Si todas las noches, fueran noches de boda, todas las lunas, derramaríamos la miel que inunda nuestro cráter.
Hola a todos, mi nombre es María Sofía; soy una psicóloga, madre y esposa; tengo 38 años; soy una mujer bisexual, casada con un hombre, pero hembra de una bestia. Tengo cabello castaño, y ojos avellanados; mido 1.72cm. tez blanca, complexión semi delgada, caderas anchas, y cintura muy marcada; tengo un culo no tan grande, pero muy tonificado; mi monte de Venus siempre está muy bien recortado, y en forma de triángulo para adornarlo; mis tetas son grandes, y a diario son la atracción de muchas personas, debido a que siempre llevo pronunciados escotes. Mis pezones son altamente sensibles, y en ocasiones, me he excitado cuando estoy amamantando. Eso me ha permitido experimentar un mundo de éxtasis, a bordo de un cúmulo de perversiones reprimidas, y esta, es una más de ellas.
Hace unos días.
Era el inicio del fin de semana. Me desperté muy excitada; me fui al baño con mi teléfono, y busqué relatos para leer y masturbarme, pero nada que complaciera la voracidad de mi cuerpo, busqué porno, y solo encontré ficción; entonces bajé el pantalón de mi pijama, me senté en el wáter, abrí mis piernas, cerré mis ojos y comencé a recordar mi primera experiencia zoo, mientras mis dedos se introducían en mi vagina, casi de inmediato comencé a lubricar, e iba en aumento; pero de la nada, el sonido golpeando fuerte la puerta enfrió mi cuerpo, seguido por los gritos de mi hijo por usar el baño. Me levanté muy enfadada del wáter, me subí la pijama y tiré fuerte la cadenilla para despistar. Salí del baño fastidiada, y fui interceptada por mi hija, y mi marido. Ambos, con diferente entusiasmo al mío. Hice el desayuno, y comimos en la mesa con una incomodidad que partía de mí, hacía los demás, sin culpa alguna. Así que me levanté rápido y salí a alimentar a Krum. Un pastor alemán, de pelaje negro, de dos años de edad, que fue adoptado para que jugara con los niños, pero a cambio comenzó a jugar con su ama dentro de casa.
Krum permanecía en el jardín, desde hacía dos semanas, debido a que en alguna ocasión montó un oso de peluche de mi hijo, el cual tuvimos que desechar, porque lo llenó de esperma canino. En ocasiones me abrazaba con dos patas e intentaba montar mi pierna. A mi me gustaba, y me estremecía, pero con gran fuerza de voluntad, guardaba la cordura, y lo tenía que apartar mientras me ladraba. Este comportamiento estaba ligado a las dos semanas que mi marido llevaba de vacaciones. Lo que provocaba que se quedara despierto hasta tarde, y no tuviera la respectiva visita conyugal con Krum; y esta era también, la respuesta a mi irritado humor la mayor parte del tiempo.
Cuando Krum me vio, por instinto comenzó a mover su cola y a saltar por todos lados, a mi me pareció algo muy hermoso y tierno; así que cerré la puerta del jardín y me acerque a él, rápidamente se paró en dos patas, lo que me dio la pauta de abrazarlo con mucha fuerza; sobé su pelaje, dejé que me lamiera la cara, y saqué mi lengua para entrelazarla con la suya; Lo vi a los ojos y besé a mi perro mientras lo seguía abrazando. Entonces sentí como mi libido se activó y mis bragas comenzaron a mojarse. Krum no tardó en notarlo, puesto que se soltó y comenzó a olfatear mi entrepierna. sabía que debía guardar la cordura pero no podía soportar más esa situación; así que con gran fuerza de voluntad, me solté de Krum, le puse la comida en el plato, y salí del jardín con una sonrisa astuta en mi rostro. Regresé al interior de la casa, mi marido levantaba la mesa mientras los niños le ayudaban, yo subí y me duché lo mas rápido posible, mis bragas estaban húmedas y sucias, les di un olfateo y pasé mi lengua sobre ellas, y las arrojé al cesto de ropa sucia. Me coloqué una tanga y un sostén blanco, de encaje para evitar la transparencia de las prendas; me puse un vestido blanco de tirantes, tan corto que tapaba la mitad de mis muslos, unas zapatillas deportivos blancas, y un maquillaje sencillo. luego bajé al salón, mi marido me vio y preguntó si saldría, mientras buscaba la correa de Krum le comenté que iría donde mi amiga, porque tenía una perra que estaba en brama, y me había pedido prestado a Krum para que jugara con su perra. Aprovechando la situación de nuestra mascota, a mi marido le pareció buena idea, y no se negó en absoluto.
Yo salí de nuevo al jardín, con la correa de Krum en la mano, y cuando me vió se sentó frente a mi esperando su correa en el arnés. Yo lo enganché, y salí con mi perro con mis latidos a tope, emocionada y nerviosa por la travesura que iba a ejecutar. Entonces mi hijo más pequeño se pegó a mi, y comenzó a llorar, instantáneamente comenzamos una discusión con mi marido, porque el estaba de acuerdo con que lo llevará; entonces expliqué que lo que haría Krum no era para que mi hijo pequeño lo viera, y no muy convencido mi marido quitó a mi hijo de nuestro camino. Subí a Krum a la camioneta, arranqué el vehículo, lo puse en marcha, y comencé a conducir sin rumbo alguno. Me alejé lo más que pude hasta llegar a un lugar donde nadie reconociera mi auto, busqué un hotel de carretera en mi teléfono y me dirigí al más cercano. Entré con algo de nervios, y presioné el botón para cerrar la habitación; hice el pago de la habitación por 6 horas, saqué a Krum de la camioneta y subí a nuestra recamara, esperé a que entrara, cerré con llave, le quite la correa y el arnés a mi mascota, cerré mis ojos y me sentí en libertad total.
Krum comenzó a correr y saltar por toda la habitación, pero mi miedo llegó cuando comenzó a ladrar, yo corrí, lo abracé, y le pedí que hiciera silencio, pues si nos descubrían yo sería parte de un gran escándalo. Por suerte se detuvo y olfateo un diván, me imagino que tenía el olor de los fluidos de alguien más, lo que llamó su atención. Yo me dirigí a dónde estaba el jacuzzi, y encontré un velo de novia y un corbatín colgados sobre un perchero. Rápidamente tome el corbatín y se lo coloqué a Krum sobre su cuello, en forma de broma, yo me coloqué el velo de novia y comencé a imaginar una fantasía en mi cabeza. Encendí varias veladoras que estaban sobre la mesa y apagué la luz. Cuando me paré frente a la cama, me reflejé en un espejo enorme que estaba sobre la pared, y noté que en la terraza, sobre la cama había otro que apuntaba hacia abajo. Al verme completamente de blanco y con ese velo en mi cabeza automáticamente me calenté, y más cuando Krum se acercó a mi y me lamió la mano; entonces, sentí escalofríos, coloqué la melodía de las bodas en mi teléfono y subí el volumen tanto como pude.
Caminé hasta el diván, dónde me senté y llamé a Krum por su nombre, el no tardó y se acercó junto a mi, dónde lo abrace y pregunté. -Krum, ¿aceptas a María Sofía como tú futura perra esposa?
Esperé unos segundos y cuando estaba por volver a preguntar, Krum soltó unos ladridos que yo tomé como afirmación. Mis bragas se mojaron aún mas en ese momento, y estaba tan caliente que me despojé de ellas como una desesperada, las olí y las lamí, y luego las coloqué al la altura de la nariz de Krum, de inmediato Krum la olfateó y me las arrancó de la mano, a mi me pareció gracioso y cuando las soltó, abrace a Krum con gran deseo carnal; rocé el pelaje de su lomo con mis manos, lo tomé de su cabeza, y lo acerqué a mí, dónde comencé a darle besos y a lamer su trompa; Krum correspondió y lamió todo mi rostro, lo que permitió varias veces que nuestras lenguas se encontrarán. Mi cuerpo alcanzó un alto nivel de excitación, y me desesperé tanto que levanté mi vestido, abrí mis piernas, llevé mi mano a mi vulva, recolecté con mis dedos una cantidad de fluidos, y los llevé a mi boca, para saborear mi esencia. Luego recolecté más de mis fluidos con mi mano y se los entregué a Krum; mi amante canino no dudó en lamer hasta que se le terminó el sabor; entonces llamé a Krum y lo acerqué a mí, dónde lo esperaba con mis piernas abiertas, así que cerré mis ojos y me dejé llevar.
De inmediato me estremecí, cuando sentí el primer lengüetazo de mi perro en mi sexo humectado, y antes de recuperarme obtuve un nuevo lengüetazo en conjunto con la frialdad de su nariz y la textura de su lengua, y así se repitieron más y más, y Krum lamía mi concha desde mí esfínter hasta mi clítoris, con tal ímpetu que parecía que devoraba un manjar. Mis gemidos no se hicieron esperar y mis uñas se clavarón en el diván, yo tensé mis músculos y en un instante me desparrame en un orgasmo tan deleitable que bajó mi energía. Las lamidas de Krum no se detuvieron, fueron las que me hicieron reaccionar, y con gran esfuerzo, aparté a mi perro, me puse de pie y me despojé de mi vestido, y mi sostén, dejándo únicamente el velo de novia, Krum seguía intentando husmear entre mis piernas, y yo solo las junté para alejarlo. Mi cuerpo desnudo abrazó a mi can tan solo para sentir su pelaje, mis mano fueron bajando hasta que llegué a su verga canina, la cual comenzaba a desenfundarse; así que me agaché y lleve su falo a mi boca, Krum se quedó muy quieto y yo chupe la verga de mi perro. Su sabor era diferente al de un hombre o una mujer, pero igual era excitante; así estuve por un par de minutos o al menos hasta que quedó completamente erecta, y fue cuando la lubricidad de mi cuerpo exigió por más.
Yo me paré, pellizque mis pezones y caminé hasta la cama mientras mi perro seguía a su hembra, me senté en el borde y levanté mi piernas, pegué dos palmadas y Krum se paró en dos patas frente a mí. Lastimosamente la cama era excesivamente alta que hacía casi imposible la penetración. Mi perro apenas rozaba con su panza mi vulva, y a pesar de que se sentía bien no era lo que necesitaba. Sin embargo era receptora de su temperatura corporal y de sus latidos acelerados, que provocaban en mí, altas cantidades de lascivia. Así que rápidamente comencé a pellizcar, y lamer mis pezones mientras amasaba mis grandes tetas, al ritmo en que mi perro se movía mientras lo aprisionaba con mis piernas. En un momento comenzaron a salir una gotas de leche de mis pezones, y acerque mis tetas a Krum para que las lamiera, eso provocó un afán en mi sexo que me hizo soltar a mi perro, llegué hasta mi bolso y saqué las calcetas que tenía preparadas para mí amante, se las coloqué en las patas delanteras y me alejé de forma apresurada.
Rápidamente subí por completo a mi cama, me puse de rodillas en posición de perrita, y a cuatro patas, pegué un par de palmadas para llamar a Krum, y de un salto subió hasta donde yo estaba. Inmediatamente mi perro se posicionó detrás de mi, abrazo mis cadera como si era una de sus perras y comenzó a hamaquearse de forma rápida pero si éxito alguno. Yo agaché mi cuerpo hasta que mis tetas tocaron el colchón, y levanté mi culo, pasé una de mis manos por debajo de mi cuerpo y tomé la verga de mi perro con mi mano tan solo para guiarlo hasta mi orificio vaginal, y cuando lo tenía en la entrada lo solté y en el siguiente impulso, me desparrame en una embestida que me sacó un gemido muy fuerte de puro placer.
Mi perro comenzó a bambolearse detrás de mí, introduciendo su verga puntiaguda en mi, mientras punzaba la lujuria que iba creciendo en mí. Yo apretaba mis tetas mientras escuchaba los jadeos de mi macho. Su verga se deslizaba muy libre en mis entrañas, pues soltaba mucho líquido pre seminal. Mi excitación estaba por llegar a la meseta, así que separé un poco más mis rodillas para permitir las embestidas más profundas, y levanté mi vista al espejo. Me vi como una verdadera perra apareándose con una bestia que copulaba de forma ágil detrás de mi, esa imagen con mi velo de novia, y mi perro enganchado a mí, me provocó tanto morbo que mi respiración se aceleró, el roce de su falo en mi clítoris era más sensible, mi cuerpo se desesperó, mis gemidos se emitieron fuertes, mis músculos se tensaron, y yo me solté, cerrando mis ojos, hasta sentir esa fría electricidad recorrer desde mi cabeza hasta mi sexo, mi cuerpo se arqueó y tembló en escalofríos hasta que alcancé el clímax de un orgasmo animal que me dejó aún excitada, y con Krum aún bombeando mis entrañas. Entonces me reacomode y comencé a mecerme al ritmo de Krum, adelante y atrás, comencé a apretar mi vagina en cada embestida que daba mi perro, los movimientos de mi can se volvieron cada vez más impetuosos, y pude sentir como se iba dilatando mi vagina de forma rápida; pero estaba tan caliente que apenas sentía dolor. Ese fue el momento en el que la bola de mi perro se introdujo dentro de mi y quedó abotonado a mi, al mismo tiempo en que comenzó a soltar altas cantidades de semen canino dentro de mi útero; ensuciando y lubricando así, mis paredes vaginales, que sirvieron para que la verga de mi perro se deslizara sin problemas por todo mi ser. Lo que me causó un desenfreno en mi cuerpo que me hizo temblar, gemir, resoplar, y torcer mis ojos, al momento que disfrutaba esa tensión que se liberaba de mi cuerpo y explotaba en mi vagina, la cual estaba rellena, y era recipiente del esperma de mi amante canino.
Yo quedé desmayada a cuatro patas, y con mi velo de novia desalineado, me desperté gracias a Krum que tiraba para separarse de mí, yo me vi al espejo y noté mí culo pegado al de mi perro, pero en el siguiente tirón, nos separamos; mi cuerpo tembloroso cayó sobre la cama, y el semen de mi perro se esparció por mis piernas y la cama, y con un ojo entre abierto noté como mi perro se lamía el falo que tanto gozo me había regalado. Me dormí un par de horas y luego volví a regocijarme en la verga de mi perro una vez más. Después de eso me duché, mis piernas temblaban, y me costaba caminar. Me vestí como pude, metí a Krum al auto y salí del hotel rumbo a casa. Mi marido preguntó cómo estuvo Krum, a lo que yo solo levanté el pulgar, le dije que había dominado a una perra en celo, pero no sabía que la perra en celo era yo, y menos pensar que me había convertido en la verdadera hembra de nuestro propio perro.
Maria Sofía Wolfgang