situación con Marta, como comunicar y definir claramente los límites para que no pensase otra cosa diferente. La llamé a su teléfono móvil y contestó de inmediato.
- Joan, ¿ha pasado algo con los niños? – su voz era de clara preocupación -.
- No Marta, tranquilízate que los niños están bien, es solo que quería comentarte una cosa.
- Por Dios, que susto me has dado… bueno entiende que recibir una llamada tuya es… muy extraño… pero puedes llamarme siempre que quieras… quiero decir… para cualquier cosa que necesites… yo… ya sabes … bien… dime Joan... dime…
Estaba claro que lo que menos esperaba era una llamada mía y lo mostraba con su nerviosismo al hablar.
- Verás Marta, quiero hablar contigo de un tema, pero no por teléfono, ¿te parece bien en el partido de Pol este sábado? - intenté ser amable, aunque aún me costaba con ella -.
- Claro que sí Joan… donde tú quieras… en el partido… perfecto… hablar, sí…
- Bien, entonces nos vemos el sábado – y colgué -.
Llegó el sábado y como hacíamos habitualmente en los últimos partidos, ambos nos situamos en gradas opuestas, en mi caso para evitar la molesta cercanía de Marta y en el de ella, para que no le mostrase mi desprecio o me largase enfadado como ya había ocurrido una vez al intentar sentarse a mi lado, dejándola en evidencia delante del resto de padres. Nuestro grupo de amigos con los que nos sentábamos habitualmente en los partidos antes de la separación, ahora ya estaban acostumbrados a que ninguno de los dos nos juntásemos con ellos, aunque al finalizar los partidos se acercaban indistintamente a cada uno de nosotros para comentar las mejores jugadas o cualquier anécdota de la escuela. Lo cierto es que eran muy respetuosos y nunca comentaban nada relacionado con nuestro divorcio, conscientes de la actitud de contacto inexistente entre nosotros dos.
Hoy contábamos una vez más con Berta, que se había quedado en mi piso cuidando a Paula hasta que regresásemos a casa tras el partido. Lo cierto es que estaba encantada de ejercer de abuela y la niña también lo estaba con ella, ya que la conexión entre las dos era fantástica.
Mi ex esposa parecía indecisa y algo temerosa de iniciar su acercamiento hasta mi posición, como dudando si nuestra “cita” fuese una trampa para restregarle mi repudio. Al llegar a mi lado le indiqué que se sentara junto a mí y ella lo hizo de inmediato. No pude evitar mirarla y pese a estar algo más delgada, realmente estaba muy guapa y se notaba que se había vestido y maquillado con esmero para causarme buena impresión, consiguiendo claramente su objetivo.
- Buenos días Joan, ¿quieres que hablemos ahora o después del partido?
- Hola Marta, mejor ahora, antes de que empiece y así podremos animar a los chicos.
- Bien, tú dirás… y gracias por dirigirme la palabra…
Se la veía muy nerviosa e inquieta, a la expectativa de lo que iba a contarle, tal vez con miedo a que nuestra inexistente relación pudiese ir a peor.
- Verás Marta, he estado pensando que para que nuestros hijos se sientan más cómodos y más tranquilos en lo referente a la relación con nosotros, tal vez podríamos intentar que nuestras interacciones fuesen un poco cordiales, que no se sientan agobiados por que sus padres solo desprenden negatividad entre ellos cada vez que están cerca. Podríamos intentar que en los momentos que coincidamos, nuestra actitud fuese mínimamente civilizada.
- Por dios Joan, claro que me parece bien que podamos relacionarnos con total naturalidad y que poco a poco nos acerquemos más y quizás…
- Para… para… para… no tergiverses mis palabras que no estoy hablando de que tú y yo nos acerquemos a ese nivel. Bastante me está costando estar a tu lado y hablando contigo cuando lo que me pide el cuerpo es largarme.
- Perdona Joan – su mirada era de angustia al pensar que lo había estropeado todo – no pretendía exigir nada, por favor… dime exactamente lo que quieres que haga y lo haré tal como tú quieras… por favor…
- Marta, lo que quiero decir es que podríamos intentar a partir de ahora ser estrictamente cordiales cuando estemos juntos en presencia de los niños. Si estás de acuerdo, podemos delimitar las interacciones para cada caso y ser escrupulosos en cumplir este pacto. También te advierto que no permitiré que nos salgamos de las reglas establecidas y si esto ocurre, volveremos a la situación actual… o peor.
- Joan dime cuales serán esas reglas y las cumpliré con los ojos cerrados, las que sean…
- Bien, la idea es que a partir de ahora nos comunicaremos verbalmente o mediante teléfono móvil, preferentemente mediante mensajes, será más rápido y efectivo. No cabe decir que me refiero exclusivamente a lo relacionado con nuestros hijos, nada de comunicación para temas nuestros, que te quede claro.
- Por supuesto Joan…
- También podremos asistir juntos a las efemérides familiares tipo cumpleaños, navidades, días especiales para nuestros hijos, aunque si no es imprescindible, prefiero que no estés a mi lado. Podremos hablar entre nosotros delante de todo el mundo, pero solo conversaciones superficiales, nada que sea íntimo ni personal. Intentaremos comunicarnos delante de los niños con naturalidad, pero sin expresiones cariñosas entre nosotros y mucho menos que me toques. No debemos en ningún caso dar señales equívocas a nuestros hijos para que piensen que sus padres pueden volver a estar juntos, eso jamás ocurrirá. ¿Lo has entendido?
- Claro que sí Joan, todo muy neutro, sin sentimientos, sin tocarnos – hablaba con un nudo en la garganta -. Lo acepto todo, es un gran avance de cara a los niños y… para mí también. Te agradezco que por lo menos no me trates como una apestada. Sé que todo es únicamente por mi culpa y que debo asumir esta penitencia. Pero también quiero que entiendas que llevo más de 7 años arrepintiéndome de mis actos e intentando enmendar mi traición volcándome en la familia, y sé que esto seguirá por el resto de mi vida. No soy mala persona Joan, pero puedo comprender tu odio hacia mí y sé que merezco todo esto.
- No Marta, no te odio, por lo menos ahora ya no, solo quiero que aceptes que ya no hay espacio para ti en mi vida y si estamos aquí es por nuestros hijos, que no tienen culpa de los errores de sus padres. Tus 7 u 8 años de supuesto arrepentimiento no hace que tus actos sean menos dolorosos para mí. Supongo que ahora, en perspectiva, actuarías de otra forma, y estando casada no experimentarías con el sexo lésbico ni te postularías para ganar el premio a la mejor actriz porno de los 90, pero eso es pura especulación.
Me di cuenta que mis palabras hirientes llevaban a Marta irremediablemente hacia el llanto y también que todos nuestros amigos estaban pendientes de nuestras reacciones. El hecho que estuviésemos sentados juntos era toda una novedad entre los que conocían nuestra situación. Pero lo que me afectó sobremanera fue ver a Pol en el campo que detenía el calentamiento para mirarnos. Instintivamente cogí la mano de Marta apretándola con fuerza y ella frenó sus intenciones de llorar por la sorpresa del contacto físico conmigo.
- No llores Marta, Pol nos está mirando, no le estropeemos su partido.
- Dios mío… ya me contengo… saludémosle para que no se preocupe…
- Sí, es lo mejor…
Saludamos exageradamente a nuestro hijo con una sonrisa, y él, visiblemente contento al vernos juntos de esa manera nos devolvió el saludo y continuó feliz el peloteo con sus compañeros. Antes de empezar el partido acabé de concretar con Marta las normas que regirían nuestro comportamiento frente a los chicos a partir de ahora, y nos dispusimos a ver el partido animando a nuestro equipo.
Pol fue el mejor de todos con diferencia, nunca le había visto jugar con tanta motivación y marcó tres de los cinco goles de su equipo, dos de ellos espectaculares. Todos los chicos estaban eufóricos por la victoria y los padres también. Se decidió que fuésemos juntos a tomar unos helados y solo por el hecho de ver a sus padres civilizadamente unidos, Pol se sintió la mar de contento durante todo el tiempo, y por primera vez desde nuestra separación, volví a ver a mi hijo feliz.
Regresamos los tres a mi piso en mi coche y en el momento de despedirnos, decidí que Paula tuviese la misma oportunidad de estar contenta como lo había estado su hermano mayor tras el partido. Invité a Marta a comer con nosotros y a pasar la tarde con los niños, a lo que aceptó encantada.
Berta estaba dichosa con la felicidad que reflejaban los niños al ver que sus padres estaban en el mismo espacio sin que se apreciase el mal rollo habitual. Durante la comida apenas intercambié cuatro palabras con Marta, nada más que las típicas “pásame la sal, por favor” o “gracias”, pero para los niños les debió parecer lo más cercano a la “normalidad” anterior a nuestra separación. Al acabar la comida Marta se quedó jugando con los niños mientras yo ayudaba a Berta a recoger la mesa y a limpiar los platos en la cocina.
Al entrar en la cocina vi a Berta llorando frente al fregadero y me acerqué a ella para ver que le ocurría.
- Berta, ¿estás llorando?, ¿qué te pasa?
- No es nada Joan, - se dio la vuelta y me abrazó con fuerza – es que estoy muy feliz de ver a los niños contentos y a vosotros comportándoos como padres que se toleran… es… es reconfortante…
- Vamos mujer, no llores por eso…
- Es que… ha sido muy importante para mí. Gracias Joan, ya se el sacrificio que representa para ti cambiar de actitud hacia ella después de todo lo que hizo…
- Venga, no le des más importancia de la que tiene… ni tampoco te hagas ilusiones de reencuentro en un futuro porque eso no va a pasar – le advertí -.
- Eso ya lo sé Joan, pero que normalicéis un mínimo de cordialidad civilizada es un gran paso, para Marta y para los niños. Créeme que no te arrepentirás de este cambio.
- Espero que tengas razón y que esto no dé pie a malas interpretaciones en Marta. Ojalá que todo sea más fácil y menos doloroso a partir de ahora.
La tarde continuó plácida y llegamos al momento en que Marta y su madre se marcharon de mi piso, despidiéndose de los niños y de mí. Hubo un instante en que mi ex se acercó para darme un beso, pero ella misma se dio cuenta e inmediatamente dio un salto hacia atrás y se disculpó.
- Lo siento Joan, no era mi intención, no me di cuenta… perdona mi estupidez.
- Déjalo Marta… adiós.
- Adiós Joan… y muchas gracias por este día.
A partir de ese día aprendí a tolerar su presencia cuando los niños estaban delante, pero nuestra interacción sin ellos era del todo inexistente, yo vivía mi vida y supongo que ella la suya. Tanto Paula como Pol recibieron con alegría este moderado cambio en la relación de sus padres. Pol se comportaba neutral con su relación con nosotros, sin preferencias detectables hacia ninguno de los dos, pero en el caso de Paula, sin dejar de ser cariñosa con su padre, evidenciaba una manifiesta preferencia hacia su madre, sintiéndose con ella más cómoda que estando conmigo. No es que eso me preocupase en exceso, pero era algo en lo que tendría que trabajar si no quería que nuestra relación padre-hija se deteriorase a futuro.
Ya habían pasado algo más de dos años desde mi divorcio en el 2006 y la vida transcurría con los altibajos habituales de cualquier vida, el trabajo estaba siendo afectado por la crisis mundial, aunque en Afo & Ofa teníamos la suficiente solidez y músculo como para aguantar esas dificultades durante bastante tiempo. En el campo del amor estaba con el marcador a cero, aunque esporádicamente había tenido algún encuentro sexual con un par de chicas, saldados con más pena que gloria. La relación con mi ex se reducía a la cordialidad más o menos forzada en encuentros especiales para nuestros hijos. En esos eventos podía ver como Marta me miraba con ojos de amor, aunque lo disimulaba cuando el contacto era directo. Supe por Pol y refrendado por Berta, que no había tenido relaciones con ningún hombre desde que nos separamos y que recientemente había perdido su trabajo por culpa de la crisis. Hablando con Berta me interesé por sus finanzas, ya que no quería que cualquier problema económico que tuviese Marta afectase negativamente a mis hijos, pero me dijo que no me preocupase por ella, que Marta jamás se atrevería a pedirme dinero y que ella, como madre, se ocuparía de solventar cualquier problema económico que le surgiese a su hija.
A mediados del 2009, recibí una llamada de Francisco, uno de nuestros amigos comunes del instituto de nuestro hijo, exponiendo que él y Esther, otra de nuestras amigas de ese grupo, habían decidido juntarse después de superar sus respectivos divorcios. Su intención era hacer una fiesta con cena y baile con todo el grupo para celebrar su unión como pareja y me preguntaban si asistiría a su fiesta, y en caso afirmativo, si me incomodaría que lo hiciese Marta. A ella también se lo habían ofrecido y les dijo que no tenía ningún inconveniente en que yo asistiera. Les confirmé mi asistencia, aunque expresando mi deseo de que nadie forzase que mi ex y yo interactuásemos innecesariamente. Me aseguraron que cualquier interacción sería exclusivamente la que definiésemos nosotros, y también me indicaron que si quería asistir con un acompañante estarían encantados.
Llegó la noche de la cena y había decidido acudir en solitario. En un principio pensé en invitar a Katy como acompañante, pero desistí porque no había necesidad de hacerle daño a Marta con la presencia de mi amiga dado los antecedentes de su relación personal. Nada más llegar al local reservado para el evento, me senté al lado de Raúl, viudo desde hacía poco más de un año y padre del mejor amigo de Pol. Prácticamente estábamos todos sentados cuando hizo acto de presencia Marta y su acompañante.
Debo reconocer que a sus 42 años estaba preciosa, con un atrevido vestido que resaltaba sus esplendidas curvas y elevaba con creces su anatomía por encima de todas las mujeres de la fiesta. El vestido no dejaba prácticamente nada a la imaginación, era muy corto, por lo que los muslos de mi ex se mostraban en todo su esplendor y su fantástica retaguardia marcaba con descaro su majestuoso volumen. Si le añadíamos al conjunto un vertiginoso escote que apenas ocultaba sus firmes senos de pezones punzantes que se marcaban en la tela al estar desprovistos de sujetador, era imposible no llamar la atención de cualquiera. La prueba de ello es que todos los hombres y mujeres presentes, incluido un servidor, dedicaron mucho más tiempo del estrictamente decoroso a mirarla con admiración.
El único elemento distorsionador era su acompañante. Si la mayoría de invitados nos movíamos en una franja de edad de los 38 a los 56 años, aquel apuesto chico de aspecto atlético y musculado no debía de tener más de 28 años siendo optimista. Bajo las atentas miradas de todo el mundo, se dirigieron hacia las sillas vacías que estaban justamente frente a mí y Raúl, aunque había otros sitios sin ocupar más lejanos a mi posición. Tras saludar distendidamente a los cercanos se sentaron allí mismo ante la preocupada mirada de los anfitriones de la fiesta. Marta se ocupó de las presentaciones.
- Hola chicos, os presento a Diego, mi nueva pareja – dijo Marta con una sonrisa -.
Todos los que estaban en esa zona de la mesa saludaron educadamente a Diego, que se mostraba altivo y sonriente, seguro de sí mismo y dejando claro que ese pedazo de hembra que le acompañaba era territorio exclusivamente suyo, pasando un brazo por encima de los hombros de Marta y atrayéndola hacia sí mismo mientras correspondía al saludo de todos. Marta me miraba de reojo, escrutando mi rostro para detectar cualquier reacción en mí. Si lo que pretendía era provocarme o darme celos con la presencia de ese “niñato” lo tenía claro, ya que lo que hacía con su vida me importaba un carajo siempre que no afectase a mis hijos.
Al poco rato se acercaron Francisco y Esther que saludaban afectuosamente a todos sus invitados y pude observar cómo Esther le preguntaba a Marta si no estarían más cómodos sentados con ellos en la cabecera de la mesa, a lo que Marta contestó que estaban bien donde estaban ahora, aduciendo estar perfectamente con la compañía actual. Francisco me lanzó una mirada discreta como preguntando si estaba bien con eso, a lo que contesté con un gesto para tranquilizarlo. No sería yo quien hiciese nada fuera de lugar para arruinarles esa fiesta que con tanta ilusión habían preparado, y me resigné a soportar cualquier intento de provocación, lo que sin duda iba a ocurrir en algún momento de la noche. A estas alturas de la vida había pocas cosas capaces de sorprenderme.
La cena fue del todo insufrible por los comentarios inapropiados que Diego hacía a todos los presentes, especialmente los dirigidos a mí, mientras Marta evitaba participar en las conversaciones de su acompañante limitándose a asentir en momentos puntuales, sin dejar de controlar disimuladamente mis reacciones. Por su parte, el tipo no paraba de sobarla con descaro delante de todos llegando a incomodar a más de uno, pero yo me limité a conversar distendidamente con Raúl pasando olímpicamente de lo que hacían o decían mi exesposa y su nueva pareja.
Tras la cena entramos a un salón contiguo convertido en una especie de discoteca con barra libre, donde los invitados podían tomar alguna copa, bailar, o conversar en zonas más tranquilas. Allí fue cuando la “parejita” empezó a montar su show, bailando de forma muy sensual, con Diego besándole el cuello a Marta, sobándole el culo con descaro o las tetas que estaban a punto de liberarse de su amplio escote. Marta me miraba esperando algo de mí y yo solo pude sonreír y continuar la conversación con Francisco y con Esther, disfrutando de nuestras copas. Aquello pareció enfurecer a Marta que con un gesto de rabia se soltó de Diego para salir escopeteada hacia los lavabos.
Tras un momento de vacilación Diego se encaminó hacia donde estábamos.
- Hola pareja y “exmarido” – dijo en tono burlón -.
- ¿Ya te has cansado de bailar? – contestó Esther con cara de pocos amigos -.
- Bueno es que la cosa se estaba poniendo muy caliente con Marta y tampoco es plan de ponernos a follar en medio de la pista…jeje, aunque si de mí dependiera… ya me entendéis…
- Mejor no sigas por ese camino… - advirtió Francisco con tono serio -.
- Venga chicos, no seáis aguafiestas, a nadie le amarga un dulce y si ese dulce es un pibón como Marta… mucho menos… ya sabéis lo que pasa siempre, vosotros mismos os habéis librado de vuestras ex parejas para ir a mejor… como en el caso de Marta – Diego me miraba fijamente al decir esas palabras – no te ofendas, es solo una opinión…
- No me ofendes, las opiniones de personas insignificantes no me afectan en absoluto – dije con voz tranquila -.
- ¿Qué quieres decir con eso? – ahora Diego parecía cabreado -.
- Déjalo, no pretendo que tengas capacidad de entenderlo… - continué tranquilo viendo cómo se alteraba y a Francisco se le escapó una risita -.
- Te la estás ganando… - su cara estaba enrojecida de furia – no voy a dejarte…
- ¿Ocurre algo?...
Marta acababa de llegar a nuestra posición y con cara de preocupada se percató que algo no iba bien.
- No pasa nada Marta – Esther la contestaba muy seria – Diego se estaba despidiendo de nosotros, gracias por venir a nuestra fiesta. – el tono de voz de la anfitriona no dejaba dudas de que los estaba echando de su celebración -.
Marta se dio perfecta cuenta de que algo había provocado que les estuvieran invitando a abandonar la fiesta sin opción a réplica. Sin atreverse a mirarme se despidió de la pareja.
- Ya nos vamos… gracias por invitarnos, os deseo mucha suerte en esta nueva etapa…
- Pero… - protestaba Diego -.
- He dicho que nos vamos, mañana hay que madrugar – Marta replicó enérgica -.
Sin decir nada más se dirigieron a la salida del local mientras Francisco y Esther se disculpaban conmigo.
- Lo sentimos mucho Joan, no debimos invitaros a los dos… no sabíamos que ese… impresentable… viniese a provocar de esa manera. Creo que Marta no ha hecho una buena elección con ese tipo…
- No os preocupéis, no tenéis ninguna culpa del comportamiento de otras personas, ahora lo mejor es que disfrutemos de esta fantástica fiesta.
Fuimos a mezclarnos con los demás invitados y a tomar una copa. Mientras estaba en la barra apurando la última cerveza de la noche se acercó Raúl.
- Vaya bronca le estaba pegando tu ex a ese niñato en el parking.
- Bueno, no es asunto mío – dije despreocupado -. ¿Una copa?
- Venga esa copa.
Estuve conversando con Raúl una media hora y decidí que ya tenía suficiente por hoy, me despedí de los anfitriones y de algunos de los invitados y me encaminé hacia el aparcamiento. A los pocos metros vi como una pareja se besaba apasionadamente apoyados en mi vehículo. Eran Marta y Diego escenificando su pasión desenfrenada “casualmente” en mi coche. Aquello me pareció tan infantil que no pude evitar esbozar una sonrisa, debían de estar esperando más de media hora hasta que detectaron mi presencia para, no sé bien para qué exactamente, ni a que estaba jugando Marta.
- Hola, ¿podéis apartaros, por favor?, es tarde y quiero irme a casa.
Marta se soltó de inmediato del abrazo de Diego y me miró con cara de sorpresa, intentando escudriñar mis reacciones. Se alisó el vestido, tragó saliva e intentó darme una falsa disculpa.
- Perdona Joan, no nos hemos dado cuenta de que era tu coche y no…
- Déjalo Marta – dije con serenidad – no me cuentes tus historias que no me interesan, ahora que ya sabéis que es mío, ¿podéis dejarme subir?
- Oye tío, no te pongas chulito con tu ex mujercita, ¿o es que estás celoso de que otro hombre se la beneficie? Por si no lo recuerdas te puedo asegurar que es fantástica en la cama, se comporta como la mejor de las zorras – reía provocador -.
Marta parecía horrorizada por la actitud y las palabras de Diego, y su cara palideció cuando este sacó unas bragas de encaje de su bolsillo y se las llevó a la nariz.
- Me encanta como huele su chochito mojado– decía inspirando las bragas -.
- Basta ya Diego, esto ha llegado demasiado lejos.
Marta le chilló desesperada, estaba claro que lo que fuese que pretendía se le había escapado de las manos y Diego estaba actuando por libre.
- No maldita zorra, querías darle una lección a este idiota y no me iré sin dársela, este gilipollas se ha burlado de mí delante de todos y eso me lo va a pagar – se movió hacia mí con clara intención de golpearme -.
- Por favor Diego… eso no… no… por dios… nooo…- chillaba Marta angustiada -.
Todo fue muy previsible, Diego avanzó hacia mi lanzándome un puñetazo que pude esquivar fácilmente al tiempo que atrapaba su brazo y con una buena técnica lo retorcí en su espalda mientras mi otra mano agarraba su nuca obligándolo a doblar el cuerpo por su mitad. Un simple empujón contra la puerta de mi coche, haciendo chocar violentamente su cabeza contra la chapa bastó para que perdiera el conocimiento. El intensivo de clases de defensa personal con la mejor de las profesoras daba sus frutos. El único inconveniente fue la abolladura de la puerta de mi coche que acepté como mal menor.
Marta no daba crédito a lo que acababa de ocurrir, era la segunda vez en su vida que me veía pelear, aunque esta ocasión acabó mucho mejor para mí que la anterior. Vi como miraba aterrorizada el cuerpo inerte de Diego y no dudé en tranquilizarla.
- No te preocupes por él, se despertará en unos minutos con dolor de cabeza.
- Joan… yo… lo siento mucho, esto no era lo que pretendía, yo… soy una estúpida – empezó a llorar –
- Desde luego, no sé qué coño pretendías con este montaje, joder… que ironía… cuando nos conocimos pensaste que era un actor haciendo teatro para ligar contigo y después de tantos años la función me la montas tú con esta escenografía tan patética. Qué lástima me das…
- Lo sé, soy una idiota… no sé cómo se me ocurrió esta estupidez, Silvia me advirtió que no lo hiciera, pero no le hice caso, y ahora… Joan… yo solo quería saber si después de estos años podía ponerte algo celoso y por eso escogí a este gilipollas por ser joven y guapo, es un compañero de mi nuevo trabajo y se suponía que debía ceñirse a un papel predeterminado, pero todo esto se me ha descontrolado y este imbécil ha empezado a ir a su puta bola… solo tenía que sobarme un poco y algún beso delante de ti y… mira – se levantó el vestido mostrándome unas preciosas braguitas de color blanco – esas bragas que te ha mostrado no son mías… yo… lo siento… que vergüenza, todos han visto como me he comportado esta noche… dios…
- Me alegro que te hayas dado cuenta de cómo te has puesto en ridículo delante de nuestros amigos, ahora es problema tuyo arreglarlo con ellos, a mí no me afecta la imagen que proyectas de ti misma porque no me importa nada de lo que hagas en tu vida, te repito que solo eres la madre de mis hijos y es por lo único que me relaciono contigo.
- Joan, por favor… – ahora estaba llorando mucho -.
- Mira Marta, vive tu vida y no te metas en la mía porque no te quiero en ella, pero ten cuidado que tus elecciones no afecten negativamente a mis hijos porque entonces no me quedaré de brazos cruzados y tus privilegios como madre pueden desaparecer. Date por advertida y piensa bien tus acciones, ya sabes lo que te estás jugando.
En ese momento varias personas se acercaron para ver lo ocurrido y yo entré en el coche y me largué de allí dejando a Marta llorando y a ese gilipollas inconsciente en el suelo. Mientras conducía hacia casa pensé en que tendría que replantearme nuevamente mi relación con Marta…