Joan – marzo 1989 – (Wellcome to Barcelona)
Hacía seis meses aproximadamente que había regresado a España desde que partí con 15 años a vivir con mi tío Felipe en Santa Mónica - Los Ángeles, donde los últimos años habían transcurrido estudiando Ingeniería de Sistemas Informáticos en UCLA (Universidad de California de Los Ángeles), terminando la carrera con brillantes resultados. Por fin me había instalado en mi piso de Barcelona tras una breve estancia alquilando un pequeño apartamento, y ahora me encontraba vegetando en la UPC (Universidad Politécnica de Cataluña) en un aburridísimo curso de tres meses de duración para hacer efectiva la convalidación española de mi título norteamericano, que, aunque en esa época no había ni punto de comparación en lo que se impartía en España con respecto a lo que yo había aprendido y practicado en EEUU, era un trámite de obligado cumplimiento para que mi título fuese reconocido. En esa época y en este país, el tema de la informática, tanto en el desarrollo de software, como en la composición de hardware, los conocimientos de programación y sus implantaciones, estaba a años luz de lo que se cocía en USA o en otros países punteros en la materia. Por todo esto, mientras transcurría mi obligado paso por la UPC, en paralelo, me dedicaba a diseñar mi nueva empresa en la que había volcado todos mis sueños de futuro a nivel laboral.
Ya había alquilado un pequeño local donde empezar, además de comprar los ordenadores con las mejores prestaciones posibles en esa época, y también estaba intentando convencer a dos de mis nuevos compañeros de la universidad, ingenieros informáticos de excelente nivel para que viniesen a trabajar conmigo. Debo reconocer que me sorprendió gratamente la elevada preparación de los dos, teniendo en cuenta que habían realizado sus estudios en esa universidad y no en EEUU como yo. Otra lección aprendida, no dar nada por sentado ni dejarse influir por prejuicios establecidos sin comprobarlos por uno mismo.
Había registrado el nombre de la empresa, AFO & OFA, S.L , formado por las iniciales de “All for one and One for all” (todos para uno y uno para todos), y solo faltaba que acabase el curso para empezar a buscar clientes. Tuve que pelearme con mi tío Felipe ya que tanto él como Michael, querían aportar más capital a la sociedad del que su porcentaje de participación en ella requeria, pero en eso fui inflexible. Aunque el dinero era escaso después de invertirlo en equipos y en el local, prefería empezar poco a poco, minimizando los riesgos de endeudarme precipitadamente. Tenía claro que los primeros meses no cobraría ni una sola peseta de sueldo ya que ese dinero estaba reservado para pagar las nóminas inicialmente modestas de Miguel y de Martín, los ingenieros que pensaba contratar.
Desde mi llegada a Barcelona no había tenido relaciones sexuales con ninguna mujer y mi cuerpo empezaba a levantar la mano exigiendo atención a sus necesidades primarias. Con la ayuda de mis nuevos a amigos universitarios empecé a asistir a fiestas para buscar un alivio a mi apremiante necesidad de sexo, ya estaba harto de tanto onanismo a base de pajas.
Conocí a Marta en una fiesta a la que fui por casualidad, de hecho por error, ya que me confundí de piso estudiantil y acabé en otro donde no conocía a nadie. El caso es que no me importó demasiado que mis amigos de la UPC no estuviesen allí, ya que rápidamente me di cuenta que las chicas que corrían por la fiesta eran espectaculares y además, las bebidas no parecían de garrafón y había bocadillos, pinchos y porciones de pizza gratuita a destajo. Estuve deambulando por el piso disfrutando de la generosa comida, agregándome en diferentes grupitos de gente que discutía sobre lo divino y lo humano. Varias parejas estaban enrollándose ajenas a las discusiones, el baile y la música, nada especialmente obsceno si lo comparaba con determinadas fiestas universitarias a las que asistí en California.
Entonces la vi, bailaba una “lenta” con un chico que le comía la oreja y disimuladamente le tocaba el trasero. ·” Dios mío, que trasero” pensé al instante, deseando que esa mano fuese la mía. Era muy guapa, de una altura aproximada de 1.75m., pelo largo de color castaño, pechos grandes que se definían claramente bajo una camisa lisa y ajustada. Volviendo a su culo, era perfecto, prolongado desde una cintura estrecha, se marcaba diáfano en los tejanos ajustados que lo cubrían. Diría que era tan perfecto como el de Katy, si me paraba a pensar, las dos se parecían mucho, salvo por la longitud de su melena y el color de los ojos que en este caso eran de un azul intenso, y por la altura, unos centímetros más alta que mi amiga norteamericana.
Objetivamente quizás, y digo solo quizás, Katy estaba más buena que esa chica, pero en ese momento mi mirada era totalmente subjetiva e interesada, ya que la oportunidad la tenía en frente y no a 10.000km. de Barcelona.
Me fijé en que la chica no parecía estar cómoda con el sobeteo que le estaba dando ese tipo, y tras varios intentos de retirar la mano de su culo, acabó por darle un empujón para separarse de él. El tío se quedó molesto tras esa reacción, pero ella no le dio tiempo a expresar su malestar ya que salió disparada hacia la terraza del piso. La seguí con la mirada y decidí efectuar un acercamiento para ver si había posibilidades con ella. Por el camino arramblé dos botellines de cerveza y fui hasta el final de la terraza donde ella estaba.
- Hola, después de tu acalorada escapada he pensado que necesitarías algo fresco – le ofrecí la cerveza -. Si prefieres otra bebida puedo ir a buscarla.
- Mira tío, si pretendes ocupar el lugar de tu amigo el “pulpo” es mejor que te largues, hoy ya he cubierto mi cupo de sobones.
- Disculpa si te he molestado – su desagradable respuesta me había picado – he cometido el error pensando que eras una chica normal. Yo también he cubierto mi cupo de tías mal educadas y bordes, lamento la confusión. Por cierto, no conozco de nada al “pulpo”, de hecho, no conozco a nadie de esta fiesta, pero si todas son como tú prefiero no conocer a nadie más. Te deseo buenas noches.
Ella cambió de inmediato su inicial cara de enfado por una de sorpresa mayúscula ante mis palabras y yo no le di tiempo a decir nada, me di la vuelta y me fui por donde había venido. Expresamente había sido tan borde como ella para causarle alguna reacción, aunque la táctica podía salirme mal. Había varias posibilidades de respuesta por parte de ella, podía quedarse en su sitio despotricando del imbécil que acababa de presentarse ante sus narices, otra posibilidad es que viniera tras de mi para darme una hostia y montarme el numerito, y por último, que de alguna manera me buscase entre la gente de la fiesta para iniciar un acercamiento, intrigada por mis palabras o con la curiosidad suficiente para decidirse a seguir con el juego. Y lo que ocurrió es que no pasó nada, no sé si se acordó de mi familia o no, el caso es que no salió de la terraza. Estuve unos 20 minutos circulando de grupito en grupito atento por si venía hacia mí, pero cuando la vi volver al interior del piso se acercó para despedirse de una pareja que bailaba acaramelada en el salón, y tras esto se fue directa hacia la salida desapareciendo de mi vista. Dudé en pasar de ella o seguirla y acabé optando por lo segundo.
Ella debió bajar por el ascensor y me lancé a las escaleras para recuperar el tiempo perdido. Al llegar a la calle miré a derecha e izquierda pero no se veía su rastro por ninguna parte. La calle estaba bastante oscura y no se veía un alma a esas horas. Parecía que se hubiese evaporado y era extraño lo rápido que había desaparecido teniendo en cuenta que no me llevaba demasiada ventaja, pensé que tal vez subió a un taxi nada más salir del edificio.
De repente, escuché un chillido femenino apagado procedente de mi derecha y salí disparado hacia allí. Entonces la vi tras un grupo de contenedores. Estaba forcejeando con un hombre al que rápidamente identifiqué como el tipo que la sobaba mientras bailaban. Llegué a su altura para ver como la tenía contra uno de los contenedores, con una mano apretando su cuello y la otra intentando desabrochar los tejanos de la chica.
- ¡Suéltala cabrón! – le grité con mala leche – ¡déjala ahora mismo!
- Vete a la mierda, lárgate si no quieres que te parta la cara – dijo encarándose a mí, pero sin soltar su cuello.
- Eso habrá que verlo, ven si te atreves – le reté -.
- Te vas a enterar, imbécil…
El tipo soltó a la chica que tosió al sentir liberada su garganta. Se encaró hacia mi sacando una navaja automática del bolsillo, mostrando una sonrisa siniestra que delataba las ganas de rajarme que tenía. Mientras daba los dos primeros pasos para acercarse a mí, ocurrió algo realmente surrealista. La chica empezó a aplaudir mientras movía la cabeza en señal de asentimiento.
- Bravo… bravo… me encanta este montaje teatral del chico malote y el príncipe que acude al rescate de la chica en peligro, os daría un “Oscar” si no fuese por lo patéticos que sois. Venga, pelearos un poquito para que parezca de verdad… y juro que luego os denunciaré a la policía…
- Cállate maldita zorra, cuando acabe con este gilipollas continuaremos con lo nuestro – dijo el tipo sin dejar de mirarme -.
Yo no entendía la película mental que se estaba montando esa tía, pero la navaja que surcaba el aire para abrirme en canal no me parecía teatro de ninguna manera, era muy, pero que muy real. Logré esquivar dos intentos de pincharme y contraataqué con un puñetazo que le alcanzó en el pecho, haciéndolo retroceder unos pasos. Aquello le enfureció más y se lanzó con rapidez a hacia mí, agarrándonos mutuamente, cayendo los dos al suelo y rodando enzarzados intercambiando tantos golpes como podíamos. Estuvimos así hasta que sentí que la navaja entraba por mi costado derecho, produciéndome un dolor muy agudo que evidencié con un alarido. En un acto reflejo le lancé un puñetazo con toda la fuerza que me quedaba y que impactó de pleno en su nariz, que se rompió al instante haciendo que el tipo se separase de mí, chillando más que yo.
Desde el suelo pude ver que la cara de la chica había pasado de una expresión burlona al terror absoluto. El hombre se levantó como pudo y decidió largarse corriendo de allí mientras yo me agarraba mi costado intentando detener la hemorragia de sangre que se empeñaba en abandonar mi cuerpo. Ella corrió hasta mí y se arrodilló a mi lado mirándome asustada, intentando ayudar sin saber cómo hacerlo. Sus manos se juntaron con las mías sobre la herida y al ver como se manchaban de mi sangre, empezó a gritar histérica pidiendo auxilio. La miré a los ojos sintiendo una sensación de paz al tenerla a mi lado, preocupándose por mí, observando su bonito rostro que de cerca me pareció más hermoso todavía, y entonces sentí unas enormes ganas de dormir y cerré los ojos mientras esbozaba una sonrisa, y me desmayé.
Desperté en una cama de hospital en una habitación compartida con otras dos personas. La enfermera que en ese momento atendía al paciente de la cama contigua a la mía, se percató de que había despertado y se acercó a mi lado.
- Hola Joan, ya te has despertado, ¿cómo te encuentras?
- Aún… no lo sé… ¿qué ha pasado?, ¿cuánto tiempo llevo así?
- Pues que te apuñalaron, pero no te preocupes que no tienes nada grave, has tenido mucha suerte. Hoy es domingo, ingresaste en urgencias la madrugada del sábado. Espera un momento que aviso al doctor y él te lo explicará con detalle. Ahora mismo vuelvo.
Mientras esperaba al doctor recordé lo ocurrido esa noche, mi pelea con ese hombre que intentaba abusar de la chica de la fiesta y del navajazo que me propinó. Con cuidado levanté la sábana para ver que la herida estaba cubierta por un vendaje que supuraba un líquido rojizo. El doctor entró en la habitación acompañado de la enfermera.
- Buenos días, veo que ya has decidido abandonar la siesta y volver con el resto de mortales… jeje…
- Creo que sí doctor…ahhh… – al reír sentí una punzada aguda en la zona de la herida -.
- Es mejor que esperes a reírte y no hagas ningún gesto brusco, los puntos de sutura aún están tiernos.
- ¿Puede explicarme cual es mi estado, doctor?
- Claro que sí. En primer lugar, no debes preocuparte porque la navaja no alcanzó ningún órgano vital, el pinchazo fue por encima del riñón derecho y por debajo del hígado. La verdad es que tuviste mucha suerte, por milímetros no afectó al riñón. El único problema es que la herida ocasionó una gran pérdida de sangre de manera rápida y eso provocó el desvanecimiento. Gracias a la intervención de tu novia que avisó de inmediato a las asistencias, pudimos detener la hemorragia, aunque hemos tenido que hacerte varias transfusiones de sangre ya que la pérdida fue abundante. La endoscopia nos confirmó que no había afectaciones internas, desinfectamos la herida y te cosimos. Cuando vayas a la playa podrás presumir de tus heridas de guerra ante las chicas.
- Perdón… ¿ha dicho mi novia?
- Sí – ahora hablaba la enfermera -, la pobre ha estado llorando en la sala de espera desde que te ingresaron. Esta mañana la he enviado a casa a descansar ya que no corrías ningún peligro. Ha dicho que esta tarde volverá. Podrá entrar a la habitación durante las horas de visita. No hemos podido avisar a nadie de tu familia porque en tu cartera no hemos encontrado ningún contacto. Puedes indicarnos algún teléfono para avisar, tu novia tampoco sabía a quién acudir.
- Es que ella no es mi novia.
- Ahh… pensé que lo era por lo preocupada que estaba y por todo lo que lloraba. Estuvo hablando con la policía y luego vendrán para hablar contigo también.
- Bueno - decía el doctor – ahora descansa un poco, creo que podremos darte el alta mañana si todo va bien. Tendrás que estar unos días en reposo en casa sin hacer ningún esfuerzo y dentro de dos semanas, te revisaremos la herida. La enfermera te explicará cómo hacer las curas.
Salieron de la habitación y me quedé pensando en esa chica de la que no sabía ni su nombre, de cómo se había preocupado por mi todo ese tiempo y realmente me ilusioné en volverla a ver. Deseaba que ya fuese la tarde para que viniese a visitarme, tenía ganas de oír lo que pasó por su cabeza en esa situación tan extraña. A las 16h asomó tímidamente su carita por la puerta y entró al ver que estaba despierto. Se acercó dubitativa hasta mi cama saludándome a mí y a mis dos compañeros de habitación.
- Hola… Joan, ¿cómo te encuentras?
- Estoy bien… chica desconocida.
- Perdona, soy Marta, creo que no llegué a decírtelo…
- Tampoco es que me dieses la oportunidad de pedírtelo…
- Yo… - mis palabras la afectaron – te pido perdón por mi actitud, no sé qué pasó por mi cabeza al pensar que estabas compinchado con ese tipo para… yo… lo siento mucho… - se puso a llorar desconsolada – ¡dios mío!… podías haber muerto por ayudarme…
- Venga, tranquilízate y no llores, que todo ha salido bien.
- Pero casi te mata, y yo burlándome de ti desde que te presentaste en la terraza. No sé cómo pude tratarte así de mal sin ningún motivo.
- Cálmate. Seguro que actuaste así por alguna experiencia anterior. Nadie tan hermosa como tú puede ser tan borde… jeje…
Mis palabras la hicieron reír, por primera vez veía su preciosa sonrisa y me dije que esa chica me gustaba mucho, si me lo permitía iba a luchar por tener alguna relación con ella, del tipo que fuera.
- Bueno, mis relaciones anteriores con hombres no fueron de lo mejor. Pero eso no es excusa para decirte esas cosas. Arriesgaste tu vida para ayudar a una desconocida, posiblemente ese cabrón me hubiese violado y si hubieses muerto por mi culpa, jamás me lo perdonaría.
- Marta, míralo desde el lado positivo, has conocido a un tipo maravilloso como yo, que eso no ocurre todos los días – dije con mi mejor sonrisa -. Ahora en serio, ¿has hecho la denuncia a la policía?
- Si, vinieron al hospital y les conté todo lo ocurrido. Me dijeron que será bastante fácil detenerlo por intento de violación y por tentativa de homicidio con arma blanca. Van a interrogar a la gente de la fiesta y están seguros de que alguien debe de conocerlo. Con el respaldo de tu versión le será difícil librarse de la cárcel por bastante tiempo.
- Cuenta con mí declaración.
- ¿Qué te han dicho los médicos?
- Que posiblemente mañana para casa, a reposar durante unos días sin hacer esfuerzos. Estaré bien.
- ¿Tienes a alguien que te cuide?, quiero decir que te ayude en casa. No encontramos a nadie con quien contactar.
- La verdad es que no tengo a nadie, mi única familia es mi tío, y vive en EEUU, pero me apañaré bien.
- Si quieres… puedo venir a ayudarte a tu casa mientras tengas poca movilidad.
- Marta, no te sientas obligada, no me debes nada por lo que hice, hubiera hecho lo mismo por cualquiera.
- Pero lo hiciste por mí y quiero ayudarte. Solo hasta que puedas funcionar tu solo. Decidido, vendré unas horas cada día hasta que te valgas por ti mismo.
Estaba tan decidida que no insistí en disuadirla, en el fondo estaba encantado de poder verla, cuanto más, mejor. Nos pasamos nuestros teléfonos y le facilité mi dirección.
La siguiente semana pasó por casa ayudarme en todo, cocinó para mí, puso lavadoras con mi ropa, hizo la limpieza de la casa, me ayudó en las curas y hablamos, hablamos mucho, de ella, de mí, de todo.
A la semana de estar en casa recibí la visita del policía encargado de la investigación sobre el agresor de Marta. La historia fue corta, mientras huía de la policía en un coche robado, el tipo había muerto al empotrarlo contra un muro. Adiós a un indeseable, fin del caso.
Conocer a Marta significó un cambio en mi rutina diaria que continuó cuando ya estuve recuperado totalmente. Nos hicimos muy amigos, compartiendo todas nuestras vivencias pasadas y actuales. Habían pasado tres meses desde que nos vimos por primera vez, pero ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso para un acercamiento físico pese que por mi parte tenía unas ganas tremendas. Debo reconocer que aún era reticente a desnudar mis sentimientos, miedo al amor después de la nefasta experiencia con Nat, pero tampoco podía evitar que esos sentimientos camparan a sus anchas por mi corazón. Actuaba con pies de plomo para no asustarla y en la creencia de que para ella, nuestra relación era puramente de amistad. Salíamos juntos a cenar, a bailar, al cine, a tomar copas y a pasear, nos reíamos mucho y podíamos pasar toda la noche sentados frente al mar hablando de cualquier tema, por simple que fuese, y al hacerlo de forma compartida sentíamos como si ese tema fuese realmente trascendente. Al final fue ella la que se decidió a mostrar sus sentimientos, lo que me sorprendió gratamente.
- Joan, quisiera hablar contigo de algo que hace tiempo da vueltas en mi cabeza y necesito decírtelo – hablaba con cierto nerviosismo -.
- Pues adelante Marta, tenemos la suficiente confianza para hablar de lo que sea – dije intrigado -.
- No me andaré con rodeos, estoy enamorada de ti y me pregunto si sientes lo mismo que yo. Si no es así no pasa nada, pero tenía que sacarlo de mi pecho. – sus ojos escrutaban los míos temerosa de mi respuesta -.
- Marta… creo que hemos cometido un error… - hice una pausa dramática -.
Cuando dije eso su cara mostró una decepción enorme y sus ojos empezaron a humedecerse. Me di cuenta de lo innecesariamente cruel que estaba siendo al pausar mi respuesta de esa manera e intenté remediarlo antes de que se pusiese a llorar.
- Marta, quiero decir que…
- No Joan, perdóname por pensar que tú también… no debí…
- Que no Marta – la interrumpí – cuando decía lo del error me refería a que los dos hemos tardado demasiado tiempo en confesar que nos amamos, por mi parte creo que empecé a amarte en el mismo momento que te arrodillaste a mi lado cuando me hirieron, la sensación de paz que sentí al ver tu rostro preocupado por mi… no sé… me hizo pensar que si tenía que morir, que mejor que hacerlo mirando tus hermosos ojos. Me alegro que hayas tenido el valor para decírmelo, valor que yo no he tenido y de lo cual me arrepiento.
- ¿Entonces tú también me quieres? – su cara mostraba una alegría inmensa –, ¿de verdad?
- Pues claro que sí.
Como si estuviésemos siguiendo el guion de una película romántica, los dos acercamos nuestros labios para besarnos, primero con cierta timidez, pero luego de forma inconteniblemente apasionada. Estábamos en la terraza de un bar a plena luz del día, y no dejamos de besarnos durante los siguientes diez minutos. No tuve que esforzarme en convencerla para que fuésemos a mi piso para hacer el amor, con solo decir que deseaba estar dentro de ella se levantó de su silla, y tras dejar un billete sobre la mesa, cogió mi mano para arrastrarme hasta mi moto sin molestarse a esperar que el camarero le trajera el cambio.
Al llegar a mi casa tardamos pocos segundos en estar desnudos el uno frente al otro, sin un atisbo de vergüenza de mostrar nuestros cuerpos, éramos dos jóvenes que sabían lo que querían dar y recibir sin dudas ni titubeos. Nos amamos de tal manera que conectamos al instante, sintiendo como propio el placer que cada uno entregaba al otro. Su cuerpo me pareció perfecto ahora libre de cualquier tejido que lo ocultase. Sus grandes senos, duros y firmes, su vientre liso, la estrecha cintura que daba paso a unas caderas poderosas, un pubis aterciopelado bien delimitado por un vello escrupulosamente trabajado, su sexo de labios asimétricos, que desprendía una fragancia limpia y agradable, un culo formidable, todo ello conformaba un maravilloso cuerpo que hacía tiempo soñaba con explorar, y perderme eternamente en él.
Me pareció sublime que hiciésemos el amor de tal manera siendo la primera vez que nuestros cuerpos se presentaban el uno al otro, una sintonía difícil de conseguir a tal nivel en un primer contacto. Comimos de nuestros sexos con total desinhibición, deleitándonos en saborearnos y alimentándonos de nuestras esencias naturales.
Personalmente toqué el cielo al estar dentro de ella, al sentir como los músculos de su acogedora vagina presionaban sobre mi pene, adaptándose a su tamaño, pulsando con sus contracciones sobre mi sensible piel dispuesta a captar todas esas placenteras sensaciones. Y el poder vivir en primera persona sus orgasmos, verdaderas explosiones de placer disfrutado, sus inacabables convulsiones acompañadas de gritos incontrolados que eran toda una recompensa del amor que sinceramente le estaba entregando a esa mujer. Aquello fue la felicidad para mí y estoy convencido que para Marta también. Fueron horas de sexo hermoso y de generosa entrega sin límite. Agotados por el esfuerzo nos dormimos abrazados con esa sensación de felicidad al estar a gusto en perfecta comunión con un ser amado.
A partir de ese día nos convertimos en una pareja inseparable salvo por el tiempo dedicado a nuestros estudios y al que yo dedicaba a la puesta en marcha de mi empresa. Marta estaba acabando la carrera de Empresariales y todo indicaba que lo conseguiría con excelentes notas. Ella vivía con Berta, su madre, una bella mujer de 48 años que regentaba una pequeña librería en el casco viejo de Barcelona. Su marido y padre de Marta desapareció de sus vidas cuando apenas tenía 2 añitos, abandonando a la familia para largarse con su secretaria, dejándolos prácticamente sin nada, ni dinero ni hogar. Esa mujer sola con apenas 26 años, un bebé y una madre con demencia y totalmente dependiente, luchó para tirar adelante haciendo frente a todo tipo de dificultades a base de horas de trabajo y sacrificio, de continuos cuidados a sus seres queridos, logrando conseguir un hogar digno para vivir, unos años con calidad de vida para su madre enferma, y que Marta creciera feliz y con la mejor educación que Berta fue capaz de costear.
El día que Marta me llevó a su casa para conocer a su madre, Berta me recibió con los brazos abiertos y desviviéndose para que me encontrara a gusto en su hogar, haciéndome sentir como uno más de la familia. Evidentemente Marta le había hablado muy bien de mí, comparándome con su antiguo novio al que Berta no soportaba por como trataba a su hija y del que Marta despotricaba siempre que tenía ocasión.
Comimos de fábula, desde luego esa mujer cocinaba como los ángeles y no pude evitar bromear que me estaba replanteando mi relación con Marta y cambiarla por su madre, ya que me había conquistado por el estómago. Todos nos reímos y llegó el momento que más temíamos Marta y yo, el decirle a Berta nuestra intención de vivir juntos. Los dos pensábamos que tal vez no se lo tomaría bien teniendo en cuenta lo protectora que era con su hija. Al conocer la noticia puso una cara de alegría que nos sorprendió gratamente. Marta se levantó de la mesa y fue a abrazar a su madre, y las dos se pusieron a llorar de felicidad.
Estuvimos el resto de la comida explicándole nuestro proyecto de futuro, como estábamos convencidos de alcanzar nuestros sueños y esperanzas, insistiendo en que queríamos que ella fuese parte importante en nuestra vida. En un momento en el que Marta fue al lavabo Berta cogió mi mano y mirándome fijamente a los ojos me dijo:
- Por favor Joan, cuida bien de mi hija, es lo único que me importa en esta vida y quiero que la hagas feliz y que no sufra como ha sufrido con su anterior novio, ese cabrón que la dominaba a su antojo y abusaba de lo bondadosa que es Marta.
- No te preocupes Berta, ten por seguro que me esforzaré a cada instante para hacerla feliz y que jamás la haré sufrir. Puedes estar tranquila.
- Eso es lo que esperaba oír de ti, tenéis mi bendición.
- Gracias Berta, si en algún momento te sientes sola, no dudes en decírnoslo y buscaremos una solución.
- No debéis preocuparos por mí – bajó el tono de voz - también tengo mis desahogos, no pienses que soy una monja como cree mi hija, aunque no voy a desmentirla… jeje…
- Ya supongo que una mujer joven como tú y con tu belleza no debe tener ningún problema para atraer a los hombres. ¿no has pensado en rehacer tu vida con alguna pareja? Perdona si me meto en cosas que no me conciernen, pero me sorprende que no te hayas vuelto a casar desde que os abandonó tu marido.
- La verdad es que no me veo viviendo con un hombre ni tampoco lo necesito. Cuando mi cuerpo tiene alguna necesidad, busco satisfacerlo y luego a seguir con mi vida. No se lo digas a mi hija que es feliz pensando que soy una santa. Será nuestro secreto, jeje…
- Soy una tumba… jeje…
Me encantó esa mujer, su aplomo, su sinceridad, su entereza, y sobre todo como quería a su hija por encima de cualquier cosa. Una semana después de esa comida Marta se mudó a vivir conmigo a mi piso.
Como premisa para una buena relación acordamos sincerarnos el uno al otro respecto a nuestra vida anterior y fijar de forma transparente las cosas que nos gustaban, las que sin gustarnos podíamos tolerar y las que en ningún caso aceptaríamos y provocarían una ruptura definitiva. Por mi parte le conté todo el drama de las muertes de mis padres, la infidelidad de mamá, mis aventuras sexuales en EEUU, el amor por Nat, su traición, la terapia sexual con Katy para recuperarme, y el resto de mis experiencias sexuales sin omitir ninguna. Le hablé de mi relación con mi tío Felipe y Michael, y por supuesto con mis dos amigos del alma Frank y Katy y de la importancia que todos ellos tenían en mi vida.
Marta me relató sus escasas relaciones con los hombres, que se resumían con el primero que la desvirgó a los 18 años cuya experiencia fue para olvidar, y luego el segundo y último, con quien mantuvo una relación desde los 19 hasta los 21, que se convirtió en emocionalmente tóxica y abusiva, y con un sexo mediocre en el que la satisfacción de Marta era totalmente secundaria ya que solo importaba el placer de él. Marta se sentía dominada por su novio y obedecía a todos sus exigencias sin oponerse prácticamente a nada, siempre pendiente de sus caprichos y renunciando a sus necesidades sin darse cuenta de lo absolutamente dependiente que se había vuelto su vida. Durante todos esos años de noviazgo ignoró todos los intentos de su madre para que entrara en razón y se diese cuenta de la toxicidad de su relación, pero fue del todo inútil. Después de tres años sufriendo múltiples desengaños, maltrato físico y psicológico, sumado a incontables infidelidades, se dio cuenta de lo dominada que estaba por su novio y consiguió deshacerse de el para siempre. Desde ese momento los hombres le parecían enemigos que solo intentarían aprovecharse de ella, lo cual podría explicar su reacción cuando nos conocimos.
Me confesó que el sexo conmigo era el mejor que había tenido nunca y se ruborizó al mencionar que mi pene era mucho más grande que el de los otros dos hombres con los que había tenido intimidad y yo le expresé mi opinión de que el tamaño no era lo más importante en el sexo con un hombre, sino la capacidad de este en poder dar mayor placer a la mujer, de la forma que fuese. Hablamos sobre nuestros tabúes sexuales y yo le expliqué que en condiciones de no exclusividad lo aceptaba prácticamente todo a excepción de la homosexualidad y parafilias raras, pero que en exclusividad con una pareja solo aceptaría lo previamente pactado entre nosotros, en ningún caso la infidelidad. Ella estuvo de acuerdo conmigo en prácticamente todo a excepción del sexo anal, que la horrorizaba y la hacía bloquearse con solo de pensar en la situación. Estaba preocupada porque sabía que era una práctica que a mí me gustaba y temía que su negativa me decepcionase a la larga, pero inmediatamente le dije que se olvidara de esas tonterías y que podía vivir perfectamente sin metérsela por el culo, que era feliz solo cuando la veía disfrutar y que siempre respetaría cualquier directriz que ella me indicara.
La vida en pareja continuaba con toda normalidad, éramos felices y el tiempo que compartíamos nos satisfacía plenamente a ambos. Marta acabó su carrera pero no encontró un buen trabajo acorde con sus expectativas y preparación académica, aunque el modesto sueldo del trabajo obtenido fue bienvenido para ayudar a nuestra economía. Yo puse en marcha mi empresa con la ayuda de mis compañeros ingenieros Miguel y Martín, que inicialmente aceptaron un sueldo inferior a sus deseos, pero convencidos de que el proyecto era prometedor. Nos costó más de lo previsto conseguir los primeros clientes, pero poco a poco empezamos a posicionarnos en el mercado y el dinero empezó a llegar a nuestros bolsillos.
Con todo esto llegamos a 1991 y con una posición económica un poco más estable, le propuse a Marta que se casara conmigo. Ella aceptó encantada y para celebrarlo, tuvimos un fin de semana de sexo bestial donde no salimos de la habitación de un pequeño hotel de la Costa Brava. No es que no tuviésemos buen sexo y abundante con asiduidad, pero en ese hotel reafirmamos nuestro compromiso de ofrecernos en cuerpo y alma el uno al otro.
Los preparativos de la boda fueron perfectos gracias a la implicación de Berta, que se ocupó de todo hasta el más mínimo detalle para que su hija tuviese una ceremonia inolvidable. La boda fue de tipo civil, pero tuvo todo lo que se espera de cualquier boda, con pocos invitados ya que nuestras familias eran muy reducidas. Estuve muy contento de volver a ver a mi tío Felipe y a Michael, así como al resto de componentes de los tres mosqueteros, Frank y Katy, que llegaron en el último momento justo antes dar el sí.
Berta, que estaba guapísima, hizo muy buenas migas con Felipe y con Michael y estuvieron toda la noche hablando y riendo como si se conociesen de toda la vida. Frank estaba impresionante por su porte varonil y no tardó en ser el centro de atención de la mayoría de mujeres de la fiesta, desplegando su habitual simpatía y magnetismo hacia las féminas.
Aunque para mí la más hermosa de la fiesta era mi maravillosa esposa, debo reconocer que Katy estaba realmente espectacular, había cambiado para mejor, y mucho, relucía enfundada en un vestido de alta costura que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, abandonando su habitual camuflaje para esconder su belleza salvaje y ahora mostrando sin complejos lo que la naturaleza le había regalado para el disfrute de los mortales. Se había completado la metamorfosis y la bella mariposa había abandonado su crisálida.
Marta estaba radiante y tan feliz como yo, y atendía a nuestros amigos y familiares compartiendo esa felicidad que la invadía. Pero ocurrió un pequeño incidente que me preocupó inicialmente, aunque finalizó como una anécdota pueril. El caso es que, al presentarle a Katy a Marta, estuvo bastante desagradable con mi amiga sin motivo justificado. Temí que Katy contestara del mismo modo a mi esposa, pero se limitó a minimizar amablemente las impertinencias de Marta. Cuando tuve oportunidad de hablar a solas con Marta le recriminé de la manera más asertiva posible su actitud, y la justificación que dio me sorprendió.
- Lo siento Joan, me he portado muy mal con ella y no tengo ninguna justificación – dijo sinceramente preocupada –.
- Pero cariño, ¿tal vez ella ha hecho o dicho algo para motivar tu actitud?
- No… nada en absoluto… solo es que... perdóname soy una tonta…
- No digas eso amor…
- Es que… estoy celosa de ella…
- ¿Celosa de ella? Pero eso no… no hay ningún motivo para…
- Ya lo sé mi amor, es que siempre me la imaginaba como un... “patito feo”… y al ver lo hermosa que es y la confianza como interactuáis los dos… yo… no he podido evitarlo y todo aquello del sexo fantástico con ella… yo…
- Para… no sigas. No pienses nada de eso, la única mujer que amo eres tú y ninguna otra podrá separarnos. Solo tengo ojos para ti, y para nadie más… punto. Katy es mi mejor amiga después de ti y siempre lo será, pero eso es todo y no va a cambiar. Que te quede claro mi amor.
Su cara de preocupación se modificó al instante para mostrar esa sonrisa que me volvía loco. La abracé con fuerza y nos besamos con pasión durante un buen rato, beso que reafirmó mis sinceras palabras de amor hacia ella. Bailamos juntos hasta que Felipe me pidió amablemente bailar con la novia. Con ese incidente solucionado la fiesta continuó hasta el momento de despedirnos.
Estuve observando a Marta desde la distancia en el momento que se acercó a Katy y pude ver como se disculpaba de corazón y a mi amiga aceptando de buen grado sus disculpas. Acabaron con un fuerte abrazo y con besos en las mejillas. Aquello me reconfortó plenamente, me preocupaba que mi esposa y mi amiga no sintonizaran, pero ver esa despedida me hizo sonreír.
Mi tío Felipe con su habitual generosidad nos regaló un fantástico viaje de bodas para que nuestra luna de miel fuese inolvidable, y desde luego lo fue. El viaje duró 50 días y visitamos Tailandia, de allí pasamos a Malasia, luego Filipinas, para terminar en Bali, la paradisiaca isla de Indonesia. No puedo imaginar que le debió costar ese viaje a mi tío, pero tengo muy claro que le hizo feliz el poder regalárnoslo.
La vida continuaba y mi empresa fue creciendo hasta el punto que tuvimos que buscar un nuevo local y contratar a más personal. Marta seguía cambiando de trabajos, pero no encontraba nada que encajase plenamente con sus intereses económicos ni acorde con su preparación curricular. Por suerte nuestra relación como pareja era excelente y éramos felices en todos los aspectos comunes.
Nuestra felicidad se incrementó a los dos años de estar casados cuando Marta me comunicó ilusionada que íbamos a ser papás. La alegría se desbordó y nos volvimos locos festejando por todo lo alto la noticia y comunicando nuestro gozo a la futura abuela, a mi tío Felipe y a todos nuestros amigos.
Habíamos hablado mucho sobre la posibilidad de ser padres y Marta deseaba que todo ese proceso se realizara según sus preferencias, que estaban relacionadas con un estilo más natural hasta el momento del nacimiento. Ella quería experimentar durante el embarazo una buena preparación al parto, dedicando el mayor tiempo posible a ello, también deseaba que el parto fuese del tipo natural, con ginecólogos y comadronas que respetasen la esencia de sus deseos como madre y también quería alargar el proceso de lactancia materna con nuestro hijo, dándole cuidados exclusivos durante su primer año de vida. Estaba preocupada porque todo eso significaba en esencia dejar de trabajar durante un largo periodo de tiempo, temiendo que al dejar de aportar dinero a las arcas comunes, nuestra economía se resintiese. Evidentemente yo estuve de acuerdo con sus deseos y le dejé bien claro de que no tendríamos ningún problema económico por eso ya que las cosas en mi negocio estaban funcionando muy bien y con excelentes perspectivas de mejora.
Después de convencerla de que se olvidase del tema económico, pidió una excedencia en el trabajo para ocuparse en exclusiva de ella y de nuestro futuro bebé. Escogió a una ginecóloga que le infundía confianza por su metodología a la hora de atender al parto en sintonía con los deseos de la madre, y empezó a documentarse en formas de preparación para el parto y para después de él, así como sobre la lactancia materna y sistemas de estimulación precoz de los bebés. Con gran ilusión se encargó de decorar la habitación de nuestro retoño y de adquirir todo lo necesario para su futuro bienestar.
Tras los seis meses de embarazo empezamos a asistir a unos cursos de preparación al parto en un centro recomendado por su ginecóloga y allí fue donde conocimos a Pilar y a Toni, una pareja que también estaban esperando a su primer hijo como nosotros. Ambas parejas ya sabíamos que íbamos a ser padres de un niño, incluso habíamos decidido que el nuestro se llamaría Pol y el suyo Edgar. Pilar y Marta compartían a la ginecóloga y también las mismas inquietudes de estilo natural para el parto y crecimiento de los niños, por lo que no tardaron en hacerse muy amigas.
Si tuviese que describir a esa pareja diría que eran unos pijos modernos con postura de progres naturistas. En el aspecto físico eran los dos de apariencia impresionante, sobre todo ella que tenía un cuerpo espectacular, incluso con el bombo de 6 meses a cuestas. Poco tiempo atrás había sido modelo de ropa interior y de baño, y actualmente poseía una red de tiendas de moda femenina que había heredado de su difunto padre, un ricachón bien posicionado en el mundillo de la moda y del comercio de ropa para la mujer de cierto nivel. Sobre Toni se podría decir que era un tipo muy atractivo y la verdad es que también era muy simpático, y no tardé en hacer buenas migas con él. Trabajaba como gestor de grandes cuentas en un importante banco de implantación internacional y parecía que se ganaba bien la vida en su trabajo, al igual que Pilar en su negocio. Vivían en una hermosa casa con piscina en Sitges, una bonita población costera situada al sur de Barcelona, también heredada del padre de Pilar. Toni era propietario de un lujoso apartamento en la zona alta de Barcelona, en el barrio de Pedralbes y ambos habitaban indistintamente las dos viviendas en función de sus necesidades laborales o de ocio.
A partir de ese momento Marta y Pilar se volvieron inseparables y compartían la mayoría del tiempo enfocadas en el mono tema de los futuros bebés. Toni y yo nos uníamos a ellas cuando nuestras responsabilidades laborales nos lo permitían y cuando asistíamos a los cursos de preparación al parto que procurábamos no saltarnos nunca.
En esa época tuve que tomar una importante decisión para dar un paso más en el crecimiento de mi empresa, ya que empezábamos a posicionarnos en el mercado europeo y apareció la posibilidad de concursar en una licitación del Parlamento Europeo para el desarrollo de diferentes programas de software que mejorase las gestiones parlamentarias internas y las de sus diputados. Eso requería frecuentes viajes a Bruselas y a Estrasburgo, por lo que la empresa quedaba a cargo de Miguel y de Martin, que si bien eran perfectamente capaces de manejar la mayoría de proyectos, mi ausencia provocaría un atasco importante en muchos otros. Para intentar solucionarlo me puse en contacto con mis amigos de EEUU para sondear la posibilidad de que se unieran a la empresa como socios de pleno derecho.
En primer lugar, llamé a Frank que seguía colaborando estrechamente con Michael en sus desarrollos, y al plantearle la posibilidad de venir a España para asociarse conmigo, mostró de inmediato su predisposición, y tras comentarlo con Michael acordaron disolver su colaboración para poderse incorporar a la empresa en tan solo un mes. Luego llegó el turno de proponérselo a Katy que en ese momento estaba trabajando para una corporación en Nueva York y la respuesta fue idéntica a la de Frank, aunque no podría desligarse de su actual empresa hasta pasados unos tres meses.
Cuando le comuniqué a Marta que mis amigos estadounidenses vendrían a España para incorporarse a la empresa, la primera reacción no fue positiva y lo expresó con una cara de desaprobación, seguida de un comentario respecto a Katy, confesando abiertamente que el hecho de que estuviese tan cerca de mí le producía desasosiego bajo el trasfondo de unos celos que no podía evitar. Una vez más tuve que reiterarle que la única mujer que me importaba era ella y que jamás le sería infiel con Katy ni con cualquier otra. La abracé y la besé con toda la pasión que fui capaz para hacerle ver que mis palabras salían del corazón y que debía apartar de su mente cualquier pensamiento de ese tipo. Rápidamente se disculpó alegando que no podía evitarlo y que todos esos sentimientos eran propiciados por su estado hormonal debido al embarazo. Insistió sobre sus inseguridades al sentir como su cuerpo se estaba deformando y que se veía fea con respecto a las demás mujeres, incluida Pilar que pese a estar tan embarazada como ella, lucía hermosa y deseable a los ojos de cualquier hombre.
- Amor, quítate esas tonterías de la cabeza, para mí eres la más hermosa y deseable del mundo, ya sabes cómo deseo hacer el amor contigo a cada instante
- Pero estoy gorda y fea…
- Claro, claro… – la interrumpí - y por eso que desde que estás embarazada solo tengo ganas de hacer el amor contigo a cada instante, joder Marta, que estamos follando más que cuando nos fuimos a vivir juntos.
- Tienes razón Joan – reconoció ella – la verdad es que últimamente estás más salido que nunca… y yo también… jeje…
Me reconfortó el verla reírse de la situación y comprobar que poco a poco se tranquilizaba sobre el tema de mi posible infidelidad con otras mujeres, ya que aparte de no existir ningún fundamento para esas preocupaciones, desde luego yo no pensaba ni de lejos traicionar a la mujer que amaba con locura. La verdad es que me encantaba hacer el amor en su estado, despacio, con cuidado, mimándola y sintiendo como la penetraba, sintiendo que el tiempo se detenía mientras estaba dentro de ella y notaba como ella disfrutaba tanto como yo del placer que nos dábamos mutuamente. Era una etapa más de descubrimientos y de sensaciones diferentes en el sexo que compartíamos, y eso me encantaba.
Los meses transcurrían y estábamos a punto de que naciera nuestro hijo, y el nerviosismo ante la trascendente novedad en nuestra vida aumentaba a medida que se acercaba el gran día.
Frank ya se había incorporado en la empresa y Katy lo haría en breve, por lo que contacté con mi tío y con Michael para explicarles la situación y mi deseo de comprarles su participación en el negocio para poder hacer el reparto con mis nuevos socios. La negociación con ellos dos estuvo a punto de ocasionar un cisma entre nosotros ya que estaban enrocados en que solo venderían su parte al precio de 1$ y no aceptarían otra cantidad más elevada que no fuese esa. Fue imposible hacerles bajar del burro pese a todos mis intentos y al final me hice con el total de sus participaciones por la fantástica cantidad de 2$ USA. Me sentí un estafador, pero en el fondo sabía que aceptando sus condiciones les hacía felices, ya que no era un tema de dinero para ellos.
Con la totalidad de las acciones a mi nombre quedaba decidir el nuevo reparto de la sociedad, y tras un estudio económico emitido por unos auditores externos se determinó el valor real de AFO & OFA, y por tanto, la cantidad que deberían aportar Frank y Katy para comprarme su parte. Acordamos que los tres mosqueteros nos repartiríamos el 90% a partes iguales y que el 10% restante lo cederíamos gratuitamente a Miguel y a Martín, a modo de bonificación especial bien merecida por su trabajo e implicación desde el inicio de la empresa. Con ese 5% cada uno se volvieron locos de felicidad y no pararon de agradecérmelo durante meses.
Les planteé a mis socios la posibilidad de traspasar nuestras cuentas al banco de Toni, que nos ofrecía un buen trato a nivel de líneas de crédito a buen interés y la posibilidad de disponer de avales para hacer frente a cualquier solicitud de garantías por parte de nuestros clientes o proveedores. A mis amigos les pareció bien argumentando que si yo me fiaba de Toni, ellos no tenían inconveniente en utilizar los servicios económicos de su banco y de cederle la gestión personal de nuestros activos.
Y por fin llegó el día tan esperado por todos. Fue en marzo del 94 cuando con 27 años me convertí en padre de un precioso niño, fruto del amor que nos unía a Marta y a mi prácticamente desde el momento en que nos conocimos.
El parto fue perfecto y Marta disfrutó de él como siempre había soñado, sintiendo esa experiencia vital como única, personal e intransferible. Para mí, ver su felicidad fue suficiente recompensa a todo el sufrimiento que padecí estando a su lado en la sala de partos. Si hubiese estado yo en su lugar, todas las anestesias, epidurales y calmantes del hospital no hubiesen sido suficientes para mitigar el dolor físico que con seguridad estaría padeciendo. Desde luego las mujeres son otra cosa, y su espíritu de sufrimiento y tolerancia al dolor supera con creces al de los hombres, por suerte la especie sobrevive gracias a que son ellas las que paren a los cachorros humanos, que si dependiese de los hombres, la humanidad ya hubiese desaparecido de la faz de la tierra hace siglos.
Pero a banda de mi sufrimiento subrogado durante el parto, el poder tomar en brazos a ese pequeño ser indefenso y sentir el calor que transmitía su diminuto cuerpo, creo que fue el momento de felicidad compartida más grande de mi vida.
Me enteré que Pilar también había parido en el mismo hospital un par de horas después que Marta, y cuando permitieron las visitas, acudí a su habitación para darles la enhorabuena. Estaban en una lujosa suite de la zona Vip del hospital y al entrar en su habitación, la feliz pareja batallaba arduamente para conseguir ponerle un pañal a su hijo Edgar. El bebé era de un tamaño algo más pequeño que el nuestro, pero también contaba con una salud excelente. Todos estábamos contentos y Pilar me explicó apasionadamente como fue su parto natural, todo lo que sintió como madre, la conexión con su hijo en el momento del nacimiento y solo se lamentaba lo extremadamente rápido que fue todo, tanto, que el pobre Toni llegó al hospital cuando ya había nacido el niño, perdiéndose la experiencia de ser padre en directo junto a su esposa. Estuvimos hablando de lo contenta que estaba Marta al poder parir también de esa forma natural y de lo hermoso que era nuestro bebé Pol.
Cuando me despedí de ellos y salí de la habitación, al pasar cerca del control de enfermería oí como dos enfermeras hablaban de la tipeja de la suite 6Vip y me di cuenta de que se trataba de la de Pilar. Me detuve antes de revelar mi presencia a las enfermeras y he de reconocer que me avergüenzo de lo cotilla que fui al quedarme quieto para escuchar de forma oculta su conversación.
- Que tía más desagradable la pija esa de la 6Vip, no para de exigirme cosas como si fueses su esclava.
- Ya sabes, pagan un pastón por esas suites y se piensan que todo el mundo debe besarle los pies a cada instante.
- Pues no sabes lo mejor, María, la asistenta de la ginecóloga que la ha ayudado en el parto, ha rajado un montón de la pija…
- Cuenta… cuenta…
- Pues resulta que durante todas las visitas de control del embarazo ha estado hablando que ella pariría de forma natural a su hijo, para estar en harmonía con la naturaleza y todos esos argumentos que ya sabemos.
- Bueno, eso es normal y totalmente legítimo, cada madre puede escoger la forma que crea conveniente para traer a su hijo al mundo, todas las formas son respetables…
- Eso está claro, lo que ocurre es que nada más llegar con las primeras contracciones ha empezado a decir que no pensaba parir con ese dolor y que quería que le pusieran la epidural de inmediato.
- Bueno eso pasa frecuentemente, la madre tiene unas expectativas y en el momento de la verdad no se siente capaz de soportar el dolor y decide parir de otra manera. No hay que culparla por eso, es su cuerpo y puede decidir qué hacer con él. Cambiar de opinión no lo hace malo, solo diferente…
- Pero no es de eso de lo que nos quejamos, tiene todo el derecho del mundo a parir como quiera, el caso es que hemos sido testigos de que a todo el mundo que la visita les está explicando su “maravilloso parto natural”, su experiencia mística y todo el rollo. Les está mintiendo a todos, incluso al marido que no pudo estar con ella. Esa pija es más falsa que un beso de mi suegra – dijo la enfermera con gracia andaluza -.
Después de oír eso decidí que ya tenía suficiente de espiar a las enfermeras y me dirigí a la planta donde estaba mi esposa. A partir de ese momento mi opinión sobre Pilar empezó a cambiar a peor, hasta llegar a caerme mal del todo pese a lo buena que estaba.
Nos incorporamos a la vida de padres primerizos con todos los miedos y dudas que eso conlleva, pero gracias a la preparación previa de Marta, pronto empezamos a estabilizarnos en la nueva normalidad. Marta seguía muy apegada a Pilar y pronto se convirtieron en un tándem inseparable junto con nuestros bebés. Mientras yo me reincorporaba al trabajo que me esperaba rebosante de problemas y dificultades, Marta pasaba todo el tiempo en la casa de Pilar en Sitges, aprovechando la baja de maternidad y ocupándose en exclusiva de nuestro hijo.
En esa época tuve que viajar bastante para analizar las necesidades de nuevos clientes o para iniciar la implantación de algún desarrollo de software in situ, por lo que solo podía ver a Marta y a nuestro hijo los fines de semana en los que ellos regresaban a nuestro piso de Barcelona o yo me incorporaba con ellos en casa de Pilar para estar juntos las dos parejas con los niños, que estaban encantados de ser el centro de atención de todo el mundo.
Como dije anteriormente, empezaron a molestarme determinadas actitudes de Pilar, que sin representar ningún problema grave, disparaba en mí de forma inconsciente señales de alerta en mi interior, indicándome que esa chica no era de fiar. Al contrario de Toni, que era un tipo que pese a ser un pijo de manual, actuaba de forma accesible, simpática y normal, Pilar siempre tenía que ser la protagonista en cualquier actividad, sabedora de su natural magnetismo de atracción hacia hombres y mujeres, y pronto me di cuenta de lo manipuladora y aprovechada que era. Esta percepción que para mí fue cada vez más evidente, para Marta pasaba totalmente desapercibida y no se daba cuenta de que ella también se estaba dejando influenciar cada vez más por la personalidad de Pilar, tal vez por la sintonía que las unía en lo referente a los niños, como por la admiración a lo que Pilar había conseguido respecto a su posición económica como a su aspecto físico, que Marta en cierta manera envidiaba.
Con el tiempo y las visitas a la casa de Sitges fuimos conociendo al círculo de amistades de Pilar y de Toni, con los que coincidíamos en las frecuentes fiestas que montaban en esa casa. En general todos esos amigos pertenecían al sector pijo de la sociedad barcelonesa, pero no era mala gente, incluso aproveché la ocasión para ofrecer los servicios de mi empresa a alguno de ellos y hasta pude hacer algún negocio interesante.
De toda aquella fauna de pijería había un tipo llamado Lucas que parecía estar fuera de lugar por su sencillez y naturalidad. Era un amigo de la infancia de Toni, con el que parece ser habían compartido muchas peripecias desde niños y mantenían su amistad desde entonces. Era un brillante policía perteneciente a los Mossos d’Escuadra, la nueva policía autonómica de Cataluña que iniciaba su despliegue en el territorio. Al parecer, Lucas fue el número uno de la segunda promoción de la Escuela de policía de Cataluña y estuvo agregado a la Prefectura de Policía de París desde el 86 hasta el 91, fecha en la que se reincorporó al proyecto de la policía catalana para aportar su experiencia obtenida en Francia, con el reconocimiento y condecoraciones por su trabajo ejemplar en la policía del país vecino. La verdad es que el tipo me cayó bien desde el primer momento, como también me ocurrió con Antonio, un joven empresario que poseía una gran empresa de logística y transporte. Al resto de amistades de Pilar y Toni los toleraba sin llegar a establecer demasiados vínculos.
El caso es que Pilar no tardó en mostrar su faceta de “aprovechada” pidiéndome que mi empresa le diseñara un software específico para la gestión de sus tiendas de moda. Marta me convenció para que ayudase con su amiga y yo no tuve más remedio que aceptar para no causar un mal ambiente entre nosotros. Le pedí a Martín que se reuniera con la gerente de sus tiendas para conocer sus necesidades y poder desarrollar un ERP para la gestión integral de su negocio. En realidad era un desarrollo bastante sencillo que solo nos ocuparía un par de semanas entre la toma de datos, análisis del sistema, programación del software y su implantación. Le pasé un presupuesto a Pilar que solo contemplaba los trabajos de recopilación de datos y la programación, todo ello a precio de coste. Eso suponía un descuento de un 70% sobre el precio que le cobraríamos a cualquier otro cliente y ella aceptó el presupuesto encantada. Pues bien, una vez terminado el trabajo y con el ERP programado a medida y funcionando perfectamente, cuando le presenté la factura acordada empezó a darme largas sobre el pago. No es que fuese ninguna fortuna ni que afectase lo más mínimo a la economía de mi empresa, pero el hecho de que lo hicimos como un favor especial a un precio casi regalado y que la tía se hacía la remolona para pagar me cabreó bastante. Lo que más me molestó es que en una de sus fiestas se encargó de decirle a todo el mundo que se había gastado un montón de pasta en el software que compró a mi empresa.
Aquello me tocó los cojones de mala manera y estuve a punto de liarla allí mismo, pero Marta me detuvo en el último momento rogándome que no la dejara en evidencia, que ya hablaría con ella para arreglarlo. Acepté de mala gana y al cabo de un rato Antonio se dirigió a mí en un aparte:
- Joan, seguro que Pilar te ha hecho la “pirula” con lo del software, ¿a que sí?
- Pues la verdad es que sí, no me ha pagado ni un “duro” por el trabajo a pesar que se lo dejé a un precio irrisorio, y encima me vacila delante de todo el mundo…
- Es muy típico de Pilar, tiene la habilidad de enredar a todo el mundo y ella siempre queda bien. A mí me convenció para que registrara sus dos vehículos personales, el todoterreno y el deportivo, como si fuesen parte de mi flota de transporte y así aprovechar el crédito y los descuentos que tenemos en combustible y obtener mejor precio de la gasolina para ella. El caso es que hace más de 6 meses que no me paga lo que consume con sus coches y ya estoy más que mosqueado. Pero Marisa, mi mujer, me impide que la atosigue, que ya pagará. No sé cómo lo hace, pero tiene una capacidad para hipnotizar a todo el mundo y de utilizar a la gente en su provecho como no he visto nunca.
La conversación no hizo más que reafirmarme lo manipuladora y aprovechada que era Pilar. A partir de ese momento empecé a observar otras conductas que confirmaban mi opinión. Ella se declaraba vegetariana convencida pero siempre que había un buen jamón pata negra en alguna bandeja, se lanzaba a por él como si no hubiese un mañana, no pasa nada si te gusta el jamón, pero no seas hipócrita defendiendo una postura determinada cuando haces lo contrario a lo que promulgas. También se vanagloriaba de que aportaba grandes cantidades a ONG’s para ayudar a desfavorecidos, niños desamparados o a refugiados, cuando la realidad es que tenía a chicas menores trabajando en sus tiendas sin ningún tipo de cobertura y pagándoles una miseria, por no hablar de que gran parte de la ropa que vendía era confeccionada en países del tercer mundo por niños o mujeres explotados laboralmente y en condiciones inhumanas.
Todo eso lo hablé con Marta en varias ocasiones, pero siempre rebatía mis argumentos diciendo que eran falsedades creadas por gente envidiosa y malintencionada. Lo dejé por imposible pensando que tarde o temprano se daría cuenta del tipo de amiga que tenía. Por otro lado, nuestra relación a nivel de amistad con ellos funcionaba a la perfección y lo cierto es que pasábamos juntos muy buenos ratos.
Pero con el paso de los meses me di cuenta que la actitud de Pilar con respecto a mí se convirtió poco a poco en más provocadora, rozando lo inapropiado aunque sin llegar a cruzar la línea. Había momentos en que estando los dos a solas no perdía la oportunidad de mostrarme con disimulo parte de su fantástica anatomía, o de rozar su cuerpo con el mío, o hablar con un tono seductor y con comentarios provocativos. También se lo comenté a mi esposa que se lo tomó a broma y me dijo que imaginaba cosas, que solo era confianza por nuestra amistad. Yo estaba seguro de que no era para nada eso que decía Marta y decidí cortarle el rollo a Pilar cuando intentase cualquier actitud de ese tipo.
Ya llevábamos casi un año de relación con ellos y Marta seguía convencida de las bondades de su amiga. De Toni no tenía ni una sola queja ya que siempre actuaba con la naturalidad que esperas de un amigo con el que puedes confiar, además habíamos ampliado nuestra relación con su banco e incluso muchos de nuestros clientes importantes aceptaron mis recomendaciones para traspasar sus cuentas y dejarlas en manos de la gestión de Toni. Evidentemente solicité un “feedback” a todos ellos para saber sí estaban contentos con la gestión de mi amigo y del banco, y todos estaban encantados con su trabajo ya que conseguía para ellos muy buenos rendimientos del capital que le habían confiado.
La actividad sexual con mi esposa se había reactivado a su mayor exponente a los dos meses del nacimiento de Pol. Aunque por motivos laborales no podíamos compartir todo el tiempo que hubiésemos querido, los reencuentros, ya fuesen en nuestro piso o en la casa de Pilar en Sitges acababan siendo apoteósicos. La libido de Marta estaba desatada y aunque siempre decía que su cuerpo no acababa de recuperarse totalmente del parto y con cierto complejo lo comparaba con el de Pilar, con tan solo reafirmarle lo mucho que la deseaba, se volvía una tigresa en la cama y yo estaba encantado por ello.
Un día de verano dijimos de ir todos juntos a la playa que estaba muy cerca de su casa. Cogimos una enorme sombrilla para proteger la delicada piel de nuestros niños y salimos dispuestos a disfrutar del mar en un día de espléndido sol. Lucas, el amigo de Toni se apuntó con nosotros y entre todos cargamos lo que las mujeres consideraron necesario, que en realidad fue muchísimo.
Al llegar a la playa vimos como Pilar discutía con Toni y con Lucas sobre algo que no alcanzábamos a oír hasta que nos acercamos a ellos:
- Pilar, no hay necesidad de ir hasta allí, aquí estaremos bien aunque haya mucha más gente – decía Toni.
- Para mí esta zona es perfecta, Pilar – opinaba Lucas -.
- Pues a mí me apetece ir hasta la zona nudista – Pilar señalaba al extremo contrario de la playa -. Hemos ido muchas veces, no sé qué problema hay.
- Puede que a Joan y a Marta no les apetezca, además está un poco lejos para ir cargados como estamos – argumentaba Lucas -.
- Pues preguntémosles – dijo Pilar -.
- ¿Qué ocurre? – me interesé por lo que hablaban -.
- Me gustaría que fuésemos hasta la zona de playa nudista, me apetece sentirme libre de cualquier prenda y estar en harmonía con la naturaleza. ¿Tenéis algún problema con eso?
- Bueno… la verdad es que…
- Ningún problema – me interrumpió Marta – Joan y yo no nos avergonzamos de nuestros cuerpos, ¿verdad Joan?
- No, para nada – contesté con rapidez – es solo que no estamos acostumbrados, pero si todos estamos de acuerdo, adelante.
- Pues ya está decidido – Pilar estaba exultante por su victoria - ¡todos en bolas… jeje!
Pilar empezó a caminar sin esperar la opinión de nadie más y todos acabamos siguiéndola hasta llegar a la zona nudista que estaba menos concurrida que el resto de la playa. Me sorprendió que Marta estuviese de acuerdo en desnudarse sin complejos delante de nuestros amigos, sobre todo por la rapidez con la que aceptó la propuesta, prácticamente sin pensar. Por lo que a mí respecta no tenía ningún problema en ello y si Pilar creía que iba a cortarme, estaba muy equivocada. Nos desnudamos y nos tendimos sobre las toallas, asegurando que los niños estuviesen bien protegidos con crema solar y a cubierto bajo la enorme sombrilla.
Lo cierto es que los cuerpos desnudos de mi mujer y de Pilar era un espectáculo digno de admiración, pero empecé a mosquearme al ver que Pilar empezó a posar de forma exhibicionista, totalmente impostada y nada natural. Me di cuenta como las dos mujeres miraban sin demasiado disimulo los atributos que los tres varones mostrábamos al aire. Cuando me fijé en los penes de mis dos compañeros pude comprobar que realmente eran bastante más grandes que el mío, casi como la polla de mi amigo Frank. Estaba seguro de que Pilar esperaba mi reacción con respecto al tamaño de los miembros de Toni y de Lucas, pero simplemente puse cara de que me importaba una mierda que tuviesen la polla más grande que la mía. Si esperaba verme acomplejado lo tenía claro.
Me di cuenta de sus intenciones, quería restregarme las pollas de esos dos y presumir de su cuerpo desnudo, quizás esperando provocar una erección incontrolada por mi parte. Nada de eso sucedió y pude observar su contrariedad al ver que su plan no causaba en mí el efecto esperado. Se levantó bastante mosqueada y fue a bañarse acompañada por Lucas.
Tras regresar de su baño, Pilar se sentó al lado de Marta mientras Toni y Lucas empezaron a jugar con unas raquetas a unos metros de distancia de nuestra posición. Pilar se puso a hablar con mi mujer como si yo no estuviese presente, pero utilizando un tono de voz lo suficientemente alto como para que la oyese.
- Debemos sentirnos orgullosas Marta, tenemos a los niños más hermosos y nos acompañan tres hombres muy bien… dotados y guapos, somos la envidia de la playa… jeje.
- No seas cochina Pilar – decía Marta alzando la vista para ver a esos dos jugando -. Vaya cosas dices…
- Es la verdad querida, has visto como calzan esos dos – Pilar hablaba con visible excitación – la de mi maridito es una maravilla, pero la de Lucas también es impresionante…
- Pues… - mi esposa iba a contestar, pero reprimió su respuesta -.
- ¿Has visto las cicatrices en la espalda de Lucas?, son heridas de bala… ¿a qué es súper sexy?
Marta estaba visiblemente incómoda con la conversación, no sé si por mi presencia o por el tema en sí, el caso es que al darse cuenta de lo que pretendía Pilar que no era otra cosa que minusvalorarme, optó por defenderme.
- Veo que no te has dado cuenta de la cicatriz en el costado de Joan, pues resulta que recibió una puñalada para salvarme de una violación… ¿hay algo más sexy que eso?...
- Vaya… - la cara de Pilar era de absoluto asombro - ¿es eso cierto?
- Como la vida misma. Y puestas a hablar de pollas, que es lo que estás haciendo, la de mi marido es perfecta y no la cambio por ninguna otra.
- Yo… yo… no pretendía… estoy hablando en broma – Pilar intentaba reconducir el tema ante la salida de Marta – no pienses que…
La conversación terminó en ese momento porque Edgar empezó a llorar y su madre tuvo que ocuparse de su hijo. Marta se giró hacia mí que seguía tumbado sobre mi toalla sin decir nada a lo que hablaban las dos y me besó con cariño.
- Te quiero mi amor – dijo en voz baja mientras esbocé una sonrisa -.
Estuvimos mucho rato jugando todos con los niños y bañándonos, hasta que creí que ya era suficiente calor para ellos y propuse regresar a casa.
- Pues yo quiero quedarme un rato más – dijo Pilar con tono imperativo – y Marta también quiere quedarse, ¿verdad?
- Pues aquí os quedáis – contesté visiblemente mosqueado - me llevo a los niños que están agobiados.
- Espera que voy contigo – dijo inmediatamente Marta – tú coge a Pol que yo llevaré a Edgar.
- Voy con vosotros y de paso me ocupo de ir preparando la “paellita” – se ofreció Lucas –.
- Yo también vengo – dijo Toni – tengo ganas de una ducha y meterme una cervecita bien fresca entre pecho y espalda.
- ¡Toni! – gritó Pilar – ¿vas a dejar a tu mujercita desnuda sola en medio de la playa? Hay muchos hombres sueltos, ¿no te preocupa lo que me pueda pasar?
- Para nada cariño, conociéndote, los que deben preocuparse son ellos… jeje. Pásatelo bien amor, que me espera una cerveza con mi nombre. No vengas tarde que la paella hay que comerla en su punto.
Partimos hacia la casa dejando a Pilar refunfuñando y maldiciendo por lo bajo al ver que todos pasábamos de ella, algo a lo que no estaba acostumbrada.
La comida fue excelente, había que reconocer la buena mano que tenía Lucas con la paella. Después estuvimos tomando los cafés y algún chupito, mientras las madres acostaron a los niños para la siesta. Marta se quedó en la habitación para descansar y Pilar regresó al jardín donde Lucas dormía en una tumbona y yo conversaba con Toni.
- Joan, ¿puedo pedirte un favor? – preguntó Pilar-.
- Tú dirás.
- He traído el ordenador de la tienda central, está bloqueado el acceso al programa de gestión y no podemos entrar. ¿Puedes echarle un vistazo?, está en el piso de arriba, en mi despacho.
- Ahora lo miro – acepté sin demasiado entusiasmo -.
- Muchas gracias – contestó con una gran sonrisa -.
No tardé en descubrir el problema, alguien había intentado entrar al programa con el rol de administrador de forma deliberada, haciendo cinco intentos con la clave errónea y bloqueando los accesos. Ningún otro usuario que no fuese Martín podía entrar como administrador del sistema por lo que no tenía sentido intentarlo cinco veces. En un par de minutos pude solucionar el problema restableciendo las claves. Me pregunté si no era una más de las jugarretas de Pilar y pronto encontré la respuesta. En el ordenador había instalada una versión beta de lo que sería el futuro W95, y en la parte central del escritorio se distinguía claramente un icono cuya leyenda indicaba “sexo duro”. Estaba claro que Pilar lo había colocado allí para llamar mi atención y provocar mi curiosidad. En un ordenador del trabajo no dejas en un lugar tan visible algo llamado con ese nombre si no es que quieres que alguien “pique”.
Evidentemente no quise defraudarla y cliqué sobre el icono activando la reproducción de un video. Y ohh… sorpresa… apareció Pilar siendo follada de forma salvaje por… Lucas. La enorme polla de nuestro amigo policía percutía en el coño de Pilar a una velocidad endiablada, al tiempo que tiraba del pelo de la chica con furia inusitada. Ambos parecían estar pasándoselo muy bien y aunque el video no tenía sonido se podía deducir perfectamente que Pilar estaba chillando de placer. Sentí una erección, aquello era como estar viendo una película porno con el morbo de que los protagonistas eran personas a las que conocía, pero no estaba tan enfermo como para empezar a cascármela viendo el video, mas bien sentí algo de tristeza al pensar que a Toni le estaban poniendo los cuernos su amada esposa y su mejor amigo.
En ese momento sentí unos pasos a mis espaldas y rápidamente minimicé la ventana del reproductor y me giré para ver a Toni que sonreía ligeramente.
- No hace falta que lo ocultes – decía Toni – he visto lo suficiente, mi vista es muy buena.
- Lo siento tío, no era mi intención… ni que te enterases así – dije con manifiesto pesar -.
- Tranquilo Joan, no pasa nada. No pienses que no sé que Lucas folla con mi mujer, de la misma manera que sé que lo hace con otros, es un acuerdo entre nosotros, estamos en lo que podríamos llamar como un matrimonio abierto, cada uno puede tirarse a tercero siempre y cuando el otro componente de la pareja lo sepa y no exista ningún aspecto emocional con los externos. Yo hago lo mismo y ambos disfrutamos de ello. Supongo que nuestra tipología de relación puede sorprenderte…
- Pues la verdad es que sí, no me parece ni bien ni mal, pero si sorprendente…
- Pero lo que a mí me intriga es que ese video esté en este ordenador del trabajo justo ahora que lo tenías que manipular, tan accesible para ti… a menos que… – Toni se detuvo unos instantes a pensar - que Pilar esté interesada en ti y está tratando de provocarte para… bueno ya sabes.
- Es posible lo que dices, es evidente que tu esposa tiene intenciones ocultas para mí, pero te juro que yo no he provocado esta situación ni le he dado pie para que piense que estoy de acuerdo para follar con ella. Con todos mis respetos, pero no estoy interesado en ella ni en participar en vuestro estilo de… vida, para nada.
- Te creo Joan, por eso no se me hubiese ocurrido ni mencionároslo ni a ti ni a Marta. Hablaré con Pilar para que te deje tranquilo y que pare de forzar las cosas si es que estas no fluyen por sí mismas, es un defecto que tiene y ya nos ha ocasionado algún problema. Te pido disculpas en nombre de Pilar y en el mío.
- No te preocupes, con que se olvide del tema me doy por satisfecho.
- Yo me ocupo.
Volvimos con los demás y pasamos el resto de la tarde-noche en buena armonía, aunque Pilar parecía menos participativa de lo habitual. Supongo que Toni le había dado un toque de atención y debía de estar digiriéndolo. Nos fuimos a dormir después de que los niños sucumbiesen al cansancio por la frenética actividad del día. Nada más meterme en la cama Marta deslizó su mano hacia mi polla apoderándose de ella e iniciando un suave sube-baja.
- Veo que tienes ganas de fiesta – le dije sonriente -.
- ¿Tú no?, En la playa he visto cómo te comías a Pilar con los ojos, menudo cuerpazo ehh..
- Pero que dices, no la he mirado más que a ti, en cambio tú sí que te has dado un homenaje visual con los rabos de esos dos, que no les perdías de vista.
- Sí… lo reconozco, no he perdido detalle de sus fantásticos penes, pero te aseguro que la intención era puramente científica…
- Anda ya – me puse a reír - ¿científica?
- Claro que sí, y he llegado a la conclusión de que no tienen ni punto de comparación con la de mi maridito, y te lo voy a demostrar comiéndomela toda y después me vas a follar como una perra, como solo tú sabes hacerlo, y voy a chillar de placer hasta que tiemble esta puta casa, y que esa zorra de Pilar se entere del hombre que tengo, el mejor follador del planeta.
No tuve tiempo de decir nada ya que acercó su boca a mi polla y empezó a lamerla desde su base hasta a su cabeza, cuya distancia aumentaba por momentos al crecer mi erección. Me dejé llevar por la espléndida felación que Marta ejecutaba de esa forma tan guarra cuando estaba excitada al máximo. Cuando inevitablemente me corrí en su boca, no dejó escapar ni una sola gota y no dudó en tragarse todo mi semen mostrando una sonrisa de felicidad.
A partir de ese momento tuve que esforzarme en satisfacer todas sus demandas, estaba desbocada y enlazaba un orgasmo de tras de otro, parecía no tener límite. Yo tampoco lo pase nada mal, aunque al acabar la sesión estaba totalmente seco. Fui muy feliz sintiendo como mi esposa chillaba sin reprimirse lo más mínimo, verla disfrutar de un sexo fantástico que fundía nuestros cuerpos en uno solo. Por suerte los niños estaban tan cansados que no se despertaron por el escándalo que hicimos, pero dudo que en esa casa hubiese un adulto que no se enterara de lo que estaba ocurriendo en esa habitación.
A la mañana siguiente bajamos a desayunar con una gran sonrisa en nuestras caras y agradecidos de que Pilar se hubiese ocupado de cambiar y alimentar a los dos niños mientras alargábamos el tiempo en la cama debido al cansancio de nuestro ajetreo nocturno. Toni y Lucas nos recibieron con una sonrisa burlona que hizo sonrojar a Marta mientras yo simulaba no entender el porqué de sus sonrisas. Por el contrario, Pilar tenía una cara de palo que no podía aguantar, evidenciando que nuestra fogosidad nocturna no le había sentado nada bien.
- Vaya nochecita que he pasado – dijo Lucas burlón – estuve a punto de llamar a mis colegas policías por que algún vecino estaba montando una fiesta de aquellas que salen en las noticias, vaya escándalo… y lo bien que se lo han debido de pasar… ¿vosotros no habéis oído nada? – mientras nos preguntaba su sonrisa mostraba las ganas de cachondeo que tenía -.
- Desde luego – decía Toni riéndose – tendremos que quejarnos a la asociación de propietarios… es intolerable. No te parece Marta…
- Yo… no sé… - mi mujer estaba roja como un tomate – quizás…
- Dejaos de cachondeo – saltó Pilar de mala hostia – todos sabemos lo que estos dos han estado haciendo toda la noche. Os podríais cortar un poquito ¿no?, hay niños en esta casa…
- Venga Pilar, será que nosotros no hemos montado “festivales” de ese tipo con Edgar durmiendo en la habitación de al lado – dijo Toni – no vengas ahora con esos comentarios.
- Déjalo Toni – dije con semblante serio – es su casa y tiene todo el derecho a decidir lo que permite o no en ella. Te pido disculpas si te hemos incomodado Pilar. Marta, recoge las cosas del niño, es mejor que nos vayamos, gracias por vuestra hospitalidad.
Sin esperar respuesta cogí a mi hijo Pol en brazos y empujé suavemente a mi esposa para sacarla de su parálisis ante la situación, obligándola a que me siguiera hacia la habitación para recoger nuestras cosas.
Las caras de nuestros tres amigos eran de estupefacción, sobre todo la de Pilar, que no se esperaba una reacción tan radical por mi parte. Si tenía algún problema en que sus invitados follasen con desinhibición en su casa, yo no tenía inconveniente en ahorrarle la preocupación poniendo espacio de por medio. Ya estaba harto de tantas tonterías de esa pija caprichosa y manipuladora.
Desde arriba se oía a Toni reprendiendo a su mujer por la actitud mostrada, incluso escuché a Lucas diciéndole a Pilar que sus comentarios hacia nosotros estaban fuera de lugar. Cuando salimos de la casa Pilar no estaba y Toni se disculpó en nombre de su esposa:
- Siento mucho los comentarios de Pilar, últimamente está bastante alterada y no piensa demasiado lo que dice. No tenéis porque marcharos, pero en cualquier caso, siempre seréis bienvenidos en esta casa.
- Gracias por todo, despídenos de Pilar y de Lucas.
- Volved pronto – dijo Toni apesadumbrado -.
Durante el trayecto Marta no dijo nada, pero se la notaba molesta por mi drástica decisión. Ya en casa, tras dejar al niño jugando en su habitación me dijo lo que pensaba
- No había necesidad de ser tan grosero con nuestros amigos y su hospitalidad.
- Marta, ¿no te das cuenta de que Pilar no soporta que hagamos nada que ella no controle o decida previamente?
- Ya sé que es muy… “especial”, pero es muy buena amiga mía y la relación que hemos desarrollado es muy intensa y también con los niños. Mi baja por maternidad y mi excedencia en el trabajo ha facilitado que pasemos mucho tiempo juntas, y eso no es fácil de olvidar ni tampoco interrumpir los estrechos lazos de amistad que hemos creado.
- Marta, ya no entraré en su falsa personalidad de cara al exterior, te lo comenté en su día y te lo repito, esa tía quiere follar conmigo y cada vez lo intenta de forma más evidente.
- Ya hablé con ella al respecto y no negó su interés por ti, pero también me juró que no intentaría nada más y se disculpó por su actitud… ¿ha seguido intentando insinuarse contigo desde entonces?
- La verdad… es que no – confesé -, pero no me fio nada de ella, no es una buena influencia y puede ocasionarnos problemas.
- Está bien – Marta hablaba con pesar – si tú quieres que deje de relacionarme con ella, lo haré, nuestro matrimonio es mucho más importante y no quiero que te sientas incómodo por esto. Mañana la llamaré y se lo dejaré bien claro.
- Gracias amor, siento que estés molesta por esta situación, pero creo que es lo mejor para nosotros.
La conversación acabo ahí, pero me di cuenta que mi esposa estaba realmente apenada y que no le sería fácil renunciar a la amistad con Pilar. En ese momento valoré el sacrificio de Marta, anteponiendo su amor hacia mí frente a la gran amistad que la unía con Pilar.
Desde que Marta tuvo esa conversación de ruptura con su amiga, estuvimos varias semanas sin tener noticias de ellos y pude ver como la tristeza estaba afectando de forma evidente a mi mujer. Durante demasiado tiempo Pilar había sido su único puntal de apoyo a nivel de amistad, relegando a sus otras amistades a un segundo plano, y es por eso que esta desvinculación la estaba afectando tanto.
Transcurrido un mes desde que abandonamos la casa de nuestros amigos por última vez, recibí una llamada de Toni, proponiéndome quedar para intentar reparar los lazos truncados entre nosotros. Acepté a regañadientes y quedé con él para cenar en su apartamento de Barcelona. Cuando llegué, Pilar también estaba allí y antes de que pudiese decir nada ella empezó a hablar:
- Joan… lamento mucho todo lo ocurrido. Todos mis comentarios estaban fuera de lugar y… siento haberme dejado llevar por mis instintos… verás yo… estaba interesada en ti y no supe respetarte… ni a Marta tampoco…
Desde luego no me esperaba esa confesión tan directa y menos delante de su marido. Seguía teniendo dudas sobre sus verdaderas intenciones, aunque sus palabras parecían del todo sinceras. Entonces fue Toni quien tomó la palabra:
- Verás Joan, ya sabes cómo es nuestro matrimonio y a mí no me importa si Pilar folla contigo o no, pero lo que no está bien es que ella intente forzarte a hacerlo cuando tú no estás de acuerdo con este tipo de relaciones. Siempre que interactuamos con terceros es imprescindible que todos estemos en la misma sintonía y no hay que presionar a nadie a hacer nada que no quiera. Está claro que tú no estás por la labor y eso hay que respetarlo. Hemos hablado de ello y Pilar está arrepentida y se compromete a enmendar su actitud.
- Te repito que lo siento mucho y prometo no volver a colocarte en una posición incómoda – Pilar seguía disculpándose - Pese a todo lo ocurrido, te ruego que consideréis volver a retomar nuestra amistad, yo… echo mucho de menos pasar el tiempo con Marta, y nuestro hijo Edgar también se ha resentido de la separación con Pol. Estaría encantada que volviésemos a pasar juntos tiempo de calidad, en Sitges o donde queráis.
Tras sus palabras empecé a dudar si no había sido demasiado inflexible con la situación y pensé en que tal vez permitir que Marta volviese a pasar tiempo con Pilar y su hijo le haría más bien que mal. Cenamos juntos y se desvivieron en hacerme sentir cómodo en su casa, insistiendo en que valía la pena volver a intentarlo ahora que todo estaba claro entre nosotros. Les dije que hablaría con mi esposa para tomar una decisión conjunta y que les diríamos algo en breve. Sabía perfectamente cuál sería la opinión de Marta, pero no quise aceptar su propuesta en ese momento. Justo antes de marcharme del apartamento, Pilar me dio un cheque a nombre de mi empresa por el importe de la factura de nuestros trabajos de programación para su negocio, disculpándose por lo que había tardado en pagar. Pensé que ya era hora que cumpliera con su deber y me dije que más valía tarde que nunca.
Tal como pronostiqué, Marta estaba encantada de retomar su amistad con Pilar y de poder pasar tiempo con ella y los niños. A partir de ese día volvieron los encuentros en la casa de Sitges durante la semana, pero acordamos que reservaríamos para nosotros la mayoría de los fines de semana, haciendo otras actividades como familia.
El tiempo transcurría y nuestros hijos ya tenían casi dos años, y las interacciones con ellos eran más divertidas a medida que crecían. Disfrutábamos bañándonos en la playa o en la piscina de la casa de Sitges y también jugando a pelota y haciendo construcciones. Toni tenía buena mano con los niños, mucho mejor que la propia Pilar, que solía derivar gran parte de las tareas pesadas con su hijo a través de una cuidadora que se ocupaba de Edgar. La verdad es que esa cuidadora también se ocupaba de nuestro hijo Pol cuando era necesario, y nos permitía tener tiempo para algunas salidas nocturnas para el ocio de las dos parejas, con la tranquilidad que los niños estaban bien cuidados. Era como la abuela Berta, pero cobrando.
En el ámbito laboral, nuestra empresa estaba lanzada y los beneficios empezaban a ser importantes, cosa que satisfacía plenamente a los socios, aunque también representaba que los esfuerzos y dedicación al trabajo fuesen cada vez más importantes. Sucedió que nos llamaron desde el Parlamento europeo en Estrasburgo ya que uno de nuestros desarrollos informáticos estaba ocasionando problemas e interfería gravemente en el funcionamiento de la actividad parlamentaria. Aquello era un problema importante que debíamos resolver con celeridad ya que nuestro prestigio y solvencia profesional estaba en juego.
Viajamos prácticamente todos los pesos pesados de la empresa, Katy, Frank, Miguel, Martin, junto con tres de los mejores programadores seniors de la empresa. Estuvimos depurando líneas de código durante cinco días con sus tres noches hasta descubrir el maldito gazapo, que en determinadas condiciones, provocaba el mal funcionamiento del programa. En realidad, era un error muy tonto pero difícil de detectar. Una vez compilado nuevamente el programa y tras mil comprobaciones pudimos regresar a casa totalmente exhaustos.
Al llegar al aeropuerto de Barcelona la tarde del viernes, Marta me indicó que fuese directamente a casa de Pilar, que ya tenían la cena preparada y a Pol desesperado para ver a su padre después de tantos días. Cenamos todos juntos y acostamos a los niños, pero el que necesitaba realmente acostarse era yo, que estaba muerto de cansancio. Toni nos dijo que nos fuésemos a la cama y que durmiésemos tranquilamente hasta la hora que quisiéramos, que no nos preocupásemos de los niños que él se ocuparía de ellos por la mañana.
Marta se metió en la cama conmigo y me di cuenta de que estaba muy juguetona, evidenciando que quería sexo esa noche.
- Lo siento mi amor – dije con pesar – estoy molido, necesito descansar esta noche, te prometo que mañana estaré como nuevo y te recompensaré.
- No te preocupes mi vida – dijo comprensiva – solo quiero estar a tu lado, descansa mi amor.
Se acurrucó junto a mí abrazándome con cariño y me quedé dormido al instante. Realmente descansé durante toda la noche, con la sensación de estar flotando en una nube. Desperté con la habitación en penumbra sintiendo como una boca engullía y chupaba con maestría mi erecto pene, que respondía de forma autónoma a los estímulos de esa lengua experta. Levanté levemente mi cabeza para ver la silueta de mi esposa cuya cabeza subía y bajaba para darme ese placer matutino que tanto me gustaba. Me dejé llevar por las sensaciones placenteras de esa fantástica felación hasta que llegó el momento inevitable de la eyaculación.
Como era habitual con Marta en estos casos, la avisé de la inminente corrida para que decidiera si quería apartarse o recibir mi semen en su boca, cosa que a ella le gustaba hacer la mayoría de veces. Decidió no apartarse y cuando solté mi leche, empezó a tragársela con verdadera ansia. Me pareció increíble que tuviese la capacidad de digerir tal cantidad de lefa sin desperdiciar gota, ya que la corrida fue espectacular debido a lo cargado que estaba después de tantos días de sequía. Me hundí más en la cama relajado por los espasmos de mi orgasmo. Entonces todo estalló cuando oí la voz de Pilar.
Joder Joan… tu leche es deliciosa… y vaya cantidad que has soltado en mi boquita…